Autor: tendido7

Alcalino recuerda la tragedia de Pozoblanco en la que murió Paquirri

Alcalino en su rica biblioteca

Pozoblanco es un pueblo de la serranía cordobesa habitado por no más de 15 mil vecinos. Lejos de la famosa adustez de su capital, los pozoalbenses celebran a fines de septiembre su feria de la vendimia, en la que, entre la variedad de productos agropecuarios, destacan el aceite de oliva y el jamón de cerdo ibérico, muy populares en la región.

Aunque dista no más de 70 kilómetros de Córdoba, Pozoblanco en 1984 las separaban casi dos horas de viaje por una sinuosa y estrecha carretera de piso muy irregular, un inconveniente decisivo del que mucho se habló y escribió al tratar de explicar el desenlace fatal de Francisco Rivera “Paquirri”.

La noche del 26 de septiembre de aquel año llegó prácticamente cadáver al Hospital Militar del antiguo sultanato, luego de ser herido por el toro “Avispado”, de Sayalero y Bandrés, negro bragado y astifino, cuarto de una tarde en que alternaba con José Cubero “Yiyo” y Vicente Ruiz “El Soro” en la placita del lugar, inaugurada en 1912.

Un chico ambicioso

Fue el de “Paquirri” un caso de tenacidad irreductible por alcanzar la cumbre de la torería.

Cuando inició su duro aprendizaje campaban en la Fiesta la clase de Ordóñez, el arte de Camino, el temple y la solemnidad de El Viti, la valentía sin tacha de Diego Puerta y, por encima de todo, la arrolladora heterodoxia de Manuel Benítez “El Cordobés”.

Para el joven Francisco Rivera Sánchez (Zahara de los Atunes, 24.03.1948-Córdoba, 26.09.1984), su primer reto lo tuvo en casa, porque a su hermano mayor José Rivera “Riverita” esos conocedores que nunca faltan lo señalaron como “el bueno” entre los dos aspirantes de la familia, dado que apuntaba cierta finura, en contraste con las maneras algo toscas del empeñoso hermano menor.

En realidad, estaban desestimando la capacidad del chico para absorber el toreo, y esa hambre de ser que caracterizó siempre a los futuros mandones de la fiesta.

Tal vez acuciado por esa sentencia adversa, “Paquirri”, un obsesivo de la lidia total, se empeñó en dominar la técnica, consiguió, con el tiempo, entender y dominar a casi todos los toros, y terminó convertido en la figura dominante de los años 70, mandamás exigente en los despachos y rival indómito en el ruedo.

A la vuelta de todo

El año anterior había eclosionado un torero corto pero intenso, Paco Ojeda, que aportó aires nuevos a la fiesta con una técnica que extremaba la quietud y la prolongación en redondo de las suertes.

“Paquirri”, el torero más largo de su tiempo, un dominador nato, solía apelar a la espectacularidad antes que al quietismo; millonario, cansado de mandar y padre reciente de un hijo de su segundo matrimonio –con la tonadillera Isabel Pantoja–, se planteó la de 1984 como una temporada sin agobios ni compromisos mayores.

No fue a Madrid, en Sevilla apenas arañó, en tres tardes, una oreja, y en Bilbao cumplió a secas en su única presentación.

El resto lo hizo por plazas periféricas y ni se hubiera planteado pisar la de Pozoblanco si Diodoro Canorea, patrón de la Maestranza sevillana, no lo hubiera requerido, en plan amistoso, para encabezar el cartel central de la pequeña feria del pequeño poblado cordobés.

Un arreglo que surgió de improviso, cuando “Paquirri” ya tenía en la bolsa los boletos de avión para Venezuela.

Y lo aceptó como cierre de su cómoda campaña de figura en repliegue. Le habían asegurado que la de Sayalero y Bandrés era una corrida terciada.

Además, los bichos de ese hierro tenían fama de pastueños, un tanto flojos y exentos, en general, de complicaciones.

Pozoblanco

“Paquirri” arribó al pueblo cordobés con la fresca mañanera y se hospedó en el hotel Los Godos, donde desayunó frugalmente y mató el tiempo jugando a los naipes con su cuadrilla, a la que por cierto despelucó: ergo, estaba de suerte.

A eso de las cuatro, Ramón, su hombre de confianza, le ayudó a enfundarse en el terno azul pavo y oro con el que cerraría su temporada.

Sin tensión a la vista, sería una corrida más, la número 47 de una campaña en la que el veterano diestro gaditano había cortado 63 orejas y dos rabos.

En punto de las seis de la tarde sonó el clarín y se abrió la puerta de cuadrillas.

La plaza de Pozoblanco estaba a reventar y Canorea, en su burladero, sonreía satisfecho. Para la novillada del día siguiente estaba anunciado un novillero nuevo –Manuel Díaz “Manolo”– que se decía hijo natural de “El Cordobés”; a “Paquirri” le simpatizó cuando se lo presentaron.

Le brindó su primer toro, noble pero débil, al que toreó de capa, banderilleó junto con “El Soro” y muleteó con total desparpajo, incluso por naturales mirando al tendido.

Terminó la medida faena, animada por la música, con un volapié de los suyos –tenía la espada más certera y contundente de su generación—y recogió la primera oreja de la tarde.

Nadie sospechó que con ella en la mano estaba dando la última vuelta al ruedo de su vida.

Luego que “Yiyo” le cortara las dos al noble segundo, “El Soro” le devolvió a “Paquirrri” la cortesía y lo invitó a adornarle el morrillo al tercero: el par de banderillas del gaditano  –último también—hasta careció de emoción, por la facilidad con que ganó la cara, dejó los palos en lo alto y salió sobrado del embroque.

Con la tarde encarrilada, Vicente Ruiz apeló a la espectacularidad en un muleteo asimismo premiado con dos apéndices. Todo entre ovaciones, sonrisas, grata relajación.

La típica corrida de pueblo. Máximo triunfador fue “Yiyo”, que sumó nada menos que seis apéndices, incluidas las dos orejas de “Avispado”, paseadas por la cuadrilla de “Paquirri”, que ya estaba en manos de los médicos.

La cornada

“Avispado”, el cuarto, era el más pequeño y escurrido de los lidiados hasta entonces, también el más astifino.

“Paquirri” lo recibió de capa en el área más firme del ruedo –porque la zona del burladero de capotes estaba algo suelta–, y al notar que no calaban en el público sus primeros lances, reciamente camperos, como fue siempre su toreo, dio los últimos tres con la vista fija en el tendido, antes de rematar con una buena media por el pitón derecho.

Precisamente el que un minuto después lo hería de muerte.

Como todas las que ocurren en momentos de mero trámite, la cogida tomó a todo mundo desprevenido: estaba colocado para recibir a “Avispado” el picador Rafael Muñoz y Paco se adelantó hasta los medios para llamar al toro y llevarlo al caballo.

Luego de abrirse tras un primer capotazo, el de Sayalero y Bandrés no obedeció la salida que le marcaba el percal para tomar el segundo, siguió viaje de frente y ensartó al confiado bregador por el triángulo de Scarpa del muslo derecho.

Hubo un volteo, mas el torero no salió despedido del mismo porque el pitón continuó hundiéndose y causando destrozos internos mientras “Paquirri”, en postura como de forcado, forcejeaba por desprenderse de ese cuerno que “Yiyo”, durante la faena de muleta, notaría enrojecido hasta la cepa.

Arrojado al fin a la arena, el torero herido intentó incorporarse pero le faltaron las fuerzas.

La pérdida de sangre era tremenda, y quienes cargaban a “Paquirri” no atinaron con el camino más corto a la enfermería.

