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Adriana Eslava, hija del maestro Cáceres hace un perfil del toreo y de su padre

Adriana Eslava

Adriana Eslava, hija del maestro Cáceres hace un perfil del toreo y de su padre. Hoy se conmemoran los 30 años del día en que mi Padre, sufrió su cornada mortal. Muchos no entenderán su profesión, su vocación… Hace un tiempo escribí esto que especialmente, quiero compartirles.

Hablarle hoy a una generación que difícilmente entiende lo que es el mundo del toro y hacerlo sobre un hombre que hace treinta años entregó su vida en una pequeña plaza, aún cuando era la máxima figura… No es tarea fácil.

Cómo explicar, en pleno siglo XXI, que existe un arte donde la pasión es el cimiento, en el cual la fuerza bruta de una bestia se entreteje, en un lenguaje único, con los silencios de un hombre que busca descifrar, entender, enamorar y llevarla a la gloria, siendo rodeados por un público que es tan sólo un espectador de esa intimidad irrepetible, inquebrantable y mítica.

Y trataré de hacerlo porque quienes venimos con estos genes en el cuerpo, tarde o temprano nos mueven el alma, y nos vemos en el compromiso de hacer entender, que más allá de un simple espectáculo, brutal para algunos, es una forma de expresión del arte, de sacar en un ruedo lo que otros en un papel, en un lienzo o en una partitura.

Ser torero, es ser de una casta distinta…

Poder vestir como el más delicado de los bailarines y tener el valor del más grande guerrero, pero a la vez, poseer la inteligencia de un sabio para entender, a través de una mirada, la realidad del encaste que espera tenga su mejor amigo, el toro.

Un torero es distinto, porque todo ser humano le huye a la muerte, pero él no. Él juega con la muerte, para amar la vida.

La muerte es su constante, su compañera, el peligro es su lenguaje; y es que ese llamado lo lleva muy dentro y nada diferente a estar frente a un toro, es capaz de acallarlo.

No es el peligro por sí mismo, es el resultado de enfrentar un animal de 500 kilos, único e irrepetible, al cual ante todo sobre todo se le respeta, se le ama y se busca inmortalizar.

Porque la lidia es eso, un acople perfecto, es poder descifrar el torero los genes que cuidadosamente por generaciones ha buscado el ganadero, para en unos pocos minutos permitir que esa casta, la del toro y la del torero, transformen una lucha irracional en un dialogo perfecto, una perfecta armonía, uno solo, toro y torero…

Y difícilmente podría conocer a un hombre con tanta pasión por este mundo como lo fue mi padre Pepe Cáceres.

Un gran soñador, que siendo muy niño en las calles empedradas de Honda, imaginó torear en España y lo logró:

En la Real Maestranza de Caballería en Sevilla, por primera vez un torero colombiano tomó la alternativa.

Con la suficiente tenacidad como para entablillar sus infantiles piernas para que no se doblaran sus rodillas y poder permanecer frente al toro, aprendiendo a dominarse a si mismo y venciendo sus miedos.

Dueño de una elegancia, señorío y gallardía que despertaba admiración y respeto por donde pasaba, dentro y fuera de los ruedos.

Con un corazón generoso que siempre estuvo presto a torear para ayudar a trasformar realidades económicas dolorosas de quienes buscaban su apoyo; Una disciplina férrea, que le permitió a los 53 años un estado físico sólo comparable con el de un joven soldado que se prepara para la guerra.

Con la honestidad suficiente para vestirse de luces, por última vez, con el mismo compromiso, ilusión y entrega, que cuando lo hizo como novillero; con el desprendimiento suficiente para enseñar a los que venían atrás, todo lo que con sangre, lágrimas y cornadas, él había aprendido…

Un creador, porque a fuerza de muchas horas de tener el capote entre sus manos, de acariciarlo, de dominarlo, de fundirse en el siendo uno solo, gestó lo que únicamente un maestro es capaz: Crear donde al parecer ya todo esta creado; así nació la cacerina, el lance del Maestro de América.

Y ése, José Eslava Cáceres, fue mi padre. El que siempre añoraré, y echaré de menos no haber conocido y disfrutado…. La vida misma no lo permitió.

La iglesia y los toros

La relación de la iglesia católica con el toreo ha sido disímil, dispar, de rechazo, de acercamientos, de prohibiciones, de censuras, de aprobaciones y hasta monseñores y curas que torean.

Hoy las plazas de toros cuentan con un capellan, que asisten espiritualmente a los profesionales del toreo que profesan la fe católica, se ofician misas en el ruedo y no es infrecuente ver en el callejón o el tendido a sacerdotes taurinos.

O el caso de un novillero que fue recogido muy pequeñito por unas monjas en Valencia, lo adoptaron y son sus mas fieles partidarias.

EL PAPA CENSOR

El papa Pío V pudo pasar a la historia por muchos motivos. Fue el primero en utilizar la sotana blanca; también, un notable inquisidor, famoso por su severidad; puso en marcha efectiva la Contrarreforma; y con el nombre de Catecismo romano, publicó la doctrina del concilio de Trento.

Además, alentó la creación de la Liga Santa, la coalición que, comandada por Juan de Austria –hermanastro de Felipe II–, derrotó a los otomanos en Lepanto; ordenó cubrir los genitales de los protagonistas del Juicio Final de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina; excomulgó a Isabel I de Inglaterra; y expulsó a 45.000 prostitutas de Roma –algún cardenal advirtió de que eran necesarias para que el clero no cayera en la sodomía–.

OTRO PAPA DEVUELVE LA VIDA A LA TAUROMAQUIA

Gregorio XIV tampoco cedió a las presiones. Por fin, Clemente VIII mitiga la bula de Pío V, aunque mantiene la prohibición para los clérigos y para que no se celebren en festivos y domingos.

Los Papas no lograron erradicar los festejos taurinos, muy arraigados en España.

