Si es cierto que el hábito no hace el monje, no lo es menos que el buen monje no necesita de hábito. Así, que Valladolid tenga el título más o menos pintón de ciudad taurina ni le da ni le quita nada a una ciudad de la que han salido no sólo grandes toreros como Pacomio Peribáñez, los Domínguez, Manrique, los Luguillano, Manolo Sánchez o Leandro Marcos, entre otros, sino también auténticas autoridades en la materia como Fernando Fernández Román, Santos García Catalán, Gonzalo Santos y, sobre todo y por encima de todos, José María de Cossío, referente de cuantos estudiosos del toro en el mundo ha habido.
Sitúa el autor de ‘Los Toros. Tratado técnico e histórico’, según Fernando Conde, el inicio de la tauromaquia como actividad profesional a finales del siglo XVIII e incluso a comienzos del siglo XIX. Pero la documentación hallada por el escritor, estudioso y colaborador de El Norte Gonzalo Santonja en diferentes archivos, fundamentalmente de Castilla y León, obligan a poner en cuarenta ese dato. Y este particular fue el motivo de la sesión del Aula de Cultura que protagonizó el propio Gonzalo Santonja acompañado por Alfonso Fernández Mañueco, Andrés Amorós y Juan Manuel de Prada. La sesión tuvo lugar en el Palacio Real y contó con el patrocinio de Obra Social la Caixa,
-Tesis con datos incontestables y de primera mano. Yo no me permito ninguna afirmación que no tenga detrás un soporte documental. En el caso de Segovia, también en Almazán o en tantos otros lugares, se han dado tres circunstancias muy afortunadas: primera, el ayuntamiento encomendó la organización de las corridas en el XVII a un agente profesional que actuó con un rigor rayano en la perfección, apuntándolo todo; segunda, los regidores examinaban sus cuentas exhaustivamente y, una vez aprobadas, las oficializaban; y tercera, el Archivo Municipal de Segovia ha estado en manos de una cadena de archiveros extraordinarios como el actual director, Rafael Cantalejo San Frutos, y se nutre de magníficos técnicos, con Isabel Álvarez a la Cabeza. Ojalá siempre fuera así.
-Enmendarle la plana a José María Cossío no es precisamente una faena menor.
-Siento gran respeto y honda admiración intelectual por don José María de Cossío, todo un personaje, porque tanto Alberti como Bergamín, también Dámaso Alonso y Luis Rosales, me hablaron maravillas. Además, ahí está su actuación valiente y generosa en el caso de Miguel Hernández, al que literalmente libró del paredón en lo peor de la posguerra, y sus trabajos sobre autores del Siglo de Oro y mitología, que son obras de referencia.
Su enciclopedia taurina sencillamente marca un hito; o sea, no hay enmienda, sino continuación. Desde luego cometió un error: el de basarse en fuentes librescas, descartando los papeles menores, los de las cofradías y los ayuntamientos, las únicas en aquellos momentos a través de las cuales se manifestaba el pueblo. Su versión definitiva de ‘Los toros’ ya tiene más de medio siglo, y en ninguna parcela del conocimiento se sigue donde se estaba hace cincuenta años.
-Si los toros eran habituales en los festejos -incluso, en Barcelona eran peculiaridad local. ¡Cómo ha cambiado el cuento!-, ¿por qué no tenemos mayores testimonios que esos archivos remotos?
-Hay muchos testimonios. Yo he publicado cinco libros y los cinco se sostienen en trabajos de investigación. Claro, siempre es más fácil predicar que repartir trigo, o sea, repetir que repartir noticias. Además, no solo se trata de papeles. También contamos con imágenes muy elocuentes. Quien lo dude tiene la comprobación al alcance: en el Palacio de los condes de Requena de Toro se dará de bruces con un capitel románico en el que se desarrolla una corrida; en la Catedral Nueva de Salamanca verá un picador poniendo una vara de libro; en Guadalupe tiene los cantorales, etcétera, etcétera. Ahora mal, si no se mira, no se ve; y sin leer no se sabe.
-Como dice, quinto libro dedicado en exclusiva al toro y a la tauromaquia, ¿por qué?
-En este momento de España y de la Fiesta, estoy haciendo lo que creo que puedo y debo. Si no hago más es porque no sé. Comparto el razonamiento de Pérez de Ayala y a sus palabras me remito: «El nacimiento de la Fiesta coincide con el nacimiento de la nacionalidad española y con la lengua de Castilla (…) así pues, las corridas de toros son una cosa tan nuestra, tan obligada por la naturaleza y la historia como el habla que hablamos».
El toro es Lucas porque empieza hablando del sacrificio de Zacarías a Dios y el toro es el símbolo del sacrificio, el deseo de una vida espiritual que permite al hombre triunfar por encima de las pasiones animales y obtener la paz.
Me llama Enrique Calvo «El Cali» uno de los protagonistas de esa histórica tarde en Bogotá con la corrida de Vistahermosa en 1975 y me dice que la noticia de Aplausos de que en Venezuela se indultaron tres en 1982 por primera vez en la historia no corresponde a los hechos..
» No es cierto» me dice el torero caleño.
El Viti indultó a Rompegala, Palomo Linares a Rehiletero y El Cali a Soleares.
En San Cristóbal, Venezuela, hace 40 años la historia es : Se corrieron dos toros de don Ernesto Gutiérrez y 4 de Don Alvaro Domecq en San Cristóbal. Se indultaron tres de la divisa española por Morenito de Maracay, El Capea y Tomas Campuzano.
“El tercero de la tarde, de nombre Cantaor, marcado con el número 72 y de 540 kilogramos de peso, primero de Tomás Campuzano, un toro alegre, con fijeza y nobleza, sirvió para que el torero hiciera una gran faena, pidiendo el público el indulto para este bravo toro. Con las dos orejas y rabo simbólicos, Campuzano daba triunfal vuelta al ruedo, mientras el toro de Torrestrella volvía acompañado de los mansos a los corrales.
