Hace 30 años la voltereta en Beziers a Julio Robles quien murió años después
El salmantino Julio Robles se ganó tras un faenón la replica en miniatura de la catedral de Manizales, fue un torero muy querido en nuestras plazas y por casarse con una vallecaucana mantuvo una estrecha relación con Colombia.
Robles sufría tetraplejia desde el percance que tuvo en la plaza francesa de Béziers el 13 de agosto de 1990, justo hace 30 años.
El 13 de agosto de 1990, después de torear en Pamplona y en Santander, resultó gravemente herido al ser volteado por un toro de Cayetano Muñoz, de nombre «Timador» en la plaza gala de Béziers.
Sufrió un traumatismo del raquis cervical entre la quinta y la sexta vértebra, que le provocó la tetraplejia. Desde que padeció el grave percance Julio Robles paso la mayor parte de su vida en su finca salmantina.
Desde entonces, su estado de salud tuvo momentos muy delicados. Fue operado a vida o muerte.
Así rezaba el parte médico:
«A las 17,05 don Julio Robles Hernández, de 49 años, ha fallecido por parada cardíaca sin respuesta a medidas de reanimación cardio-pulmonar avanzada.
El paciente ingresó con carácter urgente el día 13 a las 07,30 horas y le fue diagnosticado un abdomen agudo y shock séptico.
Se practica tratamiento quirúrgico urgente por el doctor Fernando Angoso con hallazgo operatorio de perforación de colon izquierdo, con peritonitis aguda y difusa secundaria a la misma.
El paciente pasa a la unidad de cuidados intensivos donde se le mantiene en situación de ventilación mecánica por inestabilidad hemodinámica siendo el shock refractario al tratamiento hasta el momento de la muerte».
Paco Cañamero le hizo la que sin duda es la última entrevista al maestro. Por eso tiene un gran valor sentimental.
Julio Robles, desde que sufrió la fatídica cogida continúa despertando el interés de todos los aficionados con la misma pasión que en sus tardes gloriosas.
Varios años después del percance se añora, cada día más, su brillante pasado por los ruedos como se denota en el tributo y admiración que recibe allá donde acude.
La noche está lluviosa y el matador nos espera en la paz de su hogar de la finca de La Glorieta, donde únicamente se encuentra con la compañía de sus fieles Lisardo y Limo.
Nada más llamar enseguida aparece el torero para recibirnos y se le ve contento, animado y feliz; mientras, nos manda acomodar en un salón, espacioso, rodeado de estanterías repletas de trofeos, así como numerosos galardones y distinciones que dan fe de su destacadísima actividad artística.
– Maestro, ¿qué tal le va la vida?
– Bien, muy bien disfrutando de la ganadería, los amigos, la familia y de aquello que no pude hacer durante los años que me dediqué completamente a torear.
– ¿Sigue pendiente de lo que acontece en la Fiesta?
– Sí, claro. Soy torero y lo seré siempre, hasta que me muera. Soñé con serlo desde que era un niño, tiempos en los que unos jugaban al fútbol, otros a la pelota, pero a mí lo que me gustaba era ir a los mataderos de La Fuente de San Esteban, el pueblo donde vivía, a torear becerras. Desde siempre tuve claro lo que quería ser.
– ¿Qué le parece el toreo hoy?
– Muy interesante, con una serie de toreros que despiertan la ilusión del público, como Ponce, Caballero, Vicente Barrera y los más jóvenes, caso de José Tomás, que va a más y me encanta; El Juli que tiene mucho arrojo y ambición, también Morante, que es un artista muy completo; Abellán, Eugenio de Mora… Ahora hay una baraja de chavales muy buenos, que se complementan con otros más veteranos casos de Manzanares, Juan Mora o Joselito.
– ¿Cómo han sido sus últimos años?
– Muy positivos, al haber conseguido muchas metas que me propuse desde que sufrí el accidente que me apartó de los ruedos y mermó notablemente mis facultades físicas.
