Juan Ortega, una luminosa revelación. Bien la terna en Linares con Lorenzo y Crespo. Vaya por delante que la corrida en Linares estuvo transida por la emoción y el recuerdo de Manolete que hace 73 años era ya el comienzo de un mito del toreo… Se guardó un minuto de silencio por las víctimas del coronavirus y se recordó a Yiyo muerto por un toro hace 35 años.
Peto de pronto, surje el toreo puro, diamantino, fugaz, eterno. Qué manera de interpretar las verónicas y la media especialmente en su segundo toro.
Hablo de Juan Ortega, el sevillano. Y luego en su segundo bis (de nombre Anacardito) un dechado de bondad y embestida clara para que se regodeara en el quite por chicuelinas y luego esos naturales, despacito, sentido, «arrubujaos» y a la hombrera contraria el forzado.
¡¡Qué maravilla!!. ¡¡Que nobleza de toro!!, y que manera de gozar y de sentir el toreo de este joven espada que tenemos que verlo en Colombia. Vale la pena en este recambio natural de generaciones de la plantilla.
RESUMEN DEL FESTEJO LINARENSE
• JUAN ORTEGA, silencio y dos orejas,
• ÁLVARO LORENZO, dos orejas,
• DANIEL CRESPO, palmas y oreja.
Detalles: Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio por las víctimas de la pandemia. A continuación sonó el Himno de España. El recuerdo de Manolete y del Yiyo. ¡¡¡Como debe ser!!!
Nos quejamos de que no hay opciones. Sota, caballo y rey. Los mismos, un poco más maduritos pero los mismos. Pues, no. Hay material y agentes humanos que son capaces de darle sentido al toreo.
Bien Lorenzo (el mismo que indultó aquel novillo de Gutierrez en el festival manizaleño) y Daniel Crespo, en el sexto. Hay guardián en la heredad.
Que bien torea Juan Ortega. Que delicia verle, que descubrimiento mas grato
El del Yiyo, otro aniversario luctuoso. Fue en Colmenar, tierra de toros. Un toro de Marcos Nuñez de nombre «Burlero», le pegó un cornalón en el corazón. Mortal de necesidad, dijeron los médicos aquel 30 de agosto.
ABC recuerda la premonición del torero madrileño del barrio de Canillejas:
«La muerte la llevamos en la cara todos los toreros. Pienso que un cuerno me va a arrancar el corazón. ¿Qué más da? Mejor morir de una cornada que en la M-30». La sombra de aquella premonición de José Cubero «Yiyo» en 1983 se alargó en 1985 y se extiende aún hoy a través de los tiempos como todos los mortales que se hicieron leyenda. En su irrupción, Yiyo contó en declaraciones a Radio Nacional que pensaba en la muerte cada vez que apagaba la lamparita de la mesilla de noche y la eterna soledad de los toreros.
Yiyo estaba llamado a ocupar un lugar entre los grandes, príncipe del toreo le bautizaron, hasta que en su camino se cruzó «Burlero», un toro de Marcos Núñez que le asestó una mortal cornada en el corazón en una corrida en la que el madrileño había entrado también por una sustitución.
Por cierto, toreó con el maestro Rincón…
“Cuando llego a Madrid me quedó cinco minutos delante de la estatua de José y me quedo mirándolo. Le pido a mi familia que nos deje solos. Es como un diálogo que tenemos él y yo recordando la época que compartimos. Yiyo era un genio como persona y como torero”.Es lo que recoge Patrimonio Taurino de charla con quienes fueron sus compañeros
Con estas palabras de El Sevillano se puede resumir el sentimiento de una generación de grandes toreros que compartieron sueños en la inolvidable Escuela de Madrid creada por Martín Arranz. Hoy, con la gran ayuda de los Príncipes del toreo (Julián Maestro y Lucio Sandín) recapitulamos un testimonio único sobre aquel vivero de torería y valores de la Escuela de Madrid recordando al gran José Cubero “Yiyo” de la mano del testimonio de sus compañeros. Imposible separar el nombre de estos grandes toreros del de la Escuela.
Carlos Ávila
A la Escuela la recuerdo con una ilusión tremenda, con ganas de descubrir el toreo, admirando a las figuras de aquel tiempo. De la mano de Enrique vi como iba cambiando la mentalidad de lo que antes era querer ser torero y lo que fue después. En el fondo es igual (son las ganas, afición y ser un poco loco que decía Pepe Dominguin). Son sentimientos, es muy difícil ponerle palabras.
A José lo recuerdo con especial alegría por un lado y mucha tristeza por otro. La primera vez que fui a la Escuela salí del metro de Lago y me dirigí a un chavalín al que pregunté por ella, era Yiyo. Ésa fue la primera vez que le vi. Yo tenía 16 años. Muchos recuerdos en común.
Carlos Hombrados
La Escuela la recuerdo con una nostalgia muy grande y como lo más bonito de mi vida profesional respecto al toro. La Escuela pasó por varias etapas. Entré en 1977 y en 1978 cuando Yiyo, Maestro y Sandín ya eran becerristas. Se les llamó los Príncipes. Piensas que vas a ser torero sí o sí, no ves la cruda realidad. Es un sueño, un juego, algo muy bonito. Enrique fue el alma-máter de la Escuela de Madrid y después de todas. Tenía una forma de enseñar peculiar, dura y exigente.
Había que ganárselo todo. Te lo tenías que ganar día a día con las vacas y de vez en cuando un novillo. Enrique no admitía gente que no quería ser torero, si te veía mal te humillaba y te tocaba los costados para que te vinieras arriba. Una etapa bonita y feliz que nos ha marcado a todos
Yiyo fue un referente. Me acuerdo de él todos los días como torero y persona. Yiyo vivía en Canillejas y yo detrás de Las Ventas. Los viajes de vuelta de la Escuela los hacíamos juntos. Conducía Juan Cubero, todas las tardes noches volvíamos en coche o metro. Nos conocimos de niños. Tengo 54 y él tendría 53. Le recuerdo como persona muy entrañable, travieso, bromista. Con 20 años era muy cachondo, buena gente, muy humano. Como torero, !Fígurate!.
Sus toreros preferidos eran Manzanares (nos ponían todos los viernes películas GAN con el que tuve amistad y su colaborador Domingo). Al ver las películas salíamos inspirados. La plaza estaba arriba y el edificio acristalado abajo y subíamos encantados, inspirados.
Empezó siendo un torero con muchísima raza desde niño. Nos traían “vacorras” en fechas como la que llamaban Feria del Vino y él se reponía de volteretas enormes con 12 años. Mucha raza, artísticamente empezó siendo torero vulgar acabando con clase expepcional. Valor tenía para hacer varios toreros y la clase se fue haciendo. Desde su debut hasta Colmenar se hizo un torero con una clase magistral, de los referentes que si ves en vídeo te llenará y te gustará. No sé lo que hubiera dado de sí, ha cuajado toros con clasicismo, belleza y pureza como el mejor.
Su muerte fue un auténtico mazazo para el toreo y para los que convivimos con él, nos ha marcado para toda la vida. Cuando voy a la plaza y veo su estatua siempre me quedo mirándolo maravillado. Se lo merece, ha sido un Dios. El torero más importante de la Escuela, era excepcional.
Le recuerdo como si se me hubiera ido a mí un ser querido. Era muy vacilón con muy buena armonía, una cosa de amigo, no tenía maldad ni nada de nada.Un recuerdo imborrable.
El Sevillano
Yiyo era un niño y yo era el más mayor, era el que hacía un poco padre de todos. Al ser el más mayor era el ídolo de los que empezaban a pegar muletazos a las vacas. Cuando llegaba él siendo figura y estaban comiendo 60 en una mesa los dejaba plantados para tomar un café conmigo. Era un niño muy travieso, muy buena persona. De su época de niño íbamos a los tentaderos y al ser el más mayor y de Andalucía estaban de broma conmigo con el cachondeo de la z. A mí me gustaban los niños y los sabía llevar. Dormía en una pensión y desde la planta de arriba me quitaban con un gancho los calcetines y decían que era el vendaval que había volado los calcetines (risas).
