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Manolo Martínez, torero inclasificable: No me cogió el toro, me cogí yo, dijo una vez

Alcalino nos recuerda una faceta del gran torero regiomontano Manolo Martínez, «el mandón».

La trayectoria novilleril de Manuel Martínez Ancira fue tan resonante como breve.

Un año justo separa la famosa novillada de selección en La Aurora (01-11-64) de la fecha de su alternativa en Monterrey (07-11-65), con don Lorenzo Garza Arrambide.

Nada menos, como cabeza de un cartel sugestivamente neoleonés, que, con toros de San Miguel Mimiahuápam, completaba Humberto Moro, el muletero de Linares.

Ese día, más nublado que luminoso, no sólo Monterrey sino todo el México tenía puesta la mirada en lo que ocurriera en el coso regiomontano, fugaz reaparición del Ave de las Tempestades para investir de matador de toros al joven Martínez: el antiguo amo del pase natural, ídolo de legiones, y la mayor promesa mexicana en dos o tres generaciones.


Desde su debut en la modesta placita de Ciudad Neza, Manolo Martínez había causado asombro y despertado ilusiones sin cuento, tan dueño se le vio desde un principio de ese sello tan personal que era, al propio tiempo, inequívocamente clásico.

Rondaba en las conversaciones el nombre de Paco Camino, para los mexicanos el artista non de la época, y cuando nos enteramos de que Leodegario Hernández, empresario de la Monumental de Monterrey, había convencido a Garza para que volviera a ceñir el chispeante a fin de apadrinar la alternativa de su paisano.

La tarde del 7 de noviembre de 1965 quedó marcada por un inesperado rito de continuidad: el viejo rey heredándole su cetro al emergente delfín.

Inesperado porque hacía lustros que nada se sabía de Garza, ni nadie iba a exigirle la reedición de sus antiguos triunfos: simplemente que cumpliera con ese papel doblemente simbólico, bajo el testimonio de un tercer neoleonés de nombre menos sonoro pero seguramente más puesto dispuesto a ofrecer el contrapunto de su sentida y templada muleta.

Si la zurda de Lorenzo había sido la más famosa de su tiempo, a Humberto Moro se le designaba en los carteles “el de la izquierda de oro».

Manuel Martínez ya había acreditado acendrado gusto por darle juego a es  misma mano que, en frase ya en desuso, era «la de cobrar» billetes grandes. Repaso lo escrito y caigo en la cuenta de cuánto nos escamotean hoy el pase natural lo mismo los ases que los maletillas.

Primer triunfo

A las cuatro en punto suena el clarín y a poco parten plaza las cuadrillas encabezadas por Garza (verde pálido y oro), Moro (corinto y oro) y Martínez (negro y oro).

Los saludo un clamor estentóreo, que da paso en seguida a espeso silencio de expectación, roto por una ovación que los llama a los tres a saludar desde el tercio.

Y ya asoma «Traficante», con 450 kilos y la promesa de develar los alcances del nuevo fenómeno. Y 

Manolo Martínez no se hace esperar, desafía al de Mimiahuápam desde los medios y, muy parado, da suave vuelo a su capote en verónicas de corte clásico, que clausura con media muy torera.

Bravo se comporta el de Barroso Barona con los caballos, y bravíamente regiomontano el catecúmeno, que en las meras barbas de Lorenzo Garza se echa el capote a la espalda a la manera del Ave de las Tempestades y carga la suerte en gaoneras de alcurnia, con ganancia de terreno y opulenta revolera como remate.

Tiene prisa el joven porque el segundo tercio se cubra con toda presteza, pero no su padrino, que calmosamente recoge muleta y espada, cumplimente al juez y dedica a Manolo un largo parlamento en el que se adivina particular cordialidad.

Ya tiene México un nuevo matador, que manda cerrar a tablas al burel y lo saluda con varios ayudados por alto echando la pierna adelante y haciendo saborear al suerte.

Y en los medios, qué manera de correr la derecha para trazar la curva amplia del derechazo en varias tandas de amplio y templado discurrir, rematadas con largos pases de pecho igualmente derechistas.

El toro es muy noble, y no faltará la teoría de toreo izquierdista, rematado asimismo sin cambiar la muleta de mano.

El chico está a gusto, la gente feliz y «Traficante» no da muestras de agotamiento y continúa embistiendo de maravilla, confirmación de que los toros mejoran y van a más cuando se les trata con tan cuidadoso mimo.

La duda estriba en la capacidad de Manolo para honrar la categoría de matador que acaba de  tomar, pues como novillero han sido más sus faenas malogradas con la espada que las que coronó dignamente.

El pinchazo confirma temores, pero, enseguida, tres cuartos de acero bien arriba dan por tierra con el mimiahuapense y hacen que el tendidos se vistan de blanco y la autoridad conceda la oreja.

¿Será presagio de un futuro abundante en dianas y trofeos? El padrino sonríe satisfecho mientras el ahijado, emocionado, da la vuelta al ruedo mostrando el apéndice obtenido bajo una cálida, inacabable ovación.
La cornada

Aunque Manolo ya había sido calado, precisamente en la ejecución de la suerte suprema y por un novillo de Santo Domingo con el que estaba repitiendo el triunfo de su presentación en la Plaza México (27-06-65), la que le asestó el sexto de la tarde de su alternativa fue más fuerte e inesperada. 

Mimiahuápamque envió un encierro de alta nota para la ocasión –don Luis Barroso había acogido a Martínez con gran generosidad, en una época en que los ganaderos de tronío no desdeñaban tutelar los primeros pasos de un prospecto prometedor.

Se encontró como sexto con otro ejemplar estupendo, al que el recién doctorado estaba muleteando a placer cuando, en el primer pase de una tanda con la diestra citando desde largo al bravo ejemplar tlaxcalteca, un parpadeo, una pequeña duda de ésas que no perdonan los toros de buena casta, hizo que el astado lo sintiera, estirara el cuello y lo ensartara por el muslo izquierdo, asestándole una cornada de 30 centímetros que, sin lesionar vasos importantes, dejó el fémur al descubierto.

Se truncaba así una tarde que pudo ser de triunfo definitivo para el nuevo doctor, que pálido de dolor pasó a la enfermería, mientras Garza despenaba a su heridor tras unos cuantos muletazos.

Una tarde para el recuerdo

Lorenzo acreditó su clase y hasta fresco se vio, conquistando a cambio la oreja de su primer adversario con el que, con capa y muleta, había tenido mucho más que destellos de su legendaria solera.