Allí se desarrollaría una escena que, por su dramatismo, ha marcado la historia de las telecomunicaciones. Y no solamente las de tema taurino.

“Tranquilo, doctor… estoy en sus manos”

Mientras los médicos luchan por contener la hemorragia de una ingle destrozada –el parte revelaría tres trayectorias de 15, 8 y 4 centímetros, con las venas femoral y safena seccionadas y fuerte shock traumático–, una cámara registra la expresión de “Paquirri” –serena– y sus palabras –tranquilizadoras–.

Dicen: Doctor, yo quiero hablar con usted… La cornada es fuerte, tiene al menos dos trayectorias, una pa´cá y otra pa´allá. Abra usted todo lo que tenga que abrir… estoy en sus manos… Tranquilo, eh…”

La camilla es pequeña e incómoda, y un propio coloca su mano tras la nuca del torero para darle apoyo mientras el diestro solicita un vaso de agua, da un pequeño sorbo, se refresca y lo escupe hacia un lado.

Aún tendrá ánimos para disculparse cortésmente con alguien a quien salpicó.

El resto es el relato de una ambulancia sorteando curvas y baches en su urgencia por llegar al hospital Reina Sofía, de Córdoba.

En el trayecto, el paciente se va agravando de manera irreversible; aunque sedado, permanece consciente, y sus quejas y la pérdida de signos vitales alarman al personal que lo acompaña; en determinado momento, el vehículo se detiene para que los médicos que viajan en él cambien impresiones con el doctor que lo intervino en Pozoblanco y que los sigue de cerca en su automóvil.

Deciden dirigirse al Hospital Militar, que es el más cercano. Arribarán pasadas las nueve de la noche, y cuando la guardia médica ausculta al herido, “Paquirri” ha fallecido.

El resto es una conmoción nacional como no se vivía desde la muerte de “Manolete”.

La primera plana de El País lo expresó así: “España, atravesada por un cuerno de toro”.

Azares y coincidencias

Lo llamarían el cartel maldito de Pozoblanco. Razones no faltan. Antes de un año, “Yiyo” había muerto de una cornada en el corazón (Colmenar Viejo, 30.08.85; toro “Burlero” de Marcos Núñez).

Al “Soro”, un prodigio de facultades físicas, una torcedura de rótula, simple al parecer, no tardó en convertirlo en un joven inválido, inútil para el toreo.

Y el ganadero Juan Luis Bandrés, también empresario naviero, fue ultimado en el despacho de su empresa por un furibundo exempleado que adujo tener “motivos personales” para convertirse en homicida (Algeciras, 15.12.1988).

¿Algo más? Que el de Francisco Rivera “Paquirri” es el único caso conocido de un matador gravemente herido al torear de capa al primero y al último toros de su vida (Barcelona, 17.07.66, razón por la que no pudo tomar la alternativa-Pozoblanco, 26.09.84).

Y hay otro dato estremecedor, ligado al cartel de Pozoblanco: nadie más que José Cubero “Yiyo” ha estoqueado dos toros asesinos, “Avispado”, el que mató a “Paquirri”, y “Burlero”, que le quitó a él mismo la vida cuando ya llevaba en el cuerpo la estocada definitiva, cobrada, al cabo de una gran faena, de perfecto volapié.

«Superman» López, el ciclista que quería ser torero

«Superman» López, el ciclista que quería ser torero. Fran Reyes nos cuenta en «El Español» una linda historia del ciclista colombiano que nos acaba de emocionar al ganar una difícil etapa en el Tour de Francia y por eso la replico pues como advierte el titular es el ciclista que quiso ser torero.

A nuestro «Superman» ciclista le gustan los toros y es aficionado del toreo de José Tomás (buen ojo tiene).

“Le gustan más los toros, por ejemplo. Un día, mis hijos y yo viendo una etapa de la Vuelta al País Vasco en el salón y él vino con nosotros. Cogió la tablet y se puso a ver faenas de José Tomás. Y él pasaba de la tele: estaba viendo los toros”.

Así lo cuenta Vicente Belda su entrenador y confidente.

Y es que este 16 de septiembre justo cuando se cumplen 10 años de la encerrona en Nimes de José Tomas, se lució el gran ciclista de Pesca, Boyacá, en el Tour. Ganó de manera brillante la etapa.

El ciclista colombiano Miguel Ángel ‘Supermán’ López venció este miércoles en la 17ª etapa del Tour de Francia, con final en el Col de la Loze, en una jornada en la que el esloveno Primoz Roglic se afianzó como líder de la carrera.

En la meta, López, de 26 años, aventajó a Roglic en 15 segundos y en 30 al también esloveno Tadej Pogacar, segundo en la clasificación general, en la que ‘Supermán‘ se coloca ahora tercero.

Con un final durísimo, de cinco kilómetros a más del 10% de desnivel medio y rampas de hasta el 20%, el grupo en el que viajaban todos los favoritos cazó al ecuatoriano Richard Carapaz, último superviviente de la escapada del día, a falta de poco más de tres kilómetros para la meta, situada a 2.304 metros de altitud.

Cuenta Fran Reyes: La mayoría de las grandes historias tienen un inicio impactante, y ésta no es una excepción.

El protagonista es Miguel Ángel, un muchacho de Boyacá, la Colombia rural, que acaba de mudarse desde su pueblo, Pesca, a la ciudad, Sogamoso, donde vive su entrenador Fernando Acevedo.

Va pedaleando por la periferia y, de repente, le asaltan para robarle su bicicleta.

Él no se rinde, sino que pelea hasta el punto de llevarse dos puñaladas en la pierna derecha.

Finalmente, los ladrones se marchan y la bicicleta se queda con nuestro protagonista, que gracias al episodio se gana un mote que le acompañará para siempre: ‘El Superman’.

Cinco años después, aquel chaval llamado Miguel Ángel López (1994, Pesca – Colombia) es ciclista profesional.

En el año 2014 apuntó en su palmarés dos de las carreras que señalan a cualquier joven corredor como promesa de futuro: la Vuelta a la Juventud y el Tour del Porvenir, versiones sub23 de la Vuelta a Colombia y el Tour de Francia.

Corre en Astana, el conjunto World Tour de capital kazajo y cuerpo técnico italiano que lideran Vincenzo Nibali y Fabio Aru. Allí es donde está aprendiendo a ser ciclista.

El descubrimiento

“Yo tengo muchos amigos en Boyacá y, gracias a eso, sabía desde hacia tiempo que había un juvenil al que llamaban ‘Superman’, que en pruebas locales batía los récords de Nairo Quintana. Que había empezado a pedalear bastante tarde, que había perdido un año por una lesión de rodilla provocada por el hecho de que su cuerpo desarrollaba más potencia de la que podía soportar… Que era muy bueno, en definitiva”.

Habla Vicente Belda (1954, Cocentaina – Alicante). Como ciclista adquirió una gran celebridad por su talento escalador y por su pequeñísima estatura.

Después se convirtió en el responsable deportivo del mítico equipo Kelme donde destacaron Roberto Heras, Fernando Escartín y Óscar Sevilla, un conjunto destacado por su labor de cantera y por su plena identificación con la garra del logotipo de la empresa alicantina de material deportivo.

Acabó en 2006 por mor de la infausta Operación Puerto, con la mayoría de ciclistas del equipo apuntados en la lista negra de la Guardia Civil pese a no conocer siquiera al personaje central de la trama, el médico Eufemiano Fuentes. Víctimas colaterales, peones muertos en una partida de dimensiones y motivaciones insondables.

A día de hoy Belda vive retirado en su pueblo natal, desde donde gestiona sus negocios y sigue siendo una pieza central en las bambalinas del ciclismo.

