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Revive Linares ; Almeria suspende. Roca Rey cancela temporada europea y J. A. Campuzano no entra en los rumores sobre el fin del apoderamiento

Como en un acto de magia, el empresario de Linares, Juan Reverte no deja sin toros a la plaza donde Manolete fue herido mortalmente en 1947

En principio se suspendieron las dos corridas pero hace pocas horas se supo que sí habrá un festejo ( los mismos toreros y ganaderías ) :

El 30 de agosto, Juan Ortega, Álvaro Lorenzo y Daniel Crespo, ante toros de las ganaderías de Luis Algarra y Juan Pedro Domecq. O sea , se mantiene el primer cartel. El que no se dará es el cartel mas costoso : 30/08/2020 Linares (Jaén) España – Toros de Juan Pedro Domecq para Morante de la Puebla, José María Manzanares, Roca Rey

DON BENITO, SUSPENDE, Y CANCELAN ALMERIA.

De otra parte, Roca Rey canceló la temporada europea en el entendido que no va Ronda , Linares, Sevilla y Madrid está cerrado a cal y canto por las mismas razones.

Y de paso, el maestro José Antonio Campuzano dijo que no va a entrar en los rumores sobre el fin de su apoderamiento con el torero peruano. «Me preocupa la actual situación del toreo con la pandemia y no voy a entrar en si sigo o no sigo con el toreo. No hago caso a eso», señaló.

¿Fracasó Manolo Martínez en España?. Horacio Reiba, Alcalino, desvela la incógnita

Cuando llegó el mes de agosto de 1969, Manolo Martínez llevaba sumadas 17 corridas en España. En su primera campaña europea había enfrentado ya ganado de procedencia Ibarra-Parladé, Santa Coloma, Conde de la Corte, Murube, Carlos Nuñez, Domecq, Atanasio.

Y se puede decir que, superada la relativa incertidumbre del primer contacto, circulaba como sobre rieles su familiarización con los encastes y públicos hispanos, según puede deducirse de unos resultados crecientemente halagüeños.

Hasta el sector más duro del periodismo, notablemente escéptico al principio, empezaba a reconocerle la categoría de primera figura que llevó a Manolo «Chopera», su exclusivista, a colocarlo en los carteles estelares de las ferias a partir de su debut en Toledo el jueves de Corpus, con Antonio Ordóñez Paco Camino como alternantes (05-06-69), terna que iba a repetirse hasta cinco veces ese año.

El anuncio de que, durante el mes de agosto, no dejaría de torear un solo día, confirmaba que ni el torero, ni el avezado taurino donostiarra habían fallado.

Al cierre del 31 de julio, en Barcelona, llevaba cortadas el de Monterrey 19 orejas y un rabo.

De entrada, empezó a plantearse por público y prensa una incipiente competencia entre Paco Camino y el recién llegado. El pique había nacido par de años atrás en América del Sur, al coincidir ambos en varios festejos parejamente triunfales.

Para aderezar el guiso, aparecieron en prensa unas declaraciones de Camino restando toda importancia artística a Manolo Martínez, que acababa de obtener el trofeo de la Feria de Quito en diciembre del 68.

En Toledo, Camino cobró cuatro orejas por dos del mexicano; al día siguiente, en Granada, Manolo Martínez emparejó el marcador.

Y en las corridas de San Jaime, en Valencia, el de Camas, con un rabo en su haber, superó de nuevo a su osado retador, que sólo consiguió pasear dos auriculares.

Como en su siguiente fecha valenciana sufrió el camero una distensión quedó descabalgado de la feria malagueña, que anunciaba un nuevo choque entre ambos.

Manolo Martínez se presentó en Málaga el 4 de agosto, con Diego Puerta y Miguel Márquez, cortando una oreja; y al día siguiente hacía el paseíllo flanqueado por Santiago Martín «El Viti» y Antonio Ordóñez, éste en sustitución de Camino. Un reemplazante de lujo.

Por cierto, para la otra fecha del de Camas, el viernes 8, el mexicano ocuparía su lugar.

Precioso marco, memorable corrida

La Malagueta es una plaza muy particular. Su público, alegre y bien dispuesto, se caracteriza sin embargo por catar el buen toreo con paladar fino dentro de un ambiente muy sugestivo: balconería engalanada, con coloridos tapices y mantones bellamente bordados, acústica que hace sonar como música celestial los acordes de una banda formidable.

Y como complemento, el rojo y blanco de la contrabarrera y el adorno de las mujeres más bellas de España.

Mas ese hecho que los habituales a las ferias tienen bien observado: al nivel del mar –de Valencia a Almería y sin excluir a la Barcelona anterior al zarpazo abolicionista–, los triunfos suelen ser más frecuentes que en los cosos de tierra adentro, quizá por disponer las reses de un aire rico en oxígeno que les permite resistir mejor las exigencias de la lidia.

Y como el toro de Málaga está en consonancia con el grato entorno, y las empresas siempre tuvieron buen gusto para armar sus combinaciones, raro es el año que la feria de agosto deja de colmar de satisfacciones a toreros, ganaderos y aficionados.

La de 1969 no iba a ser la excepción. Manuel Martínez Ancira, con el sabor de su faena triunfal de la víspera, vio cómo Antonio Ordóñez le cortaba la oreja al primer ejemplar de María Pallarés, El Viti las dos y el rabo del segundo, por faena de “gran hondura y austera belleza”, según pudo leerse en «El Ruedo».

Al anunciar los clarines la salida del tercero, la cosa se le presentaba cuesta arriba al diestro de ultramar. Pero sería el inicio de su tarde más redonda en España.

Testimonios

A estas alturas, la reticencia de ciertos conspicuos escribientes estaba siendo vencida por el buen arte y los logros concretos del mexicano, reconocido ya como uno de los protagonistas de la temporada.

Incluso Vicente Zabala, muy crítico con Manolo Martínez, estaba dando su brazo a torcer (cosa que al cabo del tiempo acabaría desconociendo… pero esos son otros jueves).

Por lo pronto, el corresponsal en Málaga de «El Ruedo» condensó en pocas pero significativas líneas la gran actuación del torero de Monterrey.

«Ha confirmado la estupenda impresión dejada en la corrida anterior. Muletero excepcional, que torea en reducido espacio de manera florida y variada, con mando absoluto, con preciosismo que no se aparta de lo clásico y con estética de nítido relieve.

Fuertes ¡olés! fueron jalonando sus muletazos mientras se sucedían las ovaciones. Certero con la espada, a estocada por toro, le fueron concedidas cuatro orejas y dos rabos, y recorrió la periferia varias veces para corresponder a los homenajes de un público enardecido. Al final fue aupado en hombros y paseado así entre grandes ovaciones».

(Revista «El Ruedo», 13 de agosto de 1969; crónica de José María Vallejo).

Antológica corrida

El estupendo encierro de María Pallarés continuaría dando buenos motivos para el disfrute de los tres alternantes y la afición malagueña.

Manolo Martínez funcionó además como un poderoso catalizador para que Antonio Ordóñez forzara la máquina en el siguiente toro hasta cuajar una de sus mejores faenas de la temporada.

Así la describió el propio cronista de «El Ruedo»:

«Se vio, cuando tomó la muleta y la espada, que iba a por todas. Ayudados en tablas, adelantando la pierna y llevándose al toro hasta terreno más desahogado. Y una vez allí, una cátedra de toreo: redondos completos, cites de frente con el trapo rojo en la izquierda, naturales de auténtico lujo, alegrando al bicho… pases de antología mientras la plaza crujía de entusiasmo.

Se despojó de las zapatillas y fue subiendo de punto su extraordinaria faena, una de las mejores que se han realizado en la Malagueta… Pinchazo en lo alto y estocada que tumbó al toro patas arriba. Orejas y rabo».

El Viti encontró menos toro en el quinto pero estuvo muy torero y al final dio una vuelta al ruedo.

Manolo Martínez, según quedó dicho, cuajó al sexto a igual o superior nivel que a su primero, reincidiendo en el corte de los máximos apéndices.