Estuvo diligente y cumplidor toda la tarde, sorprendiendo  a quienes ya nada esperaban de sus muchos años y una larga vigilia sin torear.

Humberto Moro, a quien correspondió el peor lote, luego de provocar olés estentóreos y hasta sombreros rodando por la arena al quitar por dormidas chicuelinas en el primer toro de Garza, obsequió un séptimo, también de Mimiahuápam y de magnífico estilo, que le permitió correr su templadísima mano diestra con sabor desmayo, y cobrar, tras eficaz estocada, el tercer apéndice de la histórica corrida.

Hermoso final para una tarde con guiños luminosos al presente, el pasado y el futuro. El cual, más allá del inoportuno percance, no podía ser más promisorio para el nuevo matador.

Reveladora entrevista

Desde México, se la hizo a Manolo Manuel García Santos. Fue breve iba a mostrar tanto la clase de torero que ya era el regiomontano como las razones por las que la corrida no tuvo la cobertura esperada por los principales medios capitalinos.

García Santos: «–Siempre que en la plaza hay una cornada, el torero ha cometido un error»–expresó Domingo Ortega… –Los toros no cogen a los toreros.

Somos nosotros los que cogemos a los toros–, afirmó Antonio Márquez… Dos cosas quedaron de manifiesto: a) El toro avisa siempre antes de coger… b) Si el torero no sabe por qué lo ha cogido el toro, entra en su espíritu la duda y hace su aparición el miedo…

Estuve con Manolo Martínez en la ganadería de Mimiahuapan (sic) viendo, antes de que la embarcaran, la corrida que iba a ir a Monterrey… Una corrida con trapío, muy igualada, graneada a su tiempo y con esa encornadura que los toreros califican de cómoda.

Yo escrutaba a Manolo Martínez mientras él miraba y remiraba a los toros y sólo pude verle satisfacción en el gesto… 

Decidimos un grupo de amigos asistir a la corrida y adquirimos los boletos de avión.

Pero el domingo en la mañana, después de tres aplazamientos en la salida de la aeronave, por el mal estado del tiempo en Monterrey. Decidimos no efectuar el viaje.

¡No había seguridad ni en el aterrizaje ni en que el tiempo permitiera la celebración de la corrida! ¡A qué emprender un vuelo que podía ser inútil!
Fuimos a la corrida-concurso de ganaderías a Tlaxcala.

Y por la noche, en México nos enteramos de que Manolo, que había cortado la oreja al toro de la alternativa, había sufrido una cornada en el sexto. Telefónicamente nos comunicamos con el sanatorio donde lo habían operado.

–¿Qué pasó, Manolo?… –Nada. La corrida salió muy  buena. Garza cortó la oreja a un toro y Humberto Moro a otro. Los dos salieron a hombros de la plaza. Yo le corté una oreja al toro de la alternativa y el otro me cogió. Una cornada limpia. Estaré bueno pronto.

–¿Por qué te cogió el toro?–… –No me cogió. Me cogí yo solo… 

–¿Qué pasó?… –El toro era muy bueno, estaba haciéndole cosas, me engolosiné y lo cité de muy largo, lo aguanté y le di un gran muletazo. Repetí más de largo, no lo aguanté lo necesario y el toro me vio y me la pegó… Cuando reaparezca repetiré ese lance.

Lo que no repetiré será el dudarle ni un segundo. ¡A los toros la menor duda les muestra la diferencia entre el engaño y el cuerpo!…

Ya está tratado, por Manolo Martínez, el tema que tanto me interesaba desarrollar. Ojalá sirva para evitar algunas cornadas de ésas que no dan los toros… (sino) que se dan a sí mismos los toreros. (Lunes de Excélsior, 13 de noviembre de 1965).

Manolo Martínez sufriría, a lo largo de su carrera, 15 cornadas de diversa gravedad. Seguramente no lo traicionó la cabeza de torero que revela este breve diálogo sino el compromiso de defender su sitio de primera figura.

Lo que el regiomontano ya pintaba para ser desde que tomó la alternativa.

21 años de la muerte del poeta gaditano Rafael Alberti

Alberti cita al toro imaginario, él que fue banderillero por unas horas de Ignacio Sanchez Mejías

21 años de la muerte del poeta gaditano Alberti. Tal día como hoy se cumple el vigésimo primer aniversario del fallecimiento del artista del Puerto de Santa María.

El profesor de literatura de la UCH-CEU y doctor en Periodismo, Santiago Celestino Pérez; el poeta Carlos Marzal y el torero Luis Francisco Esplá analizaron la obra literaria y su trascendencia en el mundo del toro.

“Ser torero me parece algo maravilloso, casi mágico”, dijo el escritor gaditano a su esposa María Asunción Mateo en la biografía “De lo vivo y lejano” que publicó en Espasa. 

Rafael Alberti ejerció la poesía más allá incluso de la tarea práctica de escribirla: se vistió de torero para hacer el paseíllo en Pontevedra y ejercitarse en la mítica imaginación taurina que luego plasmó en sus sonetos gracias a Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de Joselito El Gallo y mecenas de la Generación del 27.

El poeta del Puerto de Santa María, Rafael Alberti, escribió uno de los más bellos y vibrantes poemas dedicados al genial Joselito “El Gallo”, que a continuación reproducimos.

Las anécdotas en torno a como se escribió este emocionante poema, vale la pena conocerlas.

La historia ha sido recogida del libro “Joselito El Gallo o la exactitud emocionada del toreo”, escrito por Daniel Pineda Novo, y publicado en 1995 por el Ayuntamiento de Gelves (Sevilla), con motivo del 75 aniversario de la tragedia de Joselito en Talavera.

Rafael Alberti, amigo del torero Ignacio Sánchez Mejías, llorado por García Lorca, dedicó a Joselito uno de los mejores poemas de nuestra poesía taurina.

Es en el libro “La arboleda perdida” donde cuenta Alberti como se gestó este poema “Joselito en su gloria”, que fue escrito en Sevilla a incitación de Ignacio Sánchez Mejías. Con motivo del centenario de Góngora, en 1927, el torero sevillano Sánchez Mejías, invitó a varios amigos poetas a la ciudad de la Giralda.

Así lo cuenta el propio Alberti: “Poco antes de la fecha del centenario, me llamó a Sevilla.

