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Sobre Manuel Granero, el nuevo libro de José Luis Cantos Torres

El torero valenciano Manuel Granero es el objetivo del gran historiador taurino José Luis Cantos Torres que nos acaba de regalar un maravilloso fresco de Joselito El Gallo con ocasión de los cien años de la trágica tarde en la que un toro acabó con la vida del rey de los toreros.

El año entrante se conmemora el centenario de esa otra trágica muerte, la de Granero por el toro «Pocapena».

Sin duda será una obra llena de datos, de recuerdos, de perfiles que no conocemos que el maestro Cantos sabrá llevarnos por esos meandros para sorprendernos de uno de los grandes toreros de comienzos del siglo XX y cuya vida se cortó prematuramente.

Hijo de una familia de la burguesía valenciana acomodada, Manuel Granero aprendió a tocar con destreza el violín. La afición a los toros se le despertó prácticamente de golpe un día de 1914, presenciando una novillada en el coso de la calle de Játiva. Tan grande fue el impulso, que incluso se tiró como espontáneo ese mismo día al ruedo. Más adelante permaneció un tiempo en Salamanca, participando en diversas tientas en las ganaderías del campo charro.

Allí coincidió con los ya novilleros Manuel Jiménez Chicuelo, Juan Luis de la Rosa y Eladio Amorós, entonces más aventajados que él. Durante los años 1918 y 1919 toreó diversas becerradas y novilladas sin picadores (catorce en 1919), antes de debutar con caballos el 4 de abril de 1920 en Barcelona. Desde ese momento, su carrera fue meteórica, basada en su única y arrolladora temporada como novillero. Tanto fue así, que a finales de ese mismo año 1920 tomó la alternativa en Sevilla.

Tras el debut con picadores en Barcelona, repitió en esa plaza, y acudió luego a las de Zaragoza y Santander, cada vez con más cartel entre los aficionados que estaban descubriendo a un torero de una valía excepcional. En Santander, el día 3 de junio de 1920, festividad del Corpus Christi, torearon con Granero en el coso de Cuatro Caminos Bernardo Muñoz Carnicerito y Ángel Pérez Angelillo de Triana.

Según Fragua Pando, “el triunfador de la jornada fue el valenciano Manolo Granero, del que se dijo que recordaba al gran Joselito. Ésta fue, sin duda, una de las grandes características de la presencia de Granero en la Fiesta, que muchos aficionados vieron en él al inmediato sucesor de Gallito, muerto en Talavera de la Reina sólo dieciocho días antes de que el valenciano torease en Santander. Pocos días después, el 29 de junio, se presentó en la plaza de Madrid, alternando con Valencia II y José Carralafuente, con novillos de Esteban Hernández. Cortó Granero una oreja en su primer novillo, trofeo que, llevado de su amor propio, rechazó. Repitió en Madrid diez días después, y actuó luego en muchas plazas de importancia, como Bilbao, Sevilla, Palma de Mallorca, Salamanca y, entre otras, Sevilla, hasta sumar un total de treinta y una novilladas. La última tuvo lugar en La Línea de la Concepción dos días antes del doctorado.

Tanta expectación había levantado Granero, y tantos éxitos había cosechado en apenas seis meses, que el 28 de septiembre tomó la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla, con un cartel de auténtico lujo: Rafael El Gallo Chicuelo (su antiguo compañero de tentaderos en Salamanca) hicieron de padrino y testigo, respectivamente, de la ceremonia. El toro se llamó Doradito, era sardo de capa y pertenecía a la ganadería de Concha y Sierra. Toreó Granero de nuevo en Sevilla al día siguiente, aunque en esta ocasión en la plaza Monumental, un coso (un sueño, en realidad) de vida efímera que nació proyectado e impulsado por Gallito. Muerto éste, el sueño acabó sucumbiendo ante el empuje, la historia y la solera de la Maestranza. En la Monumental toreó con El Gallo, Juan Belmonte y Chicuelo. Ese año de 1920, Granero tuvo tiempo aún de torear seis corridas de toros más (tres de ellas en Zaragoza), quedando situado al final de temporada en la primerísima fila del toreo.

En 1921 Granero siguió en la misma línea que había estado el año anterior. Los contratos se acumularon (toreó noventa y cuatro corridas de las ciento quince que había firmado) y los éxitos se sucedieron.

Chicuelo quedó en segundo lugar del escalafón, con veinticinco corridas menos que el valenciano.

Granero hizo catorce paseíllos en Valencia, su ciudad, nueve en Madrid y cinco en Sevilla. Comenzó la temporada toreando el 23 de enero en Málaga, y en Castellón lidió seis toros en solitario debido a que sus compañeros, que no atendieron los aumentos salariales que pedían los picadores y banderilleros, se quitaron del cartel. Acudió luego a Barcelona y el 19 de marzo, día de san José, a Valencia, en una corrida que, según Vicente Sobrino, “fue la primera piedra de lo que luego sería la feria de Fallas”. Entonces, en Valencia, la feria se celebró en julio, en la festividad de san Jaime, y no fue hasta la llegada de Granero al toreo cuando comenzaron a programarse corridas en marzo. Confirmó la alternativa en Madrid el 22 de abril, de manos de Chicuelo y en presencia de Carnicerito.

El toro de la ceremonia se llamó Pastoro, y llevaba el hierro de González Gallardo. Ese año cortó dos orejas en Madrid, “algo desconocido en la historia de los toros”, puntualiza Cossío, los días 17 de mayo (al toro Rondeño, de Santa Coloma) y 17 de septiembre (ese día concedió la alternativa a Nacional II, la única que pudo dar en su vida).

Durante la temporada los éxitos se sucedieron, y cada vez parecía más claro que la afición había encontrado al sucesor de Gallito. Entre los triunfos más importantes están, además de las corridas de Madrid, la tarde del 5 de mayo en Valencia, cuando cortó dos orejas y rabo a un toro del duque de Veragua.

Y también en la Feria de Julio de esa misma ciudad, en la que participó en seis de las siete corridas que se programaron. Entre otras buenas tardes, el día 27 cortó los máximos trofeos a un toro de Miura. En Bilbao, además, creó el pase de la firma, una suerte de muleta de su invención, y que tiene plena vigencia en el toreo contemporáneo. En ese clima de lógica y justa euforia finalizó Granero su primera y única temporada completa como matador de toros.

Para 1922 las perspectivas eran idénticas en número de contratos, “sin embargo, algo había cambiado —ha escrito Sobrino—. La gran esperanza de una Fiesta desesperanzada es objeto de un juicio muy estricto por parte de casi todos los públicos.

También es verdad que Granero inició la temporada con el ánimo apagado. Esta circunstancia no pasó desapercibida para nadie, ni para sus propios allegados ni para los públicos”. Antes de anunciarse el 7 de mayo en Madrid, toreó trece corridas, aunque, dice Sobrino, “algún cronista tachó de gran fracaso el comienzo de aquella temporada. Y en Bilbao, donde toreó sus últimas dos corridas antes del 7 de mayo, dijeron que había pasado una sombra del torero de tan sólo un año atrás”. El cronista Latiguillo lo contó así en el diario Las Provincias: “Aquel artista cumbre, orgullo de sus paisanos, que en cien corridas cimentó su fama, poniendo su nombre a una altura a la que sólo es dado a los genios llegar, quien fue proclamado heredero de Gallito por públicos tan severos como los de Madrid y Sevilla, se nos presentaba ahora, sin razón aparente que lo justificase, sin entusiasmos, sin habilidad y sin arrestos. Nadie se explicaba aquella tan completa transformación y sobre todo aquel retroceso tan persistente. Tanto, que muchos de sus incondicionales comenzaron a vacilar, y algunos se pasaron a las filas enemigas”.

Severo juicio, que se antoja excesivo, escrito desde la terrible certeza de que el torero, ya muerto, no va a poder desdecir con sus hechos las palabras del periodista.

No obstante, es cierto que no cortó ni una sola oreja en esas trece primeras corridas de toros. Pero su fuerza de figura seguía intacta. Según Sobrino, en 1922 Granero “cobra 10.000 pesetas por corrida, 3.000 más que Joselito y Belmonte en el año 20. Toda una fortuna para aquel tiempo”.

El 7 de mayo de 1922, Granero alternó en Madrid con Juan Luis de la Rosa (el otro compañero de tentaderos en Salamanca) y Marcial Lalanda, que confirmaba la alternativa. Se lidiaron tres toros de Veragua y tres de José Bueno, antes Albaserrada. En su primer toro, de Albaserrada, Granero dio la vuelta al ruedo, y en quinto lugar se dispuso a lidiar a Pocapena, de Veragua, un astado cárdeno que tiene, como muchos toros de trágica leyenda, una anécdota anterior. Se da la circunstancia de que ese mismo Pocapena le había correspondido a Granero el año anterior en Ciudad Real, en una corrida que se suspendió porque los matadores se negaron a torear al enterarse de que el empresario había huido con la recaudación íntegra de la taquilla. Granero supo que le había tocado el mismo toro en la mañana del 7 de mayo, y dicen que dijo: “Pues en ese toro la voy a armar”.

