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El capote celestial de Ortega

( Fotos de Pagès y del colega de Arte y Temple Diego Alais para tendido7)

Y fue en La Maestranza en soleada tarde donde el deslumbrante capote de Juan Ortega encandilò a la sabida y curtida aficiòn sevillana que aplaudiò, ovacionò y se sumergiò en esas purísimas, cristalinas aguas del trianero que desbordò su alma con el capote…!!!Què grandeza !!!!

La ùnica oreja de la tarde sevillana en el sexto para Ortega es apenas una anècdota. Y se colgò el ansiado aviso en taquilla :

Y los dos sevillanos responden a ese ovaciòn inicial

Se puede criticar a la corrida de Juan Pedro , es verdad pero esta tarde de viernes fue impresionante ese capote de Juan Ortega, sublime, eterno, templado, jugando con los vuelos, ese juego de cintura, ese mentòn sobre el esternòn, ese toreo al compàs, cogido el percal con las palmas de las manos creando una sinfonìa inmarcesible y reivindicando la capichuela que un dìa le dieron grandeza elocuente Joselito y Belmonte a comienzos del siglo XX, y no se puede dejar de mencionar a Curro Puya, a Gitanillo de Triana, a Pepin Martin Vàzquez, a Curro Romero, a Paula, a Gaona mas atrás, y en la historia, Pepe Luis Vàzquez, Camino, el maestro Càceres y su aporte mestizo al vuelo capotero.

Juan Ortega volviò a estremecer los cimientos de esta mas que bicentenaria plaza, la gente en pie, los olès, el !!!uyyyyy què es esto !!!!, y el torero que gira al rededor del toro, saliendo andando garbosamente y de frente. El silencio, las chicuelinas, los delantales y la media abelmontada.

El clamor es locura y Morante sale al quite con su peculiar suavidad en una verònica por el izquierdo y a pie juntos la media.

Ortega no sè si oye tango y mùsica ranchera pero asimilò lo que pide el maestro Josè Alfredo Jimenez : Despacito, muy despacito.. Al ralenty toreò Juan Ortega, haciendo eterno el tiempo y creando la luminosidad del toreo en fracciòn de segudos.

«…Despacito, muy despacito
Crecía la llama de mi pasión
Y sabiendo que no era buena
Le di mi vida sin condición..»

Morante se sumò a la fiesta capotera..Toreò maravillosamente y replicò a su ocasional y joven rival

En Sevilla la corrida de Juan Pedro Domecq floja ( devuelto el cuarto ), sosa, descastada ( excepciones hay como ese primer toro de Juan Ortega ) sin ritmo, cayéndose como un flagelante, sin vida, sin transmisiòn, quedándose cortos y alguno con genio, praradote , distraidillo pero sabiendo que se dejaba atràs , mirando mas de lo debido y puede aplicarse aquello que decìa el maestro Antoñete » se hace el haripendi «.

Esta imagen es significativa pues Juan Ortega porta un ramo de romero como en otro tiempo el gran Curro llevaba en sus tardes triunfales.

Y como canta Niña Pastori

Romero santo, santo romero que salga lo malo y entre lo bueno
Romero santo, santo romero que salga lo malo y entre lo bueno

RESUMEN ESCUETO

Juan Pedro Domecq

Morante de la Puebla, silencio, silencio y aplausos

Juan Ortega, ovación, silencio y oreja

Soberbio, Emilio de Justo estremece a Sevilla

La plaza La Maestranza de Sevilla construida en el siglo XVIII temblò de legitima emociòn con un torero modesto , ( bueno, modesto porque es humilde pero hoy se codea con las figuras porque ya llegò a ese esquivo sitio ),Emilio de Justo, que un dìa llegò a Colombia a recorrer los caminos de la provincia, ( lo vieron los campesinos de Tuta y Lenguazaque, los de Palmira y Choachi ) ,Francia le dio el pasaporte, Madrid lo elevò a los altares Y este jueves la sensible aficiòn del monte del Baratillo vio la mejor versiòn del extremeño que conjugò pasiòn, colocaciòn, temple, verdad, mucha verdad, encajado, acompasado, serio, fundamental en los trazos, armónico, cabalgando en olor de santidad taurina con esos abrochados a la ,hombrera contraria, las delicatessen de las trincherillas y los soberbios naturales, largos, templados, con esa finura de las melodías eternas de la copla de doña Concha Piquer y del flamenco, el de Camarón. Porque el toreo de Emilio de Justo como ese quejìo de los gitanos tiene timbres de hondura, asentado, con el medio pecho por delante, dejando la muleta en la cara del toro y creando unos cuadros de sublime belleza con un hilo conductor ; el toreo clàsico y eterno ese que un día se inventaron en el siglo XX Joselilto y Belmonte y que tiene lìnea directa con Pedro Romero y Cuchares..La Giralda, enhiesta, imperturbable mira a la Maestranza.

Còmo es de sublime ver torear por abajo, arrastrando la muleta a un Victorino, en los medios

Gran toro el cinqueño Poertezolano de 501 kilos…!!còmo embistiò», serio como un guardia suizo, bien armado , asrifino y sin abrir la boca.

Entra por derecho, la espada penetra, rueda el toro y las dos orejas…Sale en hombros pero la puerta del príncipe no la cruza porque hubiera debido cortar la oreja del sexto que no llegò porque la espada en el primer envite se estrellò con un banderilla…

Nadie olvidarà que en este San Miguel la mejor faena de lo que va de feria la esculpiò don Emilio, toro que encontrò en el refinado maestro de ceremonias la mejor compañía y hoy puede decirse que el toro tuvo suerte en el sorteo.

Emilio brindò su faena a Pablo Aguado que se recupera de una SERIA LESIÒN EN LA RODILLA DERECHA QUE LO APARTA DEL TOREO UN TIEMPO.

Bien Ferrera con los tres en el mano a mano y una bonita faena al quinto que no tuvo las cotas de otras tardes pero que fue premiada con la vuelta al ruedo

Los dos primeros, nobles pero sin chispa.

Amenaza de aguacero que resultò un chaparròn, y apareciò un arco iris que hacia mas hermosa si cabe a la Giralda que es la torre campanario de la Catedral. En su día fue la torre más alta del mundo con sus 97,5 m de altura, además de ser una de las imágenes más famosas de la ciudad y de toda Andalucía. … En su época, la Giralda fue la torre más alta del mundo.

RESULTADO

Buena e impecable corrida de Victorino Martin

Antonio Ferrera: ovación, silencio y vuelta al ruedo.

Emilio de Justo: ovación, dos orejas y ovación.