Antes, a la muerte del cuarto, Antonio Ordóñez, había invitado a sus alternantes a recorrer juntos el anillo para que el público tuviera ocasión de homenajearlos a los tres.

Apoteosis compartida

«Sacó (Ordóñez) a sus compañeros al ruedo, también al mayoral, y los cuatro, mientras sonaba la música, recorrieron el ruedo donde tan bella página de la historia del toreo había sido escrita… Ha sido la mejor corrida en muchos años».

(Idíbid).

Naturalmente, hubo salida en hombros tumultuosa. Pero a los tres días, cuando se repitió el cartel, el único que abrió la puerta grande, con las orejas del sexto de Salvador Domecq, fue «El Mejicano de Oro» (sic), porque Ordóñez y El Viti se fueron en blanco.

Triunfos y cornadas

Manolo Martínez continuó su apretado periplo agosteño en plan triunfal.

En San Sebastián, Vicente Zabala tuvo que reconocerle autor de una faena «de temple mexicano», con un toro de Antonio Pérez Tabernero, que dejó atrás el valor de Diego Puerta y el arte de Paco Camino; tras un pinchazo, sólo paseó una oreja por capricho de un presidente cuyo antimexicanismo estaba bien acreditado (14-08-69).

Y llegó Bilbao, la gran cita del norte, otra vez encartelado con Ordóñez y Camino, toros de Osborne (20-08-69). Muy seguro de sí, el de Monterrey se plantó resuelto ante el burraco «Caramelo», tercero de la tarde, geniudo y reservón, y estaba redondeando una faena sorprendente cuando el de Osborne se revolvió de súbito al final de un derechazo, lo prendió por el glúteo y se infirió seca cornada. 

Manolo Martínez no quería dejar la arena, y tras estoquear al morlaco había lanzado ya varios golpes de descabello cuando le faltaron fuerzas para continuar.

Aparentemente, un simple contratiempo, porque en cuanto pudo, incluso con la herida abierta, prosiguió su campaña en tono parecidamente triunfal.

Tampoco lo detuvo la posterior cornada de Murcia (dolorosa pero leve: 07-09-69), y estaba teniendo un septiembre pletórico –cuatro orejas y dos rabos en Aranda de Duero (16-09-69), cuatro auriculares en Talavera (23-09-69)– cuando su tocayo Chopera le pidió cerrar su temporada como refuerzo de un cartel flojito en Cáceres con toros de Pérez Valderrama.

Y su tercera cornada, al entrar a matar, no sólo fue la más grave sino que a punto estuvo de gangrenarse, pues los médicos locales dejaron una trayectoria sin explorar.

Sobrevino para Manolo un verdadero calvario, y aunque el doctor Máximo García de la Torre le salvó la pierna al reoperarlo en Madrid, un nuevo percance antes de terminar el año, en Caracas (23.11.69), seguramente puso a meditar al regiomontano.

Denuncia y renuncia

La segunda campaña española de Manolo Martínez –marcada por su fracaso en San Isidro 70–, quedó trunca por decisión propia, ante lo que consideró reiterados incumplimientos de las empresas y orquestadas zancadillas del medio. Ya sólo torearía en la península dos corridas sin mayor historia –Marbella (20-10-74) y Sevilla (19-04-78)–.

Algo hubo de lo denunciado, pero personalmente nunca he dejado de atribuir su implícita renuncia al efecto mental de aquellos cinco percances en sólo nueve meses, incluidos dos en Venezuela.

Esta hipótesis cayó muy mal entre el martinismo y el torero nunca la admitió, demasiado soberbio para reconocer cualquier tipo de flaqueza.

Aclarando paradas

Hay que desmentir, empero, la extendida conseja de que «Manolo fracasó en España porque no pudo con el toro de allá».

No se puede llamar fracaso a una campaña de 48 corridas –la exclusiva inicial de Chopera era por 25–, en las que cortó 59 orejas y cinco rabos.

Sumadas todas sus presentaciones en la península y Francia, el de Monterrey obtuvo, en 64 tardes, 71 apéndices auriculares y seis rabos, cuatro entre Málaga y Aranda, uno anterior en Santander y el último en Ondara (14-08-70).

Por cierto, en Francia actuó nueve veces y su cosecha allí ascendió a 17 orejas.

En ninguna ocasión dejó de tocar pelo y pisó los cosos más emblemáticos del país –Nimes, Mont-de-Marsan, Dax, Frejus, Beziers, Bayona–. Fue un favorito efímero pero real de los públicos galos.

255 años de Acho

255 años de Acho. En el distrito colonial de Rimac se encuentra uno de los lugares más antiguos de Lima y del mundo en el generó.

Este lugar es conocido como la Plaza de Toros de Acho o popularmente conocido como Plaza Acho.

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En el mes de octubre de todos los años se realiza la tradicional feria del señor de los milagros en sus instalaciones, por otro lado algo interesante de este lugar es su antigüedad pues los peruanos tenemos dentro de nuestro territorio a la plaza de toros más antigua de toda América además de ser una de las tres más antiguas en todo el mundo.

Acho está de fiesta: 255 años

Para compartir con ustedes un poco de la historia les contaré que este lugar fue inaugurado un 30 de enero de 1766  durante la época del Virrey Manuel Amat y Juniet.

¡Sí! El mismo Virrey que es conocido en la historia no precisamente por sus obras en la ciudad de Lima sino más bien por su amor con la enigmática Perricholi.

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Hoy en día la plaza de toros de Acho es considerada un monumento histórico  y no piensen que aquí solamente van a encontrar actividades relacionadas a los toros sino que también se pueden encontrar otras, sobre todo en los meses que no coinciden con la tradicional feria taurina.

Su Museo para conocer 

Para los amantes de este tipo de espectáculo también les aconsejo visitar el museo taurino que se encuentra al lado del mismo.

Donde pueden encontrar mucha más información sobre la historia de la Plaza, los toreros y claro los toros que recorrieron este lugar limeño que se puede divisar muy bien desde la parte alta de nuestro querido cerro San Cristobal.

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Consejo

Finalmente mi último consejo es que tengan un poco de cuidado cuando transitan por la zona,  tengan bien puesto los ojos por esta zona de Rimac sobre todo si van de noche ya que por momentos se pone muy movida.

Por encontrarse la via evitamiento al lado con bastante movimiento de peatones y algunas personas que intentan aprovecharse de los que queremos admirar este lugar.

¡Espero que les haya gustado esta pequeña descripción de un lugar que pueden conocer en el centro de Lima!.

Muchas gracias por leer estas historias y referencias de sitios que nos trasladan al tiempo y nos hacen pensar que Lima tiene derecho a ser una mejor ciudad para vivir ¡hasta pronto amantes de Lima!

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La fecha de inauguración de la Plaza de Toros de Lima “Plaza de Acho” tenía una serie de vacíos históricos, ya que las fuentes de principios de siglo, así como las diversas publicaciones sobre el tema no daban una fecha exacta.

Pero gracias a las investigaciones realizadas por el doctor Aurelio Miro Quesada Sosa se determinó que la primera corrida se celebró el 30 de enero de 1766.

En la que se lidiaron 16 reses destinadas para los diestros de a pie y a caballo.

En el cartel de esta corrida inaugural figuraban los espadas “Pizi”, “Maestro de España” y “Gallipavo”, los tres peruanos.

Y el primer toro que pisó el ruedo de Acho para ser lidiado se llamó “Albañil Blanco”.

Procedente de la hacienda Gómez, ubicada en la localidad de Cañete (sur de Lima).

Según don José Emilio Calmell en uno de sus libros publicados cuyo título es “Diccionario Taurino del Perú”.

Los ejemplares de esta hacienda cañetana llevaban sobre sus lomos la divisa rosa y caña.

La historia señala que a ésta primera corrida asistió el Virrey don Manuel de Amat y Juniet.

El festejo se realizó, aún pendiente del permiso y autorización del Rey de España Carlos III, que un año más tarde se dio por Real Cedula.

El contratista de la plaza don Agustín Hipólito de Landaburu se dedicó a explotar el negocio.

De organizar corridas de toros con bastante acierto, pues obtenía muy buenas utilidades cada temporada.