– En 1997 cumplió las bodas de plata como matador de toros. Todo el mundo le homenajeó y aún siguen…
– Sí, he recibido varios homenajes en distintos puntos de España y aún quedan algunos más. También estuve en París con el Club Taurino ‘Claude Popelín’, que tuvo la delicadeza de invitarme con motivo de su cincuenta aniversario. Por otra parte viajé a Londres, gracias a una gentileza del Club Taurino of London, fue un viaje estupendo a esa ciudad tan fascinante y ahora preparo varias cacerías en Sudáfrica.
– Cómo cazador también ha vuelto a ‘reaparecer’, ¿no?
– Sí, la caza siempre ha sido un deporte que me ha entusiasmado. En el campo se recobra la paz perdida y se serena el espíritu. Estos años he seguido acudiendo a monterías y hace poco que me decidí a disparar a raíz de hacer un invento que hicimos aquí en casa, gracias a ello he cobrado varias piezas, algo que me ha hecho muy feliz.
– ¿Qué otras metas ha conseguido?
– Cuando estuve en Toledo me enseñaron a conducir de nuevo, me examiné y logré el carné. Ahora conduzco un coche habilitado. También he vuelto a montar en avión, algo que tardé siete años en poder hacer, pues desde que me trajeron de Francia -después del accidente- a pasar la Navidad a casa, hasta que fui a París no había vuelto a volar y esas cosas siempre gustan.
(Un halo de felicidad alumbra los ojos de Julio Robles al ver que todas las metas se van cumpliendo, aunque en su fueron interno seguro que piensa en una…).
– ¿Qué espera para el futuro?
– Muchas cosas, una de ellas es que no he descartado es volver a caminar. La medicina realiza grandes avances y a lo mejor algún día… Luego, seguir siendo feliz, desear que los toros respeten a mis compañeros, que haya paz en el mundo y se entierre definitivamente a esa lacra que es el terrorismo que tanto daño hace a los españoles.
– ¿Le gusta el fútbol?
– Sí, claro, me encanta. Mira, ahora cuando habéis llegado estaba viendo el partido del Barcelona. Me gustan los partidos internacionales, que son como los grandes carteles de las ferias.
Respecto a los equipos, soy seguidor del Atlético de Madrid, colores con los que siento identificado; además, dentro de poco voy a ir a ver un partido al Vicente Calderón, puorque resulta que Jesús Gil se ha enterado que soy colchonero y me ha enviado una carta diciéndome que el día que quiera lo llame y vaya. Un detalle que le agradezco.
Ahora también valoro mucho a mi paisano Vicente del Bosque en el Madrid, que me parece un gran tipo y que trae mucha normalidad a ese mundo. Soy muy seguidor de Del Bosque.
– ¿Qué futbolistas ha seguido con más interés?
– A todos los genios del balón. Cuando era niño a Di Estéfano y a Gento, recuerdo que vivíamos en La Fuente y yo empezaba a trabajar de camarero en un café de la Plaza que regentaba un señor llamado Abilio y si había fútbol me echaba alguna bronca porque andaba despistado y no atendía a los clientes.
Lo que te he nombrado fueron unos futbolistas sensacionales. También a los que han destacado, como Juan Gómez ‘Juanito’, que era muy aficionado a los toros, buen amigo y un hombre de mucha casta, al igual que José Antonio Camacho.
Luego, ya cuando era torero tuve amistad con los jugadores de la Unión Deportiva Salamanca, equipo del soy muy seguidor, ejemplo de D’Alessandro que era un porterazo, también Sánchez Barrios, Rial, Enrique, Alves, un fenómeno.
En los últimos tiempos sigo de cerca el juego de Raúl, que me fascina, y al igual que ocurre con Enrique Ponce, por su edad aún no ha tocado techo.
– Acaba de recordar su infancia, ¿fue muy bonita?