TAUROMAQUIA. Alcalino.- Recuerdo de Antonio Caballero


En nuestro peculiar planeta Tauro, los nombres característicamente históricos se refieren, como tiene que ser, a toros y toreros. Pero aun en ese estrecho círculo caben excepciones, de vez en cuando lo infiltran ánimas ajenas a quienes honran el clásico terno y al infaltable personaje de pitones agudos y dura pezuña. Pueden ser ganaderos –un legendario Antonio Llaguno González, por ejemplo—e incluso empresarios –como aquel
catalán universal llamado Pedro Balañá Espinós—. También artistas y escritores que en algún momento fueron tocados en su inteligencia y sensibilidad por la fuerza telúrica del hecho taurino, su condición de arte irrepetible, su verdad esencial.


Uno de ellos, Antonio Caballero, acaba de abrir entre su persona y el mundo físico un hueco infinito. Las ausencias que más duelen son las inesperadas. Caballero se apartó de nosotros para siempre. Nos deja sus letras, un legado precioso para el aficionado que entiende que el toreo no solamente se desarrolla en la arena y frente al toro, y que nada embellece más los recuerdos que la buena literatura. Esa que, desde un sabor, saber y
sentir hondamente taurinos, es capaz de hermanar la prosa con la poesía.

Evidentemente, todo buen aficionado sabe que la historia de la tauromaquia no se agota entre las fronteras de los dos países consabidos –España y México–, que nunca podrá escribirse con suficiente justeza –ni justicia– omitiendo a Francia, Colombia, Perú, Venezuela, tampoco a Portugal y Ecuador. Este ha sido, dicho rápidamente, uno de los
reclamos de mi propuesta en torno al Siglo de Oro del Toreo del que hablaba aquí hace poco. Viene esto a cuento porque Antonio Caballero Holguín, fallecido el pasado día 10, era colombiano (Bogotá, 15.05.45). Miembro de una familia de escritores, pintores, poetas y diplomáticos, fue todo eso y más, periodista de casta y, tal vez por encima de todo, un aficionado a toros de paladar negro, con la sabiduría de no empecinarse en
dogmas y, en cambio, cultivar la flexibilidad y el humor desde su formación de anacrónico renacentista, que al hablar y escribir de toros se paseaba con garbo sin par entre ámbitos y temáticas tan variados como sus intereses y talentos personales. Leer cualquier cosa suya es un placer para el espíritu, y cuando uno concluía cualquiera de sus escritos taurinos experimentaba la sensación de liviandad gozosa de quien acaba de descubrir un ángulo nuevo en su pasión de siempre. Difícil magia ésta, al alcance de muy pocos
escritores, ya sea que sus textos se ocupen de tauromaquia o de cualquier otra materia.

Invito al lector a comprobarlo mientras saborea una breve selección de los textos taurinos de Antonio Caballero. La fiesta. Bueno, la barbarie: sangre y arena, sol y moscas, vocerío, crueldad y mucha trampa. Pero nadie que haya visto a Rafael de Paula torear a la verónica, o a Antoñete dejar parado a un toro en la esquina de una media o a José Tomás levitar mientras torea… puede olvidarlo nunca. Y al contrario, el recuerdo se estira y se despereza en la memoria, y lo que fue un fogonazo se patina de lentitud y nostalgia… Nada hay más bello y a la vez más fuerte. La fuerza –y también la violencia: una violencia mágica, armoniosa, musical—forma parte de esa belleza fugaz y duradera del toreo, que es lo más bello del mundo.

Juan Belmonte.

No son muchos los hombres que han inventado un arte… Orfeo, por ejemplo, inventó la música; pero nadie toma en serio la existencia histórica de Orfeo, sin hablar de que en otras civilizaciones la invención de la música es atribuida a Gilgamesh o a Quetzalcóatl. De Juan Belmonte, en cambio, sabemos exactamente cuándo y dónde nació: en el número 72 de la Calle Ancha de la Feria, en Sevilla, el 14 de abril de 1892. Y
sabemos que, a continuación, inventó el toreo.


…ya famoso, continúa confesando que como espectador en la plaza se siente incapaz de lidiar al toro (que está) en el ruedo. De lidiarlo probablemente era incapaz. De torearlo, no… Desde Pedro Romero hasta Joselito el Gallo (histórico rival de Belmonte), lo que se hacía con los toros era lidiarlos: someterlos y matarlos en un combate cuerpo a cuerpo…
Belmonte introdujo en esa lucha la dimensión del arte: de lo imaginario… le dio una espiritualidad que antes no tenía: como si le hubiese dado el alma.
Curro Romero.

No sé quién dijo –Bienvenida, tal vez…– que el arte es lo que queda cuando se quita todo lo que sobra. Curro Romero, el viernes por la tarde, quitó todo lo que sobraba del arte del toreo. Lo hizo con un torito colorao de Moura bautizado con el nombre predestinado de “Soneto”… No es que hiciera un soneto sino que lo inventó: nuevo, crujiente, oloroso, recién hecho, como le salían a Petrarca en el siglo XIV. El toro lo ayudó, como ayudó Laura a Petrarca con su simple existencia: tan embestidor y tan grácil, coloradito y bien hecho, y tan noble que teniendo a Curro entre sus astas para cornearlo de veras no lo hizo, porque estaba concentrado volviendo a contar los versos para ver si eran catorce y el soneto estaba hecho. Se ha dicho que lo distrajo la gorrita milagrosa que le tiró un arenero… Para milagrosa, la faena de Curro.


César Rincón.

La plaza llena hasta los topes, y a la espera. Cuando salió Rincón por la puerta de cuadrillas, un largo aplauso. Porque el público de Madrid, que es el más mezquino y rencoroso del mundo, es también el más agradecido. Y sabe perfectamente lo que le debe a Rincón: el haberle devuelto a la fiesta un elemento que desde hacía años venía faltándole: el toreo. Al día siguiente lo diría Vicente Zabala publicando en el ABC una foto a toda página de Rincón frente al toro titulada “He aquí el secreto” –y el secreto no es más que eso: el torero frente al toro y no al hilo del pitón.

Joselito.

En la plaza de Úbeda, reducida y ruidosa, le decía Emilio Muñoz, ese torero
flamígero y barroco de Triana, al sobrio y silencioso Joselito, que se estaba jugando en silencio la vida ante un toro probón y buscador de Algarra: “¡José, si da igual, que éstos no entienden!”. En los tendidos, la gente protestaba. Y Joselito seguía toreando con calma ante la incomprensión estética del público, ante la incomprensión ética de Muñoz. Toreaba
simplemente como tenía que torear. La frialdad, o más bien, la impasibilidad del clasicismo no es otra cosa que sentido de responsabilidad… El clasicismo consiste en que nunca haga
falta lo que le sobra al arte…y más que frialdad es lucidez (que) no excluye el viento repentino de la inspiración…Cuando la serenidad de la estructura clásica se encuentra con el empuje romántico de un toro bravo, el resultado puede ser admirable.