Es el puente a través del cual una buena parte de los talentos colombianos llega a Europa.

Uno de ellos fue Nairo Quintana, ganador de un Giro d’Italia y dos veces podio en el Tour de Francia con Movistar. Otro es López.

“Antes del Tour del Porvenir de 2014, un amigo me insistió con el ‘Superman’. Yo me fijé en él y, cuando vi cómo rendía, avisé a varios amigos para que le ojearan. Miguel Ángel ganó la carrera con superioridad, una auténtica proeza para alguien que venía directamente de Colombia a correr en Europa”. Llamó la atención. Uno de los cazatalentos presentes en esa carrera era Giuseppe Martinelli, director de Astana. “Había ido a Francia, esencialmente, para ver a mi hijo Davide”, cuenta.

“Me asombró. Un corredor que gana Porvenir con 20 años, cuando lo normal es que se imponga alguien de 22… Tiene algo”.

Acabada la carrera, Belda ya era representante de López a medias con su entrenador de toda la vida, Fernando Acevedo. Unos días después, el joven colombiano había firmado su primer contrato profesional con Astana.

La familia

2015 fue la temporada de descubrimiento para Miguel Ángel López. Para que su adaptación a Europa fuera lo más suave posible, entrenaba en Colombia y venía a Europa en épocas puntuales para competir en días contados. Entre uno y otro se alojaba en casa de Belda, “un entorno ideal”. Vivir en familia le ayudó a no sucumbir a la morriña; el hecho de que fuera una familia del ciclismo, que incluye a un técnico veterano (Vicente Belda), un exciclista (Javier Cherro, yerno de Vicente) y un ciclista en activo (David Belda, profesional con el Roth-Skoda suizo), le ayudó a adaptarse y mantenerse centrado en la bicicleta.

“Le he tenido como un hijo”, explica Vicente. “Conozco casos de ciclistas extranjeros que han venido a Europa y han estado en un hotel, sin perro que les ladrara. Del buffet a la bici, de la bici a la habitación, de la habitación al buffet, vuelta a la habitación, el día entero con el portátil o paseando por un polígono. Así se le quitan a cualquiera las ganas de ser ciclista”.

López, en cambio, las conserva intactas. En su segunda carrera World Tour (la Vuelta a Suiza), primera división del ciclismo mundial, se lució. Era un final en alto sobrecogedor en el glaciar de Sölden y, tras lanzar varios ataques frente a algunos de los mejores ciclistas del mundo, acabó cuarto. “Pero él no sabía quién era ninguno”, cuenta Belda entre risas. “Iba rodeado de corredores de clase mundial y sólo conocía a su compañero, Jakob Fuglsang. Se enteró una semana después de que Thibaut Pinot, que ganó la etapa, había sido 2º en el Tour del año anterior”.

La inconsciencia

Ahí está uno de los rasgos distintivos del ‘Superman’: la inconsciencia. Tiene un talento espectacular: “Por lo que he analizado, de acuerdo con su edad y con sus resultados, diría que va a ser un ciclista del nivel de Nairo o incluso superior”, asevera Belda. Tiene una mentalidad privilegiada: “En la vida sólo quiere ganar, ya sea nadando en la piscina o jugando al dominó. No piensa en el dinero, sino en las carreras”. Y, a la par, ignora aspectos técnicos y tácticos básicos, desconoce a sus rivales porque apenas lleva cinco años aplicándose al ciclismo.

“Sé que soy un ‘rara avis”, reconoce ‘Superman’. “He visto gente que ha pasado 10 ó 15 años entrenando para intentar ser profesional sin lograrlo y yo lo he conseguido muy pronto. Hay pocos casos como el mío”, concluye. “No está nada obsesionado con la bici”, corrobora Belda. “Le gustan más los toros, por ejemplo. Un día, mis hijos y yo viendo una etapa de la Vuelta al País Vasco en el salón y él vino con nosotros. Cogió la tablet y se puso a ver faenas de José Tomás. Y él pasaba de la tele: estaba viendo los toros”.

¿Puede limitar esta condición su progresión? “No”, responde categórico Belda. “Es una de esas personas que tienen un don. Las figuras nacen. Son como esmeraldas, que surgen, se hallan y después hay que pulir. Cuidándolas y evitando que caigan en tentaciones, se convierten en piedras preciosa”.

Una anécdota que refleja bien el talento de López vino el día de su primer triunfo profesional, en la Vuelta a Burgos del año pasado. Le dijeron que le tocaría bajar al coche a por bidones de agua para sus compañeros y él tuvo que llamar a Belda para que le explicara cómo hacerlo. Una vez en la etapa, cumplió esa parte de su labor y se puso a tirar del pelotón para sus líderes en aquella carrera, Rein Täaramae y Mikel Landa, hacia la meta del Valle del Sol, una subida de pendientes moderadas a las afueras de Pineda de la Sierra. Terminó asfixiando a rivales y compañeros para anotarse un triunfo impresionante.

La prueba catalana

En la pasada Vuelta a San Luis, López derrotó a los hermanos Dayer y Nairo Quintana en el final en alto de Comechingones. Hace dos semanas ganó una etapa en el rudo Tour de Langkawi malayo, cuya general no ganó por un corte en una jornada llana. Ambas actuaciones dan una idea perfecta de sus capacidades, de sus puntos débiles… y de su tremendo potencial futuro.

Historia de un cartel. Por HORACIO REIBA “ALCALINO”. La encerrona en Nimes de José Tomás

Historia de un cartel. Por HORACIO REIBA “ALCALINO”. La encerrona en Nimes de José Tomás. La del 16 de septiembre en la feria de Nimes era apenas la tercera actuación de José Tomás en 2012.

Inauguraba el de Galapagar la costumbre, sin duda arriesgada, de exponer todo su prestigio en un muy reducido número de corridas al año… A veces una sola.

Esa temporada sólo lo habían visto los públicos de Badajoz (25 de junio) y Huelva (3 de agosto), dos plazas menores en contraste con la importancia del magno coliseo nimeño.

Aunque José Tomás siempre tuvo como norma medir mucho la cantidad de festejos en que se anunciaba.

El punto de quiebre hacia esa estrategia de restricción máxima hay que ubicarlo en la terrible cornada de Aguascalientes (25.04.2010) y su prolongada convalecencia.

Cuando reapareció en Valencia, quince meses y 28 días después (23.07.2011), la decisión estaba tomada.

Su corta campaña de ese año, limitada a nueve corridas, sería la más “larga” de cuantas vinieron después.

Tres en 2012, dos en 2014, una sola en 2015, tres en 2016 y así sucesivamente.

Ni qué decir que cada anuncio de un cartel donde figurara conmocionaba al orbe taurino.

Agotaba el boletaje en cuestión de días.

Suponía una derrama económica sin precedentes en la localidad donde se celebraría el festejo, al movilizar ávidas caravanas de tomasistas nacionales y extranjeros.

Y con ellos una ingente suma de cronistas y reporteros, taurinos o no, incluidos enviados de países enteramente ajenos a la tauromaquia. 

Así se fraguo. 

Refiere Simón Casas, el organizador de la corrida de Nimes.

Un día cualquiera de aquella primavera del año 12, el músico catalán Salvador Boix lo citó en el madrileño Café Gijón para platicar.

Y en esa plática, el entonces apoderado de José Tomás le planteó el propósito que su maestro tenía de encerrarse con seis toros durante la feria septembrina de Nimes.

Bajo ciertas condiciones, claro está: el empresario no obtendría ningún dividendo.

Los beneficios completos serían para el torero, y por lo tanto, tendría Casas que calcular muy bien sus gastos, y pasárselos al costo a Boix a fin de no perder ni un euro.