Cuando él empezó a funcionar me dijo que tenía que estrenar su coche y el primero que quería que montase era yo. Otra vez llegó con una pístola y la tiramos. Tengo muchísimos recuerdos con él y su familia. Eran todos buenos pero José era genial.
Fue una etapa de querer ser torero. Entrenábamos juntos. A los Príncipes del toreo les hacía el toro y luego ellos a mí una burra (estaban de cachondeo siempre). En el Gran Hotel de Salamanca tiraban la bolita de la persiana y me daban en la cara al mirar. Eran encantadores.
Me acuerdo que me preguntaba Martín Arranz, ¿quién va a ser figura del toreo?. Los tres andan bien pero veo a Yiyo con capacidad increíble.
Hacía travesuras como meter en la boca de un boxer de una casita de la zona un palo viendo como se iba cabreando más. Otra vez le robaron y le acompañé yo mientras él gritaba “a ver quién me roba ahora yendo con El Sevillano”. Cuando toreaba era un genio. Conocí a toda la familia, recuerdo muchas cosas bonitas. Cuando falleció la familia, debido a lo que me quería, me decían que me pusiera cerca. Querían que alguien que tanto quiso y al que tanto quiso su hijo estuviera cerca suya.
Yo seguía luchando de novillero y él figura, cualquier cosa que me pedía se lo daba. Tenía 10 años más que ellos. Íbamos a los tentaderos y Martín Arranz era duro y genial. Un día recuerdo como Yiyo contaba chistes, yo hice el anuncio de Marie Claire, Maestro me imitaba diciendo que me metía el pollo entero y solo sacaba los huesos… Fueron muchos años juntos y recuerdos precisos.
Fernando Galindo.
Los recuerdos de la Escuela son entrañables. Empezaba de la mano de nuestros comienzos y surgió como una innovación a partir de una cooperativa de profesionales. Fue una época en la que todo los vivíamos como novedad: la firmeza de Arranz, el contacto con el toro y con la profesión. Compartimos risas y miedos, el ir acostumbrándonos a esta profesión con competitividad sana. Cada uno nos medíamos por la valía delante del toro, se creaba un escalafón sobre eso.
Nos marcó la disciplina y forma de hablar de Arranz, nos exigía mucho poniéndonos en situaciones muy duras. Eso nos ha marcado, nos enseñó la dureza del novillo y la profesión. Recuerdo a Molinero que sin ser profesional, sin discurso profesional, tenía afición y cariño grande al rito. Salcedo profesor de gimnasia.. Luis El Boni, Bonifacio Perea… Colaboraban desinteresadamente. Todo estaba marcado por la improvisación.
En Beneficencia de 1976 me llama Enrique para que fuera vestido de corto a la sede de la Escuela en la Calle Mayor 11. Fui allí, me vestí de corto como todos los compañeros incluyendo a Bote que era el más chico. Sin decir nada nos metió en el metro con un paquete bajo el brazo que llevaba. Llegamos a Ventas y nos dijo
“Va a pasar el Rey. Le esperamos y cuando pase, tú, Bote, te saltas la cadena policial y le entregas el capote (era el paquete). Cuando pasó el Rey, Bote saltó con el capote, lo abrió y el Rey nos invitó a la recepción de después de Beneficencia. Ese fue el primer conocimiento de la Escuela.
El Yiyo, fundamentalmente tenía dos cojones. Era un torero con valor. Salió a una becerra que era más alta que él, se puso hundido en el suelo, con los riñones metidos. Cuando te pones por primera vez sacas el culo, él lo tenía muy claro. Su bondad y hombría no las puedo olvidar.
Juan Cubero
En los inicios estaba todo en el aire, era la primera Escuela que se abría en España. Había muchísimos alumnos de toda España y chicos que no podían ir a un hotel para los que se acondicionó la plaza de Batán para vivir. Había un profesor de teórica, Manuel Molinero, abogado y aficionado pero en práctico apenas había profesores. Los más adelantados ejercíamos de profesores. Fue muy bonito, porque gracias a las primeras promociones como Los Principes fue un boom y la Escuela ganó en credibilidad. Ayuntamiento y Comunidad subvencionaron, fue un pasaje bonito y necesario para abrir más escuelas
Mi hermano era el más pequeño de los tres, aprendió con nosotros y en la Escuela alcanzando cuotas increíbles. Desde pequeño llenaba con Los Príncipes siendo reclamados por los Ayuntamientos. Fue meteórico. Excepcional, único, gran personalidad, había nacido para ser torero y no tuvo dificultad. Desde su primer becerro ganó dinero. No hubo que pedir ni favores para torear, le llamaba todo el mundo. Con 17 años tomó la alternativa.
Como persona excepcional, más grande que lo que fue como torero. Un encanto de niño, todo el que le conocía se enamoraba de él, cariñoso, inteligente. Quería ser torero y a veces desatendía los estudios, solo pensaba en el toro. Mi padre le obligaba a estudiar y le castigaba que sin aprobar dejaríaa de torear. Aprobaba con matrículas, era muy inteligente.
Julián Maestro.
La Escuela Nacional de Tauromaquia -era la única que había en España- era una escuela de toreros, de valores y de vida. No solo se inculcaban los valores profesionales taurinos, se nos daba una disciplina, como ya he dicho en otras ocasiones, de militancia. Eran muy severos. Era una época en la que se ayudaba al que quería ser de verdad torero y al que no, se le desengañaba.
Bueno, entre sustos y emociones en El Puerto de Santamaría, Ponce que pasó un susto grande al entrar a matar a su primero, la gente munida con sus tapabocas, la plaza con un ambientazo… Las notas del Himno español se oyeron en toda la ciudad. Las lágrimas nublaban los ojos.
Se conoció que Enrique Ponce es baja en el cartel de El Espinar este sábado por lo que la corrida queda en un mano a mano Ureña-Toñete.
El llanto asomó en el minuto de silencio por las víctimas del Covid-19, con un toque de oración en homenaje a los caídos. Son muchos los que se fueron antes de que saliera el sexto toro de su vida, tan cruel a veces.
Aquella música callada se rompió con un mayúsculo «¡viva el Rey!» de una garganta del tendido alto. A coro respondió la parroquia con un «¡viva!», seguido de una voz que advertía: «Pónganse la mascarilla a la altura de la nariz, fumen solo lo imprescindible».
El Puerto está cumpliendo 140 años y se recuerda aquella frase emotiva de Joselito que, por cierto, recordamos el centenario de su nacimiento.
La frase la pronunció Gallito sin saber que marcaría, de alguna manera, la idiosincrasia del imponente coso taurino del Puerto de Santamaría, el mejor de la provincia de Cádiz y uno de los más emblemáticos de la geografía taurina a un lado y otro del vecino océano.
La versión más extendida señala que Joselito se encontraba de tertulia con un grupo de aficionados y partidarios después de torear en la Semana Grande de San Sebastián de 1916.
El tema de conversación era la importancia y trascendencia de las distintas plazas de España, desde el viejo coso madrileño de la carretera de Aragón, pasando por el propio Chofre donostiarra o la incomparable Maestranza sevillana…
PeroJosé sorprendió a propios y extraños proclamando que “quién no ha visto toros en El Puerto no sabe lo que es un día de toros…”
Ponce prefirió en una de sus faenas que sonara un fragmento del «Concierto de Aranjuez» de don Joaquin Rodrigo lo que a los recalcitrantes no les gusta pues prefieren los mismos pasodobles que se tocan «hasta el cansancio». Manes de los gustos. Por eso hay colores.
Ponce, Morante y Aguado cortaron cada una de a oreja por coleta pero queda ese toreo de bellas hechuras de Ponce, un magistral Morante, siempre mágico y sorprendente y Aguado que se entonó pero no finalizó.
El do de pecho no se produjo. Digamos que hubo mas formas (por la estética de cada torero, los muletazos de arte, el trazo) que ese gran estallido de toreo que apenas se atisbó en Morante.