El cuarto, segundo de Capea, de nombre Listillo, número 95 y de 620 kilogramos, muy bien picado por Juan Mario y al que el diestro hizo una gran faena que mereció el indulto para tan bravo toro, que el público pidió con fuerza a mitad de la faena de muleta.
En un ambiente de gran emoción, y después de dos indultos, salió a la arena el sexto de la tarde, de nombre Tunante, número 9 y de 500 kilogramos sobre los lomos, al que Morenito de Maracay toreó magistralmente con el capote. Colocó tres soberbios pares de banderillas, el último al cambio en el centro del ruedo sencillamente magistral. Tras brindar al gobernador y al público fue sacándose a Tunante con soberbios y lentos trincherazos por ambos lados, recta la figura y bajas las manos, a los medios, para dejar colocado al toro perfectamente para el iniciar una gran faena con muletazos de bella factura tanto en la derecha como con la izquierda. La plaza era un manicomio, y cuando en el tramo final ligó tres molinetes largos, lentos y cadenciosos, la gente en pie pedía y obtenía el tercer indulto al bravo toro de Torrestrella.
Paquirri, padre, fue un torero enorme pero por esas cosas de la vida tras su trágica muerte después de la cornada en Pozoblanco, se ha mezclado lo personal con lo taurino, la herencia, sus recuerdos materiales que son historia viva del toreo y por eso Frank, su hijo mayor decía:
«Está todo en Cantora. (es la finca que pasó a manos de Isabel Pantoja la segunda esposa del malogrado torero de Barbate y allí están trajes, trofeos, espuerta, fundones, muletas, capotes que pertenecieron a Francisco Rivera. Mi padre quería que sus hijos tuviesen esas cosas», insiste Frank.
Antonio Lorca cuenta:
La trágica cita de Pozoblanco, el 26 de septiembre de 1984, lo convirtió en un mito; la reaparición artística de su viuda fue todo un acontecimiento solo superado por sus peripecias sentimentales y judiciales; para entonces, sus tres hijos ya habían asumido su protagonismo popular; y la muerte de Carmina, su primera mujer, proporcionó una sobredosis de morbo.
Una historia interminable, cuyo capítulo actual desgrana una controversia entre madre e hijo, habitual en cualquier familia, pero que en esta adquiere connotaciones de gran exclusiva.
Sobre la herencia de Paquirri se ha escrito mucho y se ha sabido poco. Sin duda, lo más certero lo publicó el periodista Juan Méndez en este periódico el 25 de septiembre de 1987.
Decía así: “La herencia del matador de toros Francisco Rivera Paquirri quedó ayer (dos días antes del tercer aniversario de su muerte) definitivamente resuelta, después de que las tres partes interesadas -su familia, su mujer Isabel Pantoja y su hijo, y su ex mujer Carmina Ordóñez y los dos hijos mayores del torero- firmaran el acuerdo para la repartición de los bienes del diestro, que alcanzan una cifra superior a los 1.000 millones de pesetas.
El patrimonio incluye varias explotaciones agrícolas, varios vehículos y embarcaciones, joyas y trajes de luces, además de otros bienes. El acuerdo definitivo otorga el 45% de los bienes de Paquirri, y la finca La Cantora, a su viuda, Isabel Pantoja, y a su hijo Francisco José. Otro 40% y la finca Los Rosales será para los hijos de su ex mujer Carmina Ordóñez: Francisco de Asís y Antonio Cayetano.
El 15% restante y la finca El Robledo será para su padre Antonio Rivera y sus tres hermanos: Antonio, José y Teresa Rivera”.
Lo sorprendente es que esta herencia, de la que poco más se ha conocido, aún colee. Por fortuna, el legado de Francisco Rivera supera a su patrimonio material. Paquirri, nacido el 23 de marzo de 1948 en la localidad gaditana de Zahara de los Atunes, fue torero desde su más tierna infancia y a su vocación dedicó plenamente su vida hasta alcanzar la consideración de torero muy relevante durante la década de los años setenta.
EL ABOGADO JOAQUIN MOECKEL CREE QUE ESOS OBJETOS PASARÁN A SUS HIJOS
“Reactivar procesalmente la ejecución de la sentencia por la que se obligaba a Isabel Pantoja a entregar esos objetos”. La razón es clara: lo anterior prescribe, pero una sentencia jamás prescribe.
Por tanto, según Moeckel, siempre y cuando esos objetos existan, (hay varios testigos que afirman haberlos vistos en fecha reciente) Francisco y Cayetano podrán recuperar algo que va mucho más allá de los enseres en si. Recuperan la memoria artística de la trayectoria de Paquirri.
Juan David Manjarrés, sin exageraciones, salió del túnel, creyó que se moría, padeció lo indecible, persistió, se tomó los medicamentos, se hizo ver de varios médicos, se sometió a varias endoscopias hasta que al analizar la helicobacter pylori le dio positivo.
Helicobacter Pylori es una bacteria que coloniza el estómago, y es la culpable en un gran porcentaje de las úlceras pépticas.
Alrededor de un 50% de la población mundial lo padece y puede estar subdiagnosticado.
A la fecha no se conoce el mecanismo exacto a través del cual el Helicobacter genera un proceso infeccioso.
Lo que sí se sabe es que esta indeseable y peligrosa bacteria puede transmitirse entre una persona y otra por contacto directo con saliva, vómito o materia fecal.
También el H. Pylori puede transmitirse a través de alimentos o agua contaminada.
Juan David Manjarrés pensó que el tratamiento sería algo sencillo y se encontró con una muralla, pues en 10 días debía ingerir 140 pastillas… Un calvario.