Maximiliano Clavo, Corinto y Oro, narró con detalle la cogida y muerte de Granero: “A banderillas ‘Pocapena’ llegó mansurrón, incierto y bronco, y entre Alpargaterito y Rodas le pusieron los pares reglamentarios, superior el de Rodas […]. Tras dos o tres capotazos de Blanquet, Manolo (que vestía de azul marino y oro), con los trastos de matar, dirigióse al cárdeno, al que el peón había dejado en el tercio del 2. Manolo intentó comenzar la faena con un pase cambiado, o con uno alto —porque no pasó de iniciación—, llevando la muleta cogida con ambas manos y dando al toro la salida hacia el tendido 3. En el centro de la suerte, el toro ‘se le puso por delante’; es decir: en la arrancada se le metió dentro de su terreno y le volteó aparatosamente, lanzándole a más de un metro de distancia a favor de tablas. Cuando el infortunado maestro intentó levantarse, el toro, que se dirigió rapidísimamente hacia el diestro, le metió nuevamente la cabeza dos veces seguidas, en la primera de las cuales le enganchó por el lado derecho de la cara, forcejeando con él hasta arrimarle a la barrera, y con la cabeza pegada al estribo, el pitón profundizó en la brecha e hizo en rara trayectoria un horrible destrozo en el lateral derecho del cráneo del pobre Manolo, que fue rápidamente conducido por las asistencias a la enfermería con la cara cubierta de sangre —pues la hemorragia fue enorme—; los huesos maxilar, de la órbita del ojo, el parietal y el temporal habían sido brutalmente partidos, y llevaba un sangriento fleco de la piel seccionada en irregulares colgajos. El espanto se esparció instantáneamente por toda la plaza…”.

Minutos después de resultar fatalmente cogido, Granero moría en la enfermería de la plaza. Pocapena, aquel toro que estaba escrito que debía lidiar Granero, quitó la vida al torero que estaba llamado a suceder a Gallito, a un diestro dominador y elegante, poderoso en todos los tercios, en todos los toros y en todas las suertes, un excelente torero que apenas tuvo tiempo de saborear la gloria que ya rozaba con la mano.

Alcalino.-!Aquellos tiempos!! Arruza y la Valencia de 1945

Nueve fueron las corridas de la feria valenciana de San Jaime de 1945, y en siete de ellas participó un mismo espada en calidad de figura estelar ¿Su nombre? Carlos Arruza, nacido en México DF (17.02.20) y, a esas alturas, la atracción máxima de la temporada española. Ni Manolete, en el pináculo de su gloria, llegó a ser tan protagónico en la ciudad del Turia.  

Histórico saldo. ¿Justificó o no el Ciclón Mexicano la enorme responsabilidad que la empresa de Valencia había depositado sobre sus hombros? Respondan por nosotros sus logros en las siete tardes de referencia, que transcurrieron de la siguiente manera.

21 de julio de 1945, toros de Vicente Charro para Luis Gómez “El Estudiante”, Carlos Arruza y Agustín Parra “Parrita”: Arruza corta 4 orejas; 22 de julio, toros de Atanasio Fernández para “El Estudiante”, Arruza y Jaime Marco “El Choni”: Arruza corta 2 orejas; 23 de julio, 5 toros de Francisco Galache y 3 de Flores para Arruza, Manuel Álvarez “Andaluz”, “Parrita” y “El Choni”: Arruza corta 2 orejas y un rabo; 24 de julio, toros de Rogelio Miguel del Corral para Arruza, “Andaluz” y “El Choni”, sin que Carlos corte apéndices; 25 de julio, seis de Clairac para “El Estudiante”, Arruza y Pepín Martín Vázquez: Arruza corta 3 orejas, un rabo y una pata; 26 de julio, toros de Joaquín Buendía para Arruza, Benigno Aguado de Castro y “Parrita”: Arruza corta 4 orejas, 2 rabos y una pata; 27 de julio, toros de Alipio Pérez Tabernero para Domingo Ortega, Arruza (no cortó nada) y Pepín Martín Vázquez. Lo que arroja la nada despreciable suma de 15 orejas, tres rabos y dos patas.

Claro que los números no lo son todo en el toreo. Está, además, el punto de vista de la cátedra, reflejado por las principales plumas de España, reunidas en la capital levantina para ofrecer su testimonio a los lectores de todo el país. Que hablen ellos por nosotros.

César Jalón “Clarito”. El célebre crítico riojano no ahorró elogios al referirse al mexicano y su actuación del 22 de julio, apertura de la feria: “No he visto un semejante derroche de valor, ni un tan completo dominio… Jamás se ha pisado tan tranquilamente un ruedo en el gallardo par de frente para ganarles la cara a los toros. Jamás, en tan corto terreno, se han alzado tan holgada y limpiamente los brazos, ni han caído en tan perfecta reunión los palos, como cosidos con hilo… Los públicos se enardecen. No hallan reposo en sus asientos. Se alzan. Se remueven. Aplauden. Vociferan… Los toreros, a su vez, se sorprenden. Sobre todo los toreros cuajados. Los que están en los secretos de la técnica torera, de sus preceptos, de sus normas, de sus cánones. Contemplan asombrados esta tremenda violación de todo; primero, suponiéndolo obra de la casualidad, y después, a la vista de su largueza y permanencia, como un fenómeno producido por sus facultades excepcionales, su poderío duro y elástico y su seguridad torera, alentados por un extraordinario corazón. Que no da tregua a nada ni a nadie. Que nunca se sacia de peligro. Arruza es como una avispa cuyo aguijón inagotable se clava en todos los tercios con la hondura y el tino del arponcillo de sus banderillas.“ (Informaciones, diario. 23 de julio de 1945)

Federico M. Alcázar. Presente en la misma primera inaugural, la de las cuatro orejas de los toros salmantinos de Vicente Charro, este ilustre crítico hispano escribió una crónica de la que entresaco los párrafos siguientes: “Esto de asustar a los toros parece una hipérbole, pero no lo es. Al primer torero que vi asustar a un toro fue Juan Belmonte. ¡Qué espectáculo! ¡Nunca lo olvidaré! El torero avanzanda desafiante y el toro andando hacia atrás hasta dar con el rabo en la barrera… Claro que aquel toro de Miura era una cosa muy seria, y éste de ayer era un torillo terciado… pero el gesto fue el mismo. Después de darle muchos pases de clamor el toro se resistía a embestir y Arruza le porfiaba, le acosaba hasta casi darle con el palo de la muleta en el testuz. El animal, atemorizado, andaba hacia atrás… ¡Con qué instinto de conservación huía del torero! Que más crecido y recrecido en la lucha le perseguía implacable, le obligaba a tomar la muleta, le daba pases inverosímiles por el terreno y la distancia. Y cuando, cansado el toro de embestir, volvía la cara, el torero multiplicaba el valor, el arrojo, el coraje, la temeridad. Fue el momento más emocionante de la corrida, y el más interesante, pues no es fácil ver a un toro asustado por un torero. Más bien ocurre lo contrario… Uno de los dos tenía que morir y murió el toro. La gente delirante, frenética, aclamaba al torero…

Pero a mí la faena que más me gustó fue la de su segundo toro, que era peligroso y tenía mucho que torear. Arruza le aguantó la bronca embestida, que acababa casi siempre en una fuerte tarascada, y con la derecha y con la izquierda le hizo una faena arrojada y emocionante, en la que el valor y el riesgo, pero también el dominio y la maestría, se daban la mano en cada pase. De una estocada rodó el toro, y también le dieron las orejas. Dos toros, dos faenas de superación, cuatro orejas. Tarde triunfal. ¡Arruza!” (La Fiesta, semanario. México DF, 9 de enero de 1946)

La tarde del día 26, la de las cuatro orejas, dos rabos y una pata, el mismo Federico M. Alcázar describió la actuación de Carlos de esta manera: “Me han dicho que el día de la corrida del Montepío, en Madrid, le preguntaron a Belmonte: –¿Qué te ha parecido Arruza?—. Y que Juan Contestó: –Yo no sé si es bueno o malo. Lo único que sé es que viéndole torear se me ha cortado la digestión de la comida.