La corrida, de Juan Pedro Domecq, Toros nobles y justitos de casta. Sobresalió el primero de Aguado corrido en tercer lugar.
Una serie de desencuentros llevaron a Luis Bolívar a renunciar como miembro de la UNDETOC la organización que reúne a los toreros nacionales.
No pareciera que fueran tiempos en este mar insondable del coronavirus para no enfrentar unidos estos avatares que nos impone el mal llamado animalismo rampante y pandemias que nos acosan hasta la muerte….Pero el torero vallecaucano está en su derecho de pertenecer o no a esa institución.
Luis Bolívar Delgado Escobar.
Fecha nacimiento: El 21 de abril de 1985 en Panamá de padres colombianos. Por eso, por el llamado ius sanguinis tiene el derecho a ser colombiano y tan vallecaucano como el pandebono.
COLOMBIANOS POR NACIMIENTO
La Constitución Política de Colombia, en su artículo 96 define a los colombianos por nacimientos como:
las personas cuyo alguno de los padres hayan sido naturales o nacionales colombianos (Ius Sanguinis) o que, siendo hijo de extranjeros, alguno de sus padres estuviere domiciliado en Colombia en el momento del nacimiento (Ius Soli; reformado por el acto legislativo No 1. de 2002).
Los hijos de padre o madre colombianos que hubieren nacido en el extranjero y luego se domiciliaren en territorio colombiano (Ius Domicili) o registraren en una oficina consular de la República.
Debutó con picadores: El 19 de julio de 2002 Madrid en un cartel completado por José María López y Reyes Ramón con novillos de Sorando.
Debuto en Las Ventas: 19 de Julio del 2002.
Alternativa: El 24 de julio de 2004 Valencia compartiendo cartel con «El Juli» y César Jiménez con toros de Montalvo.
Confirmación: El 25 de mayo de 2005 Madrid en un cartel completado por con Dávila Miura y Sebastián Castella con toros de Atanasio Fernández.
Luís Bolívar Pérez está consiguiendo poco a poco subir puestos en el escalafón de matadores. Sus primeros pasos como torero los dio en la escuela taurina de su ciudad natal.
Posteriormente viajó a España para ingresar en la escuela de tauromaquia de Madrid, donde permaneció hasta su debut con caballos, acontecido en una novillada nocturna celebrada en esta plaza, en la que sin cortar orejas causó una magnífica impresión.
Se proclamó novillero triunfador de la feria de San Isidro de 2003, al cortar una oreja en cada una de sus dos actuaciones en el abono. Tomó la alternativa al año siguiente en la feria de Julio de Valencia.
«El Juli» le invistió matador, oficiando de testigo César Jiménez. El toro de la alternativa, “Navideño», de la ganadería de Montalvo, hirió al neófito de extrema gravedad al entrar a matar, circunstancia que le obligó a dar por terminada la temporada.
Dávila Miura fue el padrino y Sebastián Castella, el testigo.
En 2009 cortó dos orejas en Las Ventas –una el 2 de mayo a un toro de Carmen Segovia y otra en la feria de San Isidro a un ejemplar de Las Ramblas, que lo hirió de pronóstico menos grave- y una en Sevilla.
En 2011 vio descender el número de contratos de la temporada anterior, pero mantuvo intacto su crédito de buen profesional.
«Ese problema no está en el pasado, sino aquí vivo hoy y nos golpea la conciencia a nosotros los latinos, que no hemos sido capaz de resolverlo”.
Es lo que expresa el nobel Mario Vargas Llosa sobre el debate acera de la conquista española de América.
Tengo todas las reservas como colombiano sobre ese proceso vivido hace 500 años en lo que hoy es América y que se llamó «el nuevo mundo».
Desde luego. Y la discusión académica es enriquecedora pero los anti taurinos solo ven al toreo como «el mal» a conjurar y a prohibir, a condenar y a excluir, y le endilgan al colonialismo español esa practica que para nosotros tiene raíces culturales y populares y para ellos es maltrato.
No nos vamos a poner de acuerdo. No busco convencer a quien no le gusta el toreo a que lo acepte pero lo defenderé desde el respeto y la legalidad.
Hay decenas de libros que buscan escudriñar la historia y mostrarnos lo que pudo haber pasado y por qué.
Recomiendo (no impongo ni pretendo que lo lean obligatoriamente).
El libro de José Luis Muñoz «La pérdida del paraíso» una trilogía sobre el descubrimiento de América.
Está formada por tres volúmenes y el primero es muy interesante :
Guanahaní relata la primera expedición de Colón al Nuevo Mundo. Buscando una nueva ruta hacia las Indias, Cristóbal Colón y su expedición pisan por primera vez tierras de América, en Guanahaní, y se inicia de esta forma una de las más grandes epopeyas de la civilización occidental.
Sabemos de la belleza natural que les deslumbró, de las insólitas costumbres (empezando por su desnudez) que hallaron en los pueblos indígenas y del descubrimiento de un nuevo mundo, a la vez mágico y amenazante.
Pero poco sabemos de las disputas entre los tripulantes, de sus conspiraciones, de sus temores y de sus deseos incontrolados.
No se puede banalizar el asunto de la conquista de América con el típico maniqueismo de buenos y malos. ¿Qué hubo actos censurables en ese largo período de la historia? Sin duda.
Pero es preciso verlos en su contexto y no culpar a los actuales españoles de lo que ocurrió desde 1492.
No pretendo en pocas líneas agotar un tema de tanto calado pero expongo razones.
LA LENGUA Y LA RELIGIÓN
Un lunático concejal de Cali (el mismo que se estrelló con un carro hace una par de meses sin pase de conducción).
Y dio peregrinas explicaciones sin siquiera excusarse por su temeridad pues él hace parte de una Corporación que discute Acuerdos y co-gobierna a la ciudad en la que vive.
Ademas, hace unos años penetró al ruedo de Cañaveralejo a riesgo de su vida en un acto imprudente para protestar por las corridas.
Ahora dice que el toreo es herencia colonial y hay que acabarlo y destruir las estatuas como la de Sebastián de Belalcazar que está en uno de los cerros caleños.
Y ese concejal cree que la lengua de Castilla y la religión católica se impusieron «noblemente», ¿sin el uso de la fuerza?.
Entonces, porque lamentablemente se perdieron y se siguen perdiendo lenguas que se hablaban en esas tierras y porque había una polifonía de credos y se impuso muchas veces a la fuerza el único credo, el católico.
¿Vamos a dejar de hablar castellano y a prohibir las creencias impuestas del catolicismo?.
El toreo tiene diversas manifestaciones en lo popular y no por ello, porque a alguien no le guste, entonces a prohibir.
NO. Respeto a quien expresa sus reparos y pido igual trato hacia quienes participamos de este ceremonial.
Cada vez que se pierde una lengua, un credo, una cosmogonía perdemos un mundo.
Claro que es penoso que muchas lenguas originarias hayan sido sepultadas con el último hablante.
¿Acabamos con mandarina, mamá, amor, confraternidad?.
Ya se sabe que esa lengua de CASTILLA está INFLUIDA POR EL ÁRABE (almohada, aceite, alcantarilla, baño, gabán, hazaña) y palabras quechuas penetraron en nuestra habla cotidiana:
Español
Quechua
Significado
carpa
karpa
tienda de campaña o toldo
chaco
chaku
territorio de caza o encierro de vicuñas
chacra
chakra
granja o pequeña partición de tierra cultivable
chala
chhalla
hojas de la mazorca de maíz; se conoce como p’anqa o panqa, en castellano panca (ver Simi taqe de Qosqo)
Vuelvo al autor limeño:
“Ese problema tenemos que resolverlo y no está allá en el pasado, no es un problema de los españoles de hoy, aquellos que se quedaron en España, sino que afecta fundamentalmente a los españoles que vinieron y se quedaron aquí.
Es decir, a los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos de López Obrador y los míos y de millones de latinoamericanos que nos sentimos orgullosos de tener ancestros españoles y ser profundamente latinoamericanos”.