Quien me relata este viacrucis es el joven novillero vallecaucano Juan David Manjarrés, postrado en una cama, noches sin dormir, llorando, pidiéndole a Dios que mejor se acordara de él para que cesara ese sufrimiento.
El Dios en que este aspirante a torero cree le dio el alivio… HACE UNAS HORAS ha vuelto a la vida, ha conciliado el sueño, tiene nuevas ilusiones y prefiere volver a Colombia para pasar una temporada.
Aliviar las angustias, quitarse ese peso de encima, que son los dolores del cuerpo y del alma, reanimarse en este país que le vio nacer y crecer para retornar a España el próximo año y cumplir el sueño que de niño fue amasando como se acarician todos los sueños a esa edad: ser matador de toros, en su caso.
«Retornaré a España y al toreo a lo grande, quiero ir a Las Ventas y decir con capote, muleta y espada quién soy pues tengo mucha fe en mis posibilidades».
Según me han dicho mis mentores aquí, en España, don Luis Alvarez y ese forjador de disciplina el gran Currito Alvarez, modelo de disciplina y saber pues el toreo es arete pero también físico, disciplina, fervor, sacrificio y humildad y esos atributos los atesora este joven novillero colombiano que volvió del frío.
Y Cámara le cerró los ojos a Manolete a las 5 y 7 minutos de la mañana del 29 de agosto de 1947. El quinto toro de miura que el 28 de agosto de 1947 salió a la plaza de toros de Linares se llamaba Islero y era negro entrepelao, posiblemente tocado en los pitones.
Iba a ser lidiado en Murcia. La faena de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete, con aquel toro estaba muy por encima de las condiciones del animal. Hizo un intento de molinete de rodillas, fuera del repertorio habitual.
Manolete se perfiló en corto e hizo la suerte de matar despacio y marcando los tiempos. Se hundía el estoque en el toro y, al tiempo, el pitón en el muslo derecho del torero, la fatídica cornada que le robó la vida.
ESOS ÚLTIMOS MINUTOS DEL CALIFA CORDOBÉS
Cuarenta minutos de operación para una cornada en el fatídico triángulo de Scarpa con una trayectoria hacia arriba de 20 centímetros y otra hacia abajo de 15 centímetros. Rota la safena y contorneando la femoral. El doctor Garrido dio pronóstico muy grave.
LA PARTIDA DE UNO DE LOS MAS GRANDES TOREROS DEDL SIGLO XX
«Don Luis, (médico) no siento la pierna», le dijo el torero. Y al rato: «Don Luis, no siento la otra». Con la última queja —»Don Luis, no veo»— comenzó la agonía.
Eran las cinco horas y siete minutos de la madrugada del 29 de agosto de 1947 cuando Cámara le cerró los ojos al torero de más leyenda de toda la historia. 73 años después es mito y nadie discute su valía.
Uno piensa y es muy triste que no se sepa dónde enterraron al poeta Federico García Lorca aún. Sí, ya se que lo fusilaron en Viznar pero de sus restos, nada. Ejecutado en agosto de 1936 junto a un maestro cojo y dos banderilleros anarquistas.
Y jamás dudo en elogiar al toreo, a sus actores a lo que representa este ceremonial :
“Creo que hay en el mundo hechos y cosas que son dignos de eternidad y por su belleza y transcendencia, modelos absolutos para un orden permanente.”
Arte clásico, eterno. Pero del pueblo y desde el pueblo precisamente por clásico. Gallito y Belmonte, Manolete… Todos en medio del pueblo, para ser tocados por la gente a diario.
Jesús de Blas ha recogido un muy buen análisis de la obra del irlandés Ian Gibson el investigador mas eminente del poeta granadino.
Ian Gibson, basándose en su trabajo sobre la muerte de Lorca editado por Ruedo Ibérico en 1971, prohibido en la España franquista, actualiza una de sus obras clave a la luz de nuevas investigaciones, tanto propias como de otros autores que se han ido sucediendo en las últimas décadas.
Comienza con una profusa relación de manifiestos, que recoge íntegros en un extenso apéndice, con los que desmonta de forma categórica la idea que algunos autores han querido transmitir de un Lorca apolítico, con la intención torticera de que su asesinato no fue un crimen político perpetrado por los sublevados contra la República,
sino fruto de conflictos más propios del ámbito privado como rencillas familiares, envidias o venganzas relacionadas con su conocida orientación homosexual.
Esta presentación ya marca con firmeza la tesis que el autor va a mantener en su obra sobre el carácter político del crimen cometido contra Lorca, víctima de los sublevados franquistas.
El autor nos ilustra con toda una serie de manifiestos publicados en los años 30 (contamos hasta diez y seis), previos al golpe militar fascista de los que Lorca es firmante, y a veces incluso primer firmante.
Donde ser vislumbra un claro compromiso con la causa antifascista, las libertades amenazadas, la solidaridad internacionalista y el decidido apoyo al Frente Popular.
Todo ello desde una posición de estricta independencia política al no estar adscrito a partido alguno.
Pese a los requerimientos e insistencia de sus amigos del Partido Comunista de España (que a veces le llegaron incluso a incomodar).
Momentos previos a la sublevación
El autor nos traza un magnífico contexto histórico de la ciudad de Granada en los meses anteriores a la sublevación.
Durante la campaña electoral las derechas granadinas boicotearon la campaña del Frente Popular.
Utilizar todo tipo de triquiñuelas, llevó a que los diputados electos del Frente Popular anularan los comicios, pidiendo su repetición, que fue aprobada por las nuevas Cortes (al igual que para Cuenca).
La presión social de las izquierdas a favor de la repetición expresada a través de grandes manifestaciones populares llevó a duros choques con comandos falangistas.
Al atacar con fuego real una reunión obrera, desencadenaron el llamamiento a una huelga general por parte de las organizaciones obreras el día 10 de marzo, en la que se pedía la disolución de las organizaciones fascistas y la detención de sus cómplices militares.
