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7 siglos de persecución

7 siglos de persecución. Los nuevos inquisidores, parlamentarios criollos elegidos para procurar el bienestar de los ciudadanos que vivimos en una sociedad turbulenta y que merecería se ocuparan de aliviar los dramas que padecemos.

Han puesto en marcha otro proyecto (uno mas) para prohibir las corridas en Colombia porque nos acusan de asesinos y maltratadores, aprueban la eutanasia (apremiar la muerte) y se niegan a aceptar el componente histórico, las raíces de estos festejos y lo cultural de la tauromaquia.

Que poetas, narradores, escultores, pintores han embellecido a mas de artistas supremos como Curro Romero, Curro Puya, Morante, Juan Ortega, Pablo Aguado, Gaona, Girón, Armillita, Rincón, Pepe Cáceres que en el ruedo dejaron verdaderas obras, efímeras y eternas al mismo tiempo.

7 SIGLOS DE BUSCAR PROHIBIR

Justamente la peña «El Clarín» fundada en Cartagena hace 50 años y que preside el medico Edgardo Baena abordó en una amenísima tertulia que prolonga uno de los campos mas entrañables de la fiesta taurina, esas reuniones donde repasamos historia, geografía, arte, el tema de la persecución a las corridas en una ponencia elaborado por el eminente peruano Aldo Cruzado.

Ya en tiempos de Alfonso X «El Sabio» empieza a rodar la búsqueda de prohibir los festejos.

El relato mas añejo contra los encuentros de toros y de hombres en los moralistas paganos Séneca y Lucano, españoles y andaluces ambos, revolucionarios contra la dictadura de Nerón.

Estos escritores del imperio alzaron su pluma contra los espectáculos en los circos y coliseos en los que era comunes los combates en fieras y gladiadores.

No todos los reyes de España han sido aficionados a los toros. A Isabel la Católica no le gustaban porque había visto fallecer a un hombre durante una corrida, e incluso intentó prohibirlas sin ningún éxito.

Su nieto Carlos I  de España y V de Alemania, se animó a participar matando un toro de una lanzada durante los festejos que se celebraron en Valladolid en 1527 con motivo del nacimiento de su hijo y heredero Felipe II.

Este último no tenía el arrojo de su padre pero apoyó los ejercicios ecuestres mandando crear hermandades de caballeros para el ejercicio de la gineta que con el tiempo se convertirían en las Maestranzas de Caballería.

Cuadro atribuido al pintor flamenco Jacob van Laethem del séquito de Felipe el Hermoso. Corrida de toros en Benavente en honor de Felipe el Hermoso. 1506. Castillo de la Follie. Ecaussines (Bélgica).
Cuadro atribuido al pintor flamenco Jacob van Laethem del séquito de Felipe el Hermoso. Corrida de toros en Benavente en honor de Felipe el Hermoso. 1506. Castillo de la Follie. Ecaussines (Bélgica).

Durante el siglo XVI hubo diversas tentativas desde la Santa Sede para prohibir los espectáculos taurinos. Varios Papas promulgaron una serie de bulas a este respecto.

En 1567 , Pío V en la bula “De salutis gregis dominici” concluía que toda las personas relacionadas con este tipo de festejos ya fuera como participantes o como espectadores serían excomulgados.

Una  severa amenaza que debió ser suavizada ya que se consideró un ataque frontal a España y a sus costumbres;  quedando  reservada la prohibición a los religiosos y sacerdotes.

En 1583 Papa Sixto V trató incluso de prohibir las corridas de toros mediante una bula a lo que Felipe II  se negó en rotundo contestando que era imposible con esta frase lapidaria: por ser la fiesta costumbre tan antigua que está en la misma sangre de los españoles”.

Durante el siglo XVI los festejos taurinos vivieron una etapa de esplendor, los reyes eran entusiastas y la Corte entera presenciaba los lances.

Felipe IV acudía con su primera mujer, la francesa Isabel de Borbón, que a pesar  de ser extranjera se hizo muy aficionada. La real pareja presenciaba el espectáculo desde el balcón de la Casa de la Panadería en la madrileña Plaza Mayor.

Felipe IV no  solo acudía como espectador sino que el mismo participó en alguna ocasión como su bisabuelo.  Su caballerizo Gregorio Gallo inventó la protección para la pierna del picador a la que se llamó espinillera.

SIGLO 20… HASTA CATALUÑA

Hablamos de España: 1900 1904 1908 Real Orden que prohibía las corridas de toros.


1928 se prohíben las capeas mediante real orden cualquiera sea la condición y edad del ganado a lidiarse.