Manizales.

Como en todas las cosas serias de la vida, en los toros no hay dos cosas sino
tres: toro, torero y público. Sin el público que mira no hay toro ni torero, así como el yin y el yang, que según los sabios chinos conforman el Todo, no lo conforman solos: necesitan, además, el ojo de un sabio chino. En la feria de Manizales hubo toros y toreros, pero faltó el chino.

Quiero decir, que el público mira las corridas no con el ojo crítico de la sabiduría, sino con el festivo del entusiasmo: mucha bota de vino con brandy y aguardiente, mucho pasodoble, mucho transistor… y un público demasiado orejero, demasiado bondadoso y contemporizador, y mucho más atento en la plaza a lo superfluo que a lo importante.

Por eso, aunque a lo largo de la feria se vieron buenos toros… como los de Rocha, con ganas de pelea con el caballo y difíciles para la muleta… o como los de La Carolina… que iban fijos y alegres al trapo del torero…, los más aplaudidos fueron los toritos institucionales de Ernesto Gutiérrez, blandos como la melcocha… Todo está muy bien, sin duda. Pero para ver cosas así no es necesario ir a los toros: bastaba con el Baile de Fantasía del Club Manizales.

El misterio. En los toros, como en el más vasto devenir del universo, nunca sabemos lo que va a pasar… Los mejores matadores, la ganadería más afamada, y en el periódico de la mañana un delicioso pronóstico meteorológico… y resulta que todo sale mal. O al revés: es un sobrero de descarte, polvoriento de corrales, el toro que sí sirve, y el matador que venía de relleno es el único que de verdad torea.

Nunca se ha dado el caso, en un concierto, que al final reciba más ovaciones un segundo violín que el director de orquesta: en los toros sí. Ni que triunfe el electricista y fracase Mick Jagger: en los toros sí… No es como el futbol.

Porque se habla mucho de futbol, sí, pero Góngora no escribió sonetos al respecto, ni Picasso pintó goles… ni se han armado nunca polémicas feroces sobre si debe o no prohibirse el futbol. No es como el ajedrez o el ballet, cuyos términos técnicos –mate pastor, fouetté—son incomprensibles para los profanos: los de los toros los entienden todos los que hablen español…y hasta el más antitaurino sabe que quiere decir “la hora de la verdad”, o “salir por la puerta grande”, o “ver los toros desde la barrera”.

Emilio de Justo, rotundo en Arles, abre la puerta grande

Los tres toreros que le echaron el cerrojo a la feria con los toros de Jandilla , feria cruzada por lo goyesco salieron por la puerta grande del macizo e històrico Coso de Arles pero tras la faena modèlica al segundo de su lote, Ferrera que banderilleò, matò con ese caminar hacia la cara de toro y dejar momentos brillantes con capa y muleta, lo grande vino con el enclasado y bravo sexto en el que Emilio de Justo sencillamente bordò el toreo con un gusto, enganchando » alante», girando apenas sutilmente los talones y largos muletazos como un tren tanto por el izquierdo como el derecho, toreo por abajo, arrastrando el engaño y esos exquisitos forzados de pecho, series ligadas, a veces despatarrado, otras a pie junto, dando el medio pecho, el mentòn sobre el esternòn y en algunos pasajes desmayado, » descoyuntado», toreando con el alma y el cuerpo abandonado como pedìa Belmonte. Arrebato en un tramo, toreo sentido toda la faena.

Y no se puede torear con mas hondura al natural como lo izo De Justo en ese gran sexto, toro inolvidable por su clase , su bravura, sus embestidas calidosas

A ese sexto le dieron el honor de la vuelta al ruedo y por la forma como cayò la espada ( desprendida pero tirándose por derecho ), el palco solo concediò una que no refleja la gran tarde del extremeño. Bueno, los tres son extremeños, tambièn es verdad. Un toro con esa enorme calidad habrìa merecido el indulto

Se perfila, se empina, fija su mirada en el morrillo, entra la espada un pelín desprendida y pide a la cuadrilla que dejen al toro quieto, que por respeto a ese animal sagrado no lo molesten, suena el aviso, el toro se resiste, se mece sobre si mismo, de demora en caer , se eternizan los segundos, el toro resopla , ha sido bravo, bravìsmo y si me apuran merecìa el indulto pero apenas un par de buenos aficionado lo pidieron y el palco no valorò la grandeza del toro de JANDILLA.

Ha surgido esta tarde arlesiana la mejor versiòn de ese muchacho silencioso y discreto que hace un par de años llegò a Colombia traìdo por su amigo Guerrita ante la soledad en España y la falta de contratos.

Su primero que iba a la muleta pero se le colaba por el izquierdo peligrosamente sin que el gran pùblico viera las dificultades que sorteò con inteligencia doblándose primero y luego tocando fuerte y por abajo.

Miguel Angel Perera, sobrio como siempre, toreò con esa quietud marca de la casa a su primero cortando las dos orejas. Pero con ese càrdeno, dificil, estuvo rayando a gran altura pues es el tipo de toreros que resuelve los problemas sin quejarse y con una enorme toreria.

Bonito detalle de Ferrera que le brindò la faena de su primero a Diego Ramos que luciò sus mejores galas con la decoraciòn goyesca de la plaza.

RESUMEN

Antonio Ferrera, silencio y dos orejas.

Miguel Ángel Perera, dos orejas y ovación.

Emilio de Justo, oreja y oreja.

Un soberbio Ventura corta un rabo y enciende Arles con un toreo de ensueño a la jineta

Diego Ventura es hoy por hoy el rejoneo total. No se puede torear a caballo con mas pasiòn, acierto, temple, juego de equilibrios, rizos, palos al quiebro, doma y riesgos como colocar banderillas a dos manos sin la cabezada, apenas con el juego de los estribos en un alarde de poderío y unos caballos a los que sinceramente lo ùnico que les falta es hablar. Ni falta que hace.

En su segundo puso a la aficiòn en pie tras una exhibiciòn de rejoneo de altos vuelos. Jamàs Simao da Veiga, los Peralta , Jose » Chu» Pèrez de Mendoza, Vidriè o Moura padre , pudieron soñar con esa expresiòn total, magistral del torero del de la Pueblo que parece un àngel o un demonio, segùn se mire, montado en esas preciosas y lustrosas jacas de vivos colores y mestria supremas educadas por el hombre que prosigue ese convertir en ùtil para el ser humano lo que era ( el equino ) una especie indòmita, virgen y salvaje. Los bereber y mongoles saben de aquello por esas dunas y estepas.