En la Real Maestranza de Sevilla, templo del toreo, hay un palco para los canónigos del cabildo catedralicio.

Uno de ellos, de alta dignidad, solía contar en sus tertulias, que acudía a la plaza, sobre todo cuando toreaba Curro Romero.

«Solo con verle el paseillo, me bastaba», valoraba el clérigo currista, gran aficionado a la Fiesta, en una ciudad que celebra el Domingo de Resurrección con una corrida de toros emblemática en la temporada.

Los toreros y sus cuadrillas suelen ser personas respetuosas con los símbolos religiosos también muy supersticiosos y muchos viajan con un retablo repleto de estampas de vírgenes y cristos a los que profesan mucha devoción.

A la relación de la tauromaquia con la religiosidad le dedica un apartado Carlos Abella en su obra Derecho al toro (vivelibro), cuya primera versión se publicó en 1997, en la que escribe sobre el lenguaje taurino y su influencia en la vida cotidiana.

El biógrafo de Luis Miguel Dominguín cuenta una anécdota sobre el famoso torero muy curiosa.

«Me contó que él hubiera dado un brazo por creer en Dios y que, pese a los intentos de Gregorio López Bravo y de Juan Antonio Vallejo Nájera, que le llevaban de ejercicios espirituales, la cosa se le hacía difícil. Con todo, me reconoció, que cuando llegaba a una plaza de toros entraba en la capilla. No rezaba, pero realizaba un acto de intimidad, de concentración y de última serenidad antes de salir a la arena», relata.

En cualquier caso, cuando toreros y cuadrillas abren el portón para hacer el paseillo la frase más típica que se comparte es Que Dios reparta suerte.

EL CASO DEL CURA-TORERO

Con el hábito y la sotana, Luis Fernando, el sacerdote de Aliseda, un pueblo de Cáceres de menos de 2.000 habitantes, salió a hombros de la ganadería Partido de Resina.

«No recé mucho, me tiré a la piscina. Me hacía ilusión vivir una experiencia y un arte que considero mío con algo que forma parte de mi identidad. Soy sacerdote y así salí a torear»Natural de Coria, «la población con más afición a los toros de Extremadura», era aficionado desde siempre. «Me gustaba torear. Otros curas hacen deporte, practican la fotografía o pintan. Pues yo toreo».

MONSEÑOR BALTAZAR PORRAS

Un día en una audiencia privada , el prelado venezolano le explicó al Papa Francisco qué es eso del toreo. Para un argentino , nada conocedor, el romano pontífice lo escuchó con atención.

Y como lo muestra la foto que ilustra esta nota gracias a Venezuela Taurina, el cardenal no solo predica sino que aplica. Todo expresado con comedimiento y respeto.

Avance Taurino nos trae una nota nunca mejor traída :

Un Cardenal toreando. Se trata de Baltazar Enrique Porras Cardozo nacido en Caracas 10 de octubre de 1944, quien es  Arzobispo de la Archidiócesis de Mérida y Cronista Oficial de la ciudad.

El Papa Francisco le eligió el 9 de octubre 2016 como segundo cardenal en función de Venezuela, siendo consagrado como tal el inmediato 19 de noviembre.

Monseñor Cardozo ha compartido su labor pastoral con su afición y pasión por la tauromaquia, con lo que Venezuela cuenta con un Cardenal Taurino. Frecuenta la plaza de toros de su ciudad natal, donde Juan José Padilla le brindó un toro, e incluso se le ha visto en el tendido de la plaza de toros de Las Ventas.

En el inicio de la XLVIII Feria Internacional del Sol, ofició una misa de acción de gracias con motivo del L aniversario de la plaza llamada Román Eduardo Sandia, que se cumple dentro de una semana.

En la Eucaristía, el Cardenal habló de la importancia de una fiesta, de cómo lidiar con las diferencias que existen entre taurinos y anti taurinos y manifestó que desde muy joven reforzó su gusto por las corridas de los toros. Al finalizar la celebración, el Cardenal Porras bajó a la arena y cogió un capote para dar unos lances.

La plaza de toros Monumental de Mérida abrió sus puertas el 10 de diciembre de 1967. La corrida inaugural, anunciada para el día anterior, se tuvo que celebrar al día siguiente, ante torrencial aguacero que cayó sobre la ciudad. El cartel inaugural estuvo conformado  César Faraco,  Manuel Benítez El Cordobés y Francisco Rivera Paquirri. Se lidiaron un toro de la ganadería de Don Félix Rodríguez y cinco de Achury Viejo de Colombia.

Paquirri cortó la primera oreja que se concedía en esta plaza.

Así que el toreo es historia viva y como dice el Quijote: Con la iglesia hemos topado, Sancho.

El centenario de Manuel H, el Frank Capa colombiano

!!Quien lo creyera!!, el maestro Manuel H. se nos fue hace 11 años pero es tan viva su presencia que no me di cuenta que estamos celebrando el centenario de su nacimiento.

Lo tengo tan presente, en la plaza De La Santamaría o tomándonos un humeante chocolate en «La Florida» (que ojalá no vaya a desaparecer por esta pandemia), o recorriendo la carrera séptima, o en su estudio de la calle 22.

Cachaco en sus formas y fondo, me hablaba de esos tiempos aciagos del 9 de abril en el conocido como «el bogotazo», y como dejó el almuerzo servido tras oír la noticia del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Por que fue uno de los primeros fotógrafos en captar las imágenes de ese hecho que enlutó a Colombia.

De cómo en una fracción de segundo tomó la que se considera la foto icónica de Manolete, tras una faena en en el 46 en La Santamaría de Bogotá, donde no cabía un alfiler y el pequeño fotógrafo captó ese momento de tragedia maravilloso del monstruo de Córdoba.

Si me demoro un segundo o me adelanto, la foto no existe, esa es la paradoja de nuestro oficio, me relató.