Su única ganancia sería la gloria de haber participado en un suceso probablemente histórico.

Lo cual tampoco era seguro: de apuestas supremas y carteles redondísimos está empedrada la senda de las taurinas frustraciones.

¿Por qué eligió José Tomás el horario mañanero para la celebración de un festejo tan especial?

Porque le parecía que son horas de mentes más despejadas y receptivas.

Además de que, según la tradición nimeña, en día de dos corridas la estelar va por delante.

De suerte que la encerrona de José Tomás empezaría a las 11:30 en punto. A pleno sol.

Y así ocurrió.

Tres cuadrillas partieron plaza a los acordes del Toreador de Carmen (Bizet).

Pero al frente se destacaba la magra figura de un solo matador.

Intensamente pálido y enfundado en seda azul-gris pizarra con alamares áureos de cuadrícula mexicana.

Como mexicanos eran los colores de su capote de paseo y parte de la sangre que corría por sus venas.

Sagaz observación de Simón Casas en su libro dedicado al evento.

Dado que en Aguascalientes, el día del gravísimo percance, se le trasfundieron varios litros para mantenerlo con vida.

El saludo fue clamoroso y la expectación desbordaba los ámbitos del milenario y oval anfiteatro cuando anunciaron los clarines la salida del primer toro.

Apoteósico crescendo.

Llegamos al punto más difícil de este relato: intentar narrar lo inenarrable.

Podría empezarse por el balance final: once orejas y un rabo, simbólico éste, puesto que se indultó al cuarto toro del histórico mediodía.

Pero eso significa poco, lo mismo si nos atenemos a la idea que de su oficio tiene José Tomás, si intentásemos reducir a cifras lo inconmensurable.

La corrida, que empezó en tono de celebración, culminaría como colosal catarsis colectiva.

El único sereno, sobre los hombros de los más entusiastas, seguía siendo el torero.

En un ambiente de lo más propicio, con toros que parecían puestos de acuerdo para contribuir a la perpetuación de aquel mediodía auriazul, José Tomás había ido trenzando.

Sin ninguna prisa, a un ritmo cada vez más lentificado y grácil.

Un recorrido puntual por su tauromaquia de por sí morosa y sutil, al par que sencilla, fluente, ceñida y emocionante.

Así transcurrió la lidia de los primeros tres astados, de Victoriano del Río (muy bueno), Jandilla (reservón) y El Pilar (bravo).

A todos los cuales estoqueó con acierto y les cortó las orejas.

Mas cuando asomó “Ingrato”, zaino y bien puesto, el toro número 31 de Parladé (Juan Pedro Domecq).

510 kilos sobre las pezuñas, la corrida dio un vuelco y se elevó hasta alturas abismales.

“Ingrato”, que de salida visitó el callejón provocando la agitación de sus azorados ocupantes, no tardó en revelar una notable fijeza de estilo.

Tras discreta tanda de verónicas del de Galapagar, atacó desde largo a las cabalgaduras.

Sin que costara mayor esfuerzo hacerlo dejar el peto dado su codicioso seguimiento de los engaños.

Como de costumbre, José Tomás limitó al mínimo el castigo en varas.

La transfiguración de José Tomas.

Parte del quite que siguió al segundo puyazo, fijo el toro en los medios: la caleserina de Tomás alcanzaba máximo ajuste y un vuelo magnífico, como su remate, una larga afarolada.

Mas no conforme con eso, con la tela plegada y reducida a su mínima extensión, nuevo cite, y no para dar una brionesa más, sino para ligar a la trincherilla.

Dos insólitos derechazos con el capote, y, por ambos lados, doble remate, todo ello a una mano.

Los sonoros olés fueron seguidos de un rumor sordo.

El tipo de tributo que se le dispensa no ya a lo nunca visto, sino a lo ni siquiera imaginado.

Con el tercio final se abrió la puerta a otro jardín cuajado de maravillas.

Sin brindar y prescindiendo del estoque, el diestro se situó en los medios y citó a “Ingrato” desde largo llevando la muleta en la zurda.

Y ahí, al libre juego de la sarga, fue desgranando la teoría de naturales más sedosa que concebirse pueda.

Series largas, de un ajuste perfecto, de creciente lentitud; y rematadas ya con el pase de pecho, ya con el afarolado seguido del cambiado por bajo, el martinete, el molinete normal o el invertido.

Y si, “Ingrato” repetía tras el remate, se abría ante los ojos de la embriagada multitud una nueva y serpenteante serie de muletazos insólitos.

Cuyo enlace era como una espiral que ascendiera al infinito.

Aquí el relato, la memoria, tienden a desvanecerse y perder piso. Tomás recogió al fin su estoque y bordó, citando de frente, una serie al natural que superaba a las anteriores.

Como entre nubes, la gente empezó a agitar pañuelos blancos.

El presidente concedió el indulto, el diestro, demudado, simuló el volapié a mano limpia, aunque saliera del lance empapada de sangre del morrillo de “Ingrato”.

¿Toro de indulto? ¿Toro de vacas? Nadie se puso de acuerdo y ya poco importaba. En todo caso, su viaje de vuelta por la puerta de toriles, llevado por su presunto matador, representó otro motivo de celebración.

El otro toro “Navegante”.

Tras las jubilosas vueltas al ruedo, con dos orejas traídas del destazadero y un rabo que depositó ceremonioso en la arena.

José Tomás reanudó su memorable tarea con el quinto de la tarde, un noble y claro Garcigrande al que naturalmente desorejó.

Y como cierre, iba a topar con el único ejemplar arisco del reparto, un toro geniudo y probón de Toros de Cortés.

Victoriano del Río bautizó como “Navegante”, homónimo por tanto del de De Santiago causante del percance de Aguascalientes.

A este “Navegante” le impuso José Tomás su voluntad de redondear una tarde sin mácula.

Invadía su terreno con la misma invariable y sosegada decisión de que venía haciendo gala, y lo obligó a obedecer la incitación de la muleta, para terminar gobernando la renuente embestida.

Con toques exactos y muletazos de redondez perfecta, los muslos como incitación y carnada a milímetros de los pitones.

Hasta transformar al áspero burel en inocente cordero.

Faena laboriosa y expuesta, estocada certera y una oreja más a su espuerta. La número once de la apoteósica tarde.

Ya la catarsis se había fundido con el éxtasis. Las piedras del viejo coliseo parecían exudar felicidad. En las apreturas de la salida, miles de radiantes rostros lo certificaban.   

Reflexión final. 

¿Qué queda hoy de la epifanía taurómaca que se vivió en Nimes la mañana del 16 de septiembre de 2012, con José Tomás como protagonista?

Francia acabó por dar a la tauromaquia rango de patrimonio cultural inmaterial.

¿Y nosotros?

¿Qué hemos hecho, la gente del toro, con un arte capaz de aunar lo casta y bravura, perfección técnica, vocación de grandeza, disposición al sacrificio, creatividad desatada, desborde emocional, irrecuperable sensación de eternidad?.

El toreo actual, la historia toda de la tauromaquia, al cierre de su siglo de oro y al borde del linchamiento social.

¿Conservan algo del significado que experimentaron esas 13 mil almas, el anfiteatro romano a su máxima capacidad, y que van a llevar siempre consigo.

Tales afortunados aparte, ¿hemos sabido reconocerle su dimensión real al toreo?

¿Y descubierto la forma de hacerla durar, fructificar, para que apuntale con firmeza el maltrecho edificio de la tauromaquia nuestra y el singularísimo arte que de él emana?

La respuesta está en el aire. El aire que aún emana de la luminosa mañana nimeña.

