74 años de la feria del Señor de los Milagros en Acho, inaugurada en 1766, es mas que bicentenaria y por ese coso han pasado «casi» todas las figuras, desde Joselito y Belmonte.
Que se dice pronto.
Pero este octubre marca otro gran aniversario.
Es la inauguración de la feria del «señor de los milagros», que lamentablemente este año no se verificará por la pandemia.
El 12 de octubre se dio la primera corrida de lo que con el tiempo será una de las ferias de mas tronío en América. El cartel, nada despreciable: Manolete, Montani, Procuna y toros mexicanos de La Punta.
Estamos reproduciendo para todos los aficionados el artículo publicado en el diario “El Comercio”:
“Pocas manifestaciones públicas tan ceñidas a la tradición, como la fiesta brava. Aunque la manera de torear haya evolucionado.
Si, ayer se prefirió el lance con las manos altas.
Hoy al aficionado le gusta mejor cuando es ejecutado con las manos bajas, no puede decirse que el toreo haya cambiado sustancialmente.
Se mantiene, a pesar de los años la rígida estructura de este rito popular. Continúa permanente y depurado el clásico corte de la lidia. Tres tercios. No hay quien destruya el gallardo tríptico.
La verónica, la media verónica, los puyazos, los quites, las faena de muleta y la estocada. Algunos quites y pases han sido creados. Se ha enriquecido el repertorio y se ha dado un matiz más de plasticidad al arte incomparable, pero en esencia, medularmente, sigue siendo lo mismo.
La verónica, el pase natural y el de pecho y el volapié siguen siendo la base y el auténtico sustento de la torería.
Los trajes, brevemente aligerados, con esa su plástica reminiscencia goyesca, finos y luminosos, en contraste con la violencia de la fiera.
Una nueva paradoja en el espíritu ibérico.
Han dejado que todas las vestimentas se ciñan a las cambiantes modas, permaneciendo ellos como una pincelada de oro, en este mundillo de billetes.
El brindis, la vuelta al anillo, el cortar orejas, las rechiflas y broncas, se suceden en la Historia del Toreo, sin alterar su peculiar emoción, sin salirse de los firmes cánones tauromáquicos.
Y tal vez por ser el toreo tan hondamente tradicional, sus mejores tardes armonizan en España y México – también en ciudades y pueblos del interior de nuestro país – con los días en los que brilla más nítidamente el sentimiento católico de los vecinos que conmemoran las festividades de sus santos patronos.
En los antedichos países, ibérico y azteca, existen las llamadas Corridas de Feria. Al júbilo católico, que lleva en hombros la imagen de su veneración se suma el regocijo popular de las corridas de toros. La Semana Santa en Sevilla, la Pilarica en Aragón, la Guadalupana en México.
Suenan las campanas de los templos y suenan las ovaciones y los ¡olés! en los críticos taurinos.
Esto me ha hecho pensar muchas veces en la posibilidad de crear en Lima, en esta devota y castiza Ciudad de los Reyes, las corridas de Feria del Señor de los Milagros, la milagrosa y popular imagen.
Patrón de la ciudad, a la que siguen miles y miles de hombres y mujeres, con sus trajes y sus capas moradas, en un místico peregrinaje.
Además de una palpable demostración de fe popular, es una imponente romería de exaltación a la tradición limeña, al sabor peculiar, a la gracia de lo autentico, a aquella emoción permanente que sólo canta una copla.
La de la verdad.
La festividad del Nazareno de los Milagros, – su nombre de por sí un romance sonoro y hondo, que bien merecería afilarse y quebrarse en los angustiados labios de un “cantor flamenco” – se celebra en Octubre.
El 28 de Octubre y el día de Cristo Rey – primer domingo de noviembre.
El crucificado recorre las calles melancólicas y nostálgicas de la encantadora ciudad.
Estas fechas coinciden con la primavera limeña, de días templados y soleados en los que, cogiendo el último domingo de octubre y los dos o tres primeros de noviembre, podrían realizarse corridas de postín.
Iniciaran la temporada grande y en las cuales, sumándose a la mística manifestación y teniendo en cuenta las gentes que vienen del interior y las que seguramente vendrán con el tiempo del extranjero.
Para presenciar la bellísima procesión – como acontece en otro lugares – se podría intentar un acento limeñísimo que les diera peculiaridad y gracia.
Sería hermoso, por ejemplo, y esto es sólo una sugerencia, que, desde luego, consideramos factible.
En estas Corridas de la Feria del Señor de los Milagros, salieran a pedir la llave dos lujosos chalanes.
Ataviados a la usanza criolla, en primorosos caballos de paso.
Después de muerto el quinto toro – ello es ya casi una costumbre – una pareja debidamente trajeada, podría bailar una marinera.
La Plaza, en estos días de Feria, podría engalanarse con colgaduras, como se hace en otras partes, en las corridas de fuste.
Y los diestros lucirían traje morado y oro.
Y el público gozaría, no sólo con las faenas de los coletas sino, para ver revivir, siquiera unas tres o cuatro veces al año, un incomparable retazo de aquella personalidad de nuestra Ciudad de los Reyes
Viajeros de todos los tiempos y países, han colocado y mantienen en la historia y cuyo sólo nombre sugiere el fino acompañamiento de un rasgueo de guitarras, la sonrisa de los piropos, el tintineo de sus campanarios y el silencioso poema de las primorosas mantillas.
Que se colgaran de las ventanas para dar un encanto del misterio al clásico perfil de la villa, que es cuna y madre de la tradición hispanoamericana.”
La Feria Taurina del Señor de los Milagros se inauguró el sábado 12 de octubre de 1946 (Día conmemorativo al descubrimiento de América).
Constituyéndose desde entonces una de las ferias taurinas más importantes de América.
Categoría que obtiene por las ganaderías que se lidian, por los diestros que intervienen, y por la solera de su afición.
En la tarde inaugural partieron plaza tres jinetes, vestidos: uno de campero andaluz, otro de charro mexicano y el tercero de chalán peruano, representando a los tres países más taurinos del mundo.
Detrás de ellos las cuadrillas encabezadas por el matador español Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, el mexicano Luis Porcuna y el peruano Alejandro Montani “El Sol del Perú”.
Quienes lidiaron y estoquearon toros mexicanos de “La Punta”.
Esa tarde la plaza registró un lleno de bandera y asistió el entonces Presidente de la República, don José Luis Bustamante y Rivero.