No lo disfrutó por mucho tiempo, ya que por cláusulas del contrato que le eran desfavorables a él, dejó de dar corridas.

La muerte de don Agustín Hipólito de Landaburu continúo explotando la Plaza de Toros de Lima “Plaza de Acho”.

Su viuda, la misma que fue asesorada por su hermano don Juan José Belzunce, quien también antes había asesorado al malogrado Landaburu.

Con la muerte de la viuda, su hijo don Hipólito de Landaburu y Belzunce quien heredó sus cuantiosos bienes, entre ellos la Plaza de Toros de Lima (Plaza de Acho), quien no continúo la labor de sus padres.

Al marchar éste a España y luego de ser enviado a Francia, su albacea don Hipólito Unánue se hizo cargo de la plaza de toros.

En el año de 1832 don Hipólito Unánue como albacea de Landaburu y Belzunce, dejó como legado testamentario de su patrocinado la Plaza de Toros de Lima “Plaza de Acho”.

A favor del Hospicio de los Pobres, administrada por la Junta Real de Beneficencia de Lima.

Actualmente forma parte del patrimonio de Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana, propietaria de la Plaza de Acho.

Para su explotación a favor de dicho hospicio.

La entidad propietaria del coso taurino limeño procedió a sacar a remate la explotación de dicho inmueble, siendo el primer asentista don José Antonio Morote.

La antigua y vieja Plaza de Toros de Lima “Plaza de Acho” sufrió con el correr del tiempo tres grandes modificaciones: la primera se efectúo en 1865, la que fue denominada de “refacción”, con motivo de prepararla para la celebración de su centenario.

La segunda y la más importante en 1944, denominada la “remodelación” a cargo de la Sociedad Explotadora de Acho, de común acuerdo con la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima (nombre anterior que llevaba la propietaria del viejo coso rimense).

Por último las obras realizadas en el año de 1961, a la que se ha denominado de “ampliación”.

Ya que el área de la plaza fue aumentada con los grandes patios de ingreso.

Formando atrios, pérgolas y explanadas, así como la edificación de un restaurante, dos bares y un Museo Taurino.

La antigua Plaza de Toros de Lima “Plaza de Acho” tenía una capacidad para 6,300 personas y un ruedo con 90 metros de diámetro.

Con la remodelación del año 44 la nueva estructura de la Plaza de Acho se ahondó.

Teniendo el ruedo ahora 60 metros de diámetro, y también se la elevó sobre las mismas columnas (sin modificarlas).

Columnas conocidas como “machotes” (columnas o contrafuertes).

Se conservan originalmente construidas desde 1765 en barro y caña, ésta vez la nueva capacidad de la plaza se había ampliado aproximadamente para 13,300 personas.

La llamada reinauguración tras la remodelada Plaza de Toros de Lima “Plaza de Acho”, se llevó a cabo el 7 de enero de 1945.

El cartel inaugural estuvo conformado por los toreros españoles Rafael Ponce “Rafaelillo”, Juan Belmonte Campo y el torero peruano Adolfo Rojas “El Nene”.

Esa tarde recibió la alternativa de matador de toros.

Aquella tarde se lidiaron seis toros de la prestigiosa ganadería nacional de “La Viña”, de propiedad de don Víctor Montero, con divisa celeste y blanca.

El poeta Francisco Brines, cercano a la tauromaquia, premio Cervantes 2020

El poeta español Francisco Brines ha sido galardonado este lunes con el Premio Cervantes 2020, el máximo reconocimiento de las letras en español, según ha anunciado el ministro de Cultura y Deportes, José Manuel Rodríguez Uribes.

El fallo de este premio, dotado con 125.000 euros, ha sido hecho público en una rueda de prensa tras la deliberación del jurado, algunos de cuyos miembros han tenido que participar telemáticamente por la pandemia del coronavirus.

El Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, creado en 1975, reconoce la trayectoria de un escritor que con el conjunto de su obra haya contribuido a enriquecer el legado literario hispano. Y en este caso ha recaído en un «gran poeta» cuyo «magisterio ha sido reconocido por todas las generaciones».

EL ARTE DEL TOREO: RAZONAMIENTO DE UNA MIRADA

FRANCISCO BRINES REPLICA A UN ANTITAURINO

“La Fiesta es el espectáculo más bello y perfecto que han creado los españoles. Los partidarios de su abolición son tontos. Se lo dije a un joven animalista y faltón a la salida de la plaza: defendéis los toros, pero si alcanzarais la abolición, lograríais lo que no consiguió Hitler con los judíos, exterminarlos, porque para leche o para carne hay otras razas, y más baratas”.

Y ahondaba en su argumento: “Me gusta por su estética, porque puede ser una experiencia bellísima. Hay toreros mediocres que sólo tienen técnica, y otros que tienen mucho arte e inspiración. A veces, en un natural, da la impresión de que el tiempo se ha detenido. Eso también lo produce la poesía, y el arte”.

EL CERVANTES

Fue instituido en 1976 y está considerado como el galardón literario más importante en lengua castellana, está destinado a distinguir la obra global de un autor en lengua castellana cuya contribución al patrimonio cultural hispánico haya sido decisiva. Toma el nombre de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la que se considera la máxima obra de la literatura castellana, Don Quijote de la Mancha.

Se entrega el 23 de abril, coincidiendo con la fecha en que se conmemora la muerte de Miguel de Cervantes. El rey de España, Juan Carlos I, preside la entrega de este galardón en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. En este acto solemne, el Rey, el ministro de Cultura español y el autor galardonado pronuncian un discurso en el que se glosa la vida y producción literaria del premiado, la obra de Cervantes y los autores clásicos de nuestra lengua, así como sobre el estado del idioma.

Autores galardonados

AñoAutorPaís
1976Jorge GuillénBandera de España España
1977Alejo CarpentierBandera de Cuba Cuba
1978Dámaso AlonsoBandera de España España
1979Gerardo DiegoBandera de España España
1979Jorge Luis BorgesBandera de Argentina Argentina
1980Juan Carlos OnettiBandera de Uruguay Uruguay
1981Octavio PazBandera de los Estados Unidos Mexicanos México
1982Luis Rosales CamachoBandera de España España
1983Rafael Alberti MerelloBandera de España España
1984Ernesto SabatoBandera de Argentina Argentina
1985Gonzalo Torrente BallesterBandera de España España
1986Antonio Buero VallejoBandera de España España
1987Carlos Fuentes MacíasBandera de los Estados Unidos Mexicanos México
1988María Zambrano AlarcónBandera de España España
1989Augusto Roa BastosBandera de Paraguay Paraguay
1990Adolfo Bioy CasaresBandera de Argentina Argentina
1991Francisco AyalaBandera de España España
1992Dulce María LoynazBandera de Cuba Cuba
1993Miguel Delibes SetiénBandera de España España
1994Mario Vargas LlosaBandera de Perú Perú
1995Camilo José CelaBandera de España España
1996José García NietoBandera de España España
1997Guillermo Cabrera InfanteBandera de Cuba Cuba
1998José HierroBandera de España España
1999Jorge EdwardsBandera de Chile Chile
2000Francisco UmbralBandera de España España
2001Álvaro MutisBandera de Colombia Colombia
2002José Jiménez LozanoBandera de España España
2003Gonzalo RojasBandera de Chile Chile
2004Rafael Sánchez FerlosioBandera de España España
2005Sergio Pitol DemeneghiBandera de los Estados Unidos Mexicanos México
2006Antonio GamonedaBandera de España España
2007Juan GelmanBandera de Argentina Argentina
2008Juan MarséBandera de España España
2009José Emilio PachecoBandera de los Estados Unidos Mexicanos México
2010Ana María MatuteBandera de España España
2011Nicanor ParraBandera de Chile Chile
2012José Manuel Caballero BonaldBandera de España España
2013Elena PoniatowskaBandera de los Estados Unidos Mexicanos México
2014Juan GoytisoloBandera de España España
2015Fernando del PasoBandera de los Estados Unidos Mexicanos México
2016Eduardo MendozaBandera de España España
2017Sergio RamírezBandera de Nicaragua Nicaragua
2018Ida VitaleBandera de Uruguay Uruguay
2019Joan Margarit , España
DOS POEMAS DEL GALARDONADO FRANCISCO BRINES, CON EL NOBEL DE LAS LETRAS HISPANAS, EL CERVANTES

«Epitafio romano»

«No fui nada, y ahora nada soy.