Los locales de la Falange, del partido Acción Popular y la CEDA (de Gil Robles), del periódico católico y de derechas Ideal de Granada, fueron saqueados e incendiados, así como algunas iglesias y conventos.
Aunque la rabia popular fuera muy intensa, las organizaciones del Frente Popular llamarían la atención de la presencia de elementos provocadores, que pudieron incitar a estos actos violentos.
Pero el hecho indudable fue, que los acontecimientos de Granada del 10 de marzo, tuvieron como consecuencia una profunda radicalización en la ciudad y además con repercusión nacional.
De hecho, la Falange fue proscrita poco después, pero cuando las elecciones se repitieron, algunos falangistas encarcelados figuraron en la coalición del Frente Nacional junto con la CEDA y muchos jóvenes de las JAP (Juventudes de Acción Popular) se fueron dirigiendo hacia la Falange.
La abstención masiva de las derechas dio la totalidad de los escaños al Frente Popular en Granada.
Esta derrota de las derechas, contribuiría aún más a empujar a los sectores conservadores hacia la radicalización falangista.
La Falange iba así poder contar con varias decenas de nuevos militantes de primera línea que iban a constituir la base civil de la sublevación.
Dos de ellos, militares y falangistas, José Valdés Guzmán y José Nestares, asumirían respectivamente el Gobierno Civil y el mando del Orden Público tras el triunfo de la sublevación en la ciudad.
Triunfo de la sublevación
Sorprende y llama la atención la escasa fuerza numérica de las tropas militares acuarteladas en Granada, (unos doscientos soldados) y más aún lo reducido de las fuerzas militantes falangistas (unos sesenta) dispuestos para controlar la ciudad.
Frente a ello, las organizaciones obreras, con efectivos muchos más numerosos, se enfrentaron a la total negativa del gobernador civil.
Torres Martínez, de distribuir armas, siguiendo órdenes tajantes del Gobierno de Casares Quiroga (gobierno monocolor de la Izquierda Republicana y, por lo tanto, ajeno a la presión de las organizaciones obreras del Frente Popular ya que no participaban en él).
Esta combinación de hechos explicaría la cautela de los conspiradores golpistas para sacar sus tropas a la calle.
No lo harían hasta el día 20 de julio y además de forma engañosa mediante un bando firmado bajo presión por el Comandante militar Campins.
Leal a la República y luego fusilado por Queipo de Llano, que finalizaba con un enigmático «¡Viva España y viva la República!»
El desconcierto de las fuerzas de izquierda fue mayúsculo y, de hecho, saludaron a las tropas de la guarnición que desfilaban por la ciudad, hasta que los reprimieron brutalmente y tuvieron que refugiarse en las intrincadas calles del barrio del Albaicín.
Resistieron hasta el día 23 de julio, cuando se les agotaron las escasas municiones con que contaban y tras sufrir bombardeos incluso de la aviación.
Cazados como alimañas, según la prensa local adepta a los sublevados, cayendo sobre ellos el peso de una durísima represión. Muchos fusilados.
La maquinaria del terror se pone en marcha
Las circunstancias de la toma de Granada por los sublevados a través del engaño, la resistencia casi numantina del Albaicín y la proximidad de zonas bajo control republicano, contribuyeron a desencadenar una feroz represión desde el primer momento.
Para dirigirla con mano firme, Queipo de Llano, jefe militar de la Andalucía sublevada, envió al coronel González Espinosa, quien actuaría en la línea de dureza que Queipo venía aplicando en Sevilla.
Al principio se juzgaba y condenaba a través de juicios militares que tenían que proceder mediante unas ciertas reglas (declaraciones, testigos, emisión de sentencias, etc.), pero finalmente se impuso el fusilamiento sin simular siquiera un juicio formal.
A lo que se sumaba la acción paralela de los escuadrones de la muerte (las escuadras negras).
Desde la cárcel provincial de Granada, donde estaban hacinados varios miles de presos, cada noche realizaban paseos hacia el cementerio de San José, próximo a la Alhambra, donde fusilaban en las tapias exteriores.
Casualmente, algunos viajeros norteamericanos que se encontraban en Granada y se alojaban en hoteles situados en las calles del camino de paso al cementerio.
Relataron en los meses siguientes, ya de vuelta en su país, las dramáticas madrugadas de camiones que iban cargados con presos y que regresaban sólo con sus verdugos (pelotones de fusilamiento).
Una escritora norteamericana de ideas conservadoras y simpatizante con los sublevados, Helen Nicholson, en su Muerte al Amanecer (1937), relata estos hechos y señala cómo al propio guardián del cementerio, con hijos pequeños se le hacía insoportable aquella situación de gritos, súplicas y ráfagas que se repetían madrugada tras madrugada.
Testimonio estremecedor aportado por alguien cercano a los golpistas, como otros muchos que va a recoger Gibson a lo largo de su obra, dando aún mayor verosimilitud al relato, al estar corroborado por fuentes procedentes de simpatizantes franquistas, lo que representa un gran mérito del autor.
Años después, el guardián del cementerio señaló a Gibson, que además de estos envíos regulares que hacían desde las cárceles, las escuadras negras también actuaban en las tapias del mismo cementerio, pero en este caso a cualquier hora del día sin poder ser identificados los así ejecutados.
¿Cuántos pudieron ser?
En los tres años de Guerra Civil, no menos de 2.000 fueron registrados oficialmente en el cementerio bajo el eufemismo de muerto por arma de fuego, pero otros muchos no los registraron.
Gibson calcula una cifra entre 5.000 y 6.000 tras contrastar diversas fuentes. Sólo en el mes de agosto de 1936, medio millar de obreros, profesores, médicos, catedráticos, abogados, escritores, etc. fueron víctimas de la saña de los sublevados.