Entrevista con Luis Alvarez

Entrevista con Luis Alvarez

Entrevista con Luis Alvarez. El EMPRESARIO y APODERADO de César Rincón, desvela en tendido7 detalles de cómo se manejó la carrera del maestro colombiano, la ceguera de los taurinos para enfrentar esta difícil coyuntura.

La crisis ganadera que lleva al matadero vacas y toros.

Mas que apoderado es un consejero y un quijote en este mundo del toro tan falto de valores como el que encarna Don Luis Alvarez.

84 años del asesinato de García Lorca, poeta tan cercano a la tauromaquia

Uno piensa y es muy triste que no se sepa dónde enterraron al poeta Federico García Lorca aún. Sí, ya se que lo fusilaron en Viznar pero de sus restos, nada. Ejecutado en agosto de 1936 junto a un maestro cojo y dos banderilleros anarquistas.

Y jamás dudo en elogiar al toreo, a sus actores a lo que representa este ceremonial :

Creo que hay en el mundo hechos y cosas que son dignos de eternidad y por su belleza y transcendencia, modelos absolutos para un orden permanente.”

Arte clásico, eterno. Pero del pueblo y desde el pueblo precisamente por clásico. Gallito y BelmonteManolete… Todos en medio del pueblo, para ser tocados por la gente a diario.

Jesús de Blas ha recogido un muy buen análisis de la obra del irlandés Ian Gibson el investigador mas eminente del poeta granadino.

Ian Gibson, basándose en su trabajo sobre la muerte de Lorca editado por Ruedo Ibérico en 1971, prohibido en la España franquista, actualiza una de sus obras clave a la luz de nuevas investigaciones, tanto propias como de otros autores que se han ido sucediendo en las últimas décadas.

Comienza con una profusa relación de manifiestos, que recoge íntegros en un extenso apéndice, con los que desmonta de forma categórica la idea que algunos autores han querido transmitir de un Lorca apolítico, con la intención torticera de que su asesinato no fue un crimen político perpetrado por los sublevados contra la República,

sino fruto de conflictos más propios del ámbito privado como rencillas familiares, envidias o venganzas relacionadas con su conocida orientación homosexual.

Esta presentación ya marca con firmeza la tesis que el autor va a mantener en su obra sobre el carácter político del crimen cometido contra Lorca, víctima de los sublevados franquistas.

El autor nos ilustra con toda una serie de manifiestos publicados en los años 30 (contamos hasta diez y seis), previos al golpe militar fascista de los que Lorca es firmante, y a veces incluso primer firmante.

Donde ser vislumbra un claro compromiso con la causa antifascista, las libertades amenazadas, la solidaridad internacionalista y el decidido apoyo al Frente Popular.

Todo ello desde una posición de estricta independencia política al no estar adscrito a partido alguno.

Pese a los requerimientos e insistencia de sus amigos del Partido Comunista de España (que a veces le llegaron incluso a incomodar).

Momentos previos a la sublevación

El autor nos traza un magnífico contexto histórico de la ciudad de Granada en los meses anteriores a la sublevación.

Durante la campaña electoral las derechas granadinas boicotearon la campaña del Frente Popular.

Utilizar todo tipo de triquiñuelas, llevó a que los diputados electos del Frente Popular anularan los comicios, pidiendo su repetición, que fue aprobada por las nuevas Cortes (al igual que para Cuenca).

La presión social de las izquierdas a favor de la repetición expresada a través de grandes manifestaciones populares llevó a duros choques con comandos falangistas.

Al atacar con fuego real una reunión obrera, desencadenaron el llamamiento a una huelga general por parte de las organizaciones obreras el día 10 de marzo, en la que se pedía la disolución de las organizaciones fascistas y la detención de sus cómplices militares.

Los locales de la Falange, del partido Acción Popular y la CEDA (de Gil Robles), del periódico católico y de derechas Ideal de Granada, fueron saqueados e incendiados, así como algunas iglesias y conventos.

Portada del libro.
Portada del libro.

Aunque la rabia popular fuera muy intensa, las organizaciones del Frente Popular llamarían la atención de la presencia de elementos provocadores, que pudieron incitar a estos actos violentos.

Pero el hecho indudable fue, que los acontecimientos de Granada del 10 de marzo, tuvieron como consecuencia una profunda radicalización en la ciudad y además con repercusión nacional.

De hecho, la Falange fue proscrita poco después, pero cuando las elecciones se repitieron, algunos falangistas encarcelados figuraron en la coalición del Frente Nacional junto con la CEDA y muchos jóvenes de las JAP (Juventudes de Acción Popular) se fueron dirigiendo hacia la Falange.

La abstención masiva de las derechas dio la totalidad de los escaños al Frente Popular en Granada.

Esta derrota de las derechas, contribuiría aún más a empujar a los sectores conservadores hacia la radicalización falangista.

La Falange iba así poder contar con varias decenas de nuevos militantes de primera línea que iban a constituir la base civil de la sublevación.

Dos de ellos, militares y falangistas, José Valdés Guzmán y José Nestares, asumirían respectivamente el Gobierno Civil y el mando del Orden Público tras el triunfo de la sublevación en la ciudad.

Triunfo de la sublevación

Sorprende y llama la atención la escasa fuerza numérica de las tropas militares acuarteladas en Granada, (unos doscientos soldados) y más aún lo reducido de las fuerzas militantes falangistas (unos sesenta) dispuestos para controlar la ciudad.

Frente a ello, las organizaciones obreras, con efectivos muchos más numerosos, se enfrentaron a la total negativa del gobernador civil.

Torres Martínez, de distribuir armas, siguiendo órdenes tajantes del Gobierno de Casares Quiroga (gobierno monocolor de la Izquierda Republicana y, por lo tanto, ajeno a la presión de las organizaciones obreras del Frente Popular ya que no participaban en él).

Esta combinación de hechos explicaría la cautela de los conspiradores golpistas para sacar sus tropas a la calle.

No lo harían hasta el día 20 de julio y además de forma engañosa mediante un bando firmado bajo presión por el Comandante militar Campins.

Leal a la República y luego fusilado por Queipo de Llano, que finalizaba con un enigmático «¡Viva España y viva la República!»

El desconcierto de las fuerzas de izquierda fue mayúsculo y, de hecho, saludaron a las tropas de la guarnición que desfilaban por la ciudad, hasta que los reprimieron brutalmente y tuvieron que refugiarse en las intrincadas calles del barrio del Albaicín.

Resistieron hasta el día 23 de julio, cuando se les agotaron las escasas municiones con que contaban y tras sufrir bombardeos incluso de la aviación.

Cazados como alimañas, según la prensa local adepta a los sublevados, cayendo sobre ellos el peso de una durísima represión. Muchos fusilados.

La maquinaria del terror se pone en marcha

Las circunstancias de la toma de Granada por los sublevados a través del engaño, la resistencia casi numantina del Albaicín y la proximidad de zonas bajo control republicano, contribuyeron a desencadenar una feroz represión desde el primer momento.

Para dirigirla con mano firme, Queipo de Llano, jefe militar de la Andalucía sublevada, envió al coronel González Espinosa, quien actuaría en la línea de dureza que Queipo venía aplicando en Sevilla.

Al principio se juzgaba y condenaba a través de juicios militares que tenían que proceder mediante unas ciertas reglas (declaraciones, testigos, emisión de sentencias, etc.), pero finalmente se impuso el fusilamiento sin simular siquiera un juicio formal.

A lo que se sumaba la acción paralela de los escuadrones de la muerte (las escuadras negras).

Desde la cárcel provincial de Granada, donde estaban hacinados varios miles de presos, cada noche realizaban paseos hacia el cementerio de San José, próximo a la Alhambra, donde fusilaban en las tapias exteriores.