La frase es tan expresiva como exacta… Toreo de nudo en la garganta, apretada por la emoción. Toreo que se siente, más que se ve. Porque la vista se aparta muchas veces de la visión del peligro. Un peligro buscado, acrecentado, extremado. Arruza se complace en aumentar el riesgo para darse después el placer de vencerlo. Y de este juego diestro, peligroso y dramático surge la grandeza de la faena. Porque el toreo, en último extremo, es eso. Que el público vea que el toro va a coger al torero, y que no lo coja por obra y gracia de su habilidad, de su destreza, de su arte. Como sucedió con el primer toro de esta tarde, un Santa Coloma bravo y codicioso, que llega tardo a la muleta, pero que cuando se arranca mete la cabeza con una nobleza ejemplar… Luego de un  tercio de banderillas en que cada par supera al anterior, empieza la faena con dos altos, un redondo y ese pase con la muleta por la espalda en que se hace un nudo con el toro (Alcázar está describiendo la arrucina). Ese solo pase vuelca a la plaza. Y a partir de ahí, la faena se desliza entre un estruendo de aclamaciones, gritos e histeria. No bien acaba de ligar cuatro redondos, liándose materialmente el toro a la cintura, cuando ya se ha cambiado la muleta de mano y porfía con la izquierda: son cuatro naturales ceñidísimos, ligados con el de pecho. Y luego más naturales, y como el toro se queda el torero tiene que reanudar la porfía cada vez más cerca, hasta llegar a un sitio en el que parece imposible que pueda consumar la suerte… Vienen a continuación seis manoletinas a una mano (lasernistas), girando suavemente y mirando al tendido en cada pase. Y al terminar se arrodilla y gira en un molinete entre los mismos pitones. Vuelve a arrodillarse para dar otras seis manoletinas en esa postura. Ya pueden ustedes imaginarse el espectáculo de la plaza, todo mundo atacado por un vértigo de locura. Se levanta el torero y vuelve dar ese pase por la espalda con el pico de la muleta tan fundido con el toro que sale enredado entre los pitones. Pincha sin soltar y de una gran estocada dobla el toro. Ya pueden ustedes imaginar lo que sucede. Le dan todos los despojos del toro y el homenaje de la multitud llega al grado máximo del entusiasmo y la entrega… En el cuarto redondeó la tarde con otra gran faena… Cuando acaba de torear la gente, rendida, exhausta, conmocionada, se dedica a comentar lo nunca visto. Nadie lo recuerda bien… El nudo en la garganta les hizo cerrar los ojos, asustados.” (ibidem).

“Giraldillo”. Siendo el ABC el diario más leído de la España franquista, conviene revisar lo que, sobre el mismo festejo del 26 de julio, escribió su cronista titular: “Se corrieron toros de Buendía, antes Santa Coloma, aunque uno salió con el hierro de Surga. Carlos Arruza cortó cuatro orejas, dos rabos y una pata. Carlos es hombre de aquí, de allá y de todas partes. Carlomagno ha sido el magno sostén de una feria amenazada de derrumbamiento. Tomemos nota de lo que hicieron sus toros. Tres varas tomó el primero y otras tres el cuarto, éste con buena pelea. Y seis pares de banderillas soberbios, prodigiosos de valor, precisión y maestría… Y vino la faena al cuarto, borrachera, locura barroca, todo el zodíaco mejicano policromado con arte español por este Carlomagno que es más español a cada hora; tanto que lo que abrillanta su mejicanismo se basa en puros cánones taurinos de España. Porque todos reputan ¡el valor de Arruza! Pero si no supiera torear tan bien como el mejor –soberbios pases en redondo centraron su gran triunfo en el cuarto toro–, Arruza se habría ido a la cama a las primeras de cambio… Ayer subió a máxima altura la emoción de esta alegre feria. Aquí no se toma el toreo por lo fúnebre, se estima y se paga su emoción. ¡Pero que los toreros se cuiden, primero que nada, de torear bien!” (ABC, 27 de julio de 1945)

¡112 corridas en un año! Desde Juan Belmonte en 1919 ningún torero había sumado cien corridas en una misma temporada europea. Hasta que, en este año 45, Carlos Ruiz Camino Arruza completó 108 paseíllos en cosos peninsulares. Se había presentado en Madrid, siendo un virtual desconocido, el 18 de julio de 1944, tarde en que los pañuelos blanquearon los tendidos de Las Ventas a partir de un fabuloso segundo tercio de Carlos. Y de ahí pa´l real. Pareja de Manolete –que no pudo comparecer en Valencia porque convalecía aún de un serio percance en la feria de Alicante (29.06.45)–, torero de moda, máximo reclamo de taquilla… A aún habría que añadir a esas 108 tardes cuatro más en la república mexicana allá por el mes de enero –dos en El Toreo de la Condesa y dos en Puebla–. Y tan solo en Europa acaparó 219 orejas, 74 rabos y 20 patas.

Aunque otros hayan superado después la cifra de corridas de Carlos Arruza en 1945, su marca de apéndices cortados permanece incólume. Y muy pocos toreros en la historia habrán provocado escándalos y apoteosis de la magnitud de las descritas por las doctas plumas a las que hemos recurrido para ilustrarlo.

TAUROMAQUIA. Alcalino.- El Siglo de Oro del toreo

Seguramente, el título de esta Tauromaquia pueden habérmelo sugerido las incertidumbres y congojas de la pandemia, pero también dos imágenes mentales ligadas a la historia de la cultura universal: El Siglo de Oro de la literatura y El Siglo de las Luces o de la Ilustración. También, qué duda cabe, la fuerza de las llamadas vanguardias artísticas del siglo XX, y, en el fondo, la invencible manía de la humanidad por dividir su devenir en centurias, quizás porque en el tramo temporal de cada una de ellas caben, mal que bien, las tres o cuatro generaciones que nuestra edad individual puede alcanzar a cubrir.

Si cruciales fueron aquellos siglos famosos para el desarrollo y consolidación de la lengua española, el uno, y el viraje de los atavismos del pensamiento mágico al predominio de la racionalidad, el otro, no sería menor el ímpetu creador que trajo el siglo en que nacimos en los diversos campos del arte: pintura, poesía, narrativa, dramaturgia, arquitectura, escultura, música, danza… Y como novedades añadidas, dos primicias alumbradas en las primeras décadas del XX que irían ganando en crédito y forma al paso de los años. Me refiero desde luego a la cinematografía, pero también, más restringida y veladamente, al toreo, cuya evolución poco tardó en invadir resueltamente el territorio de las artes mayores a su muy particular manera: oponiendo a la fuerza imaginativa, ética y estética del hombre los atributos de la materia viva a dominar, el toro de lidia con todo su poderío, casta brava y congénita fiereza, que le imponen un precio muy alto al ritual arte del toreo. 

Arte tan peculiar que, para poder ser, sus cultores se ven obligados a arrostrar el riesgo inminente de, por cualquier paso mal dado, dejar de ser. 

Protohistoria. A través de los milenios muchas tauromaquias ha habido, desde Asiria y su mítico culto al toro, o la de tinte político que expone Platón en el diálogo Critias o de la Atlántida, a los brutales duelos entre hombres y bestias del circo romano, pasando por los refinadísimos vestigios cretenses descubiertos en Cnosos. Y nadie ignora lo que ha significado para España el toro como tótem primordial de su historia y su cultura. Ni el temprano traslado a sus territorios en América –siglo XVI– de las fiestas de toros y cañas a cargo de principales de la corte y la milicia, origen del mexicanísimo, campirano y aún vigente jaripeo, previo a la adopción por nuestro país de la corrida a la usanza española, a partir de 1887.

El toreo de a pie. Cuando el protagonismo pasa de los jinetes de la élite al pueblo llano, la corrida de toros empieza a convertirse en espectáculo de masas. Coinciden sus primicias con las de la ópera italiana y los conciertos de música culta, que abandonarán para siempre la privacía palaciega para trasladarse a salas abiertas al público, de la misma manera que los toros pasaron de la plaza central de las poblaciones al coso taurino, concebido ya como una pieza arquitectónica específica. Es el tiempo de los padres fundadores –los Romeros, Costillares, Pepe-Hillo–, cuya misión concreta era dar muerte a la res luego de librar con hábil esgrima sus broncas acometidas. Pero no todo era lucha, el matador tenía que atenerse ya a unas reglas y una técnica muy precisas –la estocada recibiendo mejor que a volapié–, que con el agregado del estilo personal de cada cual empiezan a revelar un oficio cierto y un arte con todas sus consecuencias. No es de sorprender que las primeras víctimas de la fiesta murieran en trance de matar.

La corrida moderna. Ya los empeños de a pie habían cubierto más de medio siglo, entre el último tercio del XVIII y el primero del XIX, cuando el gaditano Francisco Montes “Paquiro” regula el curso del espectáculo –el orden de la lidia, la conformación de las cuadrillas, hasta el vestido de torear– para sentar las bases de la corrida como hoy la conocemos. La aspereza de los astados sigue imponiéndole el mismo carácter combativo y rudo de los principios –viene en toro: te quitas tú o te quita el toro–, pero, poco a poco, el quehacer de los diestros se irá refinando. Aunque continúa como instante culminante la suerte suprema, abundan constancias del entusiasmo despertado, hacia el último tercio del ochocientos, por los elegantes modos de Cayetano Sanz, Rafael Molina “Lagartijo” o, ya en la inminencia del XX, Antonio Fuentes, de quien Rafael Guerra “Guerrita”, mandón absoluto de la época desde su extremado poderío, afirmará al retirarse: “Después de mí, naide, y después de naide, Fuentes”. Y despunta en el horizonte quien va a integrar esos momentáneos halos de estética en un todo que abarque la lidia entera. Es mexicano, nació en León (estado de Guanajuato) y se llama Rodolfo Gaona Jiménez.