Pero tú, que aún existes, bebe, goza

de la vida…, y luego ven.»

Eres un buen amigo.

Ya sé que hablas en serio, porque la amable piedra

la dictaste con vida: no es tuyo el privilegio,

ni de nadie,

poder decir si es bueno o malo

llegar ahí.

Quien lea, debe saber que el tuyo

también es mi epitafio. Valgan tópicas frases

por tópicas cenizas.

«Alocución pagana»

¿Es que, acaso, estimáis que por creer

en la inmortalidad,

os tendrá que ser dada?

Es obra de la fe, del egoísmo

o la desolación.

Y si existe, no importa no haber creído en ella:

respuestas ignorantes son todas las humanas

si a la muerte interroga.

Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,

o grandes monumentos funerarios,

las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.

O aceptad el vacío que vendrá,

en donde ni siquiera soplará un viento estéril.

Lo que habrá de venir será de todos,

pues no hay merecimiento en el nacer

y nada justifica nuestra muerte.

El Capea en la mirada de Alcalino

Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea” (Salamanca 17/09/1952), constante triunfador de Madrid, contaba con amplio reconocimiento entre los mejores aficionados y colegas de profesión,

Sin embargo, ni su cotización ni lo que de él se leía hacían justicia a la realidad de su toreo.

Algo fallaba.

Algo que ni él mismo ni sus apoderados de siempre –los “Choperitas” Martínez Uranga—acababan de descifrar. Incluso cuando sus críticos más recalcitrantes fueron cediendo –dijeron que en México había descubierto el temple-.

Las empresas continuaban destinando el dinero fuerte a diestros de moda aunque fueran artísticamente inferiores a Pedro.

Hasta pudiera decirse que encabezar durante ¡seis años! el escalafón le había resultado contraproducente: era como si los públicos se hubieran acostumbrado a tenerlo en sus ferias y a verlo triunfar sin pausa, y sin embargo los motivaran más las novedades que el tenaz y poderoso Capea.

Y todo esto a pesar de que su fácil maestría se fue decantando hacia un arte cada vez más refinado y sentido a lo largo de los años ochenta. 

Las Ventas, su plaza.

En 1988 se encontraba El Capea en plena madurez, de la cual daba constancia su trayectoria en sucesivas isidradas.

Infalible sobre todo a partir de la de 1984, cuando un toro de Dionisio Rodríguez, lo hirió porque se inmoló al estoquearlo con tal de asegurar la oreja.

De la feria del 85

Data su célebre faena –faenón—a un arisco y astifino cárdeno de Manolo González llamado “Cumbreño”, pero ya en su corrida anterior había desorejado a otro ejemplar aquerenciado y difícil del hierro de Sepúlveda.

Y en la corrida de Beneficiencia, superó a los también triunfadores Espartaco y Pepín Jiménez y suyo fue el único apéndice, de un correoso sobrero de Gavira.

Infatigable, anunciado otra vez dos veces al año siguiente, de nuevo se alzó con sendas orejas, superando los inconvenientes de incómodos lotes de Sepúlveda y Hermanos Santamaría.

Quedó palmariamente demostrado que estaba por encima del resto del escalafón.

Pero a la hora de hablar del dinero, la empresa venteña cerró la escarcela y dejó a Pedro fuera de la isidrada de 1987,  justo cuando acababa de firmar la mejor faena de la feria de Sevilla, plaza que le era particularmente esquiva.

Y no por culpa suya ni de los sevillanos sino de la empresa maestrante, que acumulaba media docena de años sin contar para nada con el maestro de Salamanca.

El sanisidro del 88

Para el sanisidro del 88, Manolo “Chopera” al fin cedió y anunció a Pedro en el cartel estrella de la feria, al lado de Espartaco y Paco Ojeda, toros de Aguirre Fernández Cobaleda.

Sin esperar a más, cuajó magistralmente al abreplaza, y si sólo paseó una oreja fue porque el presidente no quiso soltar la segunda.

Sus alternantes también desorejarían un toro cada cual, pero el parecer general señaló la de El Capea como: la faena más sólida y artística de la tarde.

Y aunque en su otra comparecencia se fue en blanco, entendió que el terreno estaba debidamente abonado, para dar un salto cualitativo de cara a la historia grande de un tiempo taurino del que estaba siendo protagonista indiscutible.

Corrida de la Prensa, 1988.

Su organizador, Manuel Molés, había adquirido un corridón de Victorino Martín y afrontaba dificultades problemas para encontrar toreros dispuestos a salirle.

El Capea aprovechó la coyuntura:

encerrarse en solitario con el lote cárdeno del paleto de Galapagar sería la fórmula ideal para acabar de demostrar quién era y lo que significaba en el toreo.

Martes 28 de junio de 1988: papel agotado en Las Ventas. Era el mejor augurio para Pedro Gutiérrez Moya, situado ante al mayor desafío de su carrera.

Versión de Vicente Zabala.

“No hubo otro paseo que el que hizo El Niño de la Capea con la mayor gallardía al frente de sus cuadrillas, teniéndose que desmonterar al llegar al centro del ruedo, porque la plaza se venía abajo de ovaciones y el vello se erizaba al verle caminar con paso firme y decidido… Y a partir de ahí se acabaron los paseos.

El torero, con cuatro primeros toros muy deslucidos, con problemas y peligro sordo –blando aunque toreable por el derecho el primero,  de viaje muy corto el segundo, terriblemente distraído el tercero, aplomado y quedado el cuarto—anduvo decidido, suelto, fácil y hasta hábil con la espada.

Los aplausos lo alentaban al final de cada actuación, así como crecían las censuras a Victorino y el juego de sus toros, muy pitados en el arrastre… Pero faltaban dos, hijos, según en ganadero, de aquel “Belador”, indultado hace años…

Y mira por donde al quinto toro le dio por embestir. Lo hizo con el temperamento de los auténticos toros bravos, repitiendo las embestidas después de seguir el engaño con ansias de “comérselo”.

El Niño de la Capea, que abrió la faena con unos soberanos muletazos por bajo —¡qué hermoso es el toreo a dos manos!

Se apretó con el animal en larguísimos y templadísimos muletazos con la muleta a rastras, sometiendo una barbaridad, prolongando la embestida del animal, llevándoselo hasta la cadera, haciéndole describir medios círculos mientras arrancaba ¡olés! y ovaciones.

Las ansias de triunfo le dieron a la labor del torero un punto de vibración novilleril, hasta que vino la peligrosísima voltereta, de la que se levantó con ansias de torero macho, muy encastado y rabioso, sin siquiera mirarse la ropa para proseguir con el mismo denominador común:

bajar la mano una barbaridad, para sacar siempre la muleta por debajo de la pala del pitón como remate de las suertes fundamentales. El público se le entregó. Y llegaron por fin las dos orejas.

Y ya con el triunfo en la mirada y en el ánimo, El Niño de la Capea aprovechó el buen estilo del sexto… La faena tuvo parsimonia, seguridad y buen gusto.

Los ayudados por bajo, que sirvieron de broche a su labor, fueron excelentes. Llegaría la tercera oreja de la tarde cuando mató de una estocada. Lo alzaron en volandas… y salió feliz y sonriente por la puerta grande.” 

(ABC, 29-6-88) 
El niño de la Capea. Junio 28 de 1988

Versión de “Barquerito”.

“La euforia tardó en llegar y, cuando llegó, fue incontenible… El Capea, tan solemne, humilde y sabio toda la tarde, se había retirado al burladero tras haber cortado al quinto de los victorinos las dos orejas y aún se oía el murmullo admirativo de Las Ventas.

Una especie de “¡Salve, maestro!”… ¡Qué grandeza!¡Qué fuerza!¡Qué seguridad!… ni una duda en hora y media ante seis victorinos.