Casualmente, algunos viajeros norteamericanos que se encontraban en Granada y se alojaban en hoteles situados en las calles del camino de paso al cementerio.

Relataron en los meses siguientes, ya de vuelta en su país, las dramáticas madrugadas de camiones que iban cargados con presos y que regresaban sólo con sus verdugos (pelotones de fusilamiento).

Una escritora norteamericana de ideas conservadoras y simpatizante con los sublevados, Helen Nicholson, en su Muerte al Amanecer (1937), relata estos hechos y señala cómo al propio guardián del cementerio, con hijos pequeños se le hacía insoportable aquella situación de gritos, súplicas y ráfagas que se repetían madrugada tras madrugada.

Testimonio estremecedor aportado por alguien cercano a los golpistas, como otros muchos que va a recoger Gibson a lo largo de su obra, dando aún mayor verosimilitud al relato, al estar corroborado por fuentes procedentes de simpatizantes franquistas, lo que representa un gran mérito del autor.

Años después, el guardián del cementerio señaló a Gibson, que además de estos envíos regulares que hacían desde las cárceles, las escuadras negras también actuaban en las tapias del mismo cementerio, pero en este caso a cualquier hora del día sin poder ser identificados los así ejecutados.

¿Cuántos pudieron ser?

En los tres años de Guerra Civil, no menos de 2.000 fueron registrados oficialmente en el cementerio bajo el eufemismo de muerto por arma de fuego, pero otros muchos no los registraron.

Gibson calcula una cifra entre 5.000 y 6.000 tras contrastar diversas fuentes. Sólo en el mes de agosto de 1936, medio millar de obreros, profesores, médicos, catedráticos, abogados, escritores, etc. fueron víctimas de la saña de los sublevados.

La familia García Lorca

La represión organizada por los sublevados pronto afectó a la familia de Lorca.

Su cuñado, Manuel Fernández Montesinos, casado con su hermana Concha y alcalde socialista de Granada, lo detuvieron en los primeros días de la sublevación y encarcelado.

En esos días, la Huerta de San Vicente, el domicilio familiar, la visitaron de forma abrupta grupos de falangistas, en busca de amigos o personas cercanas a la familia a los que creían allí escondidos.

En una de estas visitas, la violencia y las amenazas fueron tan brutales que Lorca pidió ayuda a su amigo el poeta Luis Rosales.

Hermano de falangistas destacados de Granada y él mismo recientemente afiliado también a Falange.

Rosales ofreció alojar a Lorca en el domicilio familiar y ponerlo a salvo de estas acciones incontroladas.

Pues nadie podía imaginar que el poeta sería considerado un peligroso enemigo de los sublevados y marcado como objetivo de su acción represiva.

Gibson deja entrever que aunque Granada estaba rodeada por territorio republicano, no hubo jamás un plan serio de recuperar la ciudad por parte de los republicanos.

Así, las incursiones y bombardeos que puntualmente realizaba la aviación republicana, lejos de infundir ánimo a la población más próxima a la causa republicana, la dejaba aún más atemorizada y a merced de la brutalidad de los sublevados que llegaron a emitir un bando.

Auspiciado por Queipo de Llano que imponía represalias (ejecuciones) tras cada bombardeo de la aviación y de los que la prensa y la radio hacían ostentosa publicidad.

La familia Rosales

La casa familiar de los Rosales podría parecer a primera vista un refugio seguro para Lorca, pues de los cinco hermanos, de mayor a menor edad: Miguel, Antonio, Luis, José y Gerardo, todos, salvo el pequeño, pertenecían a Falange.

Parece que además de Lorca, esa casa sirvió también de refugio temporal para algunas personas de convicciones republicanas, en general, amigos del también poeta Luis Rosales y, al parecer, con el consentimiento del padre, hombre de convicciones liberales.

Pero el cerco sobre la casa se iba a ir estrechando cada vez más.

Las visitas de grupos de falangistas o incontrolados a la Huerta de San Vicente aterrorizando a la familia iban a ser continuas, ahora también en busca de Lorca, de lo que informaban por diferentes conductos al poeta refugiado en casa de los Rosales.

En una de esas visitas, ya con una orden de detención contra Federico García Lorca, amenazaron con llevarse al padre sino les decían el lugar donde se encontraba el poeta.

Ante esta presión, la hermana, Concha, mujer del alcalde socialista depuesto y detenido por los sublevados, Fernández Montesinos, explicó que su hermano no estaba huido sino que se encontraba en la casa de su amigo falangista y poeta como él, Luis Rosales.

El día 16 de agosto, el día que fusilaron a su cuñado y ex alcalde socialista, García Lorca fue detenido en la casa de los Rosales con una orden emitida por el Gobierno Civil.

La detención en el Gobierno Civil

Una pieza clave para la formulación de la denuncia y la orden de detención de Lorca había sido el ex diputado de la CEDA de 1933-1936 por Granada, Ramón Ruiz Alonso, hombre al que se consideraba cercano a Gil Robles.

De hecho, en los medios falangistas se le llamaba despectivamente el obrero amaestrado de Gil Robles, por su condición de tipógrafo.

Gracias a ello había llegado a Granada para trabajar en el diario Ideal, periódico católico vinculado a la CEDA, llegando luego a ser diputado durante el Bienio Radical-Cedista.

Como muchos jóvenes del partido de Gil Robles (Acción Popular), fue dirigiéndose hacia posiciones abiertamente fascistas. Su acercamiento a Falange no estuvo exento de algunos roces, dadas sus altas pretensiones de ascender políticamente.

Cabe pensar que estas tensiones entre Ruiz Alonso y la Falange, pudieran haberle impulsado a tomar la iniciativa en la delación y detención del poeta.

Alojado en casa de los Rosales, familia en la que varios de los hermanos ocupaban cargos de responsabilidad en Falange desde antes de la sublevación.

Esta percepción, explicitada por uno de los hermanos Rosales, José, que fue el que alcanzó el nivel más elevado en la jerarquía falangista.

Aunque pudiera tener un cierto fundamento, no sería óbice para también tener en cuenta que Ruiz Alonso odiaba a García Lorca.

Lo tenía en su punto de mira por sus vínculos con el Frente Popular y cercanía a personajes como Fernando de los Ríos.

Desde el Ministerio de Instrucción Pública le había nombrado durante el Bienio Progresista, director del grupo de teatro universitario conocido como La Barraca y que fue elegido diputado del Frente Popular por Granada tras la repetición de los comicios.

Pero también por diferentes manifiestos suscritos por el poeta en los años 30.

En particular el de la fundación de la Asociación de amigos de la Unión Soviética (pues una de las acusaciones esgrimidas contra él para su detención fue ser agente soviético).

Sin poder dejar de señalar el rechazo que le tenía por su condición homosexual.

La detención de Lorca en casa de los Rosales reavivará el conflicto entre los camisas viejas falangistas y los sectores procedentes de la CEDA.

Como Ruiz Alonso y otros compañeros de partido que pasaron a trabajar al servicio del gobernador civil nombrado por los sublevados, Valdés Guzmán.

Pero todas las circunstancias señaladas, como la fama del detenido, la protección por parte de los Rosales.

Eran varios hermanos, responsables de Falange, que llevaron al gobernador, Valdés Guzmán, a consultar ¿qué hacer con Lorca?.

Al jefe de los sublevados para Andalucía, Quipo de Llano, sin miramientos planteó que Lorca sería ejecutado, bajo el eufemismo habitual de que «había que darle café, mucho café».

La madrugada del 17 al 18 de agosto (3 de la madrugada), García Lorca salió del Gobierno Civil, junto con otro detenido, para conducirlos hacia su dramático final.