1931  1932 se intenta prohibir en la Segunda República por humanidad.


1932 corridas sí pero por ejercida por profesionales.


1935 Reglamento de policía y espectáculos.


1962 reglamento de espectáculos. Prohíbe que se corran vaquillas ensogadas por las calles a excepción de Pamplona porque es algo tradicional de ellos y no pueden prohibir lo que es propio del pueblo.

O sea, el respeto a una tradición.

CATALUÑA

2004 y 2005 nuevas iniciativas contra la tauromaquia.

2008 protección de los animales.


2009 2010 se vota en el parlamento catalán :


68  favor 55 en contra y 9 abstenciones y se eliminan los toros en Cataluña.

2013 de prohiben los toros en Cataluña


Se enfrentan las autoridades de Cataluña al daño emergente y lucro cesante
Entre 50 y 100 millones de euros en indemnizaciones por cierre súbito de contrato.

En el 2007 pasaron 111 mil espectadores por su plaza. Iniciativa popular…Ley taurina nacional en lugar de diversos reglamentos regionales..


La fiesta como bien de interés cultural.

CONCLUSIONES 

Desde la Edad Media a hoy…700 años de intentos prohibicionistas… La fiesta significativa  para la historia y la cultura hispanoamericana.

TAUROMAQUIA. Alcalino.- Carta abierta del filósofo francés Francis Wolff a la alcaldesa Claudia Rivera Vivanco y regidores del H. Ayto. de la ciudad de Puebla

Con motivo de los reiterados ataques taurófobos en contra de la fiesta de toros, y el anuncio, por parte de la presidenta municipal de Puebla; Mtra. Claudia Rivera Vivanco, de una convocatoria al cabildo del ayuntamiento para que vote la posible prohibición de las corridas de toros.

Este columnista acudió, entre otras personalidades, al filósofo de origen francés Francis Wolff, cuya pasión por la tauromaquia es de larga data y cuyos libros de tema taurino son reflejo exacto de su lucidez y rigor intelectual.

El resultado es esta carta abierta, que nuestro generoso amigo dirige a la alcaldesa de la ciudad y a los miembros del cabildo del ayuntamiento a su cargo:

París, 29 de noviembre de 2020.

A la atención de la Mtra. Claudia Rivera Vivanco

Al H. Cabildo Municipal de la ciudad de Puebla

Distinguida señora Presidenta Municipal de Puebla Claudia Rivera; distinguidos representantes ciudadanos.

Les escribo desde París con sincero respeto a su labor pública y su legitimidad democrática.

El propósito de esta carta es simplemente compartirles mi humilde punto de vista con respecto a la posibilidad de que se emita en Puebla un decreto municipal para prohibir las corridas de toros.

Me inspira al hacerlo el profundo amor que siento por su país, por su estado y por sus tradiciones culturales, mismas que tengo la suerte de conocer y admirar desde hace mucho tiempo.

También considero un honor poder defender una cultura que décadas atrás hice mía, tradición que ha existido en la región de Puebla desde hace varios siglos.

Les escribo con cierta emoción: pienso que, si la fiesta de toros desapareciera de los países, de las regiones, o de los estados o ciudades como Puebla, donde hoy está viva, sería una gran pérdida para la humanidad y también para la animalidad…

Mtra. Claudia Rivera, prohibir la fiesta de los toros, una de las creaciones más particulares de la cultura latina, y portadora a la vez de los valores humanos más universales (coraje, grandeza, vergüenza, lealtad, ritualidad, dominio de la animalidad dentro y fuera de sí mismo, creación de belleza a partir de un riesgo cierto de muerte), significaría sucumbir a un conformismo que tiene en el mejor de los casos la apariencia de la universalidad, porque se trata de una universalidad sin sabor, como McDonald’s o Coca-Cola.

Tal prohibición significaría un nuevo revés a nuestra cultura latina.

La corrida ha dejado de ser la Fiesta Nacional de España, y con eso ha ganado mucho. Ahora forma parte integral del patrimonio latino mundial, y es una de las fuentes de resistencia a la civilización anglosajona dominante y uniformadora.

Tal prohibición sería una pérdida ética para el humanismo. Yo entiendo que, para alguien ajeno a la cultura taurina, acabar con la tauromaquia pudiera parecer un “progreso” moral.

Esto es una mera apariencia.

El animalismo no es una extensión de los valores humanistas, sino su negación: porque, al intentar elevar a los animales al nivel con el que debemos tratar a los hombres, inevitablemente estaríamos rebajando a los hombres al nivel con el que tratamos a los animales.