Es lo que expresa el nobel Mario Vargas Llosa sobre el debate acera de la conquista española de América.
Ha destacado al responder al presidente de México quien envió una carta al Rey de España y al Papa en la que pedía que se pidiera perdón por los abusos de los españoles en la conquista de México.
Vargas Llosa ha lamentado que López Obrador “no parezca informado de que las grandes matanzas de indios no fueron solo durante los años coloniales”.
Sino que en algunos países de América –el Premio Nobel de Literatura ha citado a Argentina, Chile o la propia Perú– “se cometieron con durante la república matanzas de indios terribles y se han seguido cometiendo, por ejemplo en la Amazonía”.
LA RICA EXPRESION DE LAS CULTURAS
Elogios, todos, para el Popol VUh. Es una recopilación de varias leyendas de los grupos étnicos de América.
Descendientes de los antiguos mayas ocupaban el territorio Guatemalteco en el siglo XVI era, la quiche y la cakchiquel, pueblos rivales que varias veces se habían echo la guerra.
«……..Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.
No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.
No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia…….»
Elogios? Todos, para «Los hombres del maíz» del gran Miguel Ángel Asturias:
«—EL GASPAR ILÓM DEJA QUE A LA TIERRA DE LLORA LE ROBEN EL SUEÑO DE LOS OJOS.
—EL GASPAR ILÓM DEJA QUE A LA TIERRA DE ILÓM LE BOTEN LOS PÁRPADOS CON HACHA…
—EL GASPAR ILÓM DEJA QUE A LA TIERRA DE ILÓM LE CHAMUSQUEN LA RAMAZÓN DE LAS PESTAÑAS CON LAS QUEMAS QUE PONEN LA LUNA COLOR DE HORMIGA VIEJA… EL GASPAR ILÓM MOVÍA LA CABEZA DE UN LADO A OTRO.
NEGAR, MOLER LA ACUSACIÓN DEL SUELO QUE ESTABA DORMIDO CON SU PETATE, SU SOMBRA Y SU MUJER Y ENTERRADO CON SUS MUERTOS Y SU OMBLIGO, SIN PODER DESHACERSE DE UNA CULEBRA DE SEISCIENTAS MIL VUELTAS DE LODO, LUNA, BOSQUES, AGUACEROS, MONTAÑAS, PÁJAROS Y RETUMBOS QUE SENTÍA ALREDEDOR DEL CUERPO.»
¿Elogios? Todos para Miguel Angel Asturias y su monumental Hombres de Maiz:
Los «hombres de maíz» son los indios, según la cosmogonía indígena mayaquiché.
En el Popol Vuh, libro al que abiertamente se remonta Asturias cual fuente inspiradora, está escrito que cuando los Progenitores, Creadores y Formadores, Tepeu y Gucumatz, estimaron que había llegado el momento de hacer aparecer al hombre sobre la tierra, en las fértiles regiones de Paxil y de Cayalá, unieron las mazorcas de maíz blanco y amarillo llevadas por los animales Yac, el gato salvaje, Utiú, el coyote, Quel, el papagayo, y Hob, el cuervo.
El maíz entró entonces, por voluntad de los dioses, en la carne de los hombres formados y creados y se convirtió en su sangre.
Después Ixumcané hizo nueve bebidas con mazorcas amarillas y mazorcas blancas molidas y de este alimento surgieron «la fuerza y la gordura y con él crearon la musculatura y el vigor del hombre».
Cuidado con estas reacciones de quienes creen que hay que acabar por colonialistas las estatuas dedicadas a Fray Junipero, a Colón, a Cervantes, a Hernán Cortés.
De ahí a llevar a la hoguera a hombres y mujeres porque piensan distinto o practican rituales y maneras de ver el mundo contrarias al del pensamiento único, no hay sino una delgada frontera.
La relación de la iglesia católica con el toreo ha sido disímil, dispar, de rechazo, de acercamientos, de prohibiciones, de censuras, de aprobaciones y hasta monseñores y curas que torean.
Hoy las plazas de toros cuentan con un capellan, que asisten espiritualmente a los profesionales del toreo que profesan la fe católica, se ofician misas en el ruedo y no es infrecuente ver en el callejón o el tendido a sacerdotes taurinos.
O el caso de un novillero que fue recogido muy pequeñito por unas monjas en Valencia, lo adoptaron y son sus mas fieles partidarias.
EL PAPA CENSOR
El papa Pío V pudo pasar a la historia por muchos motivos. Fue el primero en utilizar la sotana blanca; también, un notable inquisidor, famoso por su severidad; puso en marcha efectiva la Contrarreforma; y con el nombre de Catecismo romano, publicó la doctrina del concilio de Trento.
Además, alentó la creación de la Liga Santa, la coalición que, comandada por Juan de Austria –hermanastro de Felipe II–, derrotó a los otomanos en Lepanto; ordenó cubrir los genitales de los protagonistas del Juicio Final de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina; excomulgó a Isabel I de Inglaterra; y expulsó a 45.000 prostitutas de Roma –algún cardenal advirtió de que eran necesarias para que el clero no cayera en la sodomía–.
OTRO PAPA DEVUELVE LA VIDA A LA TAUROMAQUIA
Gregorio XIV tampoco cedió a las presiones. Por fin, Clemente VIII mitiga la bula de Pío V, aunque mantiene la prohibición para los clérigos y para que no se celebren en festivos y domingos.
Los Papas no lograron erradicar los festejos taurinos, muy arraigados en España.
En la Real Maestranza de Sevilla, templo del toreo, hay un palco para los canónigos del cabildo catedralicio.
Uno de ellos, de alta dignidad, solía contar en sus tertulias, que acudía a la plaza, sobre todo cuando toreaba Curro Romero.
«Solo con verle el paseillo, me bastaba», valoraba el clérigo currista, gran aficionado a la Fiesta, en una ciudad que celebra el Domingo de Resurrección con una corrida de toros emblemática en la temporada.
Los toreros y sus cuadrillas suelen ser personas respetuosas con los símbolos religiosos también muy supersticiosos y muchos viajan con un retablo repleto de estampas de vírgenes y cristos a los que profesan mucha devoción.
A la relación de la tauromaquia con la religiosidad le dedica un apartado Carlos Abella en su obra Derecho al toro (vivelibro), cuya primera versión se publicó en 1997, en la que escribe sobre el lenguaje taurino y su influencia en la vida cotidiana.
El biógrafo de Luis Miguel Dominguín cuenta una anécdota sobre el famoso torero muy curiosa.
«Me contó que él hubiera dado un brazo por creer en Dios y que, pese a los intentos de Gregorio López Bravo y de Juan Antonio Vallejo Nájera, que le llevaban de ejercicios espirituales, la cosa se le hacía difícil. Con todo, me reconoció, que cuando llegaba a una plaza de toros entraba en la capilla. No rezaba, pero realizaba un acto de intimidad, de concentración y de última serenidad antes de salir a la arena», relata.
En cualquier caso, cuando toreros y cuadrillas abren el portón para hacer el paseillo la frase más típica que se comparte es Que Dios reparta suerte.
EL CASO DEL CURA-TORERO
Con el hábito y la sotana, Luis Fernando, el sacerdote de Aliseda, un pueblo de Cáceres de menos de 2.000 habitantes, salió a hombros de la ganadería Partido de Resina.
«No recé mucho, me tiré a la piscina. Me hacía ilusión vivir una experiencia y un arte que considero mío con algo que forma parte de mi identidad. Soy sacerdote y así salí a torear»Natural de Coria, «la población con más afición a los toros de Extremadura», era aficionado desde siempre. «Me gustaba torear. Otros curas hacen deporte, practican la fotografía o pintan. Pues yo toreo».
MONSEÑOR BALTAZAR PORRAS
Un día en una audiencia privada , el prelado venezolano le explicó al Papa Francisco qué es eso del toreo. Para un argentino , nada conocedor, el romano pontífice lo escuchó con atención.
Y como lo muestra la foto que ilustra esta nota gracias a Venezuela Taurina, el cardenal no solo predica sino que aplica. Todo expresado con comedimiento y respeto.