El Siglo de Oro del toreo. Gaona, bajo la dirección de Saturnino Frutos “Ojitos”, banderillero que fue de Salvador Sánchez “Fracuelo” pero admirador del rival de éste Rafael “Lagartijo”, trajo a la fiesta una cadencia que no lo abandona en ninguno de los tres tercios de la lidia, mas su escuela sigue siendo decimonónica. Hará falta que, desde la otra margen del río Guadalquivir, se descuelgue un mozo trianero sin antecedentes taurinos ni apenas conocimiento de la técnica para imponerle al toreo su carácter definitivo de arte de vanguardia. Va a ser, además, el contrapunto ideal para la suma de perfecciones representadas por José Gómez “Gallito”, y entre ambos le darán forma, con el añadido de Rodolfo Gaona, a lo que aún hoy se conoce como la época de oro; duró ésta menos de un decenio pero marca el inicio del Siglo de Oro que desde hace algunos meses vengo proponiendo en charlas y conferencias.

Simbólico inicio. Como es natural, me pareció justo ponerle lugar y fecha: tercera semana del mes de octubre de 1913, cuando Madrid asistió a la alternativa de Juan Belmonte, recibida de manos del cordobés Rafael González “Machaquito” (16.10.13), y a la despedida de Ricardo Torres “Bombita” (19.10.13) llevando como alternantes a los Gallos –Rafael y José–, en tarde triunfal para el homenajeado pero, sobre todo, para el gran Joselito, de quien vox populi afirma se la tenía jurada a Ricardo debido a sus maniobras de despacho en contra de su calvo y saladísimo hermano. Poco importa que la salida en hombros múltiple de aquel domingo 19 contrastase con las continuas broncas desatadas el 16 por la pequeñez y mansedumbre del ganado: la retirada casi simultánea del “Bomba” y “Machaco” pone fin a una época y, aunque el calendario diga otra cosa, la dupla José-Juan inaugura la época más radiante del toreo. 

El de su entronización como arte de vanguardia. Un Siglo de Oro con todas sus consecuencias.

Espléndido devenir. Aunque la pasión de los aficionados y la crónica general de la fiesta den por concluida la edad de oro con la trágica muerte de Joselito “El Gallo” (Talavera de la Reina, 16.05.20), el toreo va a entrar en una acelerada espiral ascendente que alumbró, en menos de un decenio, la moderna faena en redondo, de la mano del arte luminoso de Manuel Jiménez “Chicuelo”, la magia gitana de Joaquín Rodríguez “Cagancho” y Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, y la no menos asombrosa de Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma”, Félix Rodríguez o Victoriano de la Serna o, al otro lado del Atlántico, del Orfebre Tapatío Pepe Ortiz, máximo creador con el capote en las manos. No tardarán en aparecer dos colosos llamados Fermín Espinosa “Armillita” y Domingo Ortega, paradigmas de la maestría, y artistas tan personales como Alberto Balderas, Jesús Solórzano Dávalos, Luis Castro “El Soldado” y, sobre todo, Lorenzo Garza, mexicanos los cuatro y que, con “Armillita” y Ortiz, y más tarde Silverio Pérez y Carlos Arruza, darán esplendor y legitimidad a otra época de oro, esta vez en tierras del Anáhuac.  

Lo que sigue es la historia de un continuo perfeccionamiento del arte en ambos continentes. Imposible desconocer el papel central protagonizado por los criadores de bravo, ya que sin la continua afinación de la toreabilidad y la nobleza, mediante empadres perfectamente controlados, la evolución del toreo no habría sido factible. Aunque tampoco sobrevive si, en ese empeño, se rebasa la línea de la sensatez y se mata la emoción del riesgo, atributo indispensable para que el arte de torear cobre autenticidad y sentido.

La enunciación de etapas, nombres y circunstancias haría interminable esta exposición de la argumentación motivo de la presente columna, que no es otra que ofrecer a la consideración del lector las razones por las cuales se puede hablar del Siglo de Oro del Toreo  no como mera ocurrencia sino como un hecho cultural perfectamente constatable. 

Restaría desear que no sea la pandemia del Covid 19 lo que le ponga punto final. Sobre todo porque la baraja taurina actual reúne algunos de los cultores más destacados del arte de la lidia, comparables con los mejores  entre las docenas de ellos surgidos a lo largo de poco más de cien años, durante los cuales la poética del toreo ha merecido codearse con las bellas artes oficialmente consagradas como tales.   

Historia de un cartel. Por HORACIO REIBA “ALCALINO”…Armillita y Domingo Ortega

En la década del 30, la máxima figura del toreo español se llama Domingo López Ortega (Borox, Toledo, 26.02.1906). Siendo diestro muy intuitivo fue matador algo tardío, pues contaba ya 25 años cuando se doctoró en Barcelona (08.03.1931), luego de apenas una fulgurante temporada novilleril. Y se impuso de inmediato, cotizándose como número
uno indiscutible con un estilo seco y dominador que unía al secreto del emple el saber andarles a los toros para enlazar rítmicamente sus doblones, ases de la firma y famosos trincherazos. En cambio, no sentía como propio el toreo en redondo, al que solía acudir cuando los toros, muy castigados por su picador “Parrita” y por la propia muleta del paleto de Borox, daban ya señales de franco agotamiento. Fue, sin duda, un gran torero.

Fermín Espinosa Saucedo “Armillita Chico” (Saltillo, México, 03.05.1911), fue, además de un maestro consumado de los tres tercios, uno de los primeros cultores eximios del pase natural, ligado en series ceñidas y caudalosas. Su ascenso, extraordinariamente precoz en su país –tomó la alternativa en El Toreo con 16 años 173 días de edad (23.10.1927)–, en
España tardaba en concretarse y de hecho ocurrió hasta 1932, cuando más difícil se presentaba su continuidad en la península; obraron para ello dos factores decisivos: su célebre faena a “Centello” de Aleas en Madrid (05.06.32) y el apoderamiento de un taurino tan influyente y astuto como Domingo González “Dominguín”, que había descubierto y lanzado a Ortega y los emparejó a ambos aprovechando su extraordinaria capacidad como lidiadores –claramente contrastantes entre sí, han sido dos de los más
consumados maestros de la historia— para mejor exhibir su superioridad sobre coetáneos menos dispuestos a afrontar a las temibles fieras astadas de “antes de la guerra”.

Por lo demás, el torero con quien más toreó mano a mano el Diamante de Borox fue justamente Armillita (10 veces en España, 8 en México, 2 en Portugal y una en Francia, 21 corridas en total); en el recuento de apéndices Fermín resulta indiscutible vencedor, y fue mucho más figura en España que Domingo en México, donde a la gente le decía más bien poco su recia concepción del arte –“Domingo a domingo eres el mismo Domingo”–. En
cambio, como inteligente y empeñoso autodidacta iban a permitirse, muchos años después, firmar notables ensayos como teórico del toreo en la célebre Revista de Occidente, receptáculo de las plumas de mayor peso y prestigio de las letras hispanas.

La Corrida de la Prensa madrileña de 1933. El del jueves 13 de julio de 1933 fue el primer mano a mano entre Armillita y Ortega, se celebró ya en nueva plaza de Las Ventas y sus prolegómenos desnudan la picaresca taurina en tiempos de la República española, de la que por cierto fue fugaz ministro el cronista y crítico riojano César Jalón “Clarito”, que presidía a la sazón la Asociación de Cronistas Taurinos de Madrid y de cuyas Memorias, un
libro fundamental sobre la tauromaquia de su época, entresacamos este pasaje:


“El cartel original lo habíamos formado con Manolo Mejías “Bienvenida” y Domingo Ortega, pero los toros, siempre que toreaba Manolo Bienvenida, eran el problema. El viejo Manuel Mejías, padre de Manolo, su mentor taurino, su apoderado, intervenía absolutamente para aceptar o rechazar lo que su hijo toreaba. Había la malhada circunstancia, para nosotros los organizadores, que el 27 de abril, toreando Manolo en Madrid, un toro de Escudero (Albaserrada) le infirió gravísima cornada en el pliegue inguinal que lo tuvo encamado mes y medio. Aquella corrida de la Prensa iba a ser en julio y, sin yo saberlo, el torero no estaba en las mejores condiciones físicas para dar la pelea.


Adquirí ocho toros de doña Carmen de Federico, y los traté con Tomás Murube. El viejo anuel Mejías supo de aquello y mandó a su conocedor a ver el encierro. En seguida me llamó para reconvenirme: “Lo que quieren es poner una celada a Manolito, ese ganado no es propio –me dijo–. La corrida está muy gorda, muy aparatosa y no dará juego.” En seguida me llamó Tomás Murube: “Me están descomponiendo las cosas. El viejo don
Manuel pretende que cambie tres toros por tres novillos que tengo preparados para otra plaza. O va la corrida completa, que la tengo lista para embarcarse mañana, o no va ninguno.” Jugándome el albur de desbaratar el cartel le dije: embárquela.