Con toros “zapatilleros” o “tobilleros”, como el primero, el segundo o el tercero. Y con los toros más nobles, los dos últimos, a los que hubo de torear más a base de inteligencia y gusto que de coraje…

En eso se reunió el registro más completo y cabal del torero, cuyo mérito más fino fue saber esperar una hora a que saliera su toro, que fue el quinto.

Mansito de salida, abantón, manos por delante en el capote, pero el toro que Capea, en un rapto de coraje, convirtió en el toro de la corrida.

Muleta en mano lo tomó entre la raya y las tablas para doblarse con verdadero valor y ligarlo sin irse al rabo, sino alargando el viaje y sacándoselo por delante del pecho con alegría.

Ésta que empezó así fue la faena más perfecta y redonda que Capea ha hecho en Madrid desde que torea en Las Ventas… La faena rompió en seguida.

Tan pronto como el Capea, fuera de la raya, se hizo con el toro y lo obligó a la distancia media, dejándole venir siempre sin enmendarse y empleándose sin reservas, pues el toro tenía temple y no derrotaba al final del muletazo…

Crecido, el maestro se echó la muleta la izquierda y se dejó ir. Sintiéndose.

Es tremendo cuando un torero de fuerza se convierte en un torero de sentimiento:

Esa tanda de naturales, con la muleta por debajo de la pala de los pitones y remate en la cadera, sin angustias, sin desahogo ni desasosiego, fue espeluznante…

El toro, acostado sobre el pitón derecho, levantó los pies al torero. Capea cayó sin ser prendido y quedó a merced del toro, que no hizo por él. Las cuadrillas, al quite, lo animaron.

Las mismas cuadrillas, que al final de la corrida volvían a mirarle admirativamente mientras casi a la fuerza, se lo llevaba la gente por la puerta grande de Las Ventas.

Con la misma fuerza devota de quienes pedían el sobrero, seguros de que acabaría llegando; pues ni el Capea parecía cansado, ni la gente estaba cansada de verlo.

El primero de todos, el Rey de España… Capea se levantó y se puso a torear de frente con el convencimiento de que el toro era suyo, como suyos fueron los seis de su tarde redonda, aunque en algún  momento pareció cuadrada…

Aguantó con cuatro y toreó con deleite al sexto, para rematar con lo que fue probablemente lo más bello de esta corrida difícilmente perfecta:

los ayudados por bajo a dos manos. Cinco estocadas de genio. Y un bullicio interior que contagió con todos y a todos.”

(Larga cambiada. Temporada Taurina 1988. Edit. Espasa-Calpe. Madrid, 1989, pp 170-171)

El famoso toro quinto se llamó “Cumbreñito”, quien sabe si en recuerdo de aquel “Cumbreño” del año 85.

Y vale la pena escuchar lo que un joven torero de Galapagar, dijo por TVE a las puertas de su crucial San Isidro de 1999, cuando José Tomás aún concedía entrevistas:

Yo decidí hacerme torero mirando al Capea torear por naturales al quinto toro de la corrida de la Prensa de 1988. Todavía no he visto nada más grande en una plaza de toros”.

Balance comparativo.

Al finalizar esa temporada, Pedro Gutiérrez Moya anunció su retirada de los ruedos.

Sin embargo, cedió al canto de las sirenas en 1991: lo iba a parar en seco un temprano cornadón en Sevilla y si alcanzó a torear.

Muy disminuido

Dos sanisidros más, esto no mejorarían en nada su ejemplar trayectoria en Las Ventas, donde sumó en su carrera 36 festejos, cortó 21 orejas y abrió cuatro veces la puerta de Madrid.

Balance superior al del resto de la generación más cuesta arriba del siglo XX. Los Paquirri, Palomo, Teruel, Dámaso, Manzanares, Robles, y luego Espartaco, Ortega Cano, Ojeda…–.

Otra plaza de referencia para Pedro fue Bilbao, donde le había dado la alternativa Paco Camino (19/06/72).  Y fuera de España la México. Allí hizo El Capea 37 paseíllos y cosechó 17 auriculares y tres rabos, además de indultar a “Samurái” de Begoña (04/05/86).

El temple que le empezaron a achacar sus críticos más remisos a mediados de los 80, lo conocían de sobra los mexicanos , casi desde el primer día de Pedro en Insurgentes.

Y a través de una sucesión de grandes faenas, incluida la de su primer rabo (“Corvas Dulces”, de Garfias, 20/12/74)  y algunas malogradas con la espada pero asimismo enormes, como la de “Alegrías” de Reyes Huerta, al que bordó con la zurda (20.01.74) o “Fandango” de Jaral de Peñas, que le brindó a su padrino Paco Camino (18.02.79), por no hablar de la de “Debutante” de Funtanet, auténtica sinfonía de trazo exquisito aunque flojo remate (10.02.85).

“Fue mirando al CAPEA torear así al natural que decidí hacerme torero”.

Alcalino.Tauromaquia.Dos tardes memorables en Madrid

Cuenta Simón Casas que el Presidente de las Sociedades Taurinas de Francia, que era a su vez empresario de la plaza de Saint-Sever, lo amenazó, sin rubor alguno, con que «mientras yo viva, ningún torero francés pisará mi ruedo». Corrían los años 70 del siglo XX.

Para 2007, ya Francia había alumbrado una figura consagrada –Sebastian Castella– y un torero de corte clásico y sólida reputación –Juan Bautista Jalabert–. Contaban ambos en su haber con varias salidas por la puerta grande de Las Ventas, pero en España nunca habían coincidido en un mismo cartel cuando Juan Bautista fue llamado de urgencia por la empresa madrileña para suplir la ausencia de Miguel Ángel Perera –que estaba herido– en la Corrida de la Prensa, festejo número 13 de San Isidro aunque no figurase en el abono de la feria.


Era el 22 de mayo, fecha que casi coincidía con el aniversario 30 de la alternativa de Nimeño II (Nimes, 28-05-1977).

Toros de Puerto de San Lorenzo para la confirmación de alternativa del joven extremeño Ambel Posada. En una barrera, como invitado de honor, el rey de España.

Y en plan intrusivo, un toldo de nubarrones cerniéndose sobre la plaza, colmada hasta la bandera.


Ambel,
 que aunque nacido en Badajoz pertenecía a una dinastía andaluza históricamente caracterizada por su buen arte y poca fortuna, era un torero fino, sobresaliente capotero, cuyo escaso rodaje le impidió ir más allá en tan señalada ocasión.

Confirmó su alternativa con «Duque», un sobrero de La Palmosilla, y cumplió dignamente.

Los dos franceses, en cambio iban a enfrascarse en un duelo que todavía se recuerda.

Cuando la lluvia  aún no caía, con los toros segundo y tercero, previsiblemente brindados al rey Juan Carlos, ambos se desenvolvieron bien ante bichos que no permitían otra cosa.

Aunque Castella se excedió de faena, flojeó al matar y le enviaron un aviso.


Lo bueno vendría con la borrasca que empapó Las Ventas en la segunda mitad del festejo. Tanto Juan Bautista como Castella vestían de corinto y oro –¿o serían sedas de fino tono burdeos, oscurecidas por la humedad?–. Tocó a Las Ventas presenciar dos faenas memorables.


Bautista por delante

Cuando apareció el cuarto toro, la tormenta eléctrica resonaba como trompetería apocalíptica. Pero el del Puerto era noble. Y, bien lidiado por el primer espada y su cuadrilla, llegó en buenas condiciones al tercio final.

 Juan Bautista, que lo había lanceado con finura y clase, afrontó la borrasca sin titubear y fue desgranando una faena dechado de buen gusto y elegante limpieza.

Si magnífico su toreo derechista, mejores aun los deslizados naturales en serie. Ni desplantería vana ni bravucones alardes, todo encuadrado en la sobriedad más clásica.

Tras la efectiva estocada se llegó a pedir –a voces– la segunda oreja. En bíblica contradicción, esta vez el bautista emergió ungido por las aguas. Como autor, ensopado y feliz, de una de las faenas estelares del ciclo 2007.


La casta de Castella
Ante el quinto, Sebastián salió tanto o más desbordado que la tormenta que atronaba en el cielo y anegaba el ruedo.