Avance Taurino nos trae una nota nunca mejor traída :
Un Cardenal toreando. Se trata de Baltazar Enrique Porras Cardozo nacido en Caracas 10 de octubre de 1944, quien es Arzobispo de la Archidiócesis de Mérida y Cronista Oficial de la ciudad.
El Papa Francisco le eligió el 9 de octubre 2016 como segundo cardenal en función de Venezuela, siendo consagrado como tal el inmediato 19 de noviembre.
Monseñor Cardozo ha compartido su labor pastoral con su afición y pasión por la tauromaquia, con lo que Venezuela cuenta con un Cardenal Taurino. Frecuenta la plaza de toros de su ciudad natal, donde Juan José Padilla le brindó un toro, e incluso se le ha visto en el tendido de la plaza de toros de Las Ventas.
En el inicio de la XLVIII Feria Internacional del Sol, ofició una misa de acción de gracias con motivo del L aniversario de la plaza llamada Román Eduardo Sandia, que se cumple dentro de una semana.
En la Eucaristía, el Cardenal habló de la importancia de una fiesta, de cómo lidiar con las diferencias que existen entre taurinos y anti taurinos y manifestó que desde muy joven reforzó su gusto por las corridas de los toros. Al finalizar la celebración, el Cardenal Porras bajó a la arena y cogió un capote para dar unos lances.
La plaza de toros Monumental de Mérida abrió sus puertas el 10 de diciembre de 1967. La corrida inaugural, anunciada para el día anterior, se tuvo que celebrar al día siguiente, ante torrencial aguacero que cayó sobre la ciudad. El cartel inaugural estuvo conformado César Faraco, Manuel Benítez El Cordobés y Francisco Rivera Paquirri. Se lidiaron un toro de la ganadería de Don Félix Rodríguez y cinco de Achury Viejo de Colombia.
Paquirri cortó la primera oreja que se concedía en esta plaza.
Así que el toreo es historia viva y como dice el Quijote: Con la iglesia hemos topado, Sancho.
!!Quien lo creyera!!, el maestro Manuel H. se nos fue hace 11 años pero es tan viva su presencia que no me di cuenta que estamos celebrando el centenario de su nacimiento.
Lo tengo tan presente, en la plaza De La Santamaría o tomándonos un humeante chocolate en «La Florida» (que ojalá no vaya a desaparecer por esta pandemia), o recorriendo la carrera séptima, o en su estudio de la calle 22.
Cachaco en sus formas y fondo, me hablaba de esos tiempos aciagos del 9 de abril en el conocido como «el bogotazo», y como dejó el almuerzo servido tras oír la noticia del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Por que fue uno de los primeros fotógrafos en captar las imágenes de ese hecho que enlutó a Colombia.
De cómo en una fracción de segundo tomó la que se considera la foto icónica de Manolete, tras una faena en en el 46 en La Santamaría de Bogotá, donde no cabía un alfiler y el pequeño fotógrafo captó ese momento de tragedia maravilloso del monstruo de Córdoba.
Si me demoro un segundo o me adelanto, la foto no existe, esa es la paradoja de nuestro oficio, me relató.
El mejor homenaje será recuperar ese archivo por instituciones como el Banco de la República o el Archivo Nacional pues la obra del maestro bogotano es imprescindible para mirar con sentido crítico más de medio siglo de un país maravilloso, a veces cruel pero dulce como la mandarina.
Richard Emblin dice :
Manuel H. era el colombiano Capa: un hombre que durante más de medio siglo capturó la historia y los «momentos» de su país con su emblemático Rollei. Y al igual que Capa, su carrera en el fotoperiodismo nació del caos y la violencia.
Llámalo circunstancia o destino, pero la vida tiene una forma extraña de arrastrar a ciertas personas al «momento».
Para Robert Capa, sin duda el mejor fotógrafo de guerra de nuestro tiempo, llegó el momento en que fotografió al miliciano republicano español cayendo después de recibir un disparo en sus colinas de Andalucía el 5 de septiembre de 1936.
Y lo cierto es que Manuel H con Leo Matiz, Sady, Nereo, entre otros; fue capaz de reflejar la vida agitada de una Colombia donde parece que la violencia es nuestra compañera de viaje. Nos hemos acostumbrado tanto que asumimos que es nuestro fatal destino y va del brazo con nosotros.
Ricardo Arcos-Palma anota :
Manuel H. también fue testigo de hechos históricos transcendentales de nuestro país: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y la revuelta popular que siguió a este hecho conocida como el Bogotazo (1948) donde buena parte de la ciudad fue destruída; este hecho hizo que Manuel H, se convirtiera en reportero para la prensa.
La caída de Rojas Pinillas en 1957 también fotografiada.
Su lente captó la acelerada transformación urbana de Bogotá: en estas fotos podemos ver las famosas salas de cine de los años cincuenta como el Teatro Colombia (hoy Jorge Eliécer Gaitán) y el Teatro México, o el Olympia de los años ochenta.
La construcción de la torre de Colseguros que reemplazó el tímido edificio de dos plantas de Icollantas (1964) y la construcción de las Torres del Parque (1970).
Las fotos de hechos cotidianos como el desbordamiento del río San Francisco.
También capturó en su lente momentos memorables como la venida del Papa Pablo VI (1969) y la visita de los Reyes de España (1976) .
O una corrida en la antiguo Chapinero en una improvisada plaza de toros frente a la Iglesia de Lourdes (1962).
La historia de Bogotá y del país político y cultural fue congelada por Manuel H.
Con Luis Galindo fuimos a verle al hospital un día antes del deceso y seguía contando anécdotas, y las fotos que tomaría en la próxima temporada taurina, y de su archivo, y de su familia , y «de esta vaina de los achaques».
«Por lo que sé, en el ruedo no se mata por matar, no se mata por deporte o diversión. Se mata precisamente para no diversificar, para que la atención no se vierta fuera sino para que quede retenida en ese punto oscuro, inevitable…».
Raúl Dorra
Son tiempos oscuros y no solo por el coronavirus sino por el intento de un sector de la sociedad por imponer el pensamiento único y dictarnos las reglas de qué debo comer, a dónde ir, qué películas ver, qué libros leer, qué tipo de teatro debo admirar, qué vestimenta debo llevar, a qué Dios o ser supremo debo rezar y a qué culto religioso debo acudir.
La industria animalista procura , como en tiempos dolorosos de regímenes oprobiosos de uno y otro signo. No vamos ahora con medias tintas.
Y el toreo para estos animalistas de nuevo cuño es maltrato, somos asesinos y nos quieren llevar a los estrados judiciales y a ser posible condenar.
Antonio Fernandez Casado apunta: En momentos al menos confusos en torno a la Fiesta de los toros, cuando desde formaciones radicales se insiste una y otra vez en colocar a la Tauromaquia en el punto de mira de sus críticas, resulta muy oportuno recordar a la figura y la obra de José Bergamín.
El autor de la tan leída «La música callada del toreo» fue una personalidad sobre la que no cabe duda alguna acerca de su posicionamiento ideológico.
Pero su ubicación en una izquierda sin sombra alguna no fue óbice para que fuera un amante apasionado de la Tauromaquia, como dejó escrito en su amplia bibliografía, que va de Juan Belmonte a Rafael de Paula.
EL PENSADOR ARGENTINO RAUL DORRA
Raúl Dorra, quien dejó un largo legado en la teoría literaria, y como un argentino universal, abierto, que no era taurino, pero respetaba esta expresión decía que la pasión colectiva, patología que se hace presente en las plazas de toros en los momentos de mayor intensidad «por definición es un exceso, un desborde [que] sigue el llamado de la profundidad del ser. Y en esa profundidad, el sacrificio es un elemento primordial».
«Por lo que sé, en el ruedo no se mata por matar, no se mata por deporte o diversión. Se mata precisamente para no diversificar, para que la atención no se vierta fuera sino para que quede retenida en ese punto oscuro, inevitable.