La familia García Lorca
La represión organizada por los sublevados pronto afectó a la familia de Lorca.
Su cuñado, Manuel Fernández Montesinos, casado con su hermana Concha y alcalde socialista de Granada, lo detuvieron en los primeros días de la sublevación y encarcelado.
En esos días, la Huerta de San Vicente, el domicilio familiar, la visitaron de forma abrupta grupos de falangistas, en busca de amigos o personas cercanas a la familia a los que creían allí escondidos.
En una de estas visitas, la violencia y las amenazas fueron tan brutales que Lorca pidió ayuda a su amigo el poeta Luis Rosales.
Hermano de falangistas destacados de Granada y él mismo recientemente afiliado también a Falange.
Rosales ofreció alojar a Lorca en el domicilio familiar y ponerlo a salvo de estas acciones incontroladas.
Pues nadie podía imaginar que el poeta sería considerado un peligroso enemigo de los sublevados y marcado como objetivo de su acción represiva.
Gibson deja entrever que aunque Granada estaba rodeada por territorio republicano, no hubo jamás un plan serio de recuperar la ciudad por parte de los republicanos.
Así, las incursiones y bombardeos que puntualmente realizaba la aviación republicana, lejos de infundir ánimo a la población más próxima a la causa republicana, la dejaba aún más atemorizada y a merced de la brutalidad de los sublevados que llegaron a emitir un bando.
Auspiciado por Queipo de Llano que imponía represalias (ejecuciones) tras cada bombardeo de la aviación y de los que la prensa y la radio hacían ostentosa publicidad.
La familia Rosales
La casa familiar de los Rosales podría parecer a primera vista un refugio seguro para Lorca, pues de los cinco hermanos, de mayor a menor edad: Miguel, Antonio, Luis, José y Gerardo, todos, salvo el pequeño, pertenecían a Falange.
Parece que además de Lorca, esa casa sirvió también de refugio temporal para algunas personas de convicciones republicanas, en general, amigos del también poeta Luis Rosales y, al parecer, con el consentimiento del padre, hombre de convicciones liberales.
Pero el cerco sobre la casa se iba a ir estrechando cada vez más.
Las visitas de grupos de falangistas o incontrolados a la Huerta de San Vicente aterrorizando a la familia iban a ser continuas, ahora también en busca de Lorca, de lo que informaban por diferentes conductos al poeta refugiado en casa de los Rosales.
En una de esas visitas, ya con una orden de detención contra Federico García Lorca, amenazaron con llevarse al padre sino les decían el lugar donde se encontraba el poeta.
Ante esta presión, la hermana, Concha, mujer del alcalde socialista depuesto y detenido por los sublevados, Fernández Montesinos, explicó que su hermano no estaba huido sino que se encontraba en la casa de su amigo falangista y poeta como él, Luis Rosales.
El día 16 de agosto, el día que fusilaron a su cuñado y ex alcalde socialista, García Lorca fue detenido en la casa de los Rosales con una orden emitida por el Gobierno Civil.
La detención en el Gobierno Civil
Una pieza clave para la formulación de la denuncia y la orden de detención de Lorca había sido el ex diputado de la CEDA de 1933-1936 por Granada, Ramón Ruiz Alonso, hombre al que se consideraba cercano a Gil Robles.
De hecho, en los medios falangistas se le llamaba despectivamente el obrero amaestrado de Gil Robles, por su condición de tipógrafo.
Gracias a ello había llegado a Granada para trabajar en el diario Ideal, periódico católico vinculado a la CEDA, llegando luego a ser diputado durante el Bienio Radical-Cedista.
Como muchos jóvenes del partido de Gil Robles (Acción Popular), fue dirigiéndose hacia posiciones abiertamente fascistas. Su acercamiento a Falange no estuvo exento de algunos roces, dadas sus altas pretensiones de ascender políticamente.
Cabe pensar que estas tensiones entre Ruiz Alonso y la Falange, pudieran haberle impulsado a tomar la iniciativa en la delación y detención del poeta.
Alojado en casa de los Rosales, familia en la que varios de los hermanos ocupaban cargos de responsabilidad en Falange desde antes de la sublevación.
Esta percepción, explicitada por uno de los hermanos Rosales, José, que fue el que alcanzó el nivel más elevado en la jerarquía falangista.
Aunque pudiera tener un cierto fundamento, no sería óbice para también tener en cuenta que Ruiz Alonso odiaba a García Lorca.
Lo tenía en su punto de mira por sus vínculos con el Frente Popular y cercanía a personajes como Fernando de los Ríos.
Desde el Ministerio de Instrucción Pública le había nombrado durante el Bienio Progresista, director del grupo de teatro universitario conocido como La Barracay que fue elegido diputado del Frente Popular por Granada tras la repetición de los comicios.
Pero también por diferentes manifiestos suscritos por el poeta en los años 30.
En particular el de la fundación de la Asociación de amigos de la Unión Soviética (pues una de las acusaciones esgrimidas contra él para su detención fue ser agente soviético).
Sin poder dejar de señalar el rechazo que le tenía por su condición homosexual.
La detención de Lorca en casa de los Rosales reavivará el conflicto entre los camisas viejas falangistas y los sectores procedentes de la CEDA.
Como Ruiz Alonso y otros compañeros de partido que pasaron a trabajar al servicio del gobernador civil nombrado por los sublevados, Valdés Guzmán.
Pero todas las circunstancias señaladas, como la fama del detenido, la protección por parte de los Rosales.
Eran varios hermanos, responsables de Falange, que llevaron al gobernador, Valdés Guzmán, a consultar ¿qué hacer con Lorca?.
Al jefe de los sublevados para Andalucía, Quipo de Llano, sin miramientos planteó que Lorca sería ejecutado, bajo el eufemismo habitual de que «había que darle café, mucho café».