El mejor homenaje será recuperar ese archivo por instituciones como el Banco de la República o el Archivo Nacional pues la obra del maestro bogotano es imprescindible para mirar con sentido crítico más de medio siglo de un país maravilloso, a veces cruel pero dulce como la mandarina.

Richard Emblin dice :

Manuel H. era el colombiano Capa: un hombre que durante más de medio siglo capturó la historia y los «momentos» de su país con su emblemático Rollei. Y al igual que Capa, su carrera en el fotoperiodismo nació del caos y la violencia.

Llámalo circunstancia o destino, pero la vida tiene una forma extraña de arrastrar a ciertas personas al «momento». 

Para Robert Capa, sin duda el mejor fotógrafo de guerra de nuestro tiempo, llegó el momento en que fotografió al miliciano republicano español cayendo después de recibir un disparo en sus colinas de Andalucía el 5 de septiembre de 1936.

Y lo cierto es que Manuel H con Leo Matiz, Sady, Nereo, entre otros; fue capaz de reflejar la vida agitada de una Colombia donde parece que la violencia es nuestra compañera de viaje. Nos hemos acostumbrado tanto que asumimos que es nuestro fatal destino y va del brazo con nosotros.

Ricardo Arcos-Palma anota :

Manuel H. también fue testigo de hechos históricos transcendentales de nuestro país: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y la revuelta popular que siguió a este hecho conocida como el Bogotazo (1948) donde buena parte de la ciudad fue destruída; este hecho hizo que Manuel H, se convirtiera en reportero para la prensa.

La caída de Rojas Pinillas en 1957 también fotografiada.

Su lente captó la acelerada transformación urbana de Bogotá: en estas fotos podemos ver las famosas salas de cine de los años cincuenta como el Teatro Colombia (hoy Jorge Eliécer Gaitán) y el Teatro México, o el Olympia de los años ochenta.

La construcción de la torre de Colseguros que reemplazó el tímido edificio de dos plantas de Icollantas (1964) y la construcción de las Torres del Parque (1970).

Las fotos de hechos cotidianos como el desbordamiento del río San Francisco.

También capturó en su lente momentos memorables como la venida del Papa Pablo VI (1969) y la visita de los Reyes de España (1976) .

O una corrida en la antiguo Chapinero en una improvisada plaza de toros frente a la Iglesia de Lourdes (1962).

La historia de Bogotá y del país político y cultural fue congelada por Manuel H.

Con Luis Galindo fuimos a verle al hospital un día antes del deceso y seguía contando anécdotas, y las fotos que tomaría en la próxima temporada taurina, y de su archivo, y de su familia , y «de esta vaina de los achaques».

Muy delicado de salud Over, padre de «Gitanillo»

Autor: Paco Media-Luna

Hace un par de semanas me referí al toreo cómico, a Llapicera, el gran innovador, al Bombero Torero, al Empastre, a Superlandia y esa entrañable relación con nuestra formación como aficionados. Toreo que en Colombia ha tenido gran predicamento y numerosos exponentes que han hecho reír durante mas de 50 años a varias generaciones. Como es el caso del famoso de Over, el «Indio Veloz».

Over, el famoso «Indio Veloz»

Pues tengo que comunicar que se encuentra muy delicado de salud y en cuidados intensivos, Over, el famoso «Indio Veloz». Padre del torero Gitanillo y abuelo de Santiago Fresneda.

Son ya muy tenues sus signos vitales y los médicos son muy pesimistas. Sobretodo la gravedad de las lesiones que tiene su cuerpo. El cual hace más de 40 años, participó en agrupaciones que buscaban dar un poco de felicidad a niños entre 8 y 80 años.

«El terrible Pinilla»

Gabriel Pinilla, «El terrible Pinilla» actuó con él y lo recuerda como un artista integral, de gran fortaleza física, ágil y de una inventiva superior en todas las suertes.

Lo que tenga que vivir este buen hombre que ha logrado mantener unida a su familia y darnos dos toreros. Solo Dios lo sabe pues la medicina practicó lo que era viable hacer.

Don Jorge Gutiérrez se refiere a ese mundo abigarrado de escenas hilarantes:

«Considero que ha sido desafortunado para la tauromaquia colombiana el hecho que el toreo cómico haya venido desapareciendo paulatinamente de su panorama, máxime cuando a través del tiempo este país ha producido un número bastante significativo de representantes de esta manifestación del toreo. De hecho varios de ellos, dadas sus excelsas cualidades profesionales, decidieron afincarse allende los mares en donde ratificaron el reconocimiento que a nivel nacional habían obtenido».

Agrega el conocido ganadero en «La Patria».

Recorrió también exitosamente los ruedos del mundo el famoso «Indio Veloz». Personificado por José Over Fresneda padre del matador de Toros Over Gerlaín Fresneda Félix «Gitanillo de América»; y dentro de la categoría de los «aborígenes-toreros» también recuerdo a Jairo Velásquez, «El Indio Mapache» y a Hermes Santander, «El Indio Jerónimo».

Celebramos el natalicio del maestro «Antoñete»

Nació en Madrid y el patio de juegos fue un rincón de la plaza de Las Ventas que tantas tardes, años después, le aupó en hombros varias veces tras gozar con su espléndido toreo, luminoso, veraz y contundente. Por eso hoy celebramos el natalicio del maestro «Antoñete»

Antonio Chenel Albadalejo

es cosecha 1932, la misma de su amigo Jerónimo Pimentel que nació unos kilómetros más allá, en Cenicientos y por eso son hijos de la mal llamada guerra civil española que por contra tuvo para América la bendición de la presencia de adoloridos intelectuales y amigos de la tauromaquia que se afincaron al campo de la libertad que vivíamos los antiguos colonizados por la llamada «madre patria». Manes de la historia.