Se va en pos de la muerte para hacerla el momento de un estremecimiento central. Es una muerte profundamente erótica, de un erotismo espectacular.
El sacrificio ceremonial, en todas las culturas, siempre ha sido un espectáculo, una mostración de lo misterioso en la que se reúnen lo erótico con lo tanático.
Se trata de una muerte por representación. El que se sacrifica, el que es sacrificado, está ahí en lugar de otro, de un colectivo cuya vida se quiere preservar. Una muerte que también es una redención».
«Mentiría si digo que he seguido la polémica entre taurinos y antitaurinos, apenas la conozco de oídas. Pero me asombra el escándalo en torno al sacrificio cuando nuestra cultura, como toda cultura, está fundada sobre el sacrificio.
Seamos o no creyentes, nuestra cultura es cristiana y ella se asienta sobre el sacrificio del Hijo, sacrificio que se renueva en cada misa donde se come y se bebe –es verdad consagrada para el creyente– la carne y la sangre del Cristo.
¿O habrá que prohibir también las ceremonias religiosas? Sería interesante pensar en la posibilidad real de una cultural totalmente laica, pero esa posibilidad –en la que pensó por ejemplo Bertrand Russell– está aún lejos de nosotros».
Así que en este aquí y ahora, amparados en el cambio radical que ha producido la pandemia, donde pensamientos, teorías y reflexiones tendrán que adecuarse a los tiempos por venir.
Mientras tanto, queremos una fiesta viva, entendida hasta por todos aquellos que se opusieron o siguen oponiéndose bajo la ideología antiespecista, la cual considera que el animal es igual al hombre, que en nada ofende el sentido pragmático que detenta, esperando una conciliación de las teorías antropocentrista y biocentrista que son el origen del conflicto, primero.
COELLO Y LA RELECTURA DE BERGAMIN
El historiador mexicano Francisco Coello que tan valiosos aportes hace al conocimiento de la tauromaquia, anota:
El actual episodio que vivimos, nos orilla entre el inmenso tiempo sobrante, a hacer lectura o relectura, a buscar todos aquellos títulos en que quisimos vernos reflejados o incluso, tener la oportunidad de escribirlo.
Nadie de quienes intervienen en un festejo, hasta donde es posible apreciar, lo hace con intenciones deliberadas de maltrato o tortura, pues se sigue un patrón fundado en antiguo ritual en el que se sintetiza el contexto de su desarrollo.
Reprochamos, en todo caso una mala actuación, pero no el despropósito de que quieran contribuir alterando su pureza.
He leído y releído El pozo de la angustia, obra de la primera madurez del célebre José Bergamín, que pareciera haber salido de lo más hondo de un alma franciscana.
Página a página es una delicia y toca las fibras más sensibles, al punto del estado de gracia. Y describe cada tempo con frases o ideas concretas que, por su brevedad dan idea de hacia dónde Bergamín quiso ir en búsqueda de afirmaciones. Una de ella plantea que «Los sentimientos –decía nuestro cristianísimo Unamuno– son pensamientos en conmoción», así, sin más.
Y luego, en afanes de contraste va hacia lo «trágico –también lo cómico– [que] es estar lleno de vacío. La máscara sola no está nunca vacía, sino llena de su vacío. Y en este sentido es el hombre persona o máscara, porque es determinación o definición de un vacío.
Del vacío, de la vanidad del mundo en él. Pues en él y por él existe el mundo. Esta es la tragedia del hombre: ser o parecer máscara expresiva de un total vacío. Mas, entonces, el hombre no será persona dramática, sino trágica. Y también cómica».
Y se pone de lado con la muerte en simple y clara condición al reflexionar que “el tiempo no es la muerte. Ni su medida”. Y aún más: «Hacer tiempo, hacer memoria, hacer historia, es sencillamente vivir. Pero vivir ante la muerte, frente a la muerte, y contra la muerte».
Y en algo que parece la sola razón de aforismos comienza con este que plantea «unas almas se purifican al arder y otras se consumen», al que le sigue este otro:
«El eco de esa voz llega ahora hasta nosotros con la interrogante metafísica del alemán Heidegger, que desde el fondo oscuro de su sima profunda nos la tiende como consecuencia secular de vivas corrientes del pensamiento:
¿Por qué ser, y no más bien nada?» que tiene respuesta con este otro: «¿Hay en la existencia del hombre un temple de ánimo tal, que le coloque inmediatamente ante la nada misma” –pregunta Heidegger.
Para contestarnos que sí, que ese temple del ánimo existe; que se trata de un acontecimiento posible, aunque raramente se dé, aunque solamente se realice por breves momentos: ese temple de ánimo radical es la angustia».
En tal sentido «Por eso la existencia está siempre más allá del ser. Por eso lo trasciende» que se apoya en «Este estar sosteniéndose la existencia en la nada, apoyada en la recóndita angustia, es un sobrepasar el ser en total: es la trascendencia», de ahí que «el ser es, por esencia, finito, y solamente se patentiza en la trascendencia del existir como sobrenadando en la nada».
En concreto, «la verdad no es una razón, es una pasión» y es que «No hay nada menos razonable que la verdad ni más verdadero para el hombre que perder su razón por ella».
Cada idea, cada frase, cada «aforismo» venidos de tan gozosa lectura, parecen describirnos gracias a la afortunada memoria, esos momentos trascendentales que alcanza la maravilla del toreo hasta quedar prendados de lo más emotivo que significa presenciar, tarde a tarde, el milagro de una verónica, o de ocurrir, todavía más, la ya desaparecida pero no por ello recuperada «larga cordobesa», lance de los más apreciados, y que tarde a tarde se quedan en el arcón del recuerdo, con lo que no queda más remedio al evocar a Frascuelo, Gaona o al Calesero, como si se tratara de un episodio imposible de interpretar.
LOS TRES TERCIOS
Él, que venía de una España trágica, la del toreo en su etapa primitiva, y la de un país sumida en el conflicto de la guerra, son suficientes razones para esbozar que la tauromaquia se encuentre en derecho a su preservación.
Al culminar la segunda década del siglo XX, superó aquella circunstancia de unas prácticas en que los caballos fueron víctimas y con esa especie se produjo una matanza inútil, despiadada.
Sin embargo, al poner en funciones el peto protector, el toro enfrentaba un nuevo modo de demostrar su fortaleza acudiendo en mínima proporción, a tres puyazos (los demás, venían por añadidura, en demostración cabal de bravura, casta y fortaleza).
Acudía, como lo sigue haciendo, a tres encuentros (cuando esto es posible, por lo menos en México, a sabiendas de una suerte bien realizada).
A esto sigue el tercio de banderillas, donde como lo ha establecido la costumbre, al ser colocadas, crean un estado donde se crecen al castigo.
Y luego, en culminación a ese proceso, se desarrolla una faena en que el torero aprovecha tales virtudes para rubricar, tal cual lo establece el propósito del sacrificio –junto a los usos y costumbres que conserva la tauromaquia– con una estocada que eleva a niveles heroicos al torero o lo reduce a esa nada que nos ha referido Bergamín mismo si se produce el desacierto.
Ante esa profunda representación efímera, todavía hay voces que se oponen rotundamente a su puesta en escena.
Demasiado existe alrededor de ese misterio como para detenerse y cuestionarlo en la forma en que, al menos ocho naciones conservan un legado con fuerte arraigo cultural y simbólico, de acuerdo a lo que cada una significa en su historia misma.
Desde esa perspectiva, sin más propósito que justificar su presencia, el «quite» de José Bergamín viene muy bien como motivo de defensa.
La fragilidad a que se ha visto sometida la humanidad toda desde que comenzó 2020 de triste memoria, ya provocó, como no lo hicieron guerras ni tampoco ninguna diferencia entre las naciones lo que no imaginábamos.
Superar tal estadio se convertirá en el mayor desafío de esta y las siguientes generaciones hasta recuperar el nivel de equilibrio congruente con los tiempos por venir.
Espiritual o sacrificial después, como auténtica realidad, que sintetiza en una tarde siglos de integración, y nos lleve a entender la lucha por la vida y por la muerte.