De hecho, los humanos no somos como los demás animales, porque podemos actuar obedeciendo normas y valores y no sólo impulsos; por eso, tenemos deberes absolutos y recíprocos hacia todos los seres humanos. Esta es la base del humanismo.

Pero además, este humanismo también nos implica deberes hacia los animales.

Son deberes relativos (y no absolutos) y diferenciados.

Con nuestros animales de compañía mantenemos relaciones afectivas: por lo tanto, es inmoral traicionar este afecto, por ejemplo, abandonando a tu perro para salir de vacaciones.

Con los animales domesticados que son criados por su carne, su lana o su fuerza de trabajo nos liga una especie de contrato: ellos nos ofrecen sus productos y a cambio los alimentamos y gozan de nuestra protección.

Por lo tanto, sería inmoral tratarlos como meros “objetos”, como sucede en las escandalosas formas de ganadería industrial mecanizadas, y sin embargo no es inmoral matarlos puesto que generalmente los hemos criado con esa finalidad.

Mtra. Claudia Rivera, por otro lado, están los millones de especies de animales salvajes que pueblan los océanos, montañas y bosques del planeta, y hacia los cuales tenemos deberes ecológicos, que consisten en respetar sus ecosistemas y la biodiversidad que albergan.

Esas son las bases de una ecología humanista, preocupada con el medio ambiente y la vida de las futuras generaciones.

El toro de lidia no entra en ninguna de las categorías descritas.

No es un animal de compañía, ni un animal salvaje, puesto que la tauromaquia supone la preservación y moldeado de su instinto natural de hostilidad hacia el hombre, al cual llamamos “bravura”.

Para este animal, una vida conforme a su naturaleza insumisa e indomable debe ser una vida libre y natural, es decir, con la mejor calidad posible, exactamente el tipo de vida del que gozan los toros en las ganaderías de reses bravas ubicadas en el estado de Puebla, como son Reyes Huerta, La Joya, Cervantes Hermanos, El Milagro, El Rocío, José Raul Cervantes, Vicencio o Zacatepec.

La muerte del toro en la tauromaquia debe ser respetuosa de su naturaleza de animal bravo y libre, una muerte luchando con bravura para defender en el ruedo la libertad a la que está habituado

¿Es acaso más apropiado para la bravura y la naturaleza del toro vivir como esclavo del hombre y morir en el matadero como bovino para consumo de carne?

Vivir libre durante cuatro años y morir luchando durante unos cuantos minutos, en los cuales puede a su vez causar daño al torero, es el destino del toro de lidia, sin duda uno de los más envidiables en cuanto animal vive bajo dominación humana.

Por eso, Mtra. Claudia Rivera, la prohibición de las corridas de toros, que supondría el fin de una raza y la derrota de un tipo de ganadería extensiva que respeta las exigencias biológicas de los animales, sería también una pérdida para la animalidad. 

Me encantaría poderles hablar sobre la estética de la corrida, de la grandeza sublime de este arte popular y culto a la vez, de la belleza singular de este arte clásico pero también contemporáneo, de la emoción única que nos embarga en los momentos de comunión espiritual a que una gran faena o un puro rasgo de torería o bravura genuinas pueden dar lugar.

El sentido y el valor de la corrida descansan sobre dos pilares: la lucha del toro que no debe morir sin haber podido expresar, de la mejor manera, sus facultades ofensivas o defensivas; y el compromiso del torero, el cual no puede afrontar a su adversario sin jugarse la vida.

El deber de arriesgar la propia vida es el precio que uno tiene que pagar para tener el derecho de matar a tan hermoso animal, respetado en vez de ser sacrificado de una manera mecanizada como en los mataderos industriales.

Me gustaría también evocarles las emociones que sentimos cuando asistimos a una corrida de toros.

No es un gozo perverso o maligno, sino una emoción inmediata, tan carnal como intelectual, que se llama admiración.

Admiración antes que nada hacia la bravura del toro: por su poder, por su incesante combatividad a pesar de las heridas, y por sus repetidas acometidas, a pesar de sus fracasos.

Y admiración también hacia el valor del hombre, su audacia, su coraje, su sangre fría, su calmosa creatividad y su necesario despliegue de inteligencia en relación con el adversario.

Estoy plenamente consciente de que ningún argumento logrará convencer a los que, en todo caso, consideran que la corrida consiste en torturar a un animal inocente.