Al día siguiente volvió a llamarme don Manuel Mejías y le dije que precisamente ese día se desencajonaban los toros en la plaza y lo invité a verlos. Cuando llegué ya habían bajado dos toros y el viejo Bienvenida con su séquito estaban en un burladero del corral. Los toros eran preciosos. Quise detener la salida del tercero porque el mayoral me dijo que era más
grande y basto que los que ya habían salido pero todo fue inútil, el toro ya venía bajando y la rampa se movía con estruendo. Y bajó como eran los murubes, ancho de pecho, fuerte, cornalón. En seguida, el grito de don Manuel… ¡Vámonos!, y se retiró con su gente.

Lo busqué esa tarde en su gallinero y trató a toda costa de que se sustituyera aquel ganado por otro de su gusto. Se molestó porque tuve que decirle que la verdad era que su hijo no se sentía en condiciones de lidiar aquello por lo de la cornada de Madrid. Acabó por decirme que mandaría un parte facultativo y Manolito quedó fuera del cartel. Se dio la corrida, no sin que antes llevara yo a Juan Belmonte que quería verla en los corrales. Aquel jaleo había llegado a sus oídos y deseaba saber si tenía o no razón su amigo Bienvenida…“E… está gordita”, dijo en su tartamudez. Fue su único comentario.

Fermín Espinosa “Armillita” fue a aquella corrida en mano a mano con Domingo Ortega…Tanto Fermín como Ortega triunfaron clamorosamente con aquellos toros y les cortaron las orejas. Yo también corté orejas para los de la Asociación de Prensa porque hubo un llenazo en la plaza.” (Rodríguez, Mariano. Armillita El Maestro. Recuerdos y vivencias.
Edición del autor. Saltillo, 1984. pp 78-79)


Gregorio Corrochano describe la corrida. Sesgadamente, pues todavía no lo convencía mucho Armillita y el foco de su atención era Ortega, pero se trata de un texto sumamente revelador, como lo eran, para bien o para mal, casi todos los de don Gregorio: “Después de muchas dificultades, que hacen su aparición en cuanto se trata de organizar algo extraordinario… dificultades que resolvió con su pericia acreditada nuestro secretario don César Jalón “Clarito”… pudo celebrarse y se celebró la extraordinaria corrida de la Prensa…


Los toros de doña Carmen de Federico… gordos, bien criados, de presencia desigual, pues hubo dos o tres que bajaron algo, pelearon bien con los caballos, aunque con no mucha codicia… no presentaron dificultades y llegaron tardos al último tercio. Había que porfiarles y tirar mucho de ellos; esto, sin ser una dificultad para los toreros de clase, suele ser propicio al deslucimiento, porque hace las faenas lánguidas y de poco brío, resta
emoción. Así ocurrió con el toro más grande, el primero de Ortega, que por exceso de carnes se agotó… Ortega no se deslució, porque esos toros son los más a propósito para su concepción del toreo, y estuvo por encima del toro. El cuarto metía los riñones al recargar en los caballos, signo de toro bravo y duro. Bien lo picó Parrita, aunque los que no
tienen idea de lo que es la suerte de varas le chillaron… Ortega puso en este toro empeño en torear con la izquierda, y aunque no lo consiguió con perfección, su insistencia dio tono a la faena, que ya en la segunda mitad fue de gran dominio y gran éxito de público. Media estocada y el toro rueda, todo seguido de ovación, orejas y vuelta triunfal…

Armillita, que con el capote había logrado aplausos, banderilleó también con aplauso. Con la muleta intentó faena sin que el toro pasara… Al otro le hizo faena de aliño. El toro ni pasaba ni se podía sacar partido de él. A ese toro se le fogueó. Del lote bueno de toros, cuarto, quinto y sexto, a Armillita le tocó el quinto y le cortó las orejas. Estuvo bien con el capote. Con las banderillas, fácil, porque el toro se le quedaba en el viaje. Brindó a las
bellezas “Miss Europa”, “Miss Italia” y dos fuera de concurso pero bellísimas, Gloria Guzmán y Conchita Rey. Niña, ¿no ha tenido usted ningún contratiempo con ese apellido?… ¿En dónde íbamos? Ah, sí, íbamos en que el quinto era un buen toro y Armillita lo aprovechó. La primera parte fue poco acoplada y los naturales poco tranquilos, pero
luego se cruzó mucho con el toro y la segunda serie de naturales le pasó el toro muy cerca, rozándole el vestido. La gente se entusiasmó. Un pinchazo y una estocada que mata, y ya hemos dicho que la oreja y la vuelta al ruedo correspondiente. También salió en hombros.”.

Cañero y Algabeño, en vez de salir uno en cada toro, salieron juntos en los dos… Muy interesante y feliz la iniciativa. Torearon a caballo maravillosamente. Clavaron rejones, banderillearon y luego, pie a tierra, resultó más lucido lo que hizo Cañero… Este matiz de la fiesta de toros, que amenazaba con extinguirse, recobra nuevos bríos y no debe perderse por su abolengo y por ser un gran aliciente en corridas de ocho toros. Fue otro de los aciertos de organización de la corrida de la Prensa.” (ABC, 14 de julio de 1933)

Genio y figura.

Corrochano da más espacio a un brindis a las misses para distraer al lector
de su relato del triunfo de Armilla, concluido de cualquier manera, pero también aclara la preferencia de Ortega por toros excesivamente castigados por su picador Parrita; de paso, nos permite descubrir las primicias del rejoneo por colleras, tan censurado hasta su desaparición a finales del siglo XX y que en aquella crónica de 1933 fue saludado con enorme beneplácito por el afamado cronista talaverano. Además de un notorio descuido
en el número de apéndices cortados, generalizable a casi toda la prensa de entonces.

El feliz reencuentro de José Arcila con los santacolomas de don Ernesto Gonzalez

Más allá de la pandemia, de las dificultades para poder realizar corridas, festivales o tentaderos creo firmemente con el mestro Belmonte que el toreo es una fuerza espiritual y compruebo que superando obstáculos, ganaderos, toreros, picadores, subalternos de a pie, mozos de espada mantienen viva la llama del taurinismo.

En «Santa Teresa de los Andes», Cauca, se levantan los Santacolomas que trajo don Ernesto Gonzalez Piedrahita y que su hijo el médico Ernesto Gonzalez mantuvo y ahora su hija María Fernanda le rinde culto a sus ancestros y a ese encaste tan necesario, tan vital en la fiesta como lo en tendieron don Francisco Garcá, su hijo Atonio y sus nietos que siguen las líneas maestras para que no desaparezca el Santa Coloma del campo bravo colombiano.

Por cierto, como yo conté en su momento, han unido oluntades Juan Carlos García, hijo de don Antonio y Nanda G nzalez para fundar » Santa Hermosa» con la fuente primigenia del Santa Coloma. Juan Carlos estuvo en el tentadero.

La plaza de tientas de la familia Gonzalez posee solera y grandeza y allí tentó el manizaleño José Arcila uno de esos valores que se ha cuajado con el tiempo, con su quehacer, con su talento y su manera de entender el toreo como un arte bello y natural como lo demostró en la última feria de Manizales esa noche mágica del festival donde deslumbró por la variedad de las formas para torear.

Como ocurre siempre en un tentadero pues el resultado es variopinto pero hubo vacas que se dejaron mucho, otras encastadas y nobles y otras, desde luego, con genio. Que no falte, diría el torista, y José las aprovechó a placer.

«Nanda» debe estar satisfecha y el torero se ha dado un banquete que lo pone a punto para los próximos compromisos en la medida en que la pandemia nos lo permita y se vuelvan a abrir las plazas sin ninguna preocupación, lo que no implica dejar de tomar las medidas sanitarias de rigor.

Alejandro Gaviria lleva ahora los destinos del siempre ilusionante Arcila y de seguro con su vocación torera le abrirá muchas puertas al manizaleño como su apoderado. Torero habemus.

Morante adecua los instrumentos de torear

Recordamos que siempre deseabamos en privado que fallara Robeto Dominguez con la espada para verle descabellar que era todo un tratado jubiloso.

Bueno, pues los ganaderos mexicanos abrieron las puertas para adecuar las puyas, las banderillas y la espada sin que se pierda un ápice el rito del toreo pese a que los recalcitrantes no aceptan que el toreo está insertado en la sociedad que ésta va cambiando lentamente sus gustos, puntos de vista , maneras de enteder la vida, la fiesta, el juego, el trabajo, el ocio ,la lectura , la relación con los animales , la manera de vestir, la música, el arte, en fin. Dificilmente puede uno comparar la Novena Sinfonía de Beethoven con la música dodecafónica ( es una técnica de composición basada en la utilización sistemática de los doce sonidos de la escala cromática temperada occidental. Es decir, los siete sonidos naturales (Do, Re, Mi, Fa, Sol, La y Si) más los cinco sonidos alterados (Do Re♭, Re Mi♭, Fa Sol♭, Sol La♭ y La Si♭).24 m ) o un bambuco del maestro José A Morales con una pieza de reguetón.