Se celebraba el séptimo aniversario de la trágica muerte de Joselito. Del tren, me trasladó a un cuarto del Hotel Magdalena, encerrándome con llave, mientras me advertía: No comerás ni beberás hasta que escribas un poema dedicado a José.

La Velada en su honor es esta misma noche. En el Teatro Cervantes. Unas horas más tarde recuperaba yo mi libertad, leyéndole a Ignacio “Joselito en su gloria”, cuartetas muy sencillas que repetí en la fiesta, entre los oles y ovaciones de un frenético público compuesto de gitanos y gentes de la torería devotas del espada…”

Pecó de modesto Alberti (nos cuenta Daniel Pineda Novo), porque el poema es uno de los más elocuentes de nuestra poesía taurina. Hasta La Macarena vistió de luto, por su muerte llorada:

JOSELITO EN SU GLORIA , a Ignacio Sánchez Mejías

Llora, Giraldilla mora,
Lágrimas en tu pañuelo.
Mira cómo sube al cielo
La gracia toreadora
Niño de amaranto y oro,
Cómo llora tu cuadrilla
Y cómo llora Sevilla,
Despidiéndote del toro.
Tu río, de tanta pena,
Deshoja sus olivares
Y riega los azahares
De su frente, por la arena.
Dile adiós, torero mío,
Dile adiós a mis veleros
Y adiós a mis marineros
Que ya no quiero ser río.
Cuatro ángeles bajaban
Y, abriendo surcos de flores,
Al rey de los matadores
En hombros se lo llevaban.
Virgen de la Macarena,
Mírame tú, cómo vengo,
Tan sin sangre, que ya tengo
Blanca mi color morena.
Ciérrame con tus collares
Lo cóncavo de esta herida,
¡Qué se me escapa la vida
Por entre los alamares!
¡Virgen del Amor, clavada,
Igual que un toro, en el seno!
Pon a tu espadita bueno
Y dale otra vez su espada.
Que pueda, Virgen, que pueda
Volver con sangre a Sevilla
y al frente de mi cuadrilla
Lucirme por la Alameda.

Recuerdos de un maestro. «Torero de toreros». José María Manzanares a 6 años de su partida

Recuerdos de un maestro. «Torero de toreros». José María Manzanares a 6 años de su partida. Se fue, en silencio, sin ruidos innecesarios con la grandeza con la que vivió.

José María Dolls Abellán, alicantino, conocido en el mundo del bello arte de torear como José María Manzanares uno de los grandes estilistas, esos que dejan historia, huella, pedagogía y que como dice Ignacio Lloret merecen ese titulo de MAESTRO.

Por encima de triunfos o fracasos ser y sentirse torero es algo grande, no al alcance de cualquiera, que exige un rigor, disciplina y sacrificio al alcance de muy pocos, y, tratándose de un arte, ser torero es ser y sentirse artista, aquel ser capaz de separar al ser humano con todos sus defectos y miserias para transformarse en creador e intérprete de la obra y llenar el escenario del ruedo con toda su grandeza. 

Decir todo esto es decir Manzanares. Por eso será recordado con toda justicia como ‘el Maestro’.

Es, porque esas enseñanzas están ahí «torero de toreros» que en la traducción de Barquerito significa espejo en que mirarse los demás.

Privilegio de quienes supieron representar la torería mejor que nadie. Torero «en la calle y en la plaza», reza uno de los cánones más exigentes del oficio.

Torería natural: la figura misma, la elegancia congénita, la manera de hablar y conducirse, y la de estar en la plaza.

Todas esas cualidades, que fueron virtudes precoces, no habrían tenido el peso y el sentido logrados si Manzanares no hubiera sido un torero muy singular dentro del estilo clásico.

«El toreo de siempre», suele decirse como elogio indiscutible.

Nos hacen mucha falta sus consejos y su manera de entender el toreo.

Aquí, en esta Colombia que acarició su toreo se le quiere a mares y son muchos sus recuerdos gratos entre otras cosas porque fue el testigo de la alternativa del maestro Rincón en Bogotá.

Con los toros de Vistahermosa y teniendo como padrino a esa cima del toreo que ES (no creo que se haya muerto y debe estar fumando por ahí en un rinconcito) Antonio Chenel.

Manzanares (Alicante, 1953) fue uno de los grandes toreros de la época de los 70, 80 y 90, hijo del banderillero Pepe Manzanares y padre del actual matador de toros que lleva su nombre y del rejoneador Manuel Manzanares.

Debutó de luces en la plaza jiennense de Andújar en 1969, vistiendo un traje blanco y plata que había sido de Palomo Linares, y pronto comenzó un rápido ascenso que le situó como figura de los novilleros, junto al gaditano José Luis Galloso, y que culminó con su salida a hombros en su presentación en Las Ventas, el 6 de junio de 1971.

Se retiró definitivamente el 1 de mayo de 2006 en la Maestranza de Sevilla, donde su hijo del mismo nombre, hoy también matador de toros, le cortó la coleta.

9 años del vuelo a la gloria de Antoñete y 20 del último festejo de Curro Romero

9 años del vuelo a la gloria de Antoñete y 20 del último festejo de Curro Romero. Dos aniversarios de distinto calado sentimental pero con la misma emoción por ser quienes son: Hace 9 años partió el maestro Antonio Chenel «Antoñete» y se cumplen justamente hoy 20 del retiro de otra cumbre del toreo, Curro Romero , en La Algaba el día que toreó el joven Morante.

ANTOÑETE visto en el libro de Manolo Molés

La personalidad humana y profesional de Antonio Chenel Antoñete puede conocerse a través del libro Antoñete, el maestro, editado por El País-Aguilar en la colección Visto y leído y escrito por Manuel Molés, periodista, presentador del programa LoToros, de la cadena Ser .

La obra que el día de su presentación fue apadrinada por el biografiado y el cantautor Joaquín Sabina, que ha escrito el prólogo. Carmen Lacambrabra, directora de la editorial, definió el libro como «ameno, completo e intenso».

Molés hace en el libro una semblanza humana y cariñosa del maestro.

La personalidad humana y profesional de Antonio Chenel Antoñete puede conocerse a través del libro Antoñete, el maestro, editado por El País-Aguilar en la colección Visto y leído y escrito por Manuel Molés, periodista, presentador del programa LoToros, de la cadena Ser y responsable de la información taurina en Canal +.

La obra fue presentada ayer en un hotel madrileño.

Con asistencia del autor, el protagonista de sus páginas y el cantautor Joaquín Sabina, que ha escrito el prólogo.