El asesinato

Tras sacarlos del Gobierno Civil los conducieron hacia la localidad de Víznar, cercana a Granada.

En un edificio arzobispal, la Falange contaba con un centro operativo donde desarrollaban la represión no pública, la supuestamente no oficial y que no quedaba registrada.

Los presos eran confinados en un viejo caserón cerca, a la espera de su fusilamiento.

El jefe de la unidad, el falangista y militar capitán Nestares, tenía a su servicio a un grupo de masones.

Trabajaban como enterradores (librándose de esta manera de su propia ejecución), al igual que un joven comunista amigo de la familia del capitán.

Había también dos chicas jóvenes de izquierdas que se encargaban de las tareas de limpieza.

El 18 de agosto al amanecer, García Lorca, en compañía de un profesor que padecía de cojera y dos banderilleros anarquistas, fueron sacados para fusilarlos.

Durante los últimos años se han realizado en la zona diferentes excavaciones (en 2009, 2013 y 2016) sin resultados.

Una de sus posibles causas, es que no se han tomado en consideración las señalizaciones de sitios realizadas por los investigadores.

También con motivo de la inauguración de un parque dedicado a Lorca se encontraron huesos y un bastón.

Posiblemente del maestro, y cuatro cráneos, y que, al parecer, sobre la marcha, se decidió enterrarlos en otro lugar cercano.

Federico García Lorca en 1914 (Wikimedia).
Federico García Lorca en 1914 (Wikimedia).

En la Granada bajo dominio de los sublevados, la noticia de la ejecución de Lorca circuló rápidamente.

Alguno de sus participantes, como Trescastro Medina, próximo al círculo de Ruiz Alonso, se vanagloriaba públicamente en los bares de Granada, de haberle metido

«dos tiros en el culo por maricón».

Dos falangistas llevaron a la casa familiar un manuscrito del poeta que pedía les dieran 1.000 pesetas de la época.

Creando así la ilusión de que de esta manera podría salvarse, pero Federico García Lorca ya había sido fusilado.

Prueba de la catadura moral de los que ejercían la represión a cuenta del bando sublevado.

También es de señalar una intervención in extremis del músico Manuel de Falla, que había colaborado en alguna obra con García Lorca. Cuando se enteró de la detención acudió al Gobierno Militar, pero a punto estuvo de costarle a él mismo un disgusto.

El lugar donde asesinaron al poeta, lo bautizaron los musulmanes hace siglos como Fuente de las Lágrimas.

Título también de un bello y emocionante poema de Dámaso Alonso dedicado al poeta asesinado en 1940 que recoge Gibson:

Ay, fuente de las lágrimas,

Ay, campos de Alfacar, tierras de Víznar.

El viento de la noche,

¿por qué os lleva la arena, y no la sangre?

¿Por qué entrecorta el agua cual mi llanto?

No le digáis al alba vuestro luto,

No le quebréis al día su esperanza

De nardo y verde sombra;

Pero en la noche aguda,

Sesgada por el dalle de los vientos

Que no olvidan, llorad, llorad conmigo.

Llora tú, fuente grande,

Ay, fuente de las lágrimas.

Y sed ya para siempre mar salobre,

Oh campos de Alfacar, tierras de Víznar.

Sesenta y dos años después de su asesinato, García Lorca sigue siendo un desaparecido.

Como bien señala Gibson, el mando franquista percibió rápidamente la torpeza cometida con la ejecución de García Lorca, un poeta internacionalmente conocido.

Para contrarrestarlo, la radio franquista emitió noticias de ejecuciones de personas relevantes de la cultura, a manos de los rojos como:

Benavente, los hermanos Quintero, Zuloaga, etc., pero todas eran falsas.

La ejecución de Lorca ocasionó conflictos en el seno de las fuerzas sublevadas, conflictos que se mantendrían décadas después.

Camisas viejas relevantes tuvieron que salir en defensa de los Rosales, amenazados por haber protegido a García Lorca hasta su detención.

Entre los falangistas, se extendió la idea de que el asesinato de García Lorca fue obra de escuadras negras, vinculadas al partido clerical de Acción Popular.

Integrado en la CEDA, que a través del exdiputado Ruiz Alonso quiso establecer una milicia propia a partir de las Juventudes de Acción Popular.

El conflicto llegó hasta Burgos, donde Franco tenía su cuartel general. Allí, Dionisio Ridruejo, amigo de Luis Rosales se encaró con Ruiz Alonso.

En la prensa republicana rápidamente se extendió el rumor del asesinato de Lorca, aunque en general se debatía entre la sorpresa y la incredulidad.

Las informaciones no eran muy precisas. Se basaban en declaraciones de personas que habían escapado de Granada.

La prensa franquista contraatacó vilmente anunciando que Lorca fue asesinado por los rojos en Madrid o Barcelona.

Sea como fuere, el rumor iba tomando cuerpo y se extendía internacionalmente. H. G. Wells escritor y presidente del Pen Club, con sede en Londres.

Solicitó ante los mandos franquistas conocer la situación del poeta, a lo que el gobernador de Granada contestó que desconocía el paradero de Lorca.

Lo que, de facto, suponía un reconocimiento indirecto de su fallecimiento.

Entrevista con Pedro Moya El Capea

Entrevista con Pedro Moya El Capea, leyenda del toreo

Entrevista con Pedro Moya El Capea, leyenda del toreo, en tendido7 nos cuenta la bella historia el toro Romerito.

Abordamos esta hora crucial de la fiesta desde su perspectiva de ganadero, aficionado, padre, abuelo y suegro de torero.

«Moriré con las botas puestas»

nos dice El Capea.

Alcalino reflexiona: ¿El toreo a la hoguera?

Alcalino reflexiona: ¿El toreo a la hoguera?. El fuego, su poder purificador y devastador, su fuerza simbólica. Esa imagen de los principales de la tribu o del clan, reunidos en torno a la hoguera, que debe estar entre los atavismos más remotos de la memoria humana.

La noche de los tiempos, iluminada por la reunión y comunión de los hombres en torno al fuego.

El segundo elemento de la naturaleza, la raíz y razón fundacional de toda cultura, la lámpara votiva. Luz que liberaba mente del hombre. Del hombre varón, porque las mujeres tuvieron que conformarse con alumbrar nuevos seres, inventar la agricultura, darle su forma y origen iniciáticos al arte.

La doble articulación del fuego

Simbólica por un lado –en tanto magia, religamiento comunitario, iluminación de cuerpos y almas–, física por otro –cocción de la presa que la suaviza y hace más sabrosa y comestible, agente todopoderoso que arrasa y destruye sin control–, quedó condensada de manera genial en Elías Canetti (Masa y poder, 1960).

Si el poder es tan temible como el fuego, no hay religión, la nuestra tampoco, que no lo haya sacralizado: así la zarza ardiente del decálogo de Abraham, las lenguas de fuego del Pentecostés, las terribles llamas del infierno.

Cercados por doquier

El lector acaso recuerde, con nostalgia, unos desafinados guitarreos corales y no pocos escarceos amorosos alrededor de una fogata.

Hogar significa «lugar donde se enciende el fuego», no puede haber un espacio habitable sin el indispensable calor de la cocina, por sencilla que sea.

Pero en manos de fanáticos, el fuego ha servido también como medio privilegiado para la eliminación de herejes y el escarmiento de remisos.

Por eso ha presidido desde antiguo esas indispensables demostraciones de poder y autoridad que son los sacrificios humanos, en versión ancestral o actual, de los  públicos autos de fe de la Santa Inquisición a los fusilamientos modernos, donde la palabra «¡Fuego!», emitida por el oficial al mando del pelotón, marca el instante en que la múltiple descarga abatirá irremediablemente al reo.