– Sí, mucho. La pasé en La Fuente de San Esteban al ser destinado a mi padre como secretario del Juzgado. Es un pueblo rodeado de ganaderías y con mucho ambiente taurino durante todo el año.
Mis padres querían que estudiase al igual que hizo mi hermano Florindo, pero pronto me di cuenta que aquello no era para mí, así que me puse a trabajar de camarero. En La Fuente, en invierno era frecuente ver a muchos toreros. Recuerdo a Antoñete, Julio Aparicio, Pedrés, los hermanos Girón, José Fuentes, Camino…, además de Curro Vázquez, que por entonces empezaba y fíjate luego lo que hemos toreado juntos y la amistad que tenemos.
Pero te decía que allí había un torero que se llamaba Paco Pallarés que fue quien me ayudó en mis principios, además sus padres eran amigos de los míos. Luego, al hablar de la Fuente no me puedo olvidar de Jumillano, que estaba siempre allí al tener la finca muy cerca; de él admiraba mucho su porte y me impresionaba verlo con su Cadillac y la leyenda de figura que tenía, después estuvimos muy unidos.
– Y también Juan José, ¿verdad?
– Sí, te iba a hablar de él ahora. Juan José, un gran torero, con quien fui a la escuela y además somos quintos. Toreamos varias corridas juntos y muchos festivales, pero las carreras de ambos fueron muy diferentes, él arranca muy pronto y con diecisiete años toma la alternativa, pero un accidente de carretera lo frena mucho.
También había en La Fuente un banderillero llamado Pepe ‘El Huevero’ que estaba colocado en la cuadrilla de Paco Pallarés, del que siempre estábamos pendiente cuando se marchaba al bar, entonces nos metíamos en su cochera y toreábamos con sus capotes, recuerdo que yo me ponía sus botos camperos y de esa manera anda que no di capotazos allí.
– ¿Hasta qué años fue a la escuela?
– Hasta los catorce años que me puse a trabajar, pero con la idea de torear. En la escuela tuve un maestro que se llamaba don Julio y era un gran hombre, con él aprendí mucho.
No veas el primer día que hice novillos y me fui con Juan José a una tienta a Campo Cerrado en la que toreaba Antoñete. Al llegar nos llamó a los dos y antes de tirarnos de las orejas nos dijo: “Venid acá, que ahora va a empezar la corrida y vamos a torear los tres”.
Luego, cuando coincidí con don Julio siempre lo saludé de manera entrañable y con mucha gratitud.
– Y Paco Pallarés fue su primer maestro en el toreo, ¿no?
– Sí, Paco Pallarés había sido novillero figura en la época que lo apodera El Pipo e hizo concebir muchas ilusiones. Él fue quien me invitó a un tentadero a Casasola, una finca cercana a La Fuente después de que su hermano Pedro le dijera que yo ‘quería’.
A partir de entonces empieza a enseñarme la técnica, a andar en torero, a torear de salón. Fue mi maestro y también quien más tarde habló con Paco Gil, que lo apoderaba a él, para que también se hiciese cargo de mí.
– Y con Paco Gil arranca podíamos decir que en profesional, ¿no?
– Sí, de la mano de Paco Pallarés toreé varios festejos en los pueblos de la provincia desde que mato el primero novillo en La Fuente de San Esteban, en las fiestas del Corpus; luego, en Villavieja, donde me vestí de luces por primera vez y más sitios como Lumbrales, Sobradillo… Ya con Paco Gil adquirimos compromisos más importantes, organizó magníficamente mi lanzamiento y el debut con caballos, que fue en Lérida, toda la trayectoria de novillero, la alternativa y dos años de matador.
– ¿Por esos días sigue residiendo en La Fuente de San Esteban?
– No, un poco antes, mi padre se jubila y entonces, la familia se marcha para Ahigal de los Aceiteros; entonces yo, como ya no quería hacer otra cosa que torear, seguí un tiempo allí, viviendo en casa de Paco Pallarés.