La matinal de rejones en el anfiteatro arlesiano fue ocasiòn para la alternativa del joven Duarte Fernandes, sobrino de Rui que ejerciò de padrino y le entregò el rejòn de profesional en presencia de Diego Ventura de ilustre testigo.

Mañana venturosa para el arte del rejoneo

La exhibiciòn de esos caballos es ya todo un lujo y luego esos juegos y destrezas de los caballeros en plaza con una dispareja corrida de Los Espartales procedencia Murube vìa el maestro Capea le dan un sentido revolucionario al toreo a caballo. Si Belmonte y Joselito y mas tarde Chicuelo le dan el titulo de modernidad al toreo a pie que deja en la historia a Frascuelo, Guerrita, Mazantini y Lagartijo, en el rejoneo ya no es el tiempo de exhibir solo un par de caballos, poner palos y salir como alma en pena; no, ahora se torea, se interpretan suertes inimaginables hace cien años, se tocan terrenos imposibles, se sale de la cara del toro, eso, toreando, con gracia, con salero, con profundidad.

Rui, el rubio torero lisboeta a quine hemos visto en Colombia es la viva imagen del toreo a la jineta portuguesa esa que nace con Marialva y el sobrino de Rui, Duarte Fernandes ,tiene, ya profesional ,que recorrer ese largo camino porque porque la mañana fue de Ventura que ejerce de capitàn general con mando en plaza.

Dice Paco Mora y es apklicable a Ventura : Porque el torero de origen portuguès afincado en La Puebla del Rio , la tierra de los Peralta y de Morante ha amalgamado en su arte ecuestre-taurino todo lo que de extraordinario trajeron a los ruedos los que antes que él hicieron historia. Y sobre todo adaptándolo a los gustos de los públicos actuales.

El rabo, dicho con todo respeto, es lo de menos, lo importante es còmo encumbrò el rejoneo a los altares don Diego, Ventura, el hijo de Antonio.

Y esos caballos…Bronce, Capote, Sueño,Lambrusco…Què cuadra !!!

RESUMEN DE LA MATINAL EN ARLES

RUÍ FERNÁNDES, oreja y oreja.

• DIEGO VENTURA, silencio y dos orejas y rabo.

•  DUARTE FERNÁNDES, (Tomó la alternativa); oreja y oreja 

Los tres en hombros pero el rey fue Ventura y los dos alternantes , fieles escuderos de Corte

Arles fue una fiesta goyesca…

Arles vibrò emocionadamente con su goyesca que atravesò varios pisos tèrmicos desde ese » duelo» de quites en el primer toro entre Talavante y Roca Rey que se replicaron entre bellos lances aunque si bien es verdad solo es destacable el primer toro del Tala que reapareciò tres años despuès de un inesperado retiro y menos afortunado el palco otorgando dos vueltas al ruedo que no merecieron nunca esos toros como ese sexto con un evidente peligro y sin clase pues todo hay que decirlo los dos toreros rayaron a gran altura con las tres divisas : Garcigrande, Adolfo Martin y Nùñez del Cuvillo. Bien presentados todos, sin màcula ni peros. Otra es el juego.

El imponente coso romano se llenò en tarde de sol y mùsica de màximo nivel con una soprano de voz exquisita que desatò las pasiones con el himno de Francia, el toreador de La Carmen de Bizet y Granada de don Agustin Lara, y otras piezas que acompañaron el mano a mano .

Otro que se luciò en la plaza de Arles, nuestro compatriota Diego Ramos que vistiò con estallido de colores, notalgia y amor por las tradiciones de la fiesta con las figuras de Joselito , Belmonte, y Morante y ese toro inmenso cuyo original es propiedad de don Felipe Negret y que se colocò detràs del palco presidencial ; la barrera, con los alamares, los burladeros con cabezas de toros, que ya quisieran los llamados toristas, un collage de carteles alusivos a tan magna ocasiòn y en el centro del ruedo otra vez un toro a la manera como lo interpreta el artista con formas y fondo para homenajear ese siglo XVIII en el que viviò el autor de la tauromaquia , los fusilamientos y Los Caprichos, don Francisco de Goya que para el tema taurino firmaba «Paco ,el de los toros».

Diego pintò a su manera el salto de la garrocha una de las suertes del toreo de hace doscientos años que poco se practica hoy y que representa a un hombre saltando por encima del toro, munido por esa vara que le sirve para impulsarse y burlar al toro y que està en esos gravados que el genio de Fuendetodos nos dejò para mostrar su amor por el toreo.

Talavante podrìa decir con Fray Luis de Leòn «… , decìamos ayer..» pues no ha perdido un àpice de ese toreo de quietud, de firmeza, de valor, de detalles con el capote y la muleta, de entendimiento de las embestidas de sus toros y de esa gracia extremeña que compone un conjunto de aciertos no solo en el toreo fundamental sino en ese quejio, en ese rumor de lo clàsico en que se asienta el toreo. Y estuvo inmenso tanto el Domecq como con el de Adolfo Martin, el codicioso càrdeno que fue descubriendo en esa faena de mas a mas. Cuando hubo que bajar la mano, lo hizo, agregò su cuota de personalidad en unos trincherazos de cartel, en los remate con el forzado en las invenciones de esos muletazo sueltos donde fluye el espìritu de lo bien hecho y bien arremato que proclamaba El Guerra.

No faltaron ni las gaoneras, ni las tafalleras, ni las bernadinas, ni las manoletinas, ni soltar el capote a un mano, ni los molinetes » arrebujaos»,ni esos forzados a la hombrera contraria, ni el pase de las flores ni los kikirikis ( esas delicias que se inventara El Gallo ) ni ese imprescindible toreo fundamental del natural y el derechazo y cada torero adosándole su personalidad.

En Francia SE CUIDA como oro en paño el tercio de varas pero sorprende la frialdad de su aficiòn mientras Talavante firmaba una faena rotunda con el Adolfo. Ni se enteraron.

Roca Rey se ha ido convirtiendo en un torero fundamental, imprescindible, de limpida frescura, de arrojos, de competencia , de ausencia de adocenamiento, de vèrtigo cuando es menester, de jugarse la vida de verdad metièndose sin asomo de dudas en los terrenos donde le acariciaron los toros en varias ocasiones con la punta de los pitones la femoral.

Por entrega de los dos toreros no faltò de nada, pusieron su emociòn, su tauromaquia, su pasiòn desenfrenada porque la asolerada ocasiòn lo merecìa. Una goyesca en la feria del arroz de Arles, la ciudad que el holandès Van Gogh inmortalizò en su » Casa amarilla», en la placidez de sus campos es privilegio para el toreo.