Carmen Lacambrabra, directora de la editorial, definió el libro como «ameno, completo e intenso». Hablaron también Joaquín Sabina, con simpáticas palabras para el torero, el propio Antoñete y Manuel Molés, que hizo una semblanza humana y cariñosa del maestro.

El libro es un recorrido por la vida familiar y profesional del diestro, desde sus primeras novilladas hasta sus últimos éxitos en Las Ventas, en la década de los ochenta, cuando se le reconoció, de nuevo, como la gran figura del toreo.

Mezclados con los andares de su vida aparecen nombres como el de su padre, el tío Paquillo, «un hombre de izquierdas, republicano y rojo»; Paco Parejo, mayoral de la plaza madrileña, de quien aprendió «todo lo que sé de toros» y Carina, una aficionada francesa con quien el torero comparte su vida.

Novillero desde 1949 mató su último toro en el 2000. Vio la gloria en su primera reaparición 1981-1985. Frase preferida: “Se torea como uno es: por eso el toro delata a los malos toreros y a los impostores”.

El maestro Diego Ramos tributa su homenaje al gran torero madrileño

CURRO ROMERO

Corría el año 2.000 y el maestro de Camas se retiraba en un día como hoy de la actividad profesional taurina.

Entonces se comunicó la sorpresiva noticia: El torero Francisco Romero López, más conocido como ‘Curro Romero’, ha anunciado su retirada definitiva de los ruedos tras participar en el festival beneficio de La Algaba, donde ha cortado las dos últimas orejas de su dilatada carrera profesional que se ha prolongado durante 42 temporadas.

«Me voy en silencio, como siempre fue mi prósito». Con estas palabras el diestro ha confirmado su decisión durante una entrevista en el programa ‘Clarín’ de RNE.

Lo curioso es que el maestro llamó al periodista y le dijo en antena: Soy Curro, que me retiro. Fernando Fernández Román no salía de la sorpresa.

‘Curro Romero’ ha señalado que la voltereta que un novillo le ha propiciado a ‘Morante’ durante una corrida en la que han compartido cartel le ha hecho reflexionar sobre su retirada.

El diestro sevillano ha dicho que algo así le podía pasar a él y ha reconocido que no se encuentra ya en condiciones para seguir toreando.

La Maestranza de Sevilla ha sido un escenario muy especial para el torero. En esta plaza ‘Curro Romero’ ha hecho historia, hasta tal punto que en estos últimos años de su carrera era contratado hasta cinco tardes por temporada.

Su carrera ha estado marcada por ciertas desigualdades y polémicas.

Así, en los círculos taurinos han sido clásicos los enfrentamientos entre su legión de partidarios y sus detractores.

Precisamente su despedida está empañada, en cierto modo, por la última polémica que se creó en septiembre a raíz de su baja en el cartel de la Feria de San Miguel de Sevilla.

Luego Romero intentó celebrar el festival a beneficio de Andex en La Maestranza, pero unas declaraciones del actual empresario de la plaza, Eduardo Canorea, acrecentaron la polémica y motivaron el cambio de coso para llevar a cabo el festival.

Finalmente ‘Curro’ y ‘Morante de la Puebla’, han toreado mano a mano a beneficio de ANDEX en la localidad sevillana de La Algaba.

9 años del vuelo a la gloria de Antoñete y 20 del último festejo de Curro Romero

46 años. Un día como hoy se doctoró Jorge Herrera

Jorge Herrera en un tentadero con el mas grande boxeador del siglo XX Muhammad Ali

Jorge Herrera es un torero nacido en Fusagasugá con residencia en Neiva, la tierra de su señora esposa, nuestra querida colega Margarita Suárez y quien honró el traje de luces.

Se formó a la vera de la Casa Lozano y fue un novillero con mucho predicamento en España donde se doctoró .

En Benidorm y nada mas ni nada menos con Paquirri, el inolvidable torero de Zahara de los Atunes, con Palomo de padrino, se hace matador tras una brillante campaña de novillero, el colombiano Jorge Herrera con ganado de Miguel Higuero un día como hoy hace 46 años

Pasa el tiempo «¡¡¡Por Dios!!!».

Me parece que estoy en La Santamaría viéndolo torear en las últimas novilladas antes de su prolífico viaje a España donde se hizo matador de toros.

La ganadería de Miguel Higuero Vidarte, formada con vacas y sementales de Juan Antonio Álvarez tuvo un gran prestigio y aun se recuerda en Las Ventas una gran faena del maestro Rafael Ortega a un toro de esa vacada.

Hace 53 años el torero de la Isla de San Fernando vivió un momento cenital en su carrera en San Isidro pues los viejos aficionados recuerdan la gran faena de Rafael Ortega a un toro de Miguel Higuero en la feria venteña de 1967.

Ese día, el maestro de la Isla de San Fernando demostró una vez más ante la afición de Las Ventas, plaza en la que reaparecía ese año después de un tiempo de retiro, que su concepto del toreo era uno de los más puro entre la torería de su tiempo.

Así como el maestro Cáceres es un referente en ese aporte americano al toreo que nace en el mediterráneo, mas tarde lo refrenda César Rincón, toreros como El Puno, Jairo Antonio Castro, El Cali y Jorge Herrera le dan sentido a esta tauromaquia andina.

El maestro Herrera con el tiempo pasó de «toricantano» (el que torea por primera vez y se asemeja al «misa cantano», quien ofrece su primera misa ya ordenado, recordando que el toreo tiene raíces y manifestaciones religiosas) a padrino de alternativas.

LA DE LUIGUI ECHEVERRY

Un 21 de octubre (este miércoles) se cumplen 41 años de la alternativa de Luis Guillermo Echeverry el buen rejoneador antioqueño en la que estuvo presente el maestro Herrera.

Eso fue en La Santamaría… La historia se va hilvanando el toreo…

En un viaje a España coincidimos en Sevilla y pude apreciar de primera mano el afecto y respeto que le tienen a nuestro torero desde figuras encumbradas como el maestro El Viti, empresarios, apoderados, banderilleros de su época y mozos de espada.

Celebramos esta efemérides de más de 4 décadas de ese momento especial que es recibir la borla de matador de toros como no puede ser de otra manera y le deseamos al maestro Jorge larga vida a un profesional como la copa de un pino y a un caballero que honra su estirpe.

74 años de la feria del Señor de los Milagros en Acho

74 años de la feria del Señor de los Milagros en Acho, inaugurada en 1766, es mas que bicentenaria y por ese coso han pasado «casi» todas las figuras, desde Joselito y Belmonte.