Luego, al apoderarme Paco Gil, durante la temporada marcho a Salamanca y después, los inviernos los paso en el pueblo, en Ahigal, donde estoy muy feliz, junto a mis queridos padres y además puedo disfrutar de mi gran pasión por la caza.
– Es entonces, en la época de novillero, cuando comienza la rivalidad con El Niño de la Capea, ¿fue muy dura?
– Ahora que lo observas desde la distancia sientes nostalgia de aquella lucha, de intentar estar siempre por encima del otro torero charro, porque además, ¿sabes una cosa?, cuando toreaba con Capea me motivaba mucho, casi desde que lo hicimos por primera vez como novilleros sin caballos.
Luego, fue a raíz de la primera vez que compartimos un cartel en la feria de Salamanca, todavía de novilleros, cuando la gente empezó a decantarse, unos a un lado, otros al otro; después toreamos muchas más veces juntos, pero fue en Madrid, donde por entonces, poco antes de que tomáramos la alternativa pusimos en dos tardes el cartel de ‘no hay billetes’ y el público ya definitivamente comenzó a dividirse.
– Luego, hubo años en los que casi ‘corre la sangre’.
– Lo cierto es que nuestra competencia fue muy buena para Salamanca, porque la feria pasó de tener tres o cuatro corridas a alcanzar las diez, como ocurre el último año que toreamos juntos y aquella pasión entre la gente fue muy positiva para la Fiesta.
Yo no puedo ocultar que cuando alternaba con Pedro me motivaba y me venía mucho más arriba; no sé, quizás porque quería ser el primero de Salamanca y él toreaba más y triunfaba de manera más constante. Aparte de Salamanca, también compartimos muchos carteles en otras plazas, es más con Pedro ha sido con quien más he toreado.
– Y manteniendo tanta rivalidad, ¿eran amigos?
– Bueno, a lo mejor hubo años, más a menos por 1.985, que había más tensión y menos compadreo lejos de la plaza. Pero luego, a base de tanto torear juntos y rivalizar llegamos a querernos.
Para mí Pedro es casi un hermano, un hombre íntegro, cabal y muy de verdad al que quiero mucho y con el que estoy unido en todo, además me ayudó enormemente a ser ganadero.
– Rivalizaron en medio de una generación muy bonita como fue la suya, se sentirá orgulloso de formar parte de ella, ¿no?
– Sí, nosotros recogimos el testigo de toreros tan grandes como Puerta, Camino, El Viti, Ostos, Andrés Vázquez, El Cordobés, Romero, Hernando… Y llegamos en un momento muy difícil con el final del franquismo ya presente y con el personal muy alborotado ante el incierto futuro que se avecinaba.
A pesar de que para la mayoría fueron muy complicados los comienzos hubo otros compañeros que pronto se situaron arriba como Capea y Manzanares. Nosotros además toreamos mucho con Paquirri, Palomo, Ángel Teruel…, que eran figuras y a pesar de tener unos años más de antigüedad podían considerarse de nuestra época.
Pero fue un tiempo de recuerdo inolvidable con nombres tan entrañables como Paco Ruiz Miguel, José Luis Parada, Manolo Cortés, Dámaso González, Antonio José Galán, José Luis Galloso, José Antonio Campuzano, Ortega Cano, Curro Vázquez, Roberto Domínguez, Raúl Aranda, Miguel Márquez, Paco Alcalde, Esplá…, los mencionados Capea y Manzanares… Fuimos gente que aportamos mucho al toreo y a los que, afortunadamente, cada vez nos están dando el sitio que, a mi entender, nos merecemos.
Por otra parte no creo que haya habido otra generación más unida que la nuestra, donde todos somos muy amigos en la calle y estamos muy vinculados unos con otros.
– A varios de ustedes. Es su propio caso, el de Curro Vázquez, el de Roberto Domínguez y el de Ortega Cano, a pesar de ser tan buenos toreros les costó mucho ser figuras, ¿qué ocurrió?