Sin ofensa alguna de los contrarios que se enfrentan desde hace muchos siglos, para conseguir gracias a la fortaleza del toro, y gracias también a los ingredientes técnicos y estéticos del torero, apenas la dosis suficiente de emoción o de tragedia surgida en tan sublime combate.
La contribución de Bergamín en favor de la fiesta de los toros es impagable, tal como lo atestiguan algunos escogidos textos de temática tauromáquica que nos dejó en herencia a los aficionados a los toros y la literatura:
El arte del birlibirloque (1930, dedicado a Juan Belmonte); Don Tancredo López. El rey del valor (1934), La claridad del toreo, La música callada del toreo (dedicado a Rafael de Paula), Al toro…
!!Quien lo creyera!!, el maestro Manuel H. se nos fue hace 11 años pero es tan viva su presencia que no me di cuenta que estamos celebrando el centenario de su nacimiento.
Lo tengo tan presente, en la plaza De La Santamaría o tomándonos un humeante chocolate en «La Florida» (que ojalá no vaya a desaparecer por esta pandemia), o recorriendo la carrera séptima, o en su estudio de la calle 22.
Cachaco en sus formas y fondo, me hablaba de esos tiempos aciagos del 9 de abril en el conocido como «el bogotazo», y como dejó el almuerzo servido tras oír la noticia del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Por que fue uno de los primeros fotógrafos en captar las imágenes de ese hecho que enlutó a Colombia.
De cómo en una fracción de segundo tomó la que se considera la foto icónica de Manolete, tras una faena en en el 46 en La Santamaría de Bogotá, donde no cabía un alfiler y el pequeño fotógrafo captó ese momento de tragedia maravilloso del monstruo de Córdoba.
Si me demoro un segundo o me adelanto, la foto no existe, esa es la paradoja de nuestro oficio, me relató.
El mejor homenaje será recuperar ese archivo por instituciones como el Banco de la República o el Archivo Nacional pues la obra del maestro bogotano es imprescindible para mirar con sentido crítico más de medio siglo de un país maravilloso, a veces cruel pero dulce como la mandarina.
Richard Emblin dice :
Manuel H. era el colombiano Capa: un hombre que durante más de medio siglo capturó la historia y los «momentos» de su país con su emblemático Rollei. Y al igual que Capa, su carrera en el fotoperiodismo nació del caos y la violencia.
Llámalo circunstancia o destino, pero la vida tiene una forma extraña de arrastrar a ciertas personas al «momento».
Para Robert Capa, sin duda el mejor fotógrafo de guerra de nuestro tiempo, llegó el momento en que fotografió al miliciano republicano español cayendo después de recibir un disparo en sus colinas de Andalucía el 5 de septiembre de 1936.
Y lo cierto es que Manuel H con Leo Matiz, Sady, Nereo, entre otros; fue capaz de reflejar la vida agitada de una Colombia donde parece que la violencia es nuestra compañera de viaje. Nos hemos acostumbrado tanto que asumimos que es nuestro fatal destino y va del brazo con nosotros.
Ricardo Arcos-Palma anota :
Manuel H. también fue testigo de hechos históricos transcendentales de nuestro país: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y la revuelta popular que siguió a este hecho conocida como el Bogotazo (1948) donde buena parte de la ciudad fue destruída; este hecho hizo que Manuel H, se convirtiera en reportero para la prensa.
La caída de Rojas Pinillas en 1957 también fotografiada.
Su lente captó la acelerada transformación urbana de Bogotá: en estas fotos podemos ver las famosas salas de cine de los años cincuenta como el Teatro Colombia (hoy Jorge Eliécer Gaitán) y el Teatro México, o el Olympia de los años ochenta.
La construcción de la torre de Colseguros que reemplazó el tímido edificio de dos plantas de Icollantas (1964) y la construcción de las Torres del Parque (1970).
Las fotos de hechos cotidianos como el desbordamiento del río San Francisco.
También capturó en su lente momentos memorables como la venida del Papa Pablo VI (1969) y la visita de los Reyes de España (1976) .
O una corrida en la antiguo Chapinero en una improvisada plaza de toros frente a la Iglesia de Lourdes (1962).
La historia de Bogotá y del país político y cultural fue congelada por Manuel H.
Con Luis Galindo fuimos a verle al hospital un día antes del deceso y seguía contando anécdotas, y las fotos que tomaría en la próxima temporada taurina, y de su archivo, y de su familia , y «de esta vaina de los achaques».
En la pluma de Alcalino empezamos a ver como en la tarde en que Joselito El Gallo murió, Juan Belmonte permaneció en su casa de Madrid.
Lluvioso y gris se presentó aquel 16 de mayo de 1920, y Juan mataba el tiempo jugando a las cartas con algunos amigos cuando, ya anochecido, el teléfono empezó a sonar con insistencia.
Tal como puede leerse en “Juan Belmonte (Matador de toros)”, una de las biografías de mayor hondura literaria y humana que se han escrito en castellano, obra de su paisano Manuel Chaves Nogales y producto de meses de conversaciones entre ambos.
Rememora […] Belmonte: “Se puso al aparato no sé quién y nos dijo: “–Me han dado la noticia de que a Joselito lo ha matado un toro en Talavera—“. “—Anda, anda, cuelga el teléfono—“, le dije […] sin soltar las cartas ni levantar la cabeza. Seguimos jugando.
Al rato llegó jadeante Antoñito, mi mozo de estoques, y repitió: “—En Teléfonos corre el rumor de que a Joselito le ha matado un toro en la corrida de Talavera.“
“–¡No traes más que infundios!”—le repliqué malhumorado.
Era frecuente entonces que los domingos por la tarde circularan noticiones que luego no se confirmaban. Estaba reciente la implantación del descanso dominical para los periódicos, y la falta de noticias ciertas sobre las corridas poblaba el mundillo taurino de falsos rumores.
Al rato volvió a sonar el teléfono. Esta vez era ya una persona de crédito, un conocido ganadero, quien daba la terrible noticia.
“–¡Es verdad! ¡Es verdad!—“, decía con acento estremecido….Aquella espantosa certeza nos hizo mirarnos unos a otros con espanto. Dejamos caer los naipes sobre el tapete… nadie dijo nada… Mis amigos fueron levantándose uno a uno y, sin pronunciar una sílaba, se marcharon… En soledad, estuve repitiéndome mil veces aquellas palabras que me golpeaban el cráneo como martillazos:
“¡A Joselito le ha matado un toro!¡A Joselito le ha matado un toro!” Poco a poco fue invadiéndome una espantosa congoja.
Miré a mi alrededor y tuve miedo. ¿De qué? No lo sé… hasta que no pude contenerme por más tiempo y estallé en sollozos. Lloré como no he llorado nunca en mi vida… la extraña onmoción del llanto me libraba de aquel martilleo seco que repetía en mi cerebro:
“¡A Joselito le ha matado un toro!”.
(Chaves Nogales, M. Juan Belmonte (Matador de toros). Alianza Editorial-6 Toros 6, tomo 2. pp 265-266.
Interregno para el estupor. Pocas veces, la sociedad española habrá experimentado un pasmo emocional como el que provocó la muerte del gran José Gómez Ortega. La vida mantuvo su pulso, seguían celebrándose corridas, pero el país tardaba en reaccionar.
Naturalmente, para el medio taurino el golpe fue devastador, todo se pobló de augurios sombríos y manifestaciones espasmódicas.
Don Pío (Alejandro Pérez Lugín)
El paladín más radical del gallismo entre quienes escribían de toros, creyó ver en esa tragedia inaudita una conspiración en toda forma y, más por desesperación que por otra cosa, embistió ciegamente contra todo lo que oliera a Belmonte.
La tauromaquia de Juan no valía nada, comparada con la de su ídolo. Y su violentísima campaña golpeó cuanta cosa representara el trianero. Por supuesto, el gallismo más recalcitrante lo secundó sin miramientos.