El presidente de la corrida pecò ( bueno, tampoco es para lanzarlo al fuego eterno ) al sacar el pañuelo azul para dos vuelta s al ruedo que por mas penitencia que hubieran hecho no se correspondìa el gesto magnànimo del palco con el juego en su conjunto pues el premio concedido se desvaloriza, se empequeñece.

Los dos titanes salieron en volandas de la plaza, descendieron las escalinatas en medio del multitudinario fervor ,entraron entre clamores a su coches de cuadrillas y se marcharon por esas calles estrechas vitoreados y ellos felices . Y la aficiòn?, Tambièn.

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Antonio Caballero, baluarte de la libertad y defensor apasionado de la fiesta con su pluma, ha partido

Antonio Caballero, hijo de don Eduardo, hermano del pintor Luis, amante de las letras, novelista, articulista, caricaturista, polemista, iconoclasta, versado en letras y saberes, amante de la fiesta y defensor razonado y culto de la profunda riqueza de nuestro ceremonial, ha partido.

Hombre de izquierda politicamente ( integrante de la planta de la revista Alternativa con el Nobel Garcìa Màrquez y Enrique Santos ) , estuvo cercano a la fiesta y la defendiò en momentos en que muchos de quienes siguen esa corriente denostan de ella y que a esta alturas del siglo XXI ya nadie sabe què es en esta convulsiòn de las ideologias y al igual que otro grande, Alfredo Molano, amò el ritual taurino.

En menos de un mes se nos han ido dos columnas de las letras hispanoamericanas, dos maestros, Germàn Castro y Antonio Caballero.

El manifiesto que escribiò al cerrar el acto de legitima protesta de los novilleros que se plantaron pacíficamente a las puertas de la plaza, abrieron el camino a la reapertura de La Santamarìa y que Antonio me pidiò que leyera es modèlico en su riqueza argumentativa en rebatir las monsergas de los antis.

Nos deja un gran vacío pues en sus escritos nos sentìamos tocados siempre ya fuera para estar en concordancia o en desacuerdo pero nunca indiferentes a còmo veìa este luminoso escritor a un paìs de rìos caudalosos, montañas, picos nevados, valles apacibles, cordilleras, lagos, ensenadas, amaneceres deslumbrantes, tardes de cobalto y celeste en el firmamento, dos mares, cielos velazqueños, gentes laboriosas, buenas ( en su mayorìa ) ,salpicado de penurias, pesares y cruzado por todas las perniciosas violencias que no parece tener fin pero eso sì con la esperanza de un mañana menos turbulento y mejor para todos.

Entendiò los entresijos de la fiesta, la avalò, la explicò en sus libros , en sus columnas en El Tiempo y en Semana, nos enseñò a quererla, nos invitò a sumergirnos en las profundidades de sus bondades y a mostrarnos los grandìsimos valores de un rito mediterràneo que se quedò en la zona Andina, que naciò del y para el pueblo y que en su tràgica belleza le da sentido al sinsentido de la vida y de la muerte como escenario de la finitud de la existencia pues en el ruedo se muere de verdad. O como dijo Belmonte cuando don Ramòn del Valle Inclán le dijo que lo ùnico que le faltaba al trianero era morir en la plaza : Se harà lo que se pueda, le replicò uno de los pilares de la tauromaquia del siglo XX.

Vale la pena que se recopile en un opúsculo sus apuntes taurinos en El Tiempo, en 6toros6, en Semana, y en otras publicaciones pues como todo gran escritor sus creaciones literarias poseen esa frescura de lo atemporal. Què estàs leyendo Antonio, le indaguè un dìa y ya saben, me repondiò biblicamente (perdòn por el vocablo ) con esas respuestas muy propias y quevedianas del gran maestro Caballero : «Un clàsico contemporàneo, Ciceròn». Asì era èl.

En el palco de prensa del callejòn de La Santamarìa con esa mirada que denota està pensando quizàs en la faena que va a degustar de Morante y su rostro expresa esa fina ironìa que lo hacía, a veces corrosivo o compasivo. A su lado, Jorge Artuo Dìaz

Tuve uno de esos privilegios que da el toreo, lugar en el que he encontrado entrañables compañeros de viaje y es haber compartido muchas ferias en el mismo burladero, oírle sus aciertos, su verbo, su ironìa como cuando de un torero le afirmaron que era muy bueno y èl respondiò : sì, pero no ha hecho llorar a nadie. Fue muy partidario de Josè Tomàs, de Rincòn y de Morante, y amigo de muchos toreros como Manuel Dìaz «El Cordobès » que le respetan profundamente.

Siempre tuvo una palabra bondadosa para la critica taurina que no la ejercìa para zaherir sino para contar, para narrar como en ese largo viaje de Ulises en la Odisea.

Me constan sus achaques de los ùltimos años, el peso de las fatigas, de las enfermedades pero nunca se quejò y llegaba con su andar cancino a la plaza haciendo varias estaciones para entrar al burladero, sacar del bolsillo del saco unos papelitos y la pluma para tomar nota de las faenas que luego en el periòdico vertìa con suprema lucidez.

Era senequista en su manera de ser, de hablar, de parlamentar pero es una delicia leerle.

La familia taurina està de duelo con la muerte de don Antonio. Què solos estàn los muertos!, escribiò Gustavo Adolfo Becquer pero mas solos quienes peregrinamos aun por estas veredas y al fijar la mirada ya no estàn muchos de nuestros guías como el gran Antonio Caballero.

«El Gato» me envìa esta foto captada en la peña Uniandinos que realiza la ceremonia de la imposiciòn de la Orden del Chivo. A la izquierda, Enrique Santos Calderon, al centro, el maestro Rincòn y a la derecha, Antonio Caballero

FOTO DE CUATRO GENIOS. ANTONIO, EL MAESTRO RINCON, DANIEL SAMPER Y GARCIA MARQUEZ EN UNA TIENTA

COLUMNA EN SEMANA CONTRA EL ANTITAURINISNO

El problema detrás del debate sobre las corridas de toros es la ignorancia. Los enemigos de la fiesta de los toros, sean animalistas sinceros o politiqueros sin escrúpulos, no saben de qué están hablando: no saben qué es, en qué consiste, la fiesta de los toros. No pretendo, por su- puesto, que la conozcan en detalle: sus orígenes míticos, la multiplicidad de sus significados, su historia en los últimos siglos, sus efemérides trágicas, sus reglamentaciones burocráticas. Lo que vuelve imposible la discusión con ellos es que no saben por qué ni para qué se torea. Como quien no sabe para qué se baila, o para qué se compone música, y, por no entender el sentido de esas actividades, decide condenarlas tachándolas de inmorales.