La madrugada del 17 al 18 de agosto (3 de la madrugada), García Lorca salió del Gobierno Civil, junto con otro detenido, para conducirlos hacia su dramático final.
El asesinato
Tras sacarlos del Gobierno Civil los conducieron hacia la localidad de Víznar, cercana a Granada.
En un edificio arzobispal, la Falange contaba con un centro operativo donde desarrollaban la represión no pública, la supuestamente no oficial y que no quedaba registrada.
Los presos eran confinados en un viejo caserón cerca, a la espera de su fusilamiento.
El jefe de la unidad, el falangista y militar capitán Nestares, tenía a su servicio a un grupo de masones.
Trabajaban como enterradores (librándose de esta manera de su propia ejecución), al igual que un joven comunista amigo de la familia del capitán.
Había también dos chicas jóvenes de izquierdas que se encargaban de las tareas de limpieza.
El 18 de agostoal amanecer, García Lorca, en compañía de un profesor que padecía de cojera y dos banderilleros anarquistas, fueron sacados para fusilarlos.
Durante los últimos años se han realizado en la zona diferentes excavaciones (en 2009, 2013 y 2016) sin resultados.
Una de sus posibles causas, es que no se han tomado en consideración las señalizaciones de sitios realizadas por los investigadores.
También con motivo de la inauguración de un parque dedicado a Lorca se encontraron huesos y un bastón.
Posiblemente del maestro, y cuatro cráneos, y que, al parecer, sobre la marcha, se decidió enterrarlos en otro lugar cercano.
En la Granada bajo dominio de los sublevados, la noticia de la ejecución de Lorca circuló rápidamente.
Alguno de sus participantes, como Trescastro Medina, próximo al círculo de Ruiz Alonso, se vanagloriaba públicamente en los bares de Granada, de haberle metido
«dos tiros en el culo por maricón».
Dos falangistas llevaron a la casa familiar un manuscrito del poeta que pedía les dieran 1.000 pesetas de la época.
Creando así la ilusión de que de esta manera podría salvarse, pero Federico García Lorca ya había sido fusilado.
Prueba de la catadura moral de los que ejercían la represión a cuenta del bando sublevado.
También es de señalar una intervención in extremis del músico Manuel de Falla, que había colaborado en alguna obra con García Lorca. Cuando se enteró de la detención acudió al Gobierno Militar, pero a punto estuvo de costarle a él mismo un disgusto.
El lugar donde asesinaron al poeta, lo bautizaron los musulmanes hace siglos como Fuente de las Lágrimas.
Título también de un bello y emocionante poema de Dámaso Alonso dedicado al poeta asesinado en 1940 que recoge Gibson:
Ay, fuente de las lágrimas,
Ay, campos de Alfacar, tierras de Víznar.
El viento de la noche,
¿por qué os lleva la arena, y no la sangre?
¿Por qué entrecorta el agua cual mi llanto?
No le digáis al alba vuestro luto,
No le quebréis al día su esperanza
De nardo y verde sombra;
Pero en la noche aguda,
Sesgada por el dalle de los vientos
Que no olvidan, llorad, llorad conmigo.
Llora tú, fuente grande,
Ay, fuente de las lágrimas.
Y sed ya para siempre mar salobre,
Oh campos de Alfacar, tierras de Víznar.
Sesenta y dos años después de su asesinato, García Lorca sigue siendo un desaparecido.
Como bien señala Gibson, el mando franquista percibió rápidamente la torpeza cometida con la ejecución de García Lorca, un poeta internacionalmente conocido.
Para contrarrestarlo, la radio franquista emitió noticias de ejecuciones de personas relevantes de la cultura, a manos de los rojos como:
Benavente, los hermanos Quintero, Zuloaga, etc., pero todas eran falsas.
La ejecución de Lorca ocasionó conflictos en el seno de las fuerzas sublevadas, conflictos que se mantendrían décadas después.
Camisas viejas relevantes tuvieron que salir en defensa de los Rosales, amenazados por haber protegido a García Lorca hasta su detención.
Entre los falangistas, se extendió la idea de que el asesinato de García Lorca fue obra de escuadras negras, vinculadas al partido clerical de Acción Popular.
Integrado en la CEDA, que a través del exdiputado Ruiz Alonso quiso establecer una milicia propia a partir de las Juventudes de Acción Popular.
El conflicto llegó hasta Burgos, donde Franco tenía su cuartel general. Allí, Dionisio Ridruejo, amigo de Luis Rosales se encaró con Ruiz Alonso.
En la prensa republicana rápidamente se extendió el rumor del asesinato de Lorca, aunque en general se debatía entre la sorpresa y la incredulidad.
Las informaciones no eran muy precisas. Se basaban en declaraciones de personas que habían escapado de Granada.
La prensa franquista contraatacó vilmente anunciando que Lorca fue asesinado por los rojos en Madrid o Barcelona.
Sea como fuere, el rumor iba tomando cuerpo y se extendía internacionalmente. H. G. Wells escritor y presidente del Pen Club, con sede en Londres.
Solicitó ante los mandos franquistas conocer la situación del poeta, a lo que el gobernador de Granada contestó que desconocía el paradero de Lorca.
Lo que, de facto, suponía un reconocimiento indirecto de su fallecimiento.
Hoy hace 33 años murió el maestro Pepe Cáceres. La cornada del toro «Garrotillo» al maestro Cáceres se produjo en la tarde del 20 de julio de 1987 en Sogamoso y pasaron 27 días de una agonía tremenda hasta que el corazón dejó de latir en un cuarto de la clínica Santa fe en Bogotá.
Su gloria, su leyenda están ahí, su nombre esculpido entre los grandes espadas del siglo XX, su impronta, su señorío, su genio, su saber estar en la plaza.