Sin zapatillas y delante de todo un toro, porque el ejemplar de Puerto de San Lorenzo tenía raza y llegó fuerte y codicioso a la muleta.

Agua caía a torrentes. Filas interminables de paraguas y todos escurriendo. Profusión de relámpagos centelleando sobre los charcos.

Pero Castella no se arredró. Y en respuesta al faenón de su paisano, ofreció a su vez un toreo largo, emotivo y mandón. Y hasta heroico, cuando el astado le levantó los pies del suelo y el de Béziers se levantó de la voltereta más gallo, más le coq que nunca. Para continuar arrimándose.  Primero en tono de toma y daca; y a poco, aunando al valor un arte sentido y profundo, la empapada muleta a rastras, el hombre absolutamente entregado al extraño designo que había elegido este 22 de mayo del año siete para consagrar en Madrid a la Francia taurina.


Entre truenos y relámpagos, atronaba en Las Ventas el grito de ¡torero, torero! La estocada fue un modelo de ejecución pero quedó algo tendida, no cayó el morlaco, se precipitó Sebastián sin tino en el uso del verduguillo y los trofeos se limitaron a solitaria oreja.

Se le había escapado la puerta grande –la acababa de abrir el día 18, con un  toro de Valdefresno–, mas estremecía el coso la vibración rumorosa de las grandes ocasiones.


La Asociación de Prensa, organizadora del festejo, tenía destinada su Oreja de Oro al triunfador de la tarde. Al final no se pusieron de acuerdo los jurados, y el trofeo se entregó ex aequo, Juan Bautista y Sebastián Castella. 

Los dos franceses que situaron la bandera de su país en lo más alto del firmamento taurino. Figuras indiscutibles ambos.


Jubileo de El Juli
Julián López, buque insignia del toreo de su tiempo, sólo había abierto una vez la Puerta Grande de Madrid.

Fue cuando hizo su presentación y, a la vez, su despedida como novillero (14-09-98), cinco días antes de su alternativa en Nimes.

Magro historial, sea porque Las Ventas siempre lo midió con gesto adusto y lupa grande, sea por una mera cuestión de suerte, el caso es que su ciudad natal le era esquiva. Y aun en esta tarde crucial, debió lidiar con una absurda decisión presidencial que le negó la segunda oreja de «Cantapájaros», el gran toro de Victoriano del Río que cuajó sin una sola mácula, en genial exhibición de maestro y artista del toreo, sólo para topar con un representante de la autoridad inquisitorial y desaprensivo.

Más de una vez he pensado que borrar el rabo de los trofeos que se otorgan en Las Ventas es una pedantería sin sustento. Y que en mucho honraría a la primera plaza del mundo subrayar con ese plus distintivo faenas tan excepcionales como la de Julián a «Cantapájaros».


Faena de ligazón, arquitectura e inspiración admirables, perfecta de principio a fin, del trincherazo inicial al contundente volapié. En cuanto al presidente de aquel 23 de mayo de 2007,  lo mejor será echar al olvido su nombre y señas particulares. Y su visceral negativa ante la evidencia de una obra maestra.

Un canto al toreo eterno

José Carlos Arévalo ofrecería una visión desbordante de la gran faena: 
«Cantapájaros» había sido muy bien lidiado.

Tras un ajustadísimo castigo en varas y una inteligente brega… el bravo cornúpeta llegó al último tercio con muchos pies, listo para que la muleta le enseñara de verdad a embestir.

Y fue entonces cuando la exacta colocación del engaño y el virtuosismo de los toques limaron asperezas, corrigieron desajustes y metieron al toro, sutilmente dominado, en el carril del toreo… «Cantapájaros» respondió con una bravura tan cabal que terminó por tornarse en nobleza…(y) el temple se erigió entonces en rey de la faena… convertido en una lentitud irreal, armónico tras la muleta que cantaba, clamaba, lloraba el toreo… un toreo hondo y luminoso.


Fue quizá, tal vez sí, yo lo sé, la faena más grande que vieron los siglos. Desde luego, la mejor de El Juli. Más intensa que la de Vistalegre, a otro toro de Victoriano del Río; más redonda que la de Arles, al de El Pilar; tan templada como la de Barcelona, al de El Ventorrillo; más importante que la de México, al toro de Montecristo. Fue la faena que adentra definitivamente al toreo en el siglo XXI».


«Cantapájaros», de Victoriano del Río, negro meano, marcado con el 116, con peso oficial de 529 kilos, el toro que dio lugar a una magna gesta torera y al encendido relato de José Carlos Arévalo que acabamos de leer.


La corrida
Sin duda, la mejor del ciclo isidril de 2007. Una de sus claves estuvo en el encierro de Victoriano del Río –aunque el primero llevara el hierro hermano de Toros de Cortés– que tuvo seriedad por presencia y por bravura e incluyó tres toros excelentes –1o., 2o. y 6o.–. Pero contó, y mucho, la buena disposición y la constante entrega de la terna.

El elegante madrileño José Ignacio Uceda Leal, con clase pero también con fibra, le cortó al abre plaza la primera oreja de la tarde. Y José María Manzanares cerró el festejo con una faena honda y ligada a otro magnífico astado, premiada también con un apéndice. Además, ambos refrendaron su fama de matadores de estilo.

Puerta grande


Y por segunda vez en su vida, El Juli salió en hombros de Las Ventas. Y es que, tras la injusticia que redujo a un trofeo el homenaje a su faena más grande, extrajo un partido insospechado del quinto, el más flojo del sexteto, al que obligó a base de aguante, la muleta muy baja y mandona hasta vencer su inicial resistencia a humillar.

Un estoconazo contundente puso en su mano la oreja que le hacía falta para descerrajar la puerta de Madrid. Y para enviar a la calle a una multitud gozosa y feliz.

Alcalino, critico taurino mexicano

Alcalino y sus historias del México taurino

Es bien sabido que el concepto feria taurina nunca prendió en México, acostumbrada la
afición a los festejos dominicales de sus temporada grande (corridas) y chica (novilladas).
Y cuando, muy eventualmente, se organizó una feria a la española –es decir, varias
corridas en días consecutivos– los resultados fueron adversos.
El segundo intento, luego de la Feria Guadalupana de 1956 en El Toreo, se produjo cuando
estaba por romper el otoño de 1976 y la Plaza México permanecía cerrada y sin
empresario luego del petardo de DEMSA en el invierno anterior. Jaime de Haro fue el
valiente al que se le ocurrió la idea, pese a que su anterior experiencia en el medio había
resultado fallida. Sucedió dos años antes, cuando sobrado de audacia y recursos quiso
incursionar por España a través de un mano a mano entre Paco Camino y Manolo
Martínez. Primero se ufanó de que arrendaría la mismísima Maestranza sevillana para el
acontecimiento, pero a la hora buena tuvo que conformarse con el turístico coso de
Marbella. Y como la temporada tocaba a su fin (20.10.74), sólo pudo disponer de un
terciado encierro de Carlos Núñez. No sólo falló el ganado, los supuestos rivales tampoco
anduvieron inspirados y la prensa los tundió en serio, con una saña sólo comparable al
cúmulo de obstáculos que el medio taurino mexicano opuso en aquel 1976 al obstinado
promotor hasta obligarlo a habilitar el Palacio de los Deportes de la capital como
escenario de su feria, que constaría de ocho corridas sin otra figura a la vista que Curro
Rivera –Manolo, Eloy y Mariano, ausentes—y un Manolo Arruza en pugna por serlo. Los
cuatro diestros hispanos que Jaime de Haro consiguió contratar, luego de asegurar que
estaba tratando con los ases, eran tres ilustres desconocidos oriundos de Sevilla o sus
inmediaciones, y el cuarto un sobrino del vallisoletano Fernando Domínguez, uno de los
capotes más finos en los tempranos años 30.
Tras vencer mil dificultades, el promotor anunció una serie de ocho corridas para
mediados de septiembre. Las funciones empezarían a las siete de la tarde y serían
televisadas, una novedad luego de la drástica suspensión de las transmisiones en enero de
1969 (Manolo Martínez-Leodegario Hernández mediante). Pese a lo ralo de la cartelería, la