Por su valor ilustrativo, y no por buscar el prestigio de autoridades, traigo a cuento una anécdota pictórico-taurina. Le preguntó una vez el pintor Pablo Picasso a su amigo el matador de toros Luis Miguel Dominguín: “¿Tú por qué toreas?”. Y Dominguín le preguntó a su vez: “¿Tú por qué pintas?”.

Los antitaurinos no saben por qué se torea, ni por qué se va a los toros. Pero en vez de intentar averiguarlo, se inventan un porqué: por sadismo, dicen: por amor a la sangre violentamente derramada; por placer en el dolor y la muerte de bellos animales; por complacencia morbosa en la tortura. De nada sirve que toreros y aficionados les expliquemos unánimemente que no es así, y que si esos fueran los elementos que constituyen el toreo y la afición nosotros no seríamos ni toreros ni aficionados a los toros. De nada sirve que ese perfil de crueldad torpe y gratuita corresponda más bien al de muchos de los antitaurinos: como los que vimos el otro domingo en Bogotá tirando piedras y gargajos y gritando insultos, o como los que en las redes sociales lanzan amenazas de violencia contra los aficionados o se alegran al enterarse de que un torero ha muerto en el ruedo. No quieren saber en qué consiste lo que de antemano desprecian y condenan. Prefieren creer en su propio invento, y es ese invento grotesco lo que no les gusta.

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Con razón. A nosotros tampoco. Lo que nos gusta no es la tortura, sino el arte del toreo. La belleza del juego, el valor del combate, el sentido del sacrificio: todo lo que los toros son, y que los antitaurinos no quieren ver que son, y sustituyen en su argumentación autista por una caricatura esperpéntica.

Y el juicio al respecto –como todo en Colombia, país obcecadamente leguleyo– se remonta hasta las altas cortes. La cosa estaba en que la Corte Constitucional había exceptuado las corridas de toros (y el coleo, y las riñas de gallos) de la ley que prohíbe el maltrato a los animales. Pero, como es habitual en Colombia, hubo demandas al respecto. La misma corte (aunque con otros jueces) acaba de sacarle el quite a una ponencia del magistrado Alejandro Linares que dejaba así las cosas, y le chutó la decisión definitiva (aunque demandable) al Congreso, que deberá tomarla en dos años mediante una ley. Pero todavía está por debatir en la corte otra ponencia, a cargo del magistrado Alberto Rojas Ríos, que propone algo tan difícil como la cuadratura del círculo. Corridas de toros en las que “se proscriban y eviten los sufrimientos, dolores y malos tratos a los animales como seres sintientes”. Es decir, sin combatir con los toros. Sin herirlos: ni con la puya del picador (habrá que eliminar el tercio de varas); ni con las banderillas de los peones (habrá que suprimir el tercio de banderillas); ni, desde luego, con el estoque del matador: tampoco habrá tercio de muerte. ¿Cómo se hará para eliminar los tres tercios de la corrida sin eliminar la corrida? El magistrado da una solución: “Como se hace en Francia y Portugal”.

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La idea viene, como sucede entre los antitaurinos, de una información inventada: la de que en esos países no se mata a los toros. Al magistrado Rojas le habría bastado con informarse mejor. En todas las plazas de Francia -en Nimes, en Arles, en Mont de Marsan, en Bayonne- se mata a estoque a los toros, tal como se hace en España y -todavía- en Colombia. Y en las de Portugal se los mata también, pero no a estoque: se los apuntilla fuera de la vista del público, en los corrales de la plaza, y al día siguiente de la corrida.

Tampoco eso daría satisfacción a los antitaurinos, que lo que quieren no es que no se mate a los toros, sino que no se los toree. Que no se los lleve en camión del campo a la plaza, lo cual los somete a un cruel estrés; que no los asuste el griterío del público; que no los fatiguen las incitaciones y los engaños de la capa y la muleta. En resumen: que las corridas de toros se hagan sin toros.

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Lo cual tiene, curiosamente, un precedente en el anecdotario taurino, en este caso taurino-musical. Hace un siglo el gran torero Rafael Guerra, Guerrita, ya retirado y rico, era el dueño del único teatro que había en la ciudad de Córdoba. Llegó allá en una gira de conciertos el famoso pianista Arturo Rubinstein, y Guerrita, que de su juventud borrascosa recordaba el piano como un instrumento propio de burdeles, se negó a prestar su teatro, que era un teatro decente. Acudieron a su vergüenza torera: Rubinstein, le dijeron, también era un artista, como él. Y Guerrita cedió, magnánimo, diciendo: “El señor Rubinstein puede dar su concierto; pero sin piano”. 

MORANTE LA PRIMERA GRAN CONTRATACIÓN PARA LATACUNGA 2021

Por Gonzalo Ruiz, de El Comercio

El torero andaluz José Antonio Morante de la Puebla es la primera gran figura contratada para actuar en la Feria de Latacunga 2021. El anuncio lo efectuó el ganadero y empresario José Luis Cobo, quien se encuentra en España escriturando a los diestros que compondrán el ciclo.

El empresario de Triana dio a conocer que la feria se celebrará los días 26, 27 y 28 de noviembre y se compondrá de tres festejos: dos corridas de toros y el clásico Festival Virgen Esperanza de Triana.

Morante de la Puebla tira del carro de la temporada española y se ha convertido en el líder del escalafón europeo quien suma en este año de menos corridas por la pandemia, más de 30 corridas en su espuerta.

Morante ha cumplido dos actuaciones en Latacunga con triunfos de gala.

En Latacunga, en el 2014 la presencia de Morante fue un suceso. EL COMERCIO la reseñaba como una de las más grandes faenas que se hayan visto en Ecuador: “la faena de Morante fue colosal”. Brillante inicio a la verónica y delantales pintureros fueron el preámbulo. El puyazo dejó al toro descolgado, perfecto para embestir. Inicio en los tableros con apostura y emoción y embrujo en los remates. Ya la faena fue indescriptible. Al derrame de arte por la derecha en series de temple y torería sin igual, seguían buenos naturales, a la gracia en los remates sobrevenían nuevos y largos pases en redondo y, con un pitón derecho superior, el toro humillaba y repetía sin descanso.Los tendidos aplaudían a rabiar.

La gente no podía creer que una acabada, por suprema, manifestación de arte se estuviera esculpiendo ante sus ojos y las retinas derramaban lágrimas para lubricar la obra de arte puro. Entonces llegó el rumor. Muchos espectadores pedían el indulto al noble y bravo ejemplar y en el empeño la faena se pasaba de tiempo (…) la vuelta al redondel de Morante de la Puebla fue apoteósica y su faena queda escrita en los anales de la fiesta en el país.