Historia de un cartel
La corrida del 15 de mayo en Madrid –última en la que alternaron Joselito y Belmonte, y que constituyó un fracaso total—empezó a torcerse cuando los veterinarios rechazaron el anunciado encierro de Albaserrada –ganadería famosa por la casta y poderío de sus astados–, y el terciado sexteto de reemplazo, de doña Carmen de Federico, irritó por su invalidez.
De modo que cuando la empresa anunció la reaparición del trianero precisamente con albaserradas, el solo anuncio alborotó al cotarro. Aquel domingo 20 de junio de 1920 Juan iba a alternar con Curro Martín Vázquez y Fortuna, dos segundones; sería que, rota la pareja más célebre del toreo, no había más de quién echar mano.
Como Belmonte era Belmonte, el papel se agotó rápidamente. Con tal de ver si era capaz de sobreponerse al vacío que se abría ante él y la Fiesta toda. Y de comprobar si les podría a los temibles albaserradas. O si se confirmaban las punzantes diatribas de Don Pío.
Apoteosis.
De tabaco y oro, contrito y adusto, partió plaza el trianero. El primero de Albaserrada mandó a la enfermería a Curro Martín Vázquez –gran estoqueador a la antigua, ya muy desgastado a esas alturas—y Juan, como segundo espada, tendría que despachar cuatro bureles.
Al heridor lo pasaportó de un espadazo fácil. Con los otros tres iba a protagonizar la tarde más redonda de su vida. La vieja plaza de la carretera de Aragón vivió una de sus jornadas más gloriosas, y la leyenda de Belmonte creció hasta al infinito.
Como es natural, la crítica se volcó en loas al trianero. En medio de la apoteosis, la plaza en pleno se había alzado contra Don Pío, reprochándole su injusta y ruin campaña.
Versión de Barbadillo:
“Cuando soltó Belmonte el trapo milagroso que fue ayer en sus manos una bandera de gloria y de triunfo… era la gente quien cogía imaginariamente un capote fantástico, una ilusoria muleta de grana y se ponía a torear… por la calle de Alcalá, un mozo del tropel alegre y bullicioso marcaba una lenta verónica, el cuello doblado, el gesto gentil y despacioso del torero genial… un poco más allá se veía al señor don Paco… tendiendo al aire el brazo izquierdo en el pausado semicírculo de un pase natural… y en todas partes gestos, voces, corrillos, algarabía, contagios del entusiasmo popular… Siempre que se quiera poner una corrida de toros como ejemplo será necesario mentar ésta de Albaserrada».
¡Qué reses, que finura, qué tipos, qué temple, que codicia, que poder, qué estilo en los tres tercios, sin discrepancias, con leves variantes en la bravura y la nobleza!.
Cuanto hizo (Belmonte) fue cosa de pasmo y maravilla. Cada lance un milagro, cada quite un prodigio, cada pase de la muleta mágica un deslumbramiento de asombro, cada momento una ovación frenética… Verónicas, faroles, medias verónicas.
¡Ah, las medias verónicas de Juan Belmonte!
(Don Pío había escrito el día antes: “Estamos de medias verónicas hasta más arriba del cimborrio de San Francisco”).
Faenas ligadas, magnas, inverosímiles… tenía el toro que pararse ante el hombre triunfante, como si le dijera –Hombre, apártese un poco, que no tengo sitio para moverme. Y entonces, el hombre se acercaba más y más. Y no a un toro sino a tres, porque a los tres los toreó así: soberbios naturales, molinetes de farol… gracia, arte enorme, y un dominio y un temple de tal índole que, así que se iba agotando el empuje de las reses, iba el torero tirando de ellas, obligándolas y toreándolas más.
Y todo con la izquierda (Don Pío había escrito el día antes):
“Señor Belmonte, ¿quiere usted hacerme el favor de no dejarse olvidada en casa la mano izquierda? Porque es ya excesivo su abuso de la derecha”)…
De una estocada en los rubios el segundo albaserrada murió sin puntilla. Un pinchazo y una entera caída, atacando con idéntico brío, al cuarto de la tarde, que murió sin puntilla; y media en las agujas al quinto, que quedó muerto sin puntilla también. Por cada hazaña dio la vuelta al ruedo. Cortó la oreja del segundo bicho. Cortó las dos y el rabo, que se cortaba por primera vez en Madrid, de su último cornúpeto.
Cayeron a sus pies sombreros, ropa, flores; fue y vino tantas veces del estribo al centro del ruedo que, al final, ya no podía ni andar; y entonces fue cuando entró en el burladero y, como un hombre valiente, modesto y generoso, rompió a llorar de emoción y gratitud.”
(El Imparcial, 22 de junio de 1920) Versión de Corrochano:
“Precisamente cuando se hablaba de la decadencia de Belmonte, ha dado Belmonte su tarde más completa… y cuánto no se ensañaría el público aplaudiendo, que le hicieron llorar de emoción. Váyase por las veces en que su toreo hizo llorar al público.
No desaprovechó Belmonte ni un toro, ni un momento, ni una ocasión para torear maravillosamente.
Sus lances de capa, sus quites, su media verónica, fueron impecables; esa media verónica que es hija legítima de Belmonte y uno de los momentos más sublimes del toreo, y que acaba de ser censurada por una pluma chabacana con gustos de feriante….
Belmonte estuvo superior como torero y superior como matador… es un torero tan completo que toro que torea bien lo mata bien. Y estuvo tan sobrado que mató cuatro toros sin fatiga, y hubiera matado seis».
“Rodó el quinto toro de Albaserrada. Continuaba de pie el público y los pañuelos salieron a flote. El puntillero, por mandato del presidente, cortó a la res una oreja, luego otra, después el rabo… Terminó Juan su vuelta ritual, y cuando iba a retirarse al estribo, de súbito, la multitud rompió a aplaudir más y más fuerte.
Ovación larga, rotunda como no recuerdo otra, y que tenía un significado tan especial que, comprendiéndolo, este diestro, todo arte y todo corazón, la agradeció con firmeza desde los medios y en seguida fue a refugiarse en el burladero… para llorar, escondido en los hospitalarios tableros…
De nuevo estaba en pie la muchedumbre, pero ahora en actitud airada; por sobre las cabezas no albeaban los pañuelos, sino que enarbolábanse los bastones.
Y sonaba el nombre de un revistero que, según unos por ignorancia, y según otros por mala intención, y a mi juicio por las dos cosas, ha sostenido contra Belmonte una de las campañas más vocingleras e inicuas que se recuerden.”
“Don Pío” se retracta. Aludido en las tres crónicas de referencia, Pérez Lugín no tuvo más remedio que reconocer la grandeza de Belmonte y el carácter histórico de su gesta:
“¡Ha resucitado Juan Belmonte! ¡Aleluya!… Ahora que ya no vive el pobre y admirado Gallito, el torero de las grandes series de grandes naturales, –¡Con la izquierda!, había que gritarle a Juan. Y anteayer, toreando con la izquierda, tuvo Juan la tarde más grande de su vida torera… ¡Viva Belmonte… la izquierda… La Libertad!«.
La pugna sin cuartel entre cronistas es reflejo fiel de lo que se vivía en la calle, por algo España identificaría ese tiempo como la época de oro del toreo. Puede afirmarse que esta histórica corrida del 20 de junio de 1920 clausura una era de esplendor sin precedentes.
Muerto José y repatriado Gaona, que ofrecerá en México los mejores frutos de su madurez torera, Belmonte se quedó dramáticamente solo.
Aún resistió, sin llegar a emular ya su memorable triunfo con los albaserradas, las campañas completas del año 20 y del 21, antes de dar por clausurada la etapa más apasionante de su carrera, fundamental para la construcción del mito belmontino.
Porque en sus idas y vueltas posteriores circularía por las plazas en calidad de pieza única y aparte, objeto más de veneración que de escrutinio, y sin la pretensión de dirimir con nadie la supremacía que su puro nombre le otorgaba.
Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia en nuestro sitio web. Al seguir navegando, aceptas el uso de cookies. Más información en nuestra política de privacidad.
Más información