– Circunstancias. En mi caso, el primer año de matador funcioné muy bien; pero enseguida llegó una cornada en Valladolid y nada más recuperarme otra en Valencia que me frenaron mucho, además no sé porqué fallaba en sitios clave, aunque en otros de menos importancia estuviera muy bien.
Pero fue en 1.978, con el toro de Lázaro Soria que cuajé en San Isidro, el que dio nuevas alas a mi carrera. A partir de entonces todo fue a más y cada temporada sumaba mayor número de corridas.
– Junto a Domínguez, con quien arranca a la par, al principio, según tengo entendido fue muy amigo e incluso sus correrías juveniles dieron que hablar, luego parece que menos, ¿y ahora?
– Muy bien, pero desde que éramos novilleros sin caballos estábamos todo el día juntos, yo iba mucho a su casa de Cubillas de Santa María, él venía a la mía, pues las trayectorias de ambos, en aquellos años, fueron paralelas; luego, cada uno se centró en lo suyo y ya nos veíamos menos.
Pero hemos compartido decenas de carteles y mantenemos buena relación. No se pueden olvidar las anécdotas que hemos tenido, tanto en España como América.
– En su larga andadura de profesional gozó del fervor de los públicos, ¿con cuáles se sintió más identificado?
– Siempre me gustó estar a la altura de las circunstancias y estar a todas, aunque eso es muy difícil, porque un día te pueden fallar los toros; otras, el viento; luego, en ocasiones el ánimo no ser el adecuado. Pero si me tengo que quedar con las plazas que más me quitan el sueño son Madrid, Salamanca y Valladolid, aunque Logroño, Almería y Bilbao también.
– Precisamente los lugares en lo que mayores éxitos cosechó, ¿verdad?
– Bueno, precisamente las plazas que he nombrado siempre gozaron de mi preferencia, pero hay muchas más que también eran muy especiales, como Málaga, El Puerto, Plasencia…
– ¿Por qué le costó tanto entrar en Sevilla?
– Me costó bastante porque siempre hubo algo que la puso cuesta arriba y fíjate que de novillero cuando me presenté corté una oreja, pero después de matador las veces que acudí las cosas no salieron.
Luego, por unas circunstancias o por otras, muchos años quedé fuera de los carteles, pero al final (a Dios gracias) acabé entrando y ahora me hace mucha ilusión cuando los aficionados me recuerdan esas faenas o cuando voy a Sevilla y la gente se para a hablar conmigo y salen a relucir las faenas a los toros de Manolo González.
– En una ocasión se ‘cayó’ voluntariamente y lo pagó muy caro, ¿qué ocurrió ese día?
– Cambiaron la corrida y avisaron casi sin tiempo. Yo firmé un contrato para matar otra. Pero creo que la condena fue mucho mayor que el ‘delito’, si es que se puede llamar así.
– Después, la Feria de Abril de 1.989, con los toros de Manolo González no se puede olvidar tan fácil, ¡cómo estuvo ese día!
– Aquella fue la temporada más redonda de mi carrera, además tenía la obligación de triunfar en Sevilla, que era mi asignatura pendiente en el toreo y los años antes había triunfado en toda Andalucía.
Luego, todo salió en la medida esperada y resultó perfecto. Guardo el recuerdo de ese día como uno de los más bellos de mi carrera, al cumplirse uno de los grandes objetivos que perseguía como torero.
– Aunque le ‘robaran’ la Puerta del Príncipe. Le daría mucha rabia no salir por ella, ¿no?
– Bueno, pero dejé la tarjeta de visita, si fuera en estos días creo que el resultado final hubiera sido otro, pero aquella tarde el presidente no quiso. Aquello ya está olvidado. Queda la satisfacción y el orgullo de lo bien que me sentí en ese marco tan mágico y así me lo reconoció la afición de Sevilla.