«El Niño de las Monjas » sorprende en Valencia , sale por la puerta grande y las monjas que lo acogieron están de plácemes

«El Niño de las Monjas » sorprende en Valencia , sale por la puerta grande y las monjas que lo acogieron están de plácemes

El Niño de las Monjas es tímido, asegura Txema Rodríguez. De ese tipo de personas que miran al suelo o a una mosca que pase. La madre Elisa es malagueña de Ronda y un huracán con toca, para criar a tanto chiquillo desamparado has de poseer la energía de una gran pasión.

 La religiosa y el aspirante a torero no son novedad como pareja vital y artística, porque abandonar bebés en las puertas de un convento fue un remedio clásico para la miseria y los embarazos no deseados. Una película de finales de los cincuenta, hubo otras anteriores, dirigida por Ignacio F. Iquino y una canción, cantada por la mítica Libertad Lamarque a finales de los treinta, ayudaron a consolidar el cliché del matador de toros criado entre hábitos: «Yo quiero ser torero, torero quiero ser, torero de gran tronío como Gallito dicen que fue…», eso dice el tango, cuya letra culmina en tragedia. En la película, en cambio, el chaval logra triunfar. Dos finales posibles a los que se añade un tercero, la posibilidad de una vida anónima. Tal vez triste, tal vez feliz. Eso nunca se sabe por adelantado.

El niño que nos ocupa no tiene todavía quién le cante, pero el sesgo dramático de su vida de Jordi se materializó de nuevo Debutó con picadores en la plaza de Algemesí y salió a hombros

El público enloqueció con su valor, eso dicen las crónicas.

Bueno, pues este miércoles, arropado por sus paisano, el joven torero se llevó una y una y lo elevaron a la cumbre.

Nos cuenta el colega Paco Delgado a quien agradecemos su valioso concurso

Aguantó el agua que se anunciaba y pudo darse la única novillada picada programada en una feria de fallas que se presenta complicada por el temporal que amenaza, muy seriamente, con deslucir esta feria que ha costado dos años recuperar

Los novilleros pusieron todo de su parte y contribuyeron en buena medida a salvar la función. Son las cosas del querer ser.

Arrancó El Niño de las Monjas la ovación inicial de la tarde al recibir a porta gayola al novillo que abría plaza, derrochando luego ganas e interés pese a que su oponente, remolón y renuente, no se lo puso fácil, luciendo en un trasteo largo e intermitente al torear sobre la mano diestra. Mató con contundencia y rapidez y se llevó la primera oreja de la función.

Se vio apurado al torear de capa al cuarto, que también apretó al peonaje. El novillero valenciano no se arredró y tiró de coraje para someterle y corregir su desordenado embestir para amarrar una puerta grande del todo merecida.

Se derrumbó en el peto el segundo, siendo sustituido por un sobrero con hechuras de toro y más serio que un carabinero, demostrando con él Álvaro Alarcón disposición, firmeza y buenas maneras, no dejándose intimidar por las rebrincadas embestidas del novillo ni por el fuerte viento que le descubría a cada momento, dejando una faena sólida y valiente que le valió una oreja al matar arriba y en su sitio.

Volvió a demostrar su clase y maneras con el quinto, especialmente en la primera parte de su trasteo ante un novillo descompuesto y que fue a menos, evidenciando el toledano que tampoco le falta valor. Alargó mucho su labor y el aviso que escuchó antes de matar le costó salir a hombros.

Dio que hacer el tercero, metiéndose por dentro y buscando, defectos que Manuel Perera combatió a base de decisión y entereza, aunque basó su quehacer en la cantidad, abusando de vaciar las embestidas hacia afuera y sin acabar de imponerse al insulso acometer de El Pilar.

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