El cierre de la plaza México y el retiro de El Juli en la pluma de Alcalino

El cierre de la plaza México y el retiro de El Juli en la pluma de Alcalino

Corre el tiempo, y también –marchas y contramarchas al margen—la posibilidad de que el
cierre de la Plaza México se convierta en un hecho irreversible y definitivo, dada la
pasividad de las presuntas partes interesadas, que teóricamente debieran empezar por la
empresa –¿existe todavía?—y contar con un elemento de rebeldía esencial en los
profesionales de la tauromaquia –aunque nada quede de los otrora poderosos sindicatos
de toreros, reducidos a cenizas por años y años de indiferencia propia y socavamiento
empresarial–, por no hablar de esos taurinos cuya influencia en la esfera política podría
ser decisiva pero que prefieren limitarse a viajar cada primavera a Sevilla y Madrid antes
que intentar el rescate de lo poco que va quedando de la fiesta brava en nuestro país.
Boicoteadores. Recuerdo una conversación sostenida con el licenciado Julio Téllez García
a la que en su momento no concedí la importancia que sin duda tenía. Recordaba el
destacado y muy estimado excronista del Canal 11 que, cuando le tocó presidir la
Comisión Taurina del DF –también extinta–, bajo el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano, primer gobernante democráticamente electo en la capital del país, acordaron
entre ambos gestionar la incorporación de la Plaza México al patrimonio monumental de
la ciudad como una medida de protección al histórico inmueble y, al mismo tiempo, a la
continuidad de la cultura taurina. Y cómo fue que sus intenciones se estrellaron en el
muro infranqueable de unos intereses encabezados por el propietario del coso y
apuntalados por una nube de abogados de renombre y representantes de empresas
dedicadas a la construcción, entre las cuales se contaba la de un ganadero famoso, sin
perjuicio de que entre unos y otros –leguleyos y constructores— existieran algunos
“grandes aficionados”, y varios tenedores de derechos de apartado en la México muy
notorios e influyentes.


Conviene recordar que Cuauhtémoc Cárdenas, además de figura fundamental de la
izquierda mexicana, es muy aficionado a los toros y hasta fue incipiente ganadero;

también que, al contrario de lo que ocurre en España, las embestidas más fuertes y
directas contra la tauromaquia han provenido en México de políticos de derecha, tanto en
Coahuila, Quintana Roo, Veracruz y Puebla como en la CDMX. Y que en ésta última surgió
hace poco más de una década lo que se conoce como cártel inmobiliario, es decir, un
conjunto de hacedores de rascacielos y superficies comerciales brotados de la nada, en
colusión con autoridades de delegaciones casualmente dominadas por políticos del ala
conservadora, cártel que, en alguna medida, continúa activo a la fecha. Respaldan tales
pactos, inmersos en la ilegalidad y lesivos para los habitantes de la capital, enormes sumas
de dinero opaco, al amparo de una intrincada red de influencias muy difícil de desmontar.
Y es evidente que, por más que el actual gobierno capitalino ha intentado frenarlos,
cuentan con el decidido apoyo del intocable poder judicial, el mismo que se apresuró a
respaldar oficialmente el amparo interpuesto contra la Plaza México por una entidad
hasta entonces desconocida y cuya autodenominación es en sí un grosero pleonasmo
–Justicia Justa–, tan absurdo como la rauda intervención en su favor de la judicatura,
seguida del silencio cómplice de esas presuntas partes interesadas aludidas con
anterioridad.


De ahí las fundadas sospechas de que algo muy turbio podría estarse cocinando entre el
tenebroso cártel inmobiliario, sus jueces de alquiler y la propiedad de nuestro bienamado
coso de Insurgentes, Y esas sospechas están ganando una triste certeza entre los
aficionados con cada día que pasa.


Carta de adiós de El Juli.

Veinticinco años de figura son muchos y, en consecuencia, El Juli
anuncia que se va. La carta con la noticia y sus motivos y agradecimientos, dada a conocer
en la semana, no perdona lugar común y derrocha corrección política. La trayectoria
taurina de Julián López Escobar responde punto por punto al estatus de figura en que el
madrileño se instaló antes incluso de tomar la alternativa (Nimes, 18.09.98). Y nadie
podría hablar de decadencia, puesto que El Juli está físicamente entero y taurinamente
maduro, resurgido tras la pandemia quizá más asentado, clarividente y dominador que
nunca. Pero también demasiado visto, según suele decirse en lenguaje taurino.
En principio, los motivos que aduce son tan razonables como atendibles. Y abrumadoras
las cifras que lo avalan: efectivamente, son más de cinco lustros sin abandonar, incluso de
novillero, la primera fila. De sensación juvenil a maestro consumado, Julián recorrió la
escala ascendente de la tauromaquia con paso firme y mano segura, e imponiendo
cotizaciones acordes con su elevada jerarquía. Un tema, este último, donde podría estar el
meollo de la inesperada decisión del torero de Velilla de San Antonio.
Es verdad que, a lo largo del camino, hubo alguien que puso más alto el listón de los
millones exigidos por torear, pero ese alguien –José Tomás—diseñó de manera tan
extraña e intermitente sus apariciones que, en conjunto, lo que cobró El Juli como figura
eje de la fiesta no lo cobraba nadie. Incluso, poco antes de desatada la pandemia, ese
hecho provocó el alejamiento por inconformidad de dos diestros que se consideraban con

iguales o mayores merecimientos que él sin que sus honorarios lo reflejaran. Optaron,
entonces, por castigar a las empresas con sendas retiradas estratégicas, aunque Andrés
Roca Rey, a diferencia de Alejandro Talavante, simplemente alegó una lesión muscular
crónica para dejarlas con un palmo de narices por el resto de 2018, sabedor de que era el
único llenaplazas de la baraja y, en justicia, le correspondería la bolsa más generosa.
A partir de 2022, con Roca Rey al tope de las cotizaciones del mercado, seguido de cerca
por Talavante –por más que éste no lo esté justificando–, El Juli siguió dando lecciones de
tauromaquia pero ya sin la repercusión de sus años dorados. Hoy son otros nombres
–Roca Rey a la cabeza– los que reclaman la atención de los públicos. Entre los viejos,
nadie le hace sombra a Morante de la Puebla, en la cúspide de su inmenso potencial
artístico; las novedades, jóvenes o no tanto, acusan inconsistencias y los hay francamente
inflados, excepción hecha del magistral e infravalorado Daniel Luque, que está hecho un
torerazo. Mientras los mexicanos que claramente podrían entrar en la lista son
mantenidos al margen por el sistema.


El caso es que, entre unas y otras, se ha configurado un contexto en el que El Juli no se
siente nada cómodo porque perdió cartel e importancia. Y como es un hombre
inteligente, ha decidido abrir un paréntesis que aprovechará, explicaba en su carta, para
experimentar un relajamiento que no ha conocido y disfrutar de la vida en familia.
Bien merecido lo tiene. Y seguramente no dejará de otear un panorama del que, al
finalizar la actual temporada, se habrá sustraído voluntariamente. Por si algún día le
apetece volver.

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