A los pocos días Morante toreó el Festival de la Virgen Esperanza de Triana en la Plaza Belmonte. EL COMERCIO lo reseñó así: “Un faenón regaló Morante al público de Quito. Un trasteo de ritmo y temple, con sabor a torería antigua y con forzados de pecho de remate y kikirikís de arrebato. Dos orejas simbólicas.

En varias ocasiones Morante triunfó con su arte en la Plaza Belmonte de Quito y tuvo una buena actuación en una tarde en la recordada Feria de Quito.

Morante repitió en la capital del Cotopaxi con otro triunfazo, según la crónica de EL COMERCIO Morante dibujó algún lance a la verónica en su primero un toro manso, probón y que miraba los muslos del diestro y con el que el torero se mostró con voluntad al punto que fue aplaudido.

La magia del torero de Puebla del Río afloró en los lances a la verónica, seguidos por chicuelinas a su segundo. Morante fue técnico en los tersos delantales sin bajar la mano y rematados bellamente. Una faena de conjugación de una técnica soberbia y un arte sublime, medida, templada, torera donde el ritmo y la gracia hicieron un marco que fue poco a poco cautivando a los espectadores, que se entregaron ante la expresión más bella del arte y el conocimiento. La estocada, defectuosa de colocación, causó efectos fulminantes y las dos orejas fueron el premio justo para obra tan acaba de plenitud.

El torero de la Puebla volvió a sellar otra actuación inolvidable en Latacunga en el Festival Virgen Esperanza de Triana en esa recordada feria 2019.

Encuentro de dos artistas: Morante y Diego Ramos

Morante y Diego Ramos, ambos artistas, los dos taurinos por convicción, se han encontrado en el estudio francés del maestro colombiano y han repasado colores, texturas, emociones, sensaciones,historias y confidencias en ese intercambio de miradas y de palabras de dos genios, cada uno en lo suyo..

Morante es mucho mas que un torero al uso, es hombre de lecturas , ha penetrado en los meandros del toreo como pocos para conocer cómo era el tiempo y el espacio sentimental de Joselito y Belmonte, entre otros inventores de sueños de este arte incomprensible para muchos que es lidiar un toro bravo, y se ha acercado profundizando en ese toreo finisecular que le da sentido y sustancia a la tauromaquia a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI.

Diego Fue novillero, dejó los trastos para embarcarse en las aguas procelosas de los pinceles ,(como hace mas de medio siglo lo hizo un grande de nuestro arte,el maestro Fernando Botero , alumno de tauromaquia de Aranguito ( padre ) en La Macarena de Medellin ) y por eso Diego y Morante se movieron una tarde de verano entre las cajas, las tablas, las telas, remembranzas de pintores y escuelas y dejar un testimonio pictorico entre dos cultores del arte, uno , efímero y grandioso ( Morante ), el otro, asombrandonos con sus imagenes en las telas. Los dos son capaces de estremecernos por la hondura y belleza de sus creaciones.

Observen la peculiar montera de Morante que si nos devolvemos en la historia y en el tiempo podría ser la de Cuchares o Frascuelo, o Lagartijo. Y no es moda o capricho, es vivir la fiesta desde lo mas hondo del alma.

Eran las 5 de la tarde…..

Le entregó la pluma a Paco Delgado de Avance Taurino y a mi maestro Alcalino para fijar en tendido7 la nota sobre Ignacio Sánchez Mejías el polifacetico torero que murió tras la cornada de un toro de Hermanos Ayala en Manzanares donde se le rinde tributo en un bello museo con objetos , articulos, fotos y relojes ( el número de ellos fijados en las paredes esta tomado de las veces que Lorca en el poema a su amigo menciona en El Llanto por Ignacio Sánchez Mejías ) que la familia del malogrado espada ha entregado a tan noble institución en la ciudad realeña.

Ignacio Sánchez Mejías acudió a torear a Manzanares, el 11 de agosto de 1934, en sustitución de Domingo Ortega. Fue sin cuadrilla y él mismo, en el sorteo, extrajo la bola de “Granadino”, el toro que horas más tarde le daría una cornada a consecuencia de la cual falleció horas más tarde.

Apostó su vida al toreo, su gran vocación y afición, que si le compensó con creces acabó cobrándose todo lo que tenía Ignacio Sánchez Mejías ¿Todo? No. Su legado y recuerdo son imperecederos.

El 11 de agosto de 1934 Ignacio Sánchez Mejías no tendría que haber ido a torear a la plaza manchega de Manzanares. Tras haberse retirado nueve años antes, aquella temporada, como Juan Belmonte (cuyos éxitos tanto escocían a su amor propio), volvió a torear vestido de luces y toreó en Cádiz, San Sebastián, Santander, La Coruña y Murcia, satisfaciendo su ansia por torear y logrando triunfos notables en, por ejemplo, Cádiz, cortando un rabo el día de su reaparición, y en la Corrida de la Prensa de San Sebastián.
Había toreado el día anterior en Huesca, donde le aplaude el poeta Jorge Guillén, y un percance automovilístico sufrido por Domingo Ortega hizo que le llamasen para sustituirle aquel día de verano en la localidad ciudarealeña. Y allí se presentó, para torear junto al rejoneador portugués Simao Da Veiga y sus colegas Fermín Espinosa “Armillita” y Alfredo Corro-
chano. Acudió con urgencia desde Madrid, sin su cuadrilla, y se alojó en el hotel de Manzanares, en la habitación número 13. También fue personalmente al sorteo, al rechazar el ofrecimiento que le hicieron los banderilleros de las otras cuadrillas de acudir ellos: “Voy por primera vez en mi vida de torero a probar fortuna”. Y sacó una pequeña bola de papel donde figuraba escrito el nombre del toro “Granadino”, de Hermanos Ayala, manso y astifino que pasaría a la historia al acabar con la vida del torero sevillano.

Como en él era habitual, tras banderillear -popularizó el llamado par de
la mariposa- comenzó su faena sentado en el estribo, y al levantarse para
llevarse el toro a los medios, fue prendido en el muslo, sufriendo una
grave cornada en la ingle derecha. Corrochano fue al quite y contaba que
cuando le vio ya iba muerto.

Tras la primera cura en la enfermería de la plaza se negó a que le intervi-
nieran los cirujanos de Manzanares, a cuyo frente estaba el médico local Fidel Cascón Arroyo.

Quiso que le llevaran a Madrid. Se le trasladó a un sanatorio de la capital pero de nada sirvió la transfusión a la que se prestó Pepe Bienvenida. Sobrevino la gangrena y con ella, el día 13 de agosto, la muerte. El cadáver fue conducido a Sevilla, siendo enterrado en la sepultura de su cuñado Joselito, sobre cuyo cadáver lloró en Talavera tras haber dado muerte a Bailaor, y en cuyo mausoleo sevillano, obra de Mariano Benlliure, figura portando el féretro de Gallito.

