Grato recuerdo…22 de mayo , 1991,en Las Ventas
Recuerdo que esa mañana en 6 AM en Caracol radio, le pregunté a don César Rincón si era posible esa anhelada puerta grande en Madrid, tan esquiva y con la discreción que atesora el maestro que saldría 6 veces , cuatro de ellas consecutivas , me dijo muy quedo :¡¡¡¡¡ Uffff, eso es un sueño casi irrealizable!!! Pero los sueños, sueños son y a veces la realidad los trastoca y esa tarde, casi noche, bajo un cielo velazqueño, el hijo de Gonzalo y Ma. Teresa nos sobrecogió de emoción cuando llegaron las primeras imagenes de la agencia española EFE contando ese milagro.
Mi admirado Lucas Pérez en su libro » 300 anécdotas taurinas» relata lo que ocurrió ese 21 de mayo y al día siguiente:
Era el 21 de mayo de 1991 y se anunciaban en San Isidro, como esta tarde, los toros de la ganadería de Baltasar Ibán. Aquel día, César Rincón logró lo que parecía un sueño, que un colombiano abriese la puerta grande de Las Ventas de Madrid.
Acompañado por Curro Vázquez y el llorado Armillita Chico en el cartel, Rincón desorejó al sexto de la tarde, ‘Santanerito’ de nombre. Pero la anécdota se produjo horas después en su habitación del hotel Foxá. Allí se dieron cita gran multitud de seguidores, compatriotas enloquecidos por la felicidad de su éxito y grandes personalidades para dar la enhorabuena al torero.
Un percance sufrido por Fernando Lozano había dejado un puesto libre en la corrida del día siguiente en Madrid. Y la empresa no dudó en ofrecerle el contrato a César Rincón. Entre la multitud se encontraba William Jaramillo, el embajador de Colombia. Jaramillo, acercándose a Luis Álvarez, apoderado del torero, le confesó su temor de que César torease otra tarde, no fuese a «devolver» los trofeos que acababa de conseguir.
«No sólo le tranquilicé, también le vaticiné otras dos orejas», recuerda de aquel día su apoderado, que ante tal cantidad de gente en la habitación del hotel, no le quedó otra que llevarse al torero al único lugar en el que en ese momento podría hablar a solas con él.
«Le agarré del brazo y me lo llevé al retrete. Allí le expliqué el ofrecimiento y le convencí para torear al día siguiente», cuenta Luis Álvarez.
Y así, con un acuerdo en el retrete, se fraguó lo que sería su segunda Puerta Grande -de las cuatro consecutivas que conseguiría ese año- al día siguiente, desorejando esta vez a un ejemplar de Murteira Grave.