Paco Parejo

Su cuñado Paco Parejo era el mayoral de la plaza de Las Ventas y allí solía ver a los matadores punteros de la década de los años 40 durante sus entrenamientos y en las tardes de triunfos. Admiraba especialmente a Manuel Rodríguez, ‘Manolete’.

Además en las tardes en el coso, aprendió a conocer el comportamiento del toro bravo, para él, el indiscutible protagonista de la fiesta.

Y es que la relación con Colombia de unos de los más brillantes toreros del siglo XX fue un capítulo maravilloso.

El natalicio del maestro «Antoñete»

En 1966 con la faena más estructurada que se recuerde en Las Ventas, y muchas hay para la memoria del aficionado, esa lidia al toro «blanco» de Osborne que es perfecta, si cabe, se la brindó a quien hacía pocos días había sido ungido presidente electo de Colombia, don Carlos Lleras Restrepo (Cómo nos hacen falta esos personajes a quienes jamás se les pasó por la mente prohijar proyectos prohibicionistas de la tauromaquia, pues la respetaban).

César Rincón

Luego, en el 82 del siglo pasado, el jovencito César Rincón recibió los honores de que el viejo maestro madrileño fuera el padrino de su alternativa con toros de VistaHermosa y otro grande, Manzanares, padre, el testigo de la ceremonia.

Y justamente tras ese soleado 1991 con las 4 salidas en hombros de Las Ventas, del maestro Rincón, en la casa del maestro Antoñete, vino a Colombia de la mano de un maestro de periodistas, Manolo Molés y con el auspicio de Oscar Rentería e hizo parte varios años del llamado «combo» taurino de radio Caracol con dos maestros de la narración taurina, Hernando Espinosa y Ramón Ospina, y un joven, entonces, de voz clara y sabio, Iván Parra.

Qué maravilla de enseñanzas nos dejó el maestro del mechón blanco. Era senequista, seco pero alegre y sin perder el humor.

Cómo veía al toro, cómo trataba al torero, a la afición, al entorno de la fiesta, Toda una lección de magisterio.

Todo esto me viene a la memoria al recordar que un 24 de junio nació en la capital del reino uno de los toreros emblemáticos de esta fiesta multiforme y aleccionadora por los tantos valores que dimana. Se llama, pues mientras se le recuerde seguirá vivo entre nosotros, Antonio Chenel.

Joselito y Belmonte en la pluma de Alcalino en su Tauromaquia

En la pluma de Alcalino empezamos a ver como en la tarde en que Joselito El Gallo murió, Juan Belmonte permaneció en su casa de Madrid.

Lluvioso y gris se presentó aquel 16 de mayo de 1920, y Juan mataba el tiempo jugando a las cartas con algunos amigos cuando, ya anochecido, el teléfono empezó a sonar con insistencia.

Tal como puede leerse en “Juan Belmonte (Matador de toros)”, una de las biografías de mayor hondura literaria y humana que se han escrito en castellano, obra de su paisano Manuel Chaves Nogales y producto de meses de conversaciones entre ambos.


Rememora […] Belmonte: “Se puso al aparato no sé quién y nos dijo: “–Me han dado la noticia de que a Joselito lo ha matado un toro en Talavera—“. “—Anda, anda, cuelga el teléfono—“, le dije […] sin soltar las cartas ni levantar la cabeza. Seguimos jugando.

Al rato llegó jadeante Antoñito, mi mozo de estoques, y repitió: “—En Teléfonos corre el rumor de que a Joselito le ha matado un toro en la corrida de Talavera.“

“–¡No traes más que infundios!”—le repliqué malhumorado.

Era frecuente entonces que los domingos por la tarde circularan noticiones que luego no se confirmaban. Estaba reciente la implantación del descanso dominical para los periódicos, y la falta de noticias ciertas sobre las corridas poblaba el mundillo taurino de falsos rumores.

Al rato volvió a sonar el teléfono. Esta vez era ya una persona de crédito, un conocido ganadero, quien daba la terrible noticia.

“–¡Es verdad! ¡Es verdad!—“, decía con acento estremecido….Aquella espantosa certeza nos hizo mirarnos unos a otros con espanto. Dejamos caer los naipes sobre el tapete… nadie dijo nada… Mis amigos fueron levantándose uno a uno y, sin pronunciar una sílaba, se marcharon… En soledad, estuve repitiéndome mil veces aquellas palabras que me golpeaban el cráneo como martillazos:

“¡A Joselito le ha matado un toro!¡A Joselito le ha matado un toro!” Poco a poco fue invadiéndome una espantosa congoja.

Miré a mi alrededor y tuve miedo. ¿De qué? No lo sé… hasta que no pude contenerme por más tiempo y estallé en sollozos. Lloré como no he llorado nunca en mi vida… la extraña onmoción del llanto me libraba de aquel martilleo seco que repetía en mi cerebro:

“¡A Joselito le ha matado un toro!”.

(Chaves Nogales, M. Juan Belmonte (Matador de toros). Alianza Editorial-6 Toros 6, tomo 2. pp 265-266.

Interregno para el estupor. Pocas veces, la sociedad española habrá experimentado un pasmo emocional como el que provocó la muerte del gran José Gómez Ortega. La vida mantuvo su pulso, seguían celebrándose corridas, pero el país tardaba en reaccionar.

Naturalmente, para el medio taurino el golpe fue devastador, todo se pobló de augurios sombríos y manifestaciones espasmódicas.

Don Pío (Alejandro Pérez Lugín)

El paladín más radical del gallismo entre quienes escribían de toros, creyó ver en esa tragedia inaudita una conspiración en toda forma y, más por desesperación que por otra cosa, embistió ciegamente contra todo lo que oliera a Belmonte.

La tauromaquia de Juan no valía nada, comparada con la de su ídolo. Y su violentísima campaña golpeó cuanta cosa representara el trianero. Por supuesto, el gallismo más recalcitrante lo secundó sin miramientos.