«Eran las 4:12 minutos de la tarde cuando se presentó el percance. Hasta ese momento el toro había tenido un muy buen comportamiento, pero cuando Pepe se preparaba para entrarlo a matar el ejemplar hizo un extraño y lo venció. Después fue toda una tragedia para que Antonio José Galán pudiera matar al toro».
Recordó el cronista taurino Fabio H. Ramírez, quien transmitía la corrida por Caracol.
Después de una segunda intervención quirúrgica en Bogotá, tras una primera practicada en Sogamoso, Cáceres despertó, pidió papel y lápiz, dado que no podía hablar, y preguntó: “¿Maté al toro? ¿Me dieron las orejas? ¿Ya pagaron a las cuadrillas?”.
El miembro de la cuadrilla al que hizo estas preguntas le respondió afirmativamente, aunque Cáceres no llegó a matar al toro. La faena con «Garrotillo», segundo de la tarde, la concluyó Antonio Jose Galán en medio de la conmoción causada por la cornada al maestro e Honda que nadie podía intuir en ese momento, salvo los médicos de plaza, la gravada que comportaba.
José Eslava, quien nació en Honda el 16 de marzo de 1.935, se jugó la vida literalmente durante 38 años de actividad ininterrumpida al punto que en ese julio, día de la independencia, en Sogamoso, un toro le infirió la cornada mortal.
En 1.952 debuta como novillero y son los ganaderos quienes lo bautizan con el nombre que llevaría hasta su muerte: Pepe Cáceres.
A finales de ese mismo año, el primero de noviembre, realiza su primera presentación en Bogotá y corta dos orejas y rabo para convertirse en el novillero más importante del país.
Viaja a España y comienza su temporada el 10 de abril de 1.955, participando en diez novilladas en España y cuatro en Portugal hasta tomar la alternativa en la feria de San Miguel, con el toro Secretario.
Aunque dió vuelta al ruedo, no cortó oreja por estoque: su mayor debilidad a lo largo de una carrera que le dió las mayores satisfacciones de su vida.
El 20 de enero de 1.957 debuta en Colombia en la feria de Manizales con poca suerte, pero la revancha le llegó en 1.958, cuando regresa a la capital caldense y gana por primera vez el trofeo Réplica de la Catedral que obtendrá en cinco ocasiones.
Para los inicios de la década de los sesenta, Pepe Cáceres realiza ocho presentaciones en tierras aztecas en las plazas de Cuatro Caminos y la Monumental de México, que le valieron siete orejas y doce vueltas al ruedo, aunque recibió una grave cornada en la plaza de Laredo.
Bogotá, la ciudad de todos, está de cumpleaños. La historia oficial dice que la fundación de la capital ocurrió el 6 de agosto de 1538.
Cuando Gonzalo Jiménez de Quesada, instauró un campamento militar al que llamaron Nuestra Señora de la Esperanza, sitio que en la actualidad se conoce como el Chorro de Quevedo.
El segundo momento, fue la fundación jurídica que se dio el 27 de abril de 1539, cuando se cumplió con todos los requerimientos burocráticos exigidos por los mandos españoles para el reconocimiento de una ciudad.
La cierto es que el 6 de agosto de 1538 es la fecha oficial de la fundación de la ciudad de Bogotá, porque fue el día en que el reino de los muiscas fue ocupado en nombre del emperador Carlos V de España.
Bueno, pues por estas calendas hasta hace un par de años nos aprestábamos a celebrar el «Festival de Verano», una corrida de toros, una picada y otra sin caballos para los novilleros.
Saben ustedes que el Instituto de Recreación y Deportes no ha respondido, que este portal sepa, a la petición de CASA TOREROS para que fije la fecha de la corrida que está pactada en el contrato para cerrar operaciones por este año.
Hay, me parece, displicencia, para no emplear un vocablo fuerte o inaceptable, de parte de la autoridad que tiene bajo su cuidado la plaza inaugurada en 1931.
Veo muy complicado que se de el festejo por las circunstancias de todos conocida, (el virus, el coronavirus o Covid19). Pero me parece que hay cuestiones políticas que, ademas, impiden su realización y que la administración calla.
No son buenos tiempos para la tauromaquia con alcaldesa y Concejo adversos.
Pero los sentimientos de un respetable sector de la sociedad, ellos no nos lo pueden despojar porque se hunden profundamente en nuestra relación con ese ser que respetamos profundamente, el toro…
La última ilusión taurina de Antonio Corbacho quien se nos fue exactamente hace 8 años, fue el colombiano Sebastian Ritter que perdió así un guía esplendido que lo entendía perfectamente y juntos trazaron un mundo de ilusiones que se quebró con la partida final del grandioso torero, apoderado y filosofo de la vida.
Pero Ritter sigue ahí, soñando, escarbando en los recuerdos. Ya le llegará su ocasión para demostrar el gran torero que ES.
Antonio Corbacho, el maestro, entendía el toreo como una entrega total, sin dobleces, sin importar la vida y así lo comprendió José Tomas que fue uno de sus alumnos mas aventajados.
“El camino del valiente no sigue los pasos de la estupidez. Un perro sin dueño vagabundea libre. El Halcón de un Daimyo (señor) vuela más alto”.
Mirumoto Jinto
Existe una leyenda en Japón en la que un grupo de 47 guerreros se vieron obligados a convertirse en Ronin —aquellos Samurais que se quedaban sin dueño—, ya que su amo se quitó la vida en un acto de “seppuku” —suicidio—, pues había agredido a un alto funcionario del gobierno y fue obligado a hacerlo.
Al quedarse sin amo, los antiguos guerreros carecían de alguna meta en la vida, por lo que decidieron vengar la muerte de su daimyo, con el asesinato del alto mando que los había dejado sin amo.
Cuando esto sucedió, los 47 ronin se entregaron voluntariamente a la justicia y fueron sentenciados a quitarse la vida.
«Nunca he querido ser como los demás». Evidente, dice Francisco Apaolaza.