Morante no se quedó atrás e innovó la espada de descabello ( alguien dirá que es unatonteria y no lo es ). Se trata de una correa de nylon atada a la muñeca que hace que, si en el momento de descabellar el toro da un derrote, se evite una desgracia si la cruceta sale disparada hacia los toreros o incluso hacia los espectadores.

Tambén está previsto utilizar una puya que hace sangrar muchisimo menos al toro en la suerte de varas y que debió estrenarse en la pasada feria de Jerez y que se postergó para julio. Los mexicanos utilizan una nueva puya que ha sido probada durante un año y solo se espera generalizar su uso.

POR QUÉ SE IMPUSO EL DESCABELLO EN LAS CORRIDAS

Lo cuenta ABC….Fue por 1934.

La plaza de La Coruña estaba llena hasta los topes, con aficionados de todos los puntos de España. La gente intentaba sin éxito conseguir una entrada para una corrida de máxima expectación. Ni un boleto quedaba. No era para menos: Juan Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías y Domingo Ortega daban cuenta de una corrida de Albaserrada.

La felicidad que se respiraba en el ambiente duró poco. Cuando salió el primer toro, terciado como toda la corrida, el Pasmo de Triana lo recibió con temple. Pero al salir del primer quite fure prendido y volteado, por fortuna sin consecuencias. La faena, según escribía Eduardo Palacio en ABC, tuvo adornos, pero pinchó. Llegaría entonces la tragedia: «Intentó descabellar, y el toro le tiró un derrote a la muñeca derecha, saliendo despedido el estoque como una catapulta hasta las últimas filas del tendido 1, donde quedó clavado en el lado derecho del espectador».

A sus 90 años ,Andrés Vázquez recibió el premio de tauromaquia de la Junta de CASTILLA y LEÓN

El consejero de Cultura y Turismo, Javier Ortega, ha sido el encargado de entregar al torero zamorano Andrés Vázquez, nacido en Villalpando en 1932, la escultura conmemorativa del artista José María Casanova Martínez-Pardo, correspondiente al VI Premio de Tauromaquia de Castilla y León 2020. Ortega ha repasado en su intervención la “intensa” biografía del premiado, desde sus orígenes hasta la actualidad, “dejando escrita una de las más brillantes páginas de la historia de la Tauromaquia, no solo de Castilla y León, sino de toda España y, por lo tanto, del mundo, basada en un toreo clásico, sobrio, elegante, y una espada certera, broche sin el cual a un matador se le pueden escapar muchos triunfos”. También ha recordado sus diez salidas a hombros de la Monumental de las Ventas, solo superadas por tres leyendas del toreo en los 90 años de historia de la plaza; ser el torero que más toros ha lidiado en las Ventas en una sola temporada o la hazaña inédita de haber lidiado un toro a los 80 años.

Durante su intervención, el consejero ha destacado la “generosidad sin reservas” de Andrés Vázquez para con los más desfavorecidos, que fue reconocida con la entrega de la Gran Cruz de la Beneficencia en 1975, y su afán por transmitir sus conocimientos a los jóvenes novilleros. Asimismo, ha hecho mención a los vínculos del torero con otros ámbitos culturales, como la pintura y la cinematografía, protagonizando tres películas, “en las que quedaron patentes sus dotes como actor, así como su relación con grandes figuras nacionales e internacionales de distintos ámbitos culturales, como Orson Welles, Marcelo Mastroniani, Picasso, así como con artistas más próximos, algunos de los cuales nos honran hoy con su presencia, como Antonio Pedrero, Tomás Crespo, Juan López o Juan Figueroa”.

Fallo del jurado

El jurado del Premio Tauromaquia 2002 destacó la trayectoria profesional de Vázquez, “desde sus inicios, jugándose la vida en las duras capeas de los pueblos de aquella España de la escasez de los años cincuenta, que ya dejaban entrever su afición desmedida, hasta su brillante e impecable trayectoria como matador de éxito en las décadas de los 60 y 70, sus triunfos en las Ventas, la superación de los percances y cogidas a lo largo de su vida profesional, su preferencia por las ganaderías encastadas, destacando entre sus éxitos el haber logrado abrir diez veces la puerta grande de Las Ventas”. El diestro se retiró a finales de los años 80, regresando a los ruedos en algunas ocasiones, hasta el año 2012 en que mato su último toro en Zamora el día que cumplía 80 años y 50 de alternativa, gesta que pasó a los anales del toreo, ya que hasta la fecha no se tiene constancia que tal hazaña haya sido lograda por torero alguno.

El jurado señaló también, además de sus éxitos profesionales, la trayectoria personal del torero, “valorando su generosidad, tanto en la enseñanza y apoyo a los jóvenes novilleros, a los que siempre enseñó sin reservas todos los conocimientos que él tuvo que aprender a base de muchos años y no pocas cornadas, como su altruista colaboración en múltiples festivales y corridas benéficas para echar una mano allí donde hiciera falta y se requería su colaboración”.

Premio convocado por la Consejería de Cultura y Turismo

El Premio Tauromaquia de Castilla y León fue creado por la Consejería de Cultura y Turismo en el año 2015 para distinguir la trayectoria profesional, los méritos, actividades o iniciativas de personas, entidades o instituciones que hayan contribuido a la promoción de la Tauromaquia en Castilla y León, colaborando así con la difusión de sus valores históricos y culturales. Este premio tiene periodicidad anual, y en las anteriores ediciones los galardonados han sido Santiago Martín Sánchez ‘El Viti’, a título póstumo el torero Víctor Barrio, el ganadero Juan Ignacio Pérez-Tabernero, los Encierros de Cuéllar y en su última edición, la Escuela de Tauromaquia de Salamanca.

El jurado estuvo presidido por el maestro salmantino Santiago Martín ‘El Viti’, y han formado parte del mismo José Ignacio Sánchez, director de la Escuela Taurina de la Diputación Provincial de Salamanca; Manuel Cabello García, comisario de Seguridad Ciudadana, jefe de la Unidad de Coordinación Operativa y Territorial, de la Dirección General de la Policía y de la Guardia Civil; María José Majeroni ganadera de bravo; Gonzalo Santonja, director general del Instituto Castellano Leonés de la Lengua, escritor e investigador de la historia de la Tauromaquia; Rufino Álamo, presidente del Colegio de Veterinarios de Valladolid; Santiago Castro ‘Luguillano’, torero y profesor de la Escuela Taurina de Medina de Rioseco; Gonzalo Sánchez, presidente de la Peña Juventud Taurina de Salamanca; José Ignacio Cascón, empresario taurino y apoderado de profesionales taurinos, y Ana Alvarado, directora de la revista ‘Sentir taurino’, comentarista y crítico taurino en diversos medios de comunicación.

En El Mundo hay un perfil del zamorano. Fotos de Cuevas.

Al borde de los 90 años nos encontramos en su tierra, en Villalpando, con ‘El Nono’ como le llamaban en su juventud. Trata de ir derecho, de andar ligero, de demostrar que está en plena forma. El paso de los años ha hecho mella en su cuerpo pero no en su duro espíritu.

«Aquí teníamos nuestra casa, mi madre era una santa y mi padre un gran aficionado a los toros. Éramos labradores, estábamos con los animales todos los días. A mi familia le debo todo», la nostalgia se apodera de sus recuerdos. Tiene más fresco lo más antiguo. Maneja en sus paseos diarios una garrota de hierro macizo con la que pega muletazos al viento.

Muy joven se trasladó a Madrid a trabajar en un mercado y a entrenar con Saleri II que tenía una escuela en Vista Alegre, «mi mayor virtud fue mi temperamento. Ese carácter fue el que me llevó a irme a Madrid con 14 años a trabajar y a aprender a torear. Después fue eso lo que me ayudó en las capeas. También lo que me levantó en los momentos más bajos». Es la historia de Andrés Vázquez un ejemplo de vocación, afición y constancia.

CUEVAS

El Nono o el Niño de Villalpando, así se apodaba en sus comienzos, que fueron durísimos en aquellas capeas tremebundas por los campos de Castilla, donde vio morir a varios compañeros de fatigas entre las astas de aquellos torazos resabiados, como refleja magistralmente la película de José María Forqué que protagoniza Andrés Vázquez: ‘Yo he visto la muerte’. Su rostro aguileño, ajado por el tiempo y el sufrimiento, refleja aquella época tan difícil.

Sus primeros ídolos -transmitidos por su padre- fueron Domingo Ortega y Juan Belmonte. Toreros clásicos como base. Su evolución fue constante; de la defensa a la exposición, de la crispación a la naturalidad, de lo académico al sentimiento. Domingo Ortega le transmitió uno de los secretos del temple: «Zamorano, que te huela la muleta pero que no te la toque«. No dejó de crecer en búsqueda de la naturalidad de su amigo Antonio Bienvenida. «De Antonio, que en paz descanse, aprendí esa torería, ese sentido de la lidia, esa gracia y esa autoridad que hay que tener ante la vida», rememora.