Historia de un cartel

La corrida del 15 de mayo en Madrid –última en la que alternaron
Joselito y Belmonte, y que constituyó un fracaso total—empezó a torcerse cuando los veterinarios rechazaron el anunciado encierro de Albaserrada –ganadería famosa por la casta y poderío de sus astados–, y el terciado sexteto de reemplazo, de doña Carmen de Federico, irritó por su invalidez.

De modo que cuando la empresa anunció la reaparición del trianero precisamente con albaserradas, el solo anuncio alborotó al cotarro. Aquel
domingo 20 de junio de 1920 Juan iba a alternar con Curro Martín Vázquez y Fortuna, dos segundones; sería que, rota la pareja más célebre del toreo, no había más de quién echar mano.

Como Belmonte era Belmonte, el papel se agotó rápidamente. Con tal de ver si era capaz de sobreponerse al vacío que se abría ante él y la Fiesta toda. Y de comprobar si les podría a los temibles albaserradas. O si se confirmaban las punzantes diatribas de Don Pío.

Apoteosis.

De tabaco y oro, contrito y adusto, partió plaza el trianero. El primero de Albaserrada mandó a la enfermería a Curro Martín Vázquez –gran estoqueador a la antigua, ya muy desgastado a esas alturas—y Juan, como segundo espada, tendría que despachar cuatro bureles.

Al heridor lo pasaportó de un espadazo fácil. Con los otros tres iba a protagonizar la tarde más redonda de su vida. La vieja plaza de la carretera de Aragón vivió una de sus jornadas más gloriosas, y la leyenda de Belmonte creció hasta al infinito.

Como es natural, la crítica se volcó en loas al trianero. En medio de la apoteosis, la plaza en pleno se había alzado contra Don Pío, reprochándole su injusta y ruin campaña.

Versión de Barbadillo:

“Cuando soltó Belmonte el trapo milagroso que fue ayer en sus manos una bandera de gloria y de triunfo… era la gente quien cogía imaginariamente un capote fantástico, una ilusoria muleta de grana y se ponía a torear… por la calle de Alcalá, un mozo del tropel alegre y bullicioso marcaba una lenta verónica, el cuello doblado, el gesto gentil y despacioso del torero genial… un poco más allá se veía al señor don Paco… tendiendo al aire el brazo izquierdo en el pausado semicírculo de un pase natural… y en todas partes gestos, voces, corrillos, algarabía, contagios del entusiasmo popular… Siempre que se quiera poner una corrida de toros como ejemplo será necesario mentar ésta de Albaserrada».

¡Qué reses, que finura, qué tipos, qué temple, que codicia, que poder, qué estilo en los tres tercios, sin discrepancias, con leves variantes en la bravura y la nobleza!.

Cuanto hizo (Belmonte) fue cosa de pasmo y maravilla. Cada lance un milagro, cada quite un prodigio, cada pase de la muleta mágica un deslumbramiento de asombro, cada momento una ovación frenética… Verónicas, faroles, medias verónicas.

¡Ah, las medias verónicas de Juan Belmonte!

(Don Pío había escrito el día antes: “Estamos de medias verónicas hasta más arriba del cimborrio de San Francisco”).

Faenas ligadas, magnas, inverosímiles… tenía el toro que pararse ante el hombre triunfante, como si le dijera –Hombre, apártese un poco, que no tengo sitio para moverme. Y entonces, el hombre se acercaba más y más. Y no a un toro sino a tres, porque a los tres los toreó así: soberbios naturales, molinetes de farol… gracia, arte enorme, y un dominio y un temple de tal índole que, así que se iba agotando el empuje de las reses, iba el torero tirando de ellas, obligándolas y toreándolas más.

Y todo con la izquierda (Don Pío había escrito el día antes):

“Señor Belmonte, ¿quiere usted hacerme el favor de no dejarse olvidada en casa la mano izquierda? Porque es ya excesivo su abuso de la derecha”)…

De una estocada en los rubios el segundo albaserrada murió sin puntilla. Un pinchazo y una entera caída, atacando con idéntico brío, al cuarto de la tarde, que murió sin puntilla; y media en las agujas al quinto, que quedó muerto sin puntilla también. Por cada hazaña dio la vuelta al ruedo. Cortó la oreja del segundo bicho. Cortó las dos y el rabo, que se cortaba por primera vez en Madrid, de su último cornúpeto.

Cayeron a sus pies sombreros, ropa, flores; fue y vino tantas veces del estribo al centro del ruedo que, al final, ya no podía ni andar; y entonces fue cuando entró en el burladero y, como un hombre valiente, modesto y generoso, rompió a llorar de emoción y gratitud.”

(El Imparcial, 22 de junio de 1920) Versión de Corrochano:

“Precisamente cuando se hablaba de la decadencia de Belmonte, ha dado Belmonte su tarde más completa… y cuánto no se ensañaría el público aplaudiendo, que le hicieron llorar de emoción. Váyase por las veces en que su toreo hizo llorar al público.

No desaprovechó Belmonte ni un toro, ni un momento, ni una ocasión para torear maravillosamente.

Sus lances de capa, sus quites, su media verónica, fueron impecables; esa media verónica que es hija legítima de Belmonte y uno de los momentos más sublimes del toreo, y que acaba de ser censurada por una pluma chabacana con gustos de feriante….

Belmonte estuvo superior como torero y superior como matador… es un torero tan completo que toro que torea bien lo mata bien. Y estuvo tan sobrado que mató cuatro toros sin fatiga, y hubiera matado seis».

Versión de Clarito:

“Rodó el quinto toro de Albaserrada. Continuaba de pie el público y los pañuelos salieron a flote. El puntillero, por mandato del presidente, cortó a la res una oreja, luego otra, después el rabo… Terminó Juan su vuelta ritual, y cuando iba a retirarse al estribo, de súbito, la multitud rompió a aplaudir más y más fuerte.