organización, empezando por el acondicionamiento del local, costó una millonada, pues
todo mundo –apoderados, ganaderos, subalternos, autoridades—se puso las botas a la
hora de cobrar. Hasta sus “colegas” empresarios le hicieron la guerra. Pero el señor De
Haro no se arredró y echó pa´lante.
La coyuntura de Curro. Afanoso por aprovechar el vacío que dejó Manolo Martínez al
ausentarse de los carteles capitalinos durante tres años tras la grave cornada de
“Borrachón” (03.03.74), no dudó Curro Rivera en postularse a la vacante, y durante dos
inviernos consecutivos, aunque con resultados desiguales, estuvo más presente en los
carteles de la México que ninguno de los otros candidatos (Cavazos, Mariano Ramos y de
modo más incipiente Manolo Arruza). Y como ninguno de ellos se arregló con Jaime de
Haro, calculó Curro que estaba ante la oportunidad de dar el paso decisivo. Por lo tanto,
no dudó en escriturar cuatro fechas que lo convertían en base y eje de la feria del Palacio
aunque, a cambio del privilegio de elegir tres encierros –Mimiahuápam, Santo Domingo y
Tequisquiapan–, hubo de transigir con otro de la familia De Haro, que no funcionó.
Mal ganado y otros inconvenientes. Salvo la excelente corrida de Tequisquiapan que da
forma a nuestra Historia de un cartel de hoy, el ganado defraudó por completo, a tono con
unas entradas desoladoras. En las seis citas iniciales, solamente se habían cortado cinco
orejas, cuatro para el hijo de Fermín Rivera y una para el hispano Gabriel Puerta, tan
protestada como alguna de las de Curro. Manili, herido en los inicios de su primera faena,
quedó inédito en México, y otro tanto un Rafael Torres que nunca paró los pies, mientras
Roberto Domínguez era zarandeado por los astados en dos apariciones en las que apuntó
el cante con el percal pero fue constantemente desbordado muleta en mano. El primo de
Diego Puerta –o eso se decía—toreaba a toda velocidad y no gustó. Tampoco, entre los
mexicanos, el veterano Capetillo, en lo peor de una desafortunada reaparición, ni el
moreliano Marcos Ortega, ni Miguel Villanueva, tan incierto como los de De Haro que le
correspondieron en su única salida. O Ricardo Balderas, a quien Curro le dio la alternativa
la noche del día patrio (16.09). Fue aberrante que se obligara a confirmar las suyas a los
españoles Rafael Torres (12.09, de manos de Jesús Solórzano), Gabriel Puerta (13.09, con
Capetillo como padrino), Roberto Domínguez (14.09, de Curro Rivera) y Manuel Ruiz
“Manili” (15.09, por Manolo Arruza). También lo hizo Cruz Flores (14.09, Curro Rivera fue
el otorgante). Cruz y Roberto tendrían que volver a hacerlo cuando se presentaron en la
Plaza México, única sede tradicionalmente válida para tales ceremonias en la capital del
país.


Y de súbito, un corridón. Así estaban las cosas cuando, el sábado 18 de septiembre,
partieron plaza en el insólito escenario Curro Rivera, Manolo Arruza y Cruz Flores, ante la
mejor entrada del ciclo y delante del celebrado tenista argentino Guillermo Vilas, recién
salido de la ducha tras jugar por la tarde. Era la cuarta comparecencia de Curro, que había
cuajado con “Consentido”, de Mimiahuápam la faena cimera del tedioso serial.

Tequisquiapan lo borda. Asentada en el estado de Querétaro, la de Tequisquiapan era
una ganadería corta pero buena, que en manos de don Fernando de la Mora Madaleno,
un enamorado de la casta brava, siempre envió a la capital astados fuertes, enrazados y
de respetables cornamentas. El encierro que vimos en el palacio era algo terciado pero
íntegro en todo sentido. Curro Rivera lidió dos toros excelentes, y más alegre y dócil aún
fue el tercero de la noche, para el joven Cruz Flores. Y muy enrazado, con mucho que
torear, el obsequiado por Manolo Arruza, bautizado como “Cara Sucia” seguramente por
la mancha blanca que le cruzaba la faz. El lote de Arruza fue el menos propicio y el
segundo de Cruz difícil, pero el balance estuvo a la altura de los prestigios del hierro
queretano.


Rivera, avante. Consciente de su papel central, Curro hizo en esta séptima de feria una
convincente exhibición del sitio y el poder ostentaba. Parco con el capote, su muleta
prodigó trazos de largo metraje, traicionado a veces por la rapidez pero con numerosos
pasajes de temple lento y sabroso cuando se relajaba. Le cortó una oreja legítima al
abreplaza “Campasolo” por faena basada en la mano zurda, y hasta el rabo –que tuvo que
guardarse ante las protestas— al no menos noble y encastado “Herrerito II” luego de un
muleteo a más, de series largas por ambos pitones y sin que faltara el circurret, ese mazo
de derechazos en circulo rematado cada uno por alto y sin mover las zapatillas de su
posición inicial para ligarlos. Pinchó una vez antes de la estocada que hizo doblar a un
burel cuya clase, bravura y fijeza obligaría a los señores De la Mora, padre e hijo, a
acompañar a Curro en una de sus vueltas triunfales, que lo confirmaban triunfador
absoluto de un ciclo en el que alzó como trofeos un total de siete orejas y un rabo.
Sin embargo, para que el indudable éxito de Curro Rivera alcanzara la trascendencia
deseada habrían hecho falta otro escenario y otro ambiente, además de la presencia de
figuras consagradas disputándole las palmas.


Arruza y Cruz también orejeados. Manolo Arruza no se resignó a mantenerse en tono de
buen torero con el lote malo de la corrida y decidió regalar el sobrero. Y la exigente
bravura de “Cara Sucia” iba a encontrar justa correspondencia en el capitalino desde el
recibo con tres ligados faroles de rodillas hasta la estocada en lo alto, luego de cubrir el
segundo tercio entre ovaciones, y de una seria, poderosa y emotiva faena. La inició
sentado en el estribo y terminó enseñándole al encastado morlaco quién mandaba ahí
cuando ligó una perfecta tanda de tersos pases naturales. No olvidó el sello de la casa
–molinete, arrucina y doblones torerísimos, rematados rodilla en tierra–, como antesala
de un volapié de su marca, todo lo cual le valió las dos orejas y la salida en hombros.
Otro par de apéndices había cobrado ya el recién doctorado Cruz Flores, que tendía al
toreo fino y no carecía de valor sereno y encomiable decisión. Le correspondió el más
alegre y suave de los de Tequisquiapan, lo recibió con faroles de rodillas y sus verónicas
acusaron clase. “Ventanero” era el toro ideal para consagrarse y Cruz no lo desperdició,
atinó a dar plaza a sus embestidas citando desde largo y le ligó una magnífica faena, acaso

sin la vibración y empaque de los maestros consumados –era apenas su corrida número
once como matador–, pero contando siempre con el respaldo de un público ávido de
novedades y entusiasmado por el buen aroma de su toreo. Y como cultivaba el volapié
clásico, una estocada fulminante puso en sus manos las dos orejas del estupendo burel
queretano.

¿Qué fue de Cruz Flores posteriormente? Pues que a pesar del sonado indulto de aquel
“Simpatías” de Reyes Huerta, en la México y al lado nada menos que de Martínez y
Cavazos (05.02.79), su carrera no prosperó y poco a poco se fue diluyendo. Lo perjudicó
un inoportuno encontronazo de su apoderado Teófilo Gómez con Manolo Martínez por un
toro de regalo en Querétaro, incidente que terminó por cerrarle muchas puertas.
Una feria más. No sería aquella la única ocasión en que la fiesta de toros se refugió en el
Palacio de los Deportes debido al cierre de la Plaza México. En 1987, el hijo del regente del
entonces Distrito Federal, que era Ramón Aguirre, estaba encaprichado por manejar la
Monumental, mal conducida a la sazón por un Alfonso Gaona cargado de años, con la
brújula perdida y los tiempos de sus temporadas dados al garete. Para presionarlo,
Rodrigo Aguirre, incipiente ganadero también, montó en el Palacio, en diciembre de aquel
año, una feria breve pero ésta sí con nombres sonoros en la cartelería –Manuel Martínez,
Eloy Cavazos, Curro Rivera y Miguel Espinosa, y como contingente hispano El Niño de la
Capea y los recién alternativados Mike “Litri” y Rafi Camino. Los festejos se celebraron en
dos fines de semana y las autoridades reincidieron en la necedad de las apócrifas
confirmaciones.