Que se dice pronto.

Pero este octubre marca otro gran aniversario.

Es la inauguración de la feria del «señor de los milagros», que lamentablemente este año no se verificará por la pandemia.

El 12 de octubre se dio la primera corrida de lo que con el tiempo será una de las ferias de mas tronío en América. El cartel, nada despreciable: Manolete, Montani, Procuna y toros mexicanos de La Punta.

Estamos reproduciendo para todos los aficionados el artículo publicado en el diario “El Comercio”:

“Pocas manifestaciones públicas tan ceñidas a la tradición, como la fiesta brava. Aunque la manera de torear haya evolucionado.

Si, ayer se prefirió el lance con las manos altas.

Hoy al aficionado le gusta mejor cuando es ejecutado con las manos bajas, no puede decirse que el toreo haya cambiado sustancialmente.

Se mantiene, a pesar de los años la rígida estructura de este rito popular. Continúa permanente y depurado el clásico corte de la lidia. Tres tercios. No hay quien destruya el gallardo tríptico.

La verónica, la media verónica, los puyazos, los quites, las faena de muleta y la estocada. Algunos quites y pases han sido creados. Se ha enriquecido el repertorio y se ha dado un matiz más de plasticidad al arte incomparable, pero en esencia, medularmente, sigue siendo lo mismo.

La verónica, el pase natural y el de pecho y el volapié siguen siendo la base y el auténtico sustento de la torería.

Los trajes, brevemente aligerados, con esa su plástica reminiscencia goyesca, finos y luminosos, en contraste con la violencia de la fiera.

Una nueva paradoja en el espíritu ibérico.

Han dejado que todas las vestimentas se ciñan a las cambiantes modas, permaneciendo ellos como una pincelada de oro, en este mundillo de billetes.

El brindis, la vuelta al anillo, el cortar orejas, las rechiflas y broncas, se suceden en la Historia del Toreo, sin alterar su peculiar emoción, sin salirse de los firmes cánones tauromáquicos.

Y tal vez por ser el toreo tan hondamente tradicional, sus mejores tardes armonizan en España y México – también en ciudades y pueblos del interior de nuestro país – con los días en los que brilla más nítidamente el sentimiento católico de los vecinos que conmemoran las festividades de sus santos patronos.

En los antedichos países, ibérico y azteca, existen las llamadas Corridas de Feria. Al júbilo católico, que lleva en hombros la imagen de su veneración se suma el regocijo popular de las corridas de toros. La Semana Santa en Sevilla, la Pilarica en Aragón, la Guadalupana en México.

Suenan las campanas de los templos y suenan las ovaciones y los ¡olés! en los críticos taurinos.

Esto me ha hecho pensar muchas veces en la posibilidad de crear en Lima, en esta devota y castiza Ciudad de los Reyes, las corridas de Feria del Señor de los Milagros, la milagrosa y popular imagen.

Patrón de la ciudad, a la que siguen miles y miles de hombres y mujeres, con sus trajes y sus capas moradas, en un místico peregrinaje.

Además de una palpable demostración de fe popular, es una imponente romería de exaltación a la tradición limeña, al sabor peculiar, a la gracia de lo autentico, a aquella emoción permanente que sólo canta una copla.

La de la verdad.

La festividad del Nazareno de los Milagros, – su nombre de por sí un romance sonoro y hondo, que bien merecería afilarse y quebrarse en los angustiados labios de un “cantor flamenco” – se celebra en Octubre.

El 28 de Octubre y el día de Cristo Rey – primer domingo de noviembre.

El crucificado recorre las calles melancólicas y nostálgicas de la encantadora ciudad.

Estas fechas coinciden con la primavera limeña, de días templados y soleados en los que, cogiendo el último domingo de octubre y los dos o tres primeros de noviembre, podrían realizarse corridas de postín.

Iniciaran la temporada grande y en las cuales, sumándose a la mística manifestación y teniendo en cuenta las gentes que vienen del interior y las que seguramente vendrán con el tiempo del extranjero.

Para presenciar la bellísima procesión – como acontece en otro lugares – se podría intentar un acento limeñísimo que les diera peculiaridad y gracia.

Sería hermoso, por ejemplo, y esto es sólo una sugerencia, que, desde luego, consideramos factible.

En estas Corridas de la Feria del Señor de los Milagros, salieran a pedir la llave dos lujosos chalanes.

Ataviados a la usanza criolla, en primorosos caballos de paso.

Después de muerto el quinto toro – ello es ya casi una costumbre – una pareja debidamente trajeada, podría bailar una marinera.

La Plaza, en estos días de Feria, podría engalanarse con colgaduras, como se hace en otras partes, en las corridas de fuste.

Y los diestros lucirían traje morado y oro.

Y el público gozaría, no sólo con las faenas de los coletas sino, para ver revivir, siquiera unas tres o cuatro veces al año, un incomparable retazo de aquella personalidad de nuestra Ciudad de los Reyes

Viajeros de todos los tiempos y países, han colocado y mantienen en la historia y cuyo sólo nombre sugiere el fino acompañamiento de un rasgueo de guitarras, la sonrisa de los piropos, el tintineo de sus campanarios y el silencioso poema de las primorosas mantillas.

Que se colgaran de las ventanas para dar un encanto del misterio al clásico perfil de la villa, que es cuna y madre de la tradición hispanoamericana.” 

Zeñó Manué 

La Feria Taurina del Señor de los Milagros se inauguró el sábado 12 de octubre de 1946 (Día conmemorativo al descubrimiento de América).

Constituyéndose desde entonces una de las ferias taurinas más importantes de América.

Categoría que obtiene por las ganaderías que se lidian, por los diestros que intervienen, y por la solera de su afición.

En la tarde inaugural partieron plaza tres jinetes, vestidos: uno de campero andaluz, otro de charro mexicano y el tercero de chalán peruano, representando a los tres países más taurinos del mundo.

Detrás de ellos las cuadrillas encabezadas por el matador español Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, el mexicano Luis Porcuna y el peruano Alejandro Montani “El Sol del Perú”.

Quienes lidiaron y estoquearon toros mexicanos de “La Punta”.

Esa tarde la plaza registró un lleno de bandera y asistió el entonces Presidente de la República, don José Luis Bustamante y Rivero.

50 años de la alternativa de Manolo Lozano

50 años de la alternativa de Manolo Lozano

Manolo Lozano es un venerable de 80 y tantos… Y ahí está en el mundo del toro que es su pasión pues sus ancestros fueron propietarios del prestigioso hierro de Veragua.