Ovación larga, rotunda como no recuerdo otra, y que tenía un significado tan especial que, comprendiéndolo, este diestro, todo arte y todo corazón, la agradeció con firmeza desde los medios y en seguida fue a refugiarse en el burladero… para llorar, escondido en los hospitalarios tableros…

De nuevo estaba en pie la muchedumbre, pero ahora en actitud airada; por sobre las cabezas no albeaban los pañuelos, sino que enarbolábanse los bastones.

Y sonaba el nombre de un revistero que, según unos por ignorancia, y según otros por mala intención, y a mi juicio por las dos cosas, ha sostenido contra Belmonte una de las campañas más vocingleras e inicuas que se recuerden.”

“Don Pío” se retracta. Aludido en las tres crónicas de referencia, Pérez Lugín no tuvo más remedio que reconocer la grandeza de Belmonte y el carácter histórico de su gesta:

“¡Ha resucitado Juan Belmonte! ¡Aleluya!… Ahora que ya no vive el pobre y admirado Gallito, el torero de las grandes series de grandes naturales, –¡Con la izquierda!, había que gritarle a Juan. Y anteayer, toreando con la izquierda, tuvo Juan la tarde más grande de su vida torera… ¡Viva Belmonte… la izquierda… La Libertad!«.

La pugna sin cuartel entre cronistas es reflejo fiel de lo que se vivía en la calle, por algo España identificaría ese tiempo como la época de oro del toreo. Puede afirmarse que esta histórica corrida del 20 de junio de 1920 clausura una era de esplendor sin precedentes.

Muerto José y repatriado Gaona, que ofrecerá en México los mejores frutos de su madurez torera, Belmonte se quedó dramáticamente solo.

Aún resistió, sin llegar a emular ya su memorable triunfo con los albaserradas, las campañas completas del año 20 y del 21, antes de dar por clausurada la etapa más apasionante de su carrera, fundamental para la construcción del mito belmontino.

Porque en sus idas y vueltas posteriores circularía por las plazas en calidad de pieza única y aparte, objeto más de veneración que de escrutinio, y sin la pretensión de dirimir con nadie la supremacía que su puro nombre le otorgaba.

El brindis, compendio del bien hacer taurino

En tauromaquia el brindis es el “dicho” de un torero en el que le dedica la muerte del toro a alguien. Normalmente acompañado de buenos deseos. Se brinda el toro al que se espera hacer buena faena. ¡Un buen hacer taurino!.

Ignacio Sánchez Mejías

En cierta ocasión, toreando en Zaragoza, Ignacio Sánchez Mejías le brindó un toro a su buen amigo José Pérez de Guzmán, un onubense muy entusiasta del toreo entero y emocionante de Sánchez Mejías.

– Te brindo –le dijo– la muerte de este toro… y espero que la Virgen, la nuestra, la del Rocío –recalcó–, no ésta, la del Pilar, me ayude.

En la plaza se armó la de San Quintín. «Ha menospreciado a la Pilarica», gritaban los maños, justamente enojados.

Antonio Conde, que acostumbraba a contar a don Gregorio Corrochano las incidencias de las corridas, le puso al ilustre cronista este telegrama:

«Ya sabrá usted lo ocurrido en Zaragoza. Es que ya exponemos hasta en los brindis.»

Un novillero que debutó en Murcia brindo por Murcia y los Murciélagos….

Alejandro Alvarado (Alvaradito).

Ceramista trianero en su adolescencia, obedeció pronto los deseos de su vocación taurina, y a los dieciséis años comenzó a ser banderillero en la cuadrilla de Quinito. Más tarde, con Cara-ancha, se marchó a Italia, donde actuó en varias corridas.

Con su personal idiosincrasia, contaba, ya, mayor, los recuerdos de aquella campaña, durante la cual tuvo que torear búfalos a falta de toros de lidia. Hizo su presentación en Sevilla el 14 de octubre de 1894, y en septiembre de la siguiente temporada debutó en Madrid.

En 1901, en Méjico, a Alvaradito le dio la alternativa, que ratificó en Fregenal, Antonio Montes. Años más tarde volvió a la categoría de novillero, y por último se dedicó a banderillear, suerte en que lucía su gran conocimiento. De los toros y una habilidad extremada.

Se cuenta que “Alvaradito”, tenía una cabeza bastante voluminosa, por lo que usaba una montera apropiada para cubrírsela. Una tarde que toreaba en la Maestranza, le salió a «Alvaradito» un novillo que había sido bueno en los dos primeros tercios, por lo que le preguntó a su peón de confianza Arandita: 

“¿Tú crees que el novillo está para brindárselo al público? Y Arandita le contestó guasón: “Sí, debes brindarlo al público, pero no dejes la montera en el albero, que no vas a dejar sitio “pa” torear”.

Cúchares

Histórico e inmortal es el discurso de Cúchares cuando toreó en París una corrida organizada por la emperatriz Eugenia.

Como el espada vio que en tierra francesa a todo el mundo se le llamaba «vous» -que él oía «Bu»-, hizo este brindis al emperador, la emperatriz y el heredero: «A Bu, a la señora de Bu y al Busito chico».

Rodolfo Rodríguez «El Pana»

Si hay un brindis famoso es el de Rodolfo Rodríguez «El Pana», que dedicó su última faena en la Monumental de México a las prostitutas.

Así se expresó El Brujo: «Quiero brindar este toro, el último toro de mi vida de torero en esta plaza, a todas las daifas, meselinas, meretrices, prostitutas, suripantas, buñis, putas, a todas aquellas que saciaron mi hambre y mitigaron mi sed cuando El Pana no era nadie, que me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, base de mis soledades. Que Dios las bendiga por haber amado tanto. ¡Va por ustedes!»

Rafaé

Que alternaba con su hermano «Joselito»— había toreado a su toro con una gracia, una elegancia y un arte, que había dejado roncos de dar gritos de alegría a los espectadores.