Y aunque se vieron cosas interesantes, lo impropio del escenario y la discreta respuesta de
público clausuraron, parece que definitivamente, cualquier posibilidad futura al respecto.

Latacunga con atractivos carteles

José Luis Cobo confeccionó los carteles para su feria de noviembre en la plazas San Isidro Labrador. Dos corridas y el festival de la Esperanza de TRIANA el domingo 17

Los encierros, de la Casa, Huagrahuasi y Triana de la familia Cobo

LOS CARTELES

El 15 de noviembre se lidiarán toros de Huagrahuasi para un mano a mano entre Sebastián Castella y Andrés Roca Rey.

El día 16 de noviembre la empresa anuncia una terna: David Fandila “El Fandi’Manuel Escribano y Borja Jiménez harán frente a un encierro de los hierros de Huagrahuasi y Triana.

Para el 17 se confeccionará un cartel de toreros de España y Ecuador en la vigésimo primera edición del Festival Virgen Esperanza de Triana.

Los carteles de Lima. Ponce, Roca, Galdós, Colombo,( que triunfa en el Perú) , Manzanares, Perera, Castella, Galván, De Lima , Borja

La feria va del 27 de octubre al 17 de noviembre.

Participan toreros del Perú, Venezuela, España y Francia.

Ponce se despide de Lima.

Domingo 27 de Octubre

Toros de San Pedro y Salamanca para Juan Carlos Cubas, David Galván y Jesús Enrique Colombo.

Sábado 02 de Noviembre

Novillos de Ciro Neyra para Julio Alguiar, Pedro Luis y Joaquín Caro.

Domingo 03 de Noviembre

Toros de El Pilar para Enrique Ponce -quien se despide- y Joaquín Galdós -mano a mano-.

Domingo 10 de Noviembre

Toros de Núñez del Cuvillo para Miguel Ángel Perera, Alfonso de Lima y Borja Jiménez.

Domingo 17 de Noviembre

Toros de Núñez del Cuvillo para Sebastián Castella, José María Manzanares y Roca Rey.

OTRO TRIUNFO EN EL PERU DE COLOMBO

Hualgayoc, Perú. Toros de San Simón para Jesús Enrique Colombo, oreja y oreja, EN HIOMBROS; Alfonso de Lima, silencio y silencio; y Luis David, ovación y ovación.

Linares… 28 de agosto de 1947…

(Federico Alcazar )

Manolete, Manolete

la mezquita hecha torera

vestida de azul y oro

y teniendo por montera

el arte de Lagartijo

y el estoicismo de Séneca

Manolete nació el 4 de julio de 1917 en el número 2 de la calle del Conde Torres Cabrera de Córdoba.

Su padre fue el matador de igual apodo que falleció cuando Manuel sólo tenía cinco años. Familia también de los toreros José Dámaso Rodríguez, Pepete, José Rodríguez Sánchez, Bebe Chico, y el banderillero Rafael Sánchez, Bebe. Su madre, Agustina Sánchez, se casó en primeras nupcias con Lagartijo Chico.

Sus primeros capotazos los da en 1929 en la finca ‘Lobatón’, cerca de Córdoba.


Torea vestido por primera vez de luces en 1933 en una corrida nocturna celebrada en la plaza de la localidad francesa de Arles.

En Córdoba se presenta con picadores el 27 de julio de 1935. El 26 de mayo se presenta en Sevilla, donde logra un sonoro triunfo el 5 de junio y el 9 de octubre. En esta ocasión estoqueó de manera sublime dos novillos de Villamarta.

Torero legendario que impuso su propio estilo, que polémico o no, apasionaba en debates, charlas y artículos, dejando una huella que aún perdura. Hizo cambiar a la afición el concepto del arte taurino de forma que hubo una forma de torear antes y después de él. Tomó la alternativa el 2 de julio de 1939 de manos de Rafael Jiménez Chicuelo, con Rafael Vega de los ReyesGitanillo de Triana de testigo y toros de Clemente Tassara. De una personalidad seca y austera, rigurosa y con un estilo de perfil, casi al hilo del pitón, y con la muleta retrasada, lo que obligaba al toro a pasar previamente ante el cuerpo del torero. Su estilo fue la extensión de su carácter, austero, esencial, seco y valeroso. Sobrio y duro pero también elegante, se imponía al toro igual que en su vida social.

En 1940 suma 50 corridas, cuatro de ellas en Madrid. Esa temporada obtiene éxitos destacados en Sevilla, Alicante, Bilbao, San Sebastián y Barcelona. En 1941, suma 58 corridas. En 1942, 72 actuaciones, triunfando en Barcelona y en las ferias más relevantes. La temporada ya estaba muy avanzada cuando actúa dos veces en la capital, la última fue la del 27 de septiembre, tarde en la que un toro le corneó, causándole una herida de gravedad en el muslo derecho. 74 corridas realiza en 1943. El 29 de mayo, el 2 de junio y el 15 de julio son las fechas de tres tardes especialmente afortunadas del cordobés en Madrid. En 1944 torea 92 corridas, casi todas con un éxito notable. Es la temporada en que realiza la faena más completa de toda su carrera. Fue el 6 de julio en la plaza de Las Ventas, en la corrida de la Asociación de la Prensa. En 1945, suma 71 corridas, el 29 de junio en Alicante, un toro de Francisco Chica le fracturó la clavícula.


En México se presenta el 9 de diciembre, con astados de Torrecilla. Entre finales de aquel año 1945 y principios del 46 torea en ColombiaPerú y Venezuela. La campaña de 1946 sólo torea en una ocasión, el 19 de septiembre en Madrid, junto a Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín, con toros de Carlos Núñez. A finales de ese año torea en México y Perú. Cuando vuelve a España, en 1947, comienza su temporada cuando la campaña se encuentra ya bastante avanzada. El 16 de julio torea la que sería su última corrida en Las Ventas, la de la Beneficencia. Resultó herido en una pierna por un toro de Bohórquez.

El 28 de agosto de 1947, después de haber sido muy discutido la temporada anterior, pues se le acusaba de exceso de comodidades y de tomar ventajas con los toros que imponía, y de no haber toreado apenas ese año, comparte cartel en Linares con Luis Miguel Dominguín y Gitanillo de Triana. El segundo de su lote, Islero, de Miura, llega muy tardo y apretando a la suerte suprema. Manolete, como siempre, se entrega, pero comete un error técnico y ejecuta la estocada con mucha lentitud. El toro hunde hasta la cepa el pitón en su muslo derecho. Se dijo que los destrozos causados en el triángulo de Scarpa atravesado por la vena femoral le produjo la gran hemorragia que le llevó a la muerte el 29 de agosto de 1947 a las cinco horas y siete minutos de la madrugada.

La causa final de la muerte del torero siguió siendo polémica. En 1997 se revela por el hijo del médico de Linares que atendió al torero, Fernando Garrido. Parece ser que tras la cogida, que había sido grave pero no mortal, el torero había perdido mucha sangre y Fernando Garrido operó y dispuso que se le practicaran las transfusiones de sangre necesarias, cosa que empezó a hacerse. A las pocas horas el torero se recuperó, habló, se fumó un cigarro y hasta preguntó cómo había ido la corrida, aunque seguía débil. Fue entonces cuando llegó el doctor Giménez Guinea, en quien Manolete tenía mucha confianza, y ordenó que se suspendieran las transfusiones y que se le aplicara un plasma noruego: a los pocos segundos de entrar el plasma en la sangre del torero, apareció la muerte

La foto del maestro Manolete captada por otro genio de la cámara Manuel H tomada en la plaza De Santamaría


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