Cansado de vivir y de ver mundo, reapareció para morir en los pitones de un toro. No concebía otro tipo de muerte, y tuvo la que él quiso, ha es-
crito sobre el particular Domingo Delgado de la Cámara en su obra Revi-
sión del toreo.

Federico García Lorca, a quien tanto protegió, le dedicó su elegía más fa-
mosa, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, escrito con motivo de su trá-
gica muerte y editado un año después por José Bergamín en Cruz y raya e ilustrado por José Caballero.

Torero hecho a golpes de adversidades, de cornadas graves, ahí residió la clave de su triunfo: el éxito de su toreo no se basó en su técnica o en su es-
tilo, y menos compitiendo con los considerados como mejores toreros de la historia, como fueron Joselito y Belmonte, sino sobre todo por sus alar-
des temerarios.

Fue Sánchez Mejías, según Curro Meloja, “Torero valiente y original escritor, ejemplo vivo de voluntad ante la vida y de pundonor ante los toros”.

Para Néstor Luján fue sin igual como torero y como hombre: “Era un
caso patológico de valor, como su cuñado Rafael el Gallo lo era del
miedo. Fue Ignacio, el bien nacido, según le llamó su amigo García
Lorca, un torero más bien basto, de gesto dionisíaco y de una temeridad
desmandada, valeroso e impulsivo, y flojo como estoqueador, si bien se
aplicó con su habitual bravura a conseguir buenas estocadas y llegó a
matar algunos toros excelentemente. Como banderillero fue muy bueno,

de los mejores de su época. Se metía en terreno peligroso, en el más asus-
tante, y allí banderilleaba furiosamente, con una fuerza desquiciada y trá-
gica. No fue un torero excepcional, pero tuvo una personalidad tan

Federico García Lorca, amigo y protegido suyo, inmortalizo su figura con su
más famosa elegía:


A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la

tarde.

Un niño trajo la blanca sábanaa
las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya
prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo

muerte
a las cinco de la tarde.

Nacido en Sevilla, el 6 de junio de 1891, en el seno de una familia acomodada, su padre, médico cirujano de la Beneficencia Municipal de Sevilla, quiso que siguiese sus pasos, pero su afán aventurero, que le llevó a fugarse de casa siendo apenas un niño, le hizo abrazar finalmente la profesión taurina.

Formó parte de la cuadrilla de Fermín Muñoz, Corchaíto, Coche-
rito de Bilbao y de Rafael González Madrid “Machaquito”, pa-
sando luego a torear a las órdenes de José Gómez “Gallito”, su amigo de la infancia, con el que había emparentado en 1915 al casarse con Dolores, hermana del torero de Gelves, con quien fue en su cuadrilla durante tres años en los que adquirió la técnica y conocimientos precisos para subir de categoría, convirtiéndose en matador de toros el 16 de marzo de 1919 en Barcelona. Joselito fue, naturalmente, el padrino, cediéndole la muerte del toro el toro “Buñolero” de Vicente Martínez, y Belmonte el testigo, confirmando el 5 de abril de 1920, con los mismos acompañantes más Varelito, que completó aquel cartel de cuatro matadores y también
con toros de Vicente Martínez.

Con treinta y ocho años de edad acabó los estudios, examinándose, dicen, en una sola jornada de todas las asignaturas que le faltaban. Fue amigo de poetas y escritores, siendo mecenas de la llamada Generación del 27, nombrada así por iniciativa de Sánchez Mejías para conmemorar el 300 aniversario de la muerte de Góngora.

Influido por estas amistades hizo sus pinitos como autor teatral y
estrenó dos comedias con influencias de Sigmund Freud y Luigi
Pirandello, Sinrazón y Zaya, y dejó escritas otras dos más que
nunca fueron representadas, Ni más ni menos y Soledad, aunque
sí fueron editadas posteriormente en la Colección Austral.
En 1929, viajó a Nueva York,coincidiendo con La Argentinita, con
quien se dice que tuvo una ardiente relación, y Federico García Lorca, planeando las armonizaciones de canciones populares es-
pañolas que hizo Federico y cantó Encarna López Júlvez “La Argentinita”. El espectáculo se acabó llamando Las calles de Cádiz, con texto de Jiménez Chávarri (seudónimo del propio Sánchez Mejías) y música de Falla. Se estrenó en junio de 1933 en Cádiz, en el Homenaje a Manuel de Falla, con la Orquesta Bética de Cámara. El espectáculo se repitió, días después, en el Teatro Español de Madrid, con enorme éxito.

Fue, desde luego, un personaje excepcional y de una personalidad
extraordinaria.

ALCALINO RECUERDA MOMENTOS DE SANCHEZ MEJIAS EN MEXICO

Cuando decidió hacerse matador, había debutado como peón en Morelia, y regresó a España colocado en la cuadrilla de Fermín Muñoz “Corchaíto”, no dudó en cambiar capote y banderillas por muleta y estoque.

Ni paró hasta verse doctorado por su cuñado Joselito (Barcelona, 16.03.19) aunque contara ya 28 años, y casi 29 la tarde en que el propio “Gallito” lo confirmó en Madrid (05.04.20).

Con Ignacio Sánchez Mejías alternaba José el día de su trágico encuentro con “Bailaor” (Talavera, 16.05.20): a ese nivel se había propuesto estar Ignacio Sánchez Mejías y poco tardó en codearse con Joselito y Belmonte.

Fiel a sí mismo, al retornar a México, en el invierno de 1920-21,
compartía cartel con Gaona a pesar del abismo de calidad existente entre sus toscas y arriesgadas maneras y al arte maduro y quintaesenciado de Rodolfo.

Para salvar la distancia aceitó convenientemente a la prensa adversa al Indio, y acertó a convencer a fuerza de brutales alardes de valentía a una importante fracción del tendido de sombra, que acabaría por constituirse en Contraporra, opuesta a la Porra gaonista.

Las habilidades de Ignacio Sánchez Mejías trascendieron con mucho el círculo cerrado del redondel.

Lo mismo podía hacer de gentleman que de Casanova, de deportista que de mecenas. Rico y acaso aburrido de jugarse la vida tarde a tarde, se cortó la coleta a principios de 1927, de regreso de una última campaña mexicana.

Trágica resolución. En 1934 dos veteranos ilustres, Rafael Gómez “El Gallo” y Juan Belmonte, decidieron volver a vestirse de luces.

Fue como una llamada secreta para Ignacio Sánchez Mejías, quien, sin embargo, sufrió para eliminar el exceso de peso y sólo consiguió reaparecer con la temporada ya avanzada, el 5 de julio, en Cádiz.


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