Cuando llegó la hora de matar, que hacía los brindis extremadamente largos, R. El «Gallo», muy ceremonioso, se quitó la montera, hizo una flexión frente al palco presidencial, y brindó.

Luego, brindó a un amigo; después brindó «por las mujeres de bandera»…. Con paso firme y sereno, «Rafaé» se fue al centro de la Plaza, giró con la montera en la mano y blindó por «el sol», por «la sombra» y por los «buenos aficionaos de Seviya».

En la Plaza no se oía una mosca. El público contenía la respiración con expectación. Todos los ojos estaban clavados en el gitano. Se esperaba la faena cumbre. En un rincón de la Plaza protestaba el toro, entretenido por la cuadrilla del «Gallo». Todavía le faltaba un brindis. Un torero amigo suyo estaba en el tendido. El «Gallo» le tiró la montera, diciéndole:

—Brindo por el torero «honrao», porque se coma lo que ha ganao…

Y el «Gallo», acabados los brindis, en vez de irse al toro, se acercó a su hermano «Joselito» diciéndole:

—Ya he «brindao», José; ahora, mátalo tú.

En otra ocasión brindó al Capitán General…. que después se negó a matar.

Mi Brindis:

Por Real Maestranza de Caballería de Sevilla que con tanto mimo y cariño, mantienen la colección privada permanente del Museo Taurino, que el año pasado recibió nada más y nada menos que 373.000 visitas. Prácticamente como la ciudad de Bilbao completa.

Y ahora que digan que el tema cultural taurino, y su turismo, no es atrayente, y no hay que cuidarlo para nuestra economía…

Mi segundo Brindis

de agradecimiento y por el que pido salud y protección para todos es la Virgen del Rosario que preside la Capilla de los Toreros (Rafael lo llamaba la sala de espera), que goza de gran devoción entre los diestros y a la que han donado numerosos exvotos. Virgen del Rosario, Patrona de los Maestrantes y titular de la Hermandad de Monte-Sión.

La Plaza de Toros está rodeada por tres benditas imágenes de la Virgen del Rosario.

A mi padre, que me aficionó a los toros y que con su palabra me hizo carne la fiesta, y a todos los aficionados taurinos de una tierra en que nunca se pone el sol.

Iván Fandiño in memoriam

No me acostumbro a referirme a Iván Fandiño en pasado : lo tengo tan presente, le disfruté como artista y persona de calle que me parece verle en las plazas ecuatorianas o en las de mi país, Colombia,en Acho, o en las españolas. En Latacunga, por ejemplo, le vi en la mañana anterior a la corrida entrenando de salón y lugo con el carretón en la plaza de toros , vacía, bajo un sol de justicia ,solo se oía el trinar de los pájaros y su fiel apoderado haciéndole de toro y ese » eh…….., bien, vamos torito…. Este Iván es incansable; estoy molido, y él como una rosa «, me dijo Néstor García el hombre que mejor conoció a este vizcaíno de orígenes gallegos, tan silencioso, tan para adentro, tan de verdad frente al toro sin importar pueblo grande , plaza chica o de postín. Hablaba con fluidez de toros, de corridas, era respetuoso con sus compañeros de profesión y jamás salió de su boca un vocablo siquiera descompuesto para la tropilla taurina.

Y a tres años. Néstor García expresa condolido : “Vivir del recuerdo, morir de presente”, ha escrito Néstor García en las redes sociales. Su recuerdo permanece imborrable en la memoria de los aficionados.

Fue además un hombre comprometido con la fiesta. Andrea López le convenció para un curso práctico, y él iba con cariño y se transformaba en «La Macarena «, en un gran pedagogo , por cierto, plaza que quería y jamás puso pegas a compañeros, ganaderías o fecha.»Dr Tobón, ud, dirá » le decía siempre a don Santiago.

En Duitama le vi subirse a un caballo para picar y espoleó a su amigo Luis Bolívar para hacerlo. Pocas veces se le dibuja en el ruedo una sonrisa y esa tarde su rostro era de felicidad.

Le respetaba tanto que no se me ocurría entrevistarle y perturbar ese estado de trance en que se sumía al llegar al patio de cuadrillas: en sus manos, el capote de paseo asido por la esclavina, la cabeza recostada en el esternón,sus ojos que caían sobre el piso, impecablemente vestido de torero y su figura compuesta.

Vivía como un monje en Guadalajara , alejado del mundanal ruido » con sus cosas » . Se casó con una dama ecuatoriana y queda una hijita que ya sabe que su padre fue un grande.

Pero un día la muerte tocó a su puerta y este hombre que tenía mucho que ofrecer a la vida, a los suyos, al toreo , partió. Se fue en volandas pues un toro en Francia le infirió una cornada mortal. Fue en Francia un 17 de junio hace tres años.Era el tercer toro de la tarde en la plaza de Aire Sur L’adour, al suroeste del país galo. Cuando intentaba hacer un quite a su compañero Juan del álamo, «Provechito» embestía a Iván Fandiño. El matador conseguía levantarse, pero un tropiezo fatal con el capote acababa facilitando la cornada por el costado derecho.

Fueron 15 centímetros que afectaron a pulmón, hígado y riñón. Fandiño llegaba consciente a la enfermería, pero crítico. Ya en el trayecto hasta el hospital sufrió dos paradas cardíacas. Al centro hospitalario llegaba clínicamente muerto.

En Mont de Marsan le velaron toda la noche sus familiares y compañeros de cuadrilla. Se llevaron el cadáver hasta Orduña, su tierra natal. Allí, la noticia de la muerte del torero vasco desató una gran consternación.