El libro en llamas

Animal simbólico por antonomasia, el hombre ha volcado su furor destructivo contra el libro.

Quizá por tratarse del objeto que mejor representa al perseguido, al diferente, cuyos textos reflejan y significan sus creencias, sus costumbres, su genio creador.

Una forma atenuada de este acto miserable consiste en negarle toda entidad a ese intruso indeseable mediante la prohibición y la censura, extendida del objeto literario a las demás expresiones artísticas.

Por esa vía se condenan películas, se clausuran exposiciones, se dictan fatwas contra autores sacrílegos.

Y siendo el libro la mejor síntesis de una cultura tanto más misterioso y abominable, cuanto menos se le conoce y lee.

Arrojar masivamente a la hoguera ediciones completas de los ejemplares anatematizados se convirtió en un rito crucial de negación del otro y de lo otro.

La muerte por delegación del símbolo perfecto de lo que debe ser odiado y maldecido, para que la ortodoxia permanezca a salvo y la comunidad preserve su pureza.

Así se perdieron, por obra del fanatismo de Cirilo y sus incendiarios seguidores, los saberes ancestrales que guardaba la mítica biblioteca de Alejandría, y así consumió miríadas de volúmenes el odio nazi, o, en la vertiente ingenua del mismo procedimiento, el cura del pueblo y demás allegados de don Alonso Quijano, que afligidos por su desatada locura redujeron a cenizas docenas de libros de caballerías, mientras dormía y soñaba con gigantes, filtros mágicos y doncellas su señor Don Quijote (El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Primera parte, Cap. VI).

¿A qué extrañarnos de que el fuego de emergentes fanatismos condene hoy a los toros a su hoguera particular?


Oportunismo y zafiedad

Al tímido resurgir de las corridas en algunos puntos del sur de España, el antitaurinismo de allá respondió recrudeciendo su furor abolicionista.

No es novedad que para ello incurra en absurdos tales como convocar a masivas manifestaciones de protesta  –¡sí, masivas!–, porque en los tendidos de la plaza de El Puerto de Santa María los aficionados no respetaron la sana distancia… ! (en la arena sí: toreaba Enrique Ponce).

Y no es novedad porque su animadversión hacia la Fiesta los ha llevado a concatenar un absurdo tras otro.

Que si la lidia del toro consiste en torturar animales indefensos.

No se tomaron la molestia de consultar en cualquier diccionario el significado de la palabra «tortura», mucho menos van a indagar acerca de la naturaleza del toro bravo.

Que si su odio explícito contra toreros, taurinos y taurófilos es directamente proporcional a su amor por la naturaleza pura y virgen.

(Como si la desaparición del objeto de su furia no conllevara la de la singularísima especie toro de lidia y, con ella, del nicho ecológico donde se cría, pérdidas irreparables de biodiversidad y espacios naturales).

O que si, como pronto votarán los integrantes del cabildo municipal de Pachuca, presenciar corridas de toros siembra en niños y jóvenes semillas de violencia y maldad sin freno.

A falta de ideas propias, caricaturizar las ajenas.

Es probable que el confinamiento esté desquiciando a mucha de esa gente cuyo horizonte vital comienza y termina en las redes sociales.

Y no cabe duda que el tedio y la parálisis mental son muy malos consejeros, como parecen empeñados en demostrarlo los politicastros del ayuntamiento hidalguense, que tal vez para justificar con un golpe de efecto su inactividad, sobre todo cerebral.

Están a punto de prohibir de un plumazo la presencia de menores de edad en las corridas de toros en  la tierra natal de Vicente Segura, el millonario que en la alborada del siglo XX se hizo torero y fue también general revolucionario.

A falta de mejores argumentos, los ediles pachuqueños van a votar la mencionada iniciativa en el curso de esta semana, la pandemia como pantalla del golpe bajo.

Importa poco que el cabildo no sea un cuerpo legislativo reconocido como tal por la Constitución, pues se las arreglarán, supongo, para darle a su ocurrencia carácter de bando de policía.

Después de lo cual van a quedarse tan orondos, a resguardo en sus casas y con una falsa satisfacción de deber cumplido.

Un servidor público no debe representar mascaradas, sino dialogar con sus conciudadanos y entre sí, con la mira de mejorar las condiciones de vida de la gente.

En Pachuca, como en el resto del país y gran parte del atribulado mundo nuestro, están en espera de atención temas tan urgentes y acuciantes como la salud pública, la pobreza lacerante, el cambio climático.

Puestos a prohibir y vigilar, la comida chatarra y las bebidas edulcoradas, los ancestrales y hoy reactivados racismos y clasismos.

El uso privado de recursos públicos y las granjas de bots.

La corrupción inmobiliaria, el robo de hidrocarburos, el empleo de cancerígenos por la agricultura industrial y un larguísimo etcétera.

Como para que nos salgan ahora con que un gran paso hacia el progreso de la patria consiste en salvar a los tiernos infantes de las desalmadas escenas de tortura animal.

Que, desde la distorsionada visión de los ediles tuzos, constituyen el núcleo y la razón de ser de las corridas de toros. Sin más argumentos que el clásico «porque aquí mando yo».

Y obedeciendo a una moción de cierta ONG animalista local denominada Biofutura, A.C.

Cultura en peligro

En la mira de éstos y otros grupos abolicionistas está el fin de las corridas de toros.

Pero en un sentido amplio, su abolición acarrearía la de todo un microuniverso cultural, invisible por supuesto para la mirada miope de los taurofóbicos de cualquier latitud.

Si a estas alturas hay conglomerados que claman por la prohibición de poco menos de la mitad de las obras de Shakespeare, ese machista sanguinario irremediable.

O de películas como «Lo que el viento se llevó», y no por cursi sino porque promociona la vuelta al racismo esclavista.

Y de todo el arte políticamente incorrecto producto de siglos y milenios de creación humana.

¿Qué porvenir puede aguardarle, bajo este autoritarismo de avanzada –en realidad, de pacotilla– a todo el arte derivado de la fiesta de toros?.

¿Puede alguien decirnos qué será de la literatura taurina, y de la pintura y la escultura y la dramaturgia y la filmografía taurinas; de la hermosa imaginería, cartelería, artesanía inspiradas en las corridas de toros?.

Hay que decirlo alto y claro: lo que les espera a todos esos objetos culturales es la hoguera.

Como a los budas gigantes de Afganistán dinamitados por los talibanes, o a la biblioteca de Alejandría y la mayor parte de los códices indígenas mesoamericanos.

Por no hablar del toro bravo y de la dehesa, condenados de antemano a desaparecer por hordas de compasivos ecologistas.

De ese tamaño es el despropósito abolicionista de los Nerones contemporáneos.

Juan Jose Padilla, "El Pirata"

JUAN JOSE PADILLA, «El Pirata»

Juan Jose Padilla, «El Pirata» revela en tendido7 su relación con Colombia, el encuentro con Adriana Eslava, la hija del maestro PP Cáceres, su tragedia al perder un ojo y la alegría de vivir ya retirado

Entrevista con Emilio de Justo

Entrevista con Emilio de Justo

En Entrevista con Emilio de Justo: «Colombia me acogió, Francia me lanzó y Madrid me llevó a la gloria».

Emilio de Justo torea mano a mano con Ponce el 4 de agosto.

Entrevista a Diego Ramos, pintor universal

Diego Ramos, más que un pintor de toros, su universo de colores y luminosidad en las telas, exalta la fiesta como arte supremo.

Aquí la entrevista.


  Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia en nuestro sitio web. Al seguir navegando, aceptas el uso de cookies. Más información en nuestra política de privacidad.    Más información
Privacidad