CUEVAS

El carácter de Andrés Vázquez anteriormente mencionado también le ha hecho pasar malos ratos. Como comentarista en televisión se granjeó muchos enemigos en el sector. Un espíritu libre que le hizo ganar todo y perderlo después. «He hecho y dicho lo que he sentido siempre», sin filtros, así es el maestro. Tiene fama de cascarrabias pero quien ha tenido oportunidad de estar cerca de él sabe que tiene una profunda bondad, un gran corazón. Su amistad más ilustre fue la de Orson Welles a quién invitó a Villalpando a probar el cocido de su madre. «Al entrar en el bar del pueblo, un aficionado me preguntó que si ese señor tan grande era mi nuevo picador para esa temporada», recuerda entre risas.

CUEVAS

La historia sentenciará la descalificación de Morante y si lo de José Tomás es torear

Morante ha desatado la polémica . Sostiene que lo de José Tomás no es torear sino ir a la plaza a dejarse coger.

Será la historia cuando cesen elogios y ditirambos, insultos y descalificaciones la que de su veredicto de uno de los toreros más significativos de fines del siglo XX y comienzos del XXI.

Con lo de Morante saltaron las alarmas , las críticas y no faltaron los vociferantes con inusitado descomedimiento que desgranaron su bilis sobre el torero cigarrero.

No se puede torear con más verdad como lo hizo José Tomás aquella mañana luminosa en Nimes en solitario con 6 toros o un día de La Guadalupana en La México, o la tarde de Las Ventas. O ya en el tiempo, muy jóven en Manizales y mas cerca con una corrida del maestro Rincón en Bogotá. O aquella tarde mágica del último festejo en Barcelona donde fue toda una revelación de lo que es torear.

Morante dejó una obra de gran belleza recientemente en Córdoba o mi recuerdo de Ronda la tarde que sentó en una silla como El Gallo más de medio siglo antes ola tarde andina en Latacunga donde bordó con hilos de oro un toreo de espléndida lucidez. Ese mentón sobre el esternón, cómo adelantó la pierna contraria, cómo jugó con los vuelos del capote.

Así como su toreo es impredecible, su verbo lo hace decir cosas que otros callan o no se atreven o prefieren expresarlo en círculos cerrados ;no, él va a una emisora española y desgrana lo que piensa. No siempre estaremos de acuerdo con él pero se agradece la sinceridad , del tono y de pedir la de Miura en Sevilla . Todo un gesto. Ya veremos si hay gesta.

Restarle méritos a estas alturas a José Tomás es necio aunque uno añora que no asume su condición de capitán general con mando en plaza en el toreo en esta hora oscura de la pandemia y de los ataques antitaurinos feroces , irreverentes y sin reflexión. Prefiere dedicar su tiempo a otra pasión, el tenis y está en su derecho a manejar su tiempo y aficiones pero la fiesta lo necesita y él solo responde con el silencio.

En elogio y refutación de la quietud, el ´titulo de un libro aparecido hace 8 años, Antonio José Pradel Rico dio pistas justamente sobre Morante y el torero de Galapagar.

En Taurología.com se dan las claves de este libro que es preciso releer :

 Se trata de una reflexión sobre el paradigma de parar en la tauromaquia fijándose en el toreo de dos toreros muy contrapuestos: José Tomás y Morante de la Puebla.

De los tres paradigmas que conforman el canon en Tauromaquia –aquello que desde antiguo se resumía en parar, templar y mandar–, para el autor quizá sea el primero de ellos, el más incierto y enigmático.

Por eso se interroga: ¿qué es exactamente lo que se para?, ¿se para el toro? ¿Se para el torero?,  ¿se para el tiempo cuando se torea con temple, mando y arte?

Dos matadores de toros significadamente diferentes como son José Tomás y Morante de la Puebla dan soporte al conjunto de la reflexión estética que en torno a esta cuestión realiza Pradel Rico se a la hora de indagar en ese sugerente concepto de la quietud en Tauromaquia.

Uno, el torero quietista por antonomasia; el otro, el torero de arte por excelencia en el siglo XXI. Sin embargo, a pesar de las diferencias manifiestas, estos dos artistas comparten algo sustancial que el autor va desgranando a lo largo de su libro.

Resulta indudable que estamos ante dos toreros que representan otras formas, diferenciadas  y a la vez pero complementarias, de entender el arte del Toreo. Cada representa una forma particular y genuina de vivir y transmitir el  arte. José Tomás, el torero de valor con más arte en la reciente historia de la Tauromaquia; Morante, el torero de arte con más valor que recuerdan los aficionados.

En este hipotético “mano a mano”, que en el relato de Antonio J. Pradel está lleno de matices, con sus luces y sus sombras, el autor vislumbra una nueva Tauromaquia para el futuro.

Confiesa el autor ser un ferviente partidario del torero de Galapagar. Pero eso no es óbice para que reconozca que “por regla general, todas las grandes figuras del toreo acaban generando a su alrededor —muy a su pesar, en la mayoría de los casos— toda una corriente de opinión compuesta por esa es- pecie de partidarios o hinchas intransigentes que para resaltar las bondades de su ídolo echan por tierra las cualidades manifiestas de los demás toreros. Esta actitud es, sin duda, de malos aficionados. Por lo que a mí respecta me considero más bien seguidor de esa máxima que dice: «El buen aficionado esaquel al que más toreros le caben en la cabeza».

Y apostilla: “Decantado claramente, en principio, hacia el concepto de toreo expuesto en su día por el de Galapagar, sin embargo, pronto me empezó a rondar por la cabeza (musarañas) y por el estómago (duendes) un extraño gusanillo. Se trataba de una emoción muy particular que yo no sabía entonces a qué obedecía. Esto ocurría siempre que le tocaba el turno al torero sevillano. Desde que, ya de novillero, Morante de la Puebla empezó a despertar el interés de los aficionados partidarios del denominado toreo de arte, tuve la leve sensación primero, y la absoluta convicción después, de que este torero era verdaderamente especial, único, diferente a todos los de- más por muchos motivos que luego iremos señalando. Empecé, por tanto, siendo partidario de José Tomás pero el que me gustaba de verdad (aunque entonces aún no lo sabía, o no quería reconocerlo) era Morante. Hoy me considero partidario de los dos, y es precisamente de esta larga y pausada reconciliación de donde surge el presente ensayo. Memoria o escrito que se pretende presentar con vocación de ser una especie de «armonía de contrarios».

Mantiene Pradel Rico que cuando se iniciaba la irrupción en los ruedos del torero de Galapagar, le emocionó su quietud, -“signo inequívoco de un valor extraordinario —sideral, habría que decir en este caso— para torear de verdad”,  pero luego transmutó ese sentimiento por el de su genuina afición: viene a decir el autor que “no competía con sus compañeros de terna, sino con los mitos del toreo que poblaban sus sueños de ser figura”.

Y al acercarse a la figura de Morante, deja constancia, de partida, de que estamos ante “un torero diferente porque no se parece a nadie, o mejor dicho, porque nos recuerda en algún momento a todos los toreros artistas que le han precedido en la historia de la tauromaquia del último siglo”.

Cuando se da la conjunción de ambos toreros, Pradel Rico nos recuerda una gran verdad: “no se puede concebir a un figurón del toreo sin su otra cara, su reverso, su doblez, su sombra. En efecto, no se puede concebir a Lagartijo sin Frascuelo, a Joselito sin Belmonte, a Pepe Luis sin Manolete, a Morante sin José Tomás. Es en el afilado contraste donde se agudizan definitivamente los perfiles, y los estilos de cada cual adquieren entonces mayor nitidez y claridad en su expresión. Y ni siquiera es necesario que entren en competencia directa, como sucedió en su momento con Pepe Luis y Manolete, por ejemplo. Los aficionados tienen ambos estilos en la cabeza y los comparan y contrastan inconscientemente”.

El toreo no es ni de la derecha ni de la izquierda. Hace 90 años se proclamó La República española . ¿Cómo era el toreo ?

De la tauromaquia se han querido apropiar los de la derecha, o los de la izquierda y esa es una errónea perspectiva pues el toreo va más allá ( el toreo es mucho mas universal y ahí todos somos «a una» » feligreses » ) al ser un arte que combina técnica, colorido, creación de la belleza de lo efímero y a la vez eterno, sentimientos, sensibilidad, musicalidad, y que une la vida y la muerte.

En el caso de Bogotá, por ejemplo, asistían a La Santamaría Laureano G Gómez, conservador o Jorge Eliécer Gaitán, , liberal.