Ahí está el éxito de una vida que arranca toreando de salón en un callejón de Chamberí y remata moldeando personajes de fábula como José Tomás.
En el camino, no recuerda ni una fecha. Ahora lee ‘Analectas’ de Confucio, pero de chico le gustaba el rigor torero de El Viti. Cuando lo sacaron del colegio para trabajar, hizo de botones en una oficina, de pintor, de repartidor de lotería en el Madrid de los 60.
En parvulitos le decían ‘El Torero’ y a los nueve años se puso delante de su primera vaca, una vieja que le doblaba la edad: «Llevaba pantalón corto. Me cogió y me quedé conmocionado, pero le pegué media verónica». Desde entonces, nunca le han gustado los niños toreros.
Dice Anya Bartels Suermont autora de la fotografía de Corbacho con nuestro compatriota Ritter :
AntonioCorbacho habla poco. Pero cuando habla va al grano. Comenta sus ideas con afilada brillantez. Ve la vida con bondad y un humor más seco que el desierto del Gobi.
A él se le puede contar todo. Y ante cualquier derrota propone ideas existencialistas. Tiene muchos amigos y enemigos; los enemigos hechos también por méritos propios, algo de las tantas cosas que admiro de él.
Pase lo que pase, Corbacho jamás dice lo que conviene, sino lo que hay. Y para bien o para mal, ¡que más da!, sin una gota de diplomacia. Verdadero, sabio, preciso, sensible, incomodo, afectuoso, listo… Corbacho.
Su ultimo ‘faenón’ verbal en una plaza de toros tuvo lugar en el último San Isidro. Estaba debilitado por la enfermedad y muy limitado físicamente, como un torerazo con tres cornadas cruzando Las Ventas.
Se encontraba sentado en el callejón, en el burladero debajo del 9, y de pronto se levantó como un huracán, con unas fuerzas descomunales que no se sabe dónde las tenía, para ‘comentar’ en voz tan alta que se habría escuchado hasta en la Cibeles a otro apoderado durante un lío en la suerte de varas que de una puta vez hiciese el favor de enterarse de dónde había que picar el toro.
«¡¡En el 5, coño!!». Acto seguido, volvió a sentarse, me pidió un caramelo y murmuró: «De verdad, qué coñazo. Y lo que tarda éste en comprender… ¡Joder!».
Jaime Gonzalez, El Puno, uno de nuestros grandes toreros del siglo XX está de efemérides pues está cumpliendo 50 años de su sonada y exitosa alternativa en Valencia. Y no podíamos dejar de registrar tan señalada ocasión.
Don Diego «valor» Puerta y El Cordobés lo acompañaron esa tarde como padrino y testigo de la ceremonia. Toros de Benitez Cubero.
En 1971 participó festival benéfico en Las Ventas del 6 de marzo de 1971, ofrecido por televisión, consiguiendo la salida por la puerta grande alternando con Miguel Báez «El Litri», Gregorio Sánchez, Andrés Vázquez, Curro Vázquez y Paco Camino.
No creo equivocarme si sostengo que es el primer torero colombiano en salir por la puerta grande de Las Ventas. eso sí en un festival pero puerta grande al fin. Que se dice pronto.
Jaime Gonzalez, «El Puno»
Nació en Bogotá en el barrio Puente Aranda, el 21 de marzo de 1949, sobrino de Juan, muchos años banderilleros, ya fallecido, de quien heredo su apodo.
Primerísima figura del toreo colombiana, alternó en España y América con todos los grandes toreros de su época. Su actividad en los ruedos la comenzó durante la temporada de 1966 al intervenir en la llamada parte seria del espectáculo cómico-taurino-musical “El Empastre”, en diversas ciudades colombianas.
Torea buen número de funciones modestas hasta que en octubre de 1968 toma parte de una corrida picada en su patria chica.
En España debutó en el ruedo de Badajoz el 6 de abril de 1969, y aquí toreo ese año diecinueve festejos. Se presento en el coso Madrileño de las Ventas el 12 de abril de 1970 para alternar con Ricardo Chibanga, y David San Vicente, “Morenito de Cáceres”, en la lidia de un encierro de Cortijo Oliva, propiedad de José Rodríguez Gómez y Juan Antonio Álvarez García, resultando lesionado de pronóstico reservado.
Al igual que le ocurrió el siguiente 29 de julio, por un novillo de Carlos Núñez sobre el albero de la maestranza sevillana.
Tras participar en 14 festejos toma la alternativa el 30 de julio, en Valencia, de manos de Diego Puerta, testificada por Manuel Benítez «El Cordobés», y corta una oreja del cedido, del hierro de Benítez Cubero.
Cierra el año con 8 corridas de toros que aumenta a 42 en 1971, basadas en un buen éxito alcanzando en un festival benéfico, entre ellas la de su confirmación en Madrid, el 19 de mayo apadrinada por Santiago Martín “El Viti”, en presencia de Dámaso González, quien se las entendieron con cuatro astados de Baltasar Iban y dos Lisardo Sánchez.
En España toreó por última vez en 1985.
En Colombia permanece en activo, siendo uno de los matadores que más festejos suma cada año, tras retirarse aparece ligado al mundo de la fiesta apoderando al Rejoneador Juan Manuel Cordel, “El Puno” actualmente reside cerca de Madrid, concretamente en Morata de Tajuña, al lado de su familia.
Es persona muy apreciada por la sociedad madrileña gracias a su don de gentes y sentido de la responsabilidad como ciudadano.
Padre de familia ejemplar, ha educado a sus hijos, ya todos profesionales. Siempre vinculado al ambiente taurino como hombre de confianza de su ex-apoderado Victoriano Valencia suegro de Enrique Ponce.
Por tal motivo es el veedor de los toros de Ponce en América como relata el portal «De hombres, toros y caballos».
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