Alá por los treintas del siglo pasado, y sus hermanos y sobrinos son apoderados; él, toledano de pro, es el verso suelto de la familia y quien ha apoderado mas toreros colombianos…

Bueno, pues ha cumplido medio siglo de su alternativa en Tánger, en África, con El Cordobés de padrino que además le hizo de ponerle «pica pica» en el traje al visitarlo en su habitación… «Cosas» del «Melenas».

El propio «Don Manolo Lozano» como le decimos a este taurino quizás el último de los románticos del toreo, cuenta lo de la alternativa:

«Corté cuatro orejas y un rabo. Era medroso para ser figura pero sabía torear, me rajé y fui una anécdota en el toreo.

En las dos fechas claves de mi vida, el debut de Aranjuez y la alternativa en Tánger, me lavé el cerebro, dejé el miedo y corté cuatro orejas y un rabo aunque aquello no era Madrid».

1 de octubre de 1991. La cuarta puerta grande consecutiva del maestro Rincón en Las Ventas

1 de octubre de 1991. La cuarta puerta grande consecutiva del maestro Rincón en Las Ventas. Fueron seis puertas grandes las del maestro Rincón en Las Ventas. Que se dice pronto. La cuarto en ese mágico 1991 tuvo ribetes de heroicidad con aquel toro de Moura. La cuarta fue un día como hoy, 1 de octubre en Madrid.

Vendrías dos mas…

El hijo de Gonzalo, el fotógrafo que hacía paellas y empanadas para promover al jovencito nacido en el barrio Santander, al sur de Bogotá, se encumbró como una de las grandes figuras del toreo.

Tiene un azulejo en esa mítica plaza de Las Ventas y su nombre está a la orden del día de los sucesos que han macado la rica historia de la plaza de la calle de Alcalá.

Entró en la Feria de Otoño de ese año 1991, y formó un alboroto de época tras desorejar a su lote de toros de Joao Moura.

Con esta última, y con cuatro puertas grandes consecutivas en cuatro tardes en ese mismo año.

Rincón entró de lleno en el ‘guiness’ de la plaza de toros Monumental de Las Ventas.

José Luis Suárez lo contó así :

“La gente salió de la plaza con un entusiasmo rebosante. César Rincón, en el último minuto, había salvado la Feria de Otoño. El torero colombiano volvió a abrir la puerta grande por cuarta vez en una temporada.

Desde luego, y espero no equivocarme, entra de lleno en el ‘guiness’ de la plaza de toros Monumental de Las Ventas.

Ahora -no antes- pues, como me dijo en una ocasión Lucio de Sancho, y yo he comprobado, Aparicio (padre), de novillero, y El Viti, de matador, salieron dos días consecutivos por la puerta de Madrid en San Isidro”.

Rincón -continúa- tuvo el mérito de aguantar las primeras embestidas fuertes con una gran quietud.

Entonces el camino resultó menos espinoso, aunque a mucha gente no le pareciera así, pues el toro por el lado derecho iba muy bien.

Esto no resta mérito a la labor del de Colombia, que tuvo un alarde de vergüenza torera, aunque -a mí, personalmente- me pareciera que algunas cosas, como la petición de la segunda oreja y la segunda vuelta, resultaran excesivas”.


“Su primero -sigue- tuvo mucho mejor son y Rincón lo toreó francamente bien por momentos y siempre en ese tono de valentía que le ha hecho coger un puesto cimero del toreo.

Personalmente me gustó menos que otras veces:

El toro de Murteira de San Isidro, la tarde de Burgos, el toro de Bilbao, alguno de Salamanca.

Pero pienso que un crítico debe reflejar lo que dice la mayoría y ante ella me inclino.

Aunque pienso que dentro del grandioso mérito, se desorbitaron un poco las cosas, pues en ambos hubo pinchazo previo -además de aviso- antes de la estocada final y el aguante, el estoicismo y la valentía sobrepasaron a la calidad”, concluye.

1 de octubre de 1991. La cuarta puerta grande consecutiva del maestro Rincón en Las Ventas.

Hace 35 años se despidió «Antoñete» y Ponce 5 años después confirma alternativa en Las Ventas

Hace 35 años se despidió «Antoñete» y Ponce 5 años después confirma alternativa en Las Ventas. El maestro Antoñete se cortó la coleta un 30 de septiembre de 1985 en una tarde aciaga en «su» plaza de Las Ventas de Madrid; triste en lo taurino pues aunque no triunfó lo sacaron en hombros contra todo reglamento al entender la afición la grandeza de una carrera mientras 5 años después, hace 30, Ponce confirmaba la borla de matador de toros.

Dos efemérides que no podemos pasar inadvertidas.

ANTOÑETE, DE LA GLORIA AL SILENCIO

Vio la gloria en su primera reaparición 1981-1985. Frase: “Se torea como uno es: por eso el toro delata a los malos toreros y a los impostores”. Pero las redes sociales recogen otros mensajes de memoria hacia el torero: “Eterno Antoñete. Fumaré un pitillo a su salud, maestro. (Antonio Fernández, @galleodelbu)”; “Eterno Antoñete. El Maestro. (Andrés Verdeguer, @verdeguer)” y “Eterno, Antonio Chenel ( y Oro) Albadalejo, Antoñete. (Alejandro Piquer, @AlexBarraca86). 

Madrid Diario relata ese momento oscuro para un maestro que es símbolo de Madrid en lo taurino. Ese día , 30 de septiembre de 1985 no fue de gloria:

A pesar de sus achaques de salud y su edad, ‘Antoñete’ vivió una de sus mejores etapas dentro del toreo hasta que decidió despedirse (de nuevo) el 30 de septiembre de 1985.

Para su adiós, se organizó en la plaza de toros de Madrid la Gran Feria de Otoño ‘Se despide el maestro’. Estaba prevista para los días 13, 14, 15 y 16 de septiembre, pero tuvo que aplazarse al 28, 29 y 30 de ese mes porque la recuperación de ‘Antoñete’ de una cornada recibida en Almería estaba siendo más lenta de lo esperado.

Una despedida “triste”

En cartel se encontraban Manuel VidriéPepe Luis VázquezJoselitoPedro LaraSánchez CuberoJosé Ortega CanoCurro Vázquez y ‘Antoñete’, que torearía el día 28 y el 30 a modo de despedida.

