Dos miradas criticas al prohibicionismo desde El «El Siglo» y «El País» de Cali. Balada del toro triste

Dos miradas criticas al prohibicionismo desde El «El Siglo» y «El País» de Cali. Balada del toro triste

Señala don Jorge Restrepo Potes en El País:


Al descender del taxi en el andén de Mallplaza, escuché tremenda algazara en el separador de la Calle 5ª, causada por unas mujeres que gritaban enardecidas.

Pensé que se trataba de una protesta por los feminicidios, más de 200 este año; o de una demanda para que cesen los delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes; o de un reclamo por los episodios de violencia intrafamiliar.

Con dificultad crucé la calle y me aproximé al vociferante grupo, compuesto por unas damas de buen ver, valga la verdad. Observé que eran personas cultas y bien trajeadas, que no estaban allí pidiendo justicia para los aberrantes ejemplos atrás expuestos.

No. A grito herido le exigían a la Cámara de Representantes que al día siguiente aprobara el proyecto de ley que prohíbe las corridas de toros en el territorio nacional.

Fueron atendidas, pues 24 horas después esa célula legislativa mandaba a clausurar una tradición vieja de siglos, como es el espectáculo taurino.

A mi juicio, esa ley, de ser sancionada por el Presidente de la República, llegará a la Corte Constitucional que la declarará inexequible porque contraría plurales normas de la Carta Política, pues viola el derecho al trabajo de miles de compatriotas y trunca las ilusiones de muchachos que aspiran a vestir de luces para lograr una mejor posición económica suya y de sus familias.

La lista de perjudicados por ese engendro es infinita: los ganaderos, que han invertido ingentes recursos para crear en Colombia las cabañas de bravo; los empresarios, como los de Cali y Manizales, que hacen de la fiesta el eje principal de sus ferias, especialmente la capital caldense en la que todo gira alrededor del espectáculo taurino, que deja en el sector turístico fuertes sumas de dinero. En Manizales existe la Escuela de Tauromaquia, sostenida por Cormanizales, la empresa que programa la temporada anual, hoy con 40 alumnos que sueñan con ser toreros.

Y están los ‘monosabios’; los novilleros; los que elaboran banderillas, capotes y muletas; y el tren de funcionarios en las oficinas administrativas.

No cabrían en este espacio todos los perjuicios que sufriría tanta gente, que “vive del toro”, para decirlo en tres palabras.

El toro de lidia pertenece a una raza única del reino animal. Nace y crece para ser lidiado en las arenas de las plazas. No tiene buen mercado, su carne y las vacas que los paren no dan leche abundante. Si no hay corridas, esa especie se extingue, porque no tiene otro fin.

Ningún bovino vive mejor que los toros de lidia en las dehesas durante los 4 o 5 años, antes de ir a cumplir su cita en los ruedos. Gozan de pastos excelentes; cuentan con atención veterinaria de alta competencia; tienen caporal que los protegen; y ganaderos que velan para que los encierros que venden tengan el trapío que exigen los astros de la torería.

Yo, como buen liberal, abomino de las leyes que decretan prohibiciones, y esta que prohíbe las corridas es de tinte dictatorial. No es de buen recibo que el Congreso expida una norma que vulnera un espectáculo que gusta a muchos colombianos. Y lo digo con todo el respeto que merece el representante liberal Juan Carlos Losada, que cayó en el ridículo cuando al aprobarse la ley antitaurina saltaba como un poseso, dando alaridos de felicidad, como si la Selección Nacional de Fútbol hubiese resultado campeona mundial.

Y si las corridas se extinguen, que un poeta escriba la balada del toro triste.

Y don Jorge Arango en El Siglo

La tauromaquia es una actividad lúdica que data de la edad de bronce (3300 AC) y tiene que ver con el encuentro del hombre con el animal. En el siglo XII surgen en España las corridas de toros, pero tal como se han venido realizando hasta ahora, datan de 1723, en que se construyeron edificios monumentales adecuados para la faena taurina, a las que llamaron “Plazas de Toros”.

Esta actividad comenzó a tomar mucho auge en España y Portugal, algo en Francia. Más adelante las corridas de toros se empiezan a dar en Latinoamérica, principalmente en México y Costa Rica; entran a Perú, Ecuador, Venezuela y, por supuesto, a Colombia. En nuestro país se construyeron hermosas plazas con estilos clásicos como La Santamaría en Bogotá, la de Manizales, Medellín y una más moderna, la de Cañaveralejo en Cali; en otras ciudades algunas más rusticas y se desarrolló esta afición durante unos dos siglos.

Si bien es cierto que el espectáculo está lleno de una hermosa parafernalia, como es el paseíllo animado por una música alusiva a la faena, donde se aprecian los toreros con sus cuadrillas vestidos con trajes de luces hermosos, así como los alguacilillos con capas negras y sombreros tocado con penacho rojo; y los picadores en sendos caballos. Los asistentes con sentido respeto guardan silencio en la ceremonia y finalizan con emocionado aplauso y el grito de olé.

En la faena, el torero con capote en mano se enfrenta en franca lid a la bravura del toro de casta, que ha sido concebido y criado para ese espectáculo. En el primer tercio, llamado de quites, el torero se mide con el animal a través de hermosos pases artísticos que exponen la vida del matador, pues la bestia embiste mostrando afilados pitones con enorme fuerza y velocidad. Luego viene el segundo tercio que es el de la pica, este se hace para medir la bravura del astado, su temperamento y comportamiento en el ruedo, seguidamente el tercer tercio que es la colocación de banderillas, donde se busca recuperar la embestida del toro y el banderillero se expone a ser corneado. Finalmente está la muerte del toro, en la que el diestro da una cruel estocada al animal. Sin embargo, por el trapío y bravura del toro, en ocasiones es indultado salvándole la vida.  

Aquí es donde entra en cuestionamiento la fiesta brava, en verdad es cruel la muerte del toro, pero prohibir este espectáculo tan bello que es un arte centenario con miles de aficionados, que genera enormes ingresos y trabajos, no es para alegrarse. Lo que se debería haber hecho era prohibir la muerte del animal y llevarlo al indulto, porque de ser así, también se tendrían que prohibir espectáculos como las riñas de gallos y en la participación humana el boxeo, la lucha libre, el kickboxing, el MMA y otros deportes de pelea donde seres humanos también han muerto.

Quiero dejar claro que no soy taurófilo, he asistido a algunas corridas, viví en un apartamento con vista a la plaza, disfrutando con amigos el espectáculo, pero sin gustarme la muerte del toro. Finalmente, las ganaderías bravas, por lo menos en Colombia se acabarán y todos esos toros terminarán en el matadero con una muerte más cruel. También seamos racionales, todos los animales de alimento como los bovinos, porcinos, caprinos, aves, etc., indefensos todos son sacrificados y con sevicia.

Es un triunfo de este gobierno hipócrita, promotor de esa ley aprobada en la Cámara solo por la mitad de representantes, mientras busca aprobar la muerte de niños en el vientre materno. Tampoco nada dice cuando anuló la prohibición de la muerte insensata de tiburones para cortarles las aletas y vendérselas a los asiáticos, arrojándolos de nuevo vivos y mutilados al mar.

Ante una demanda interpuesta por el congresista Christian Garcés, se espera que la Corte Constitucional tumbe el texto aprobado de la prohibición de las corridas de toros y más bien se regule esta actividad suprimiendo la muerte del animal.

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