Una crónica de mi entrañable compañera Rosario Pérez refleja lo que todos sentimos al conocer la noticia, ella en Madrid, el torero en Francia, yo en Bogotá :

«Un toro mata a Iván Fandiño en Aire Sur L’Adour». No podía creerlo; hay días que aún no me lo creo. Temblorosa, llamé a mi compañero Arruego, que había publicado la noticia en Mundotoro: «Josemi, dime que es mentira». «No, Charo, es verdad». Esa sala de prensa de Las Ventas, donde recibimos aquella cruda realidad que nunca hubiésemos querido publicar, se convirtió en una fría habitación de hospital donde el médico te da la noticia que nunca quieres escuchar. Periodísticamente, para mí que el periodismo es religión, creo que no estuve a la altura: me derrumbé. Llamé a mi periódico sin apenas poder articular palabra, la jefa de Cultura me pedía que me calmara, que no me entendía. Y dije que no estaba preparada para la muerte, pero que Iván Fandiño merecía una portada, por su historia de vida y su muerte de héroe. Sabía que los toreros podían morir, ya lo habíamos vivido recientemente con Víctor Barrio, pero quería creer que ya no moriría nadie más.

Mi primer pensamiento fue para el apoderado, Néstor García. Incrédula aún, como ida, salí de la sala de prensa, subí por la bocana del «1» hasta el tendido y lo llamé. Su dolor traspasaba el teléfono, con un llanto desgarrador. Ahí supe que era verdad aquello que quería que fuese una pesadilla. 

Bolívar y un victorino en Castellón

El recuerdo es para Luis Bolivar el día en que hace 8 años en Castellón lidió con verguenza torera un Victorino al que le cortó una oreja. El vallecaucano dejó su impronta de torero valiente y de saber estar en el terreno justo y tomar las distancias que son y especialmente del conocimiento del comportamiento de esos toros «victorinos» porque el toreo tiene sí o sí que acoplarse a esas correosas embestidas. Aquella tarde lidió en su primero, un Miura, Que se dice pronto.

La reseña de mi colega y admirado Juan Miguel Nuñez de aquella gesta «bolivariana » :

 Tres toros de Miura, los tres primeros, con kilos y pitones, bravos y de buen juego salvo el deslucido segundo; y tres de Victorino Martín, más desrazados y menos colaboradores.

José Luis Moreno: tres pinchazos y tres descabellos (gran ovación tras aviso); y tres pinchazos y estocada (silencio).

Luis Bolívar: estocada habilidosa y cuatro descabellos (silencio); y pinchazo y estocada (oreja).

Paco Ramos: bajonazo (ovación); y cinco pinchazos y descabello (silencio tras aviso).

En cuadrillas, Domingo Navarro hizo un quite providencial a Paco Ramos estando éste a merced del toro que le había derribado al lancearle de salida.

La plaza tuvo casi tres cuartos de entrada en tarde despejada y fresca.

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MORENO, GRAN TOREO, PERO SIN ESPADA

El venezolano Bolívar ha cortado una oreja que le va a significar mucho de cara a la temporada que empieza, sobre todo para las contrataciones en corridas de este tipo, de carácter «torista». Y Moreno ha vuelto a perder la enésima oportunidad para relanzar su carrera al no matar bien después de torear magistralmente.

Moreno ha vuelto a demostrar que tiene un concepto del arte de torear -y habría que recalcar lo de arte y torear- como pocos. Conoce la técnica, tiene valor y personalidad. Pero no mata, o mata muy mal, su gran hándicap de siempre.

Hoy ha tenido en la mano un triunfo que le hubiera abierto el abanico de ferias y plazas importantes, de haber tirado patas arriba de un gran estoconazo al primer «miura» de la tarde. Era la rúbrica que se merecía la gran faena que había cuajado. Él sabrá por qué no entró la espada.

Moreno toreó con una gran concentración en todos los órdenes de la lidia. Comprometido con el toro y, por supuesto, consigo mismo. Buen intérprete con el capote, sobresaliendo una media que fue un auténtico cartel de toros. El toro cumplió en varas. Y la faena de muleta fue poderosa y, más aún, tuvo muy buena expresión artística.

A los sones de «Manolete», el solemne y comprometedor pasodoble que acostumbran poner de fondo a las faenas de las figuras que difícilmente fallan, el rubio torero cordobés toreó muy seguido y limpio desde el primer muletazo. Cada vez más encajado, seguro y poderoso, con mucha exposición y claridad de ideas. En la tercera tanda a derechas la hondura fue total.

Muy relajado Moreno, acompañando con la cintura, las muñecas sueltas. Gran expresión artística sobre la base del temple y el ajuste, la estética por supuesto y la ligazón. Hasta en las postrimerías, cuando «el miura» perdió fuelle y ya no repetía tanto, también los muletazos sueltos y los pases de pecho resultaron enormes. Pero, qué pena, lo de la espada es para no contarlo.

Había sido noble el toro. Claro que su buena respuesta fue porque el hombre que tuvo delante lo entendió a la perfección. No hace falta advertir que un toro de Miura, el del hierro de la «A» con asas, pone a más de uno a cavilar por la historia que tiene detrás está ganadería.

El cuarto, de Victorino Martín, fue flojo y con poca casta. Le costaba seguir los engaños. Y también por la falta de fuerzas se defendió más de la cuenta, o no pasaba o se volvía. Moreno no pasó agobios con él hasta que llegó otra vez la hora de matar.

Bolívar no terminó de ponerse frente al primero de su lote, un «miura» que tampoco dio facilidades. Sin embargo, estuvo firme y muy resolutivo en el quinto, un «victorino» que salía de los pases desentendiéndose, pero que se encontró siempre al torero en el sitio justo para provocarle, haciéndole ir continuamente a la pelea.

El toro gazapeaba, defecto que desconcierta mucho a los toreros, ya que se venía andando antes de los cites, y eso obligó también a perderle pases. Fue por tanto faena de valor y oficio. Muy bien ganada la oreja que paseó Bolívar.

A quien le vino grande la tarde por las circunstancias de los toros fue al local Paco Ramos, que puso mucha voluntad pero sin resolver.-


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