Las crónicas de la corrida dejaron ver que había sido una de las peores del diestro. En el diario El País la calificaron como una “despedida triste”:

Antoñete se despidió ayer del toreo en medio de una expectación sin precedentes, que abarrotó la plaza de Las Ventas de una afición dispuesta a aclamarle. Así lo hizo, y le sacó a hombros por la puerta grande. Pero la última actuación del maestro, visiblemente nervioso, fue desafortunada. No pudo lucirse en ninguno de los toros. El abatimiento le invadió al comprobar que la tarde concluía sin éxito, y lloró de emoción cuando Paco Parejo, antiguo mayoral de la plaza, le cortó la coleta. El sueño del triunfo quedó convertido en un triste adiós que, sin embargo, en

PONCE, 30 AÑOS DE LA CONFIRMACION DE ALTERNATIVA

El maestro valenciano Enrique Ponce confirmó su alternativa en Las Ventas de Madrid la tarde del  30 de septiembre de 1990, durante la Feria de Otoño, acontecimiento que marcó, en su momento, uno de los primeros logros de esta figura de época.

Interesante resultó la conformación del cartel para aquel día, pues Ponce llevó como padrino al sensacional gitano Rafael de Paula, mientras que el testigo fue Luis Francisco Esplá, con toros de la ganadería de Diego Garrido. El coso de la calle de Alcalá se llenó a su máxima capacidad para la ocasión.

El balance frío de las estadísticas arrojan que Enrique salió al tercio después de despachar al toro de la ceremonia, de nombre «Farruco», y luego de lidiar a su segundo recibió nuevamente una ovación por parte del respetable. El triunfo, sin embargo, no llegó para ninguno de los tres espadas.

Al respecto de la actuación de Ponce, el periodista Joaquín Vidal escribió lo siguiente en el diario El País:

«A excepción del primero, todos fueron duros de pezuña y torearles tuvo un mérito enorme. Más mérito, todavía, si los diestros intentaban torearles por lo fino. Enrique Ponce lo intentó, y hasta lo consiguió, en el torazo de la confirmación de alternativa.

Alcalino recuerda la tragedia de Pozoblanco en la que murió Paquirri

Alcalino en su rica biblioteca

Pozoblanco es un pueblo de la serranía cordobesa habitado por no más de 15 mil vecinos. Lejos de la famosa adustez de su capital, los pozoalbenses celebran a fines de septiembre su feria de la vendimia, en la que, entre la variedad de productos agropecuarios, destacan el aceite de oliva y el jamón de cerdo ibérico, muy populares en la región.

Aunque dista no más de 70 kilómetros de Córdoba, Pozoblanco en 1984 las separaban casi dos horas de viaje por una sinuosa y estrecha carretera de piso muy irregular, un inconveniente decisivo del que mucho se habló y escribió al tratar de explicar el desenlace fatal de Francisco Rivera “Paquirri”.

La noche del 26 de septiembre de aquel año llegó prácticamente cadáver al Hospital Militar del antiguo sultanato, luego de ser herido por el toro “Avispado”, de Sayalero y Bandrés, negro bragado y astifino, cuarto de una tarde en que alternaba con José Cubero “Yiyo” y Vicente Ruiz “El Soro” en la placita del lugar, inaugurada en 1912.

Un chico ambicioso

Fue el de “Paquirri” un caso de tenacidad irreductible por alcanzar la cumbre de la torería.

Cuando inició su duro aprendizaje campaban en la Fiesta la clase de Ordóñez, el arte de Camino, el temple y la solemnidad de El Viti, la valentía sin tacha de Diego Puerta y, por encima de todo, la arrolladora heterodoxia de Manuel Benítez “El Cordobés”.

Para el joven Francisco Rivera Sánchez (Zahara de los Atunes, 24.03.1948-Córdoba, 26.09.1984), su primer reto lo tuvo en casa, porque a su hermano mayor José Rivera “Riverita” esos conocedores que nunca faltan lo señalaron como “el bueno” entre los dos aspirantes de la familia, dado que apuntaba cierta finura, en contraste con las maneras algo toscas del empeñoso hermano menor.

En realidad, estaban desestimando la capacidad del chico para absorber el toreo, y esa hambre de ser que caracterizó siempre a los futuros mandones de la fiesta.

Tal vez acuciado por esa sentencia adversa, “Paquirri”, un obsesivo de la lidia total, se empeñó en dominar la técnica, consiguió, con el tiempo, entender y dominar a casi todos los toros, y terminó convertido en la figura dominante de los años 70, mandamás exigente en los despachos y rival indómito en el ruedo.

A la vuelta de todo

El año anterior había eclosionado un torero corto pero intenso, Paco Ojeda, que aportó aires nuevos a la fiesta con una técnica que extremaba la quietud y la prolongación en redondo de las suertes.

“Paquirri”, el torero más largo de su tiempo, un dominador nato, solía apelar a la espectacularidad antes que al quietismo; millonario, cansado de mandar y padre reciente de un hijo de su segundo matrimonio –con la tonadillera Isabel Pantoja–, se planteó la de 1984 como una temporada sin agobios ni compromisos mayores.

No fue a Madrid, en Sevilla apenas arañó, en tres tardes, una oreja, y en Bilbao cumplió a secas en su única presentación.

El resto lo hizo por plazas periféricas y ni se hubiera planteado pisar la de Pozoblanco si Diodoro Canorea, patrón de la Maestranza sevillana, no lo hubiera requerido, en plan amistoso, para encabezar el cartel central de la pequeña feria del pequeño poblado cordobés.

Un arreglo que surgió de improviso, cuando “Paquirri” ya tenía en la bolsa los boletos de avión para Venezuela.

Y lo aceptó como cierre de su cómoda campaña de figura en repliegue. Le habían asegurado que la de Sayalero y Bandrés era una corrida terciada.

Además, los bichos de ese hierro tenían fama de pastueños, un tanto flojos y exentos, en general, de complicaciones.

Pozoblanco

“Paquirri” arribó al pueblo cordobés con la fresca mañanera y se hospedó en el hotel Los Godos, donde desayunó frugalmente y mató el tiempo jugando a los naipes con su cuadrilla, a la que por cierto despelucó: ergo, estaba de suerte.

A eso de las cuatro, Ramón, su hombre de confianza, le ayudó a enfundarse en el terno azul pavo y oro con el que cerraría su temporada.

Sin tensión a la vista, sería una corrida más, la número 47 de una campaña en la que el veterano diestro gaditano había cortado 63 orejas y dos rabos.