Jamás un taurino le preguntará a su vecino de localidad en una plaza de toros a qué partido pertenece o lo aprobará o lo reprobará si sabe que es contrario a su divisa política. Podrán discrepar sobre un pase, la colocación de una vara, unas banderillas, sobre un lance , o la concesión o no de una oreja o salida en hombros de un torero pero jamás la política los separará.

MANOLETE Y LOS REPBLICANOS EN MEXICO

Leídos los excelentes artículos de opinión publicados en ABC, escribe el cineasta Agustín Díaz Yanez sobre el posible cambio de nomenclatura de algunas calles y plazas de Madrid, y comprobando que en listado aparece el nombre del diestro Manuel Rodríguez Manolete, me gustaría hacer unas puntualizaciones al respecto sobre la significación del gran torero en la historia española.

El hotel Victoria ( hoy pertenece a una sociedad americana y cambió su nombre ) donde se vestí Manolete en Madrid.

Cuando Manolete llegó a México en el año 1945 para debutar en la plaza del Toreo, el líder socialista en el exilio Indalecio Prieto, junto con otros republicanos y socialistas ilustres, invitó al diestro cordobés a una comida para homenajearle. Manolete, a pesar de las advertencias en contra, asistió al banquete, y allí se fraguó una gran amistad entre el líder socialista y el torero. Amistad que Manolete selló con una foto suya cuya dedicatoria decía así: “De español a español, Manuel Rodríguez Manolete”. Recuerdo que estamos hablando del año 1945, y que el diestro cordobés tenía que volver a España. A la España de Franco.

Prieto exhibió hasta el día de su muerte esa foto en un lugar prominente de su despacho, junto a la de Pablo Iglesias —fundador de PSOE— y la de Pau Casals.

Si Prieto y los exiliados españoles tan cruelmente perseguidos por Franco, y con el dolor todavía muy presente de los fusilamientos de familiares, amigos y correligionarios, recibieron a Manolete como lo que era, un torero de época, ofreciéndole su cariño y admiración, no entiendo que determinadas personas, historiadores o políticos, quieran ensuciar el buen nombre del diestro, que además de ser un torero excepcional fue una persona de una valentía moral difícil de valorar —siendo benigno— para los que no vivieron esos años espeluznantes, o no han leído lo suficiente sobre la terrible violencia franquista. O si han leído, han leído mal. Me temo que a propósito.

NO ES UN DIA CUALQUIERA, UN 14 DE ABRIL SE PROCLAMÓ EN 1931 LA REPUBLICA ESPAÑOLA. CÓMO PASA EL TOREO DE LA MONARQUIA A LA REPUBLICA

Los líderes de la proclamación de la Segunda República española el 14 de abril de 1931

Como lo cuenta Ángel González Abad en ABC

La instauración de la II República, el 14 de abril de 1931 -hace 90 años-, tras las elecciones locales del día 12, se vivió en las plazas de toros con plena normalidad. La programación de corridas y novilladas se mantuvo, tanto en los principales cosos de temporada como en otros de menor categoría. Así, en Madrid hubo toros en su primera plaza y en la de Tetuán el domingo 12 de abril y al siguiente, día 19; como en Barcelona, Sevilla, Valencia o Zaragoza.

En la fecha electoral que desencadenó el final de la Monarquía encarnada en Alfonso XIII, la vieja plaza de la carretera de Aragón se llenó hasta la bandera en el primer festejo del abono. Los toros de Luis Bernardo de Quirós, y en el cartel la confirmación de alternativa de Saturio Torón, a la postre el más destacado, Fausto Barajas y Antonio Posadas. En el popular coso de Tetuán, los novillos de Manuel Blanco sólo propiciaron el triunfo de José Cerdá, pese al entusiasmo que pusieron Dominguín Chico y Perete. La crónica de ABC señala que los tendidos no se llenaron de aficionados, «acaso porque les cohibiera la presencia de numerosas rondas, que con espantables garrotesno dejaron de pulular durante el día por los alrededores de los colegios electorales».

Manolo Bienvenida y Victoriano de la Serna

En Barcelona, con toros de Pedro Domecq, antes Veragua, destacó Nicanor Villalta, sobre Gil Tovar y Domingo Ortega, que resultó cogido. Lleno en Valencia, en donde triunfó a lo grande Manolo Bienvenida con toros del Conde de la Corte, mientras que en las novilladas celebradas en Sevilla y Zaragoza, apenas destacar las buenas maneras de Alfredito Corrochano en el coso aragonés.

Una semana después, con el nuevo régimen republicano ya en marcha, el domingo 19 de abril, en la capital de España corrida con toros del Conde de Santa Coloma, para Villalta, que no refrendó el gran éxito de la Beneficencia logrado a primeros de mes, Fuentes Bejarano y Torres. Y en Tetuán, novillada para tres toreros mexicanos, José Muñoz, Leopoldo Blanco y José Neila, que gustaron.

Domingo Ortega, ( republicano ) , Marcial Lalanda ( Nacional ) y Mariano García Toledo

Aquel mismo día, puerta grande para Domingo Ortega en Valencia con toros de Saltillo, y dos orejas y rabo para Marcial Lalanda en Badajoz ante reses de la Viuda de Soler. Novilladas en Barcelona, en tarde invernal y de poco lucimiento, mientras que en Zaragoza, Carnicerito de México cortaba los máximos trofeos a un novillo de Clairac.

La cruz de la primera jornada taurina republicana estuvo en Toledo, en donde el subalterno Rafael García resultó gravísimamente herido, y en Valladolid, con Capillé y Heriberto cogidos de gravedad.

Julián Lora reelegido en la presidencia de la plaza de toros de Cali

El ingeniero Julián Lora fue reelegido en la presidencia de la plaza de toros de Cali en la Asamblea de accionistas del coso caleño.

Esto implica dos años mas de mandato.

De la nueva junta hacen parte doña Venus Zarzur, don Luis Fernando Estela, don Edgard Materon y don Carlos Jorge Garcés, entre otros.

LA NUEVA JUNTA

Departamento del Valle del Cauca . Suplente Julián Lora, y presidente reelegido

Infivalle . Suplente :Edgar Materon

Jorge Oliverio Muñoz : Suplente Flavio Enrique Oliveros

Carlos Jorge Garcés. Suplente Carlos Alberto Rojas

Gloria Estela Garrido. Suplente Rodrigo Muñoz Montilla

Mario Paz Casas. Suplente Alvaro Jose Correa Borrero

Juan Manuel Domínguez Ochoa. Suplente : Juan Pablo Estela Zambrano

Emsirva en liquidación. Suplente : Venus Zarzur de Castro

Jaime Alberto Estela Merchant Suplente : Luis Fernando Estela Merchant

Entre sus misiones está la de fijar los términos la venta de los parqueaderos y los intereses que esto genera y terminar las obras de reparación de la plaza .

El coso caleño a partir de este año y por tres será operado en lo taurino por la empresa española Tauroemoción que preside Alberto García.

UN POCO DE HISTORIA

El calor del clima y de toda la gente de esta zona suroccidental han sido objeto de admiración nacional y extranjera, tanto así, que es uno de los lugares más visitados en el país, especialmente en el mes de diciembre durante la Feria de Cali y la Temporada Taurina en Cañaveralejo.

Vale decir que antes de ser construida la Plaza de Cañaveralejo se levantaron en el perímetro urbano trece “imitaciones” de plazas, estando entre las más destacadas la Plaza de “El Crucero” de don Fidel Lalinde; la Plaza Belmonte de los señores Tulio Concha, Severo Guerrero y José Martínez; El “Nuevo Circo” ; Circo Estrella; Plaza El Motorista y la Plaza de Granada de propiedad de don Jorge Garcés y de la cual se conserva la portada principal en las instalaciones de la Plaza de Toros de Cañaveralejo.

Dicho en palabras del cronista taurino Alberto Lopera, en su libro Colombia Tierra de Toros, “La Plaza de Toros de Cali fue el proyecto más audaz, orgullo de la ciudad, no sólo por su estilo arquitectónico sino porque simboliza el más alto espíritu de solidaridad cívica”.

Su construcción es resultado del esfuerzo y la entrega del doctor Joaquín Paz Borrero, quien en su infatigable labor encontró apoyo en importantes y distinguidos compañeros, como lo fueron: Ernesto González, doña María Caicedo de González, Jaime Lozano Henao, Evelyn Burrowes de Caicedo, Alfredo Lloreda, Abraham Domínguez, Eduardo Buenaventura Lalinde, Germán Tafur y el periodista Alfonso Bonilla Aragón.

Por más de 57 años se han celebrado en la Plaza de Toros de Cali, corridas de toros de primera categoría que la han consagrado como una de las principales plazas del mundo.

Podríamos decir que toda la tauromaquia ha estado vinculada a esta plaza, ya que las principales figuras del mundo del toro han hecho el paseíllo dentro de su temporada taurina.

Cinco corridas se programaron en temporada inaugural; la primera se celebró el 28 de diciembre de 1957 con toros de la ganadería Clara Sierra que lidiaron Joselillo de Colombia, Joaquín Bernadó y Gregorio Sánchez.


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