En punto de las seis de la tarde sonó el clarín y se abrió la puerta de cuadrillas.

La plaza de Pozoblanco estaba a reventar y Canorea, en su burladero, sonreía satisfecho. Para la novillada del día siguiente estaba anunciado un novillero nuevo –Manuel Díaz “Manolo”– que se decía hijo natural de “El Cordobés”; a “Paquirri” le simpatizó cuando se lo presentaron.

Le brindó su primer toro, noble pero débil, al que toreó de capa, banderilleó junto con “El Soro” y muleteó con total desparpajo, incluso por naturales mirando al tendido.

Terminó la medida faena, animada por la música, con un volapié de los suyos –tenía la espada más certera y contundente de su generación—y recogió la primera oreja de la tarde.

Nadie sospechó que con ella en la mano estaba dando la última vuelta al ruedo de su vida.

Luego que “Yiyo” le cortara las dos al noble segundo, “El Soro” le devolvió a “Paquirrri” la cortesía y lo invitó a adornarle el morrillo al tercero: el par de banderillas del gaditano  –último también—hasta careció de emoción, por la facilidad con que ganó la cara, dejó los palos en lo alto y salió sobrado del embroque.

Con la tarde encarrilada, Vicente Ruiz apeló a la espectacularidad en un muleteo asimismo premiado con dos apéndices. Todo entre ovaciones, sonrisas, grata relajación.

La típica corrida de pueblo. Máximo triunfador fue “Yiyo”, que sumó nada menos que seis apéndices, incluidas las dos orejas de “Avispado”, paseadas por la cuadrilla de “Paquirri”, que ya estaba en manos de los médicos.

La cornada

“Avispado”, el cuarto, era el más pequeño y escurrido de los lidiados hasta entonces, también el más astifino.

“Paquirri” lo recibió de capa en el área más firme del ruedo –porque la zona del burladero de capotes estaba algo suelta–, y al notar que no calaban en el público sus primeros lances, reciamente camperos, como fue siempre su toreo, dio los últimos tres con la vista fija en el tendido, antes de rematar con una buena media por el pitón derecho.

Precisamente el que un minuto después lo hería de muerte.

Como todas las que ocurren en momentos de mero trámite, la cogida tomó a todo mundo desprevenido: estaba colocado para recibir a “Avispado” el picador Rafael Muñoz y Paco se adelantó hasta los medios para llamar al toro y llevarlo al caballo.

Luego de abrirse tras un primer capotazo, el de Sayalero y Bandrés no obedeció la salida que le marcaba el percal para tomar el segundo, siguió viaje de frente y ensartó al confiado bregador por el triángulo de Scarpa del muslo derecho.

Hubo un volteo, mas el torero no salió despedido del mismo porque el pitón continuó hundiéndose y causando destrozos internos mientras “Paquirri”, en postura como de forcado, forcejeaba por desprenderse de ese cuerno que “Yiyo”, durante la faena de muleta, notaría enrojecido hasta la cepa.

Arrojado al fin a la arena, el torero herido intentó incorporarse pero le faltaron las fuerzas.

La pérdida de sangre era tremenda, y quienes cargaban a “Paquirri” no atinaron con el camino más corto a la enfermería.

Allí se desarrollaría una escena que, por su dramatismo, ha marcado la historia de las telecomunicaciones. Y no solamente las de tema taurino.

“Tranquilo, doctor… estoy en sus manos”

Mientras los médicos luchan por contener la hemorragia de una ingle destrozada –el parte revelaría tres trayectorias de 15, 8 y 4 centímetros, con las venas femoral y safena seccionadas y fuerte shock traumático–, una cámara registra la expresión de “Paquirri” –serena– y sus palabras –tranquilizadoras–.

Dicen: Doctor, yo quiero hablar con usted… La cornada es fuerte, tiene al menos dos trayectorias, una pa´cá y otra pa´allá. Abra usted todo lo que tenga que abrir… estoy en sus manos… Tranquilo, eh…”

La camilla es pequeña e incómoda, y un propio coloca su mano tras la nuca del torero para darle apoyo mientras el diestro solicita un vaso de agua, da un pequeño sorbo, se refresca y lo escupe hacia un lado.

Aún tendrá ánimos para disculparse cortésmente con alguien a quien salpicó.

El resto es el relato de una ambulancia sorteando curvas y baches en su urgencia por llegar al hospital Reina Sofía, de Córdoba.

En el trayecto, el paciente se va agravando de manera irreversible; aunque sedado, permanece consciente, y sus quejas y la pérdida de signos vitales alarman al personal que lo acompaña; en determinado momento, el vehículo se detiene para que los médicos que viajan en él cambien impresiones con el doctor que lo intervino en Pozoblanco y que los sigue de cerca en su automóvil.

Deciden dirigirse al Hospital Militar, que es el más cercano. Arribarán pasadas las nueve de la noche, y cuando la guardia médica ausculta al herido, “Paquirri” ha fallecido.

El resto es una conmoción nacional como no se vivía desde la muerte de “Manolete”.

La primera plana de El País lo expresó así: “España, atravesada por un cuerno de toro”.

Azares y coincidencias

Lo llamarían el cartel maldito de Pozoblanco. Razones no faltan. Antes de un año, “Yiyo” había muerto de una cornada en el corazón (Colmenar Viejo, 30.08.85; toro “Burlero” de Marcos Núñez).

Al “Soro”, un prodigio de facultades físicas, una torcedura de rótula, simple al parecer, no tardó en convertirlo en un joven inválido, inútil para el toreo.

Y el ganadero Juan Luis Bandrés, también empresario naviero, fue ultimado en el despacho de su empresa por un furibundo exempleado que adujo tener “motivos personales” para convertirse en homicida (Algeciras, 15.12.1988).

¿Algo más? Que el de Francisco Rivera “Paquirri” es el único caso conocido de un matador gravemente herido al torear de capa al primero y al último toros de su vida (Barcelona, 17.07.66, razón por la que no pudo tomar la alternativa-Pozoblanco, 26.09.84).

Y hay otro dato estremecedor, ligado al cartel de Pozoblanco: nadie más que José Cubero “Yiyo” ha estoqueado dos toros asesinos, “Avispado”, el que mató a “Paquirri”, y “Burlero”, que le quitó a él mismo la vida cuando ya llevaba en el cuerpo la estocada definitiva, cobrada, al cabo de una gran faena, de perfecto volapié.


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