Que no les interesa el hecho de que, en esa lucha, realice su naturaleza el toro bravo, ni que queriendo evitar la muerte de unos cuantos de estos toros estén condenando a extinción a toda una raza, ni la comparación entre la corta y abyecta vida de las terneras criadas en batería y los toros de lidia criados en plena libertad; sé bien que todo esto seguirá siendo insuficiente ante la reacción inmediata y pasional del que se indigna y grita “¡No, eso no!”

Es cierto que tras todo esto hay sensibilidades personales en juego.

En mi caso, nunca he podido soportar ver un pez atrapado en el anzuelo del pescador. Pero nunca se me ha pasado por la cabeza reclamar a las autoridades que prohíban este inocente ocio.

El sentimiento de compasión es más que respetable.

Y no me cabe duda de que la mayor parte de los adversarios de las corridas de toros son seres sensibles que sufren realmente cuando se imaginan al toro sufriendo.

El problema es saber si esta sensibilidad es suficiente para legitimar un acto legislativo.

¿Acaso la sensibilidad de unos puede bastar para condenar la sensibilidad de otros?

Es claro que los aficionados se oponen a esta posible prohibición, muchas veces con la misma vehemencia y pasión.

Podríamos quedarnos ahí, coexistiendo en esa oposición de pasiones si ellas mismas llegaran solamente hasta ahí. Pero la cuestión es que una de ellas reivindica para sí más que la otra.

Reclama limitaciones, prohibiciones, interdicciones. En definitiva esta pasión quiere impedir a la otra que se satisfaga.

Y aquí es donde el papel de los representantes electos, desde mi punto de vista, debe ser el de mantenerse razonables y equitativos diciéndose: “Si algún día las corridas de toros desaparecen que sea porque ya no despiertan pasión alguna.

Pero mientras llega ese momento, lo prudente (y lo digo con emoción) es dejar a cada cual con su pasión y hacer prevalecer el principio de libertad”.

Sea cual sea su decisión Mtra. Claudia Rivera, estoy seguro de que será democrática e ilustrada; que será tomada sin ceder a las presiones de la moda, teniendo en cuenta todos los puntos de vista y el interés general a corto y largo plazo.

Francis Wolff

Catedrático emérito de filosofía

Universidad de París

Autor de “Filosofía de las corridas de toros”, ed. Bellaterra, Barcelona,

y de innumerables libros sobre ética humanista.

Manolo Martínez, torero inclasificable: No me cogió el toro, me cogí yo, dijo una vez

Alcalino nos recuerda una faceta del gran torero regiomontano Manolo Martínez, «el mandón».

La trayectoria novilleril de Manuel Martínez Ancira fue tan resonante como breve.

Un año justo separa la famosa novillada de selección en La Aurora (01-11-64) de la fecha de su alternativa en Monterrey (07-11-65), con don Lorenzo Garza Arrambide.

Nada menos, como cabeza de un cartel sugestivamente neoleonés, que, con toros de San Miguel Mimiahuápam, completaba Humberto Moro, el muletero de Linares.

Ese día, más nublado que luminoso, no sólo Monterrey sino todo el México tenía puesta la mirada en lo que ocurriera en el coso regiomontano, fugaz reaparición del Ave de las Tempestades para investir de matador de toros al joven Martínez: el antiguo amo del pase natural, ídolo de legiones, y la mayor promesa mexicana en dos o tres generaciones.


Desde su debut en la modesta placita de Ciudad Neza, Manolo Martínez había causado asombro y despertado ilusiones sin cuento, tan dueño se le vio desde un principio de ese sello tan personal que era, al propio tiempo, inequívocamente clásico.

Rondaba en las conversaciones el nombre de Paco Camino, para los mexicanos el artista non de la época, y cuando nos enteramos de que Leodegario Hernández, empresario de la Monumental de Monterrey, había convencido a Garza para que volviera a ceñir el chispeante a fin de apadrinar la alternativa de su paisano.

La tarde del 7 de noviembre de 1965 quedó marcada por un inesperado rito de continuidad: el viejo rey heredándole su cetro al emergente delfín.

Inesperado porque hacía lustros que nada se sabía de Garza, ni nadie iba a exigirle la reedición de sus antiguos triunfos: simplemente que cumpliera con ese papel doblemente simbólico, bajo el testimonio de un tercer neoleonés de nombre menos sonoro pero seguramente más puesto dispuesto a ofrecer el contrapunto de su sentida y templada muleta.

Si la zurda de Lorenzo había sido la más famosa de su tiempo, a Humberto Moro se le designaba en los carteles “el de la izquierda de oro».

Manuel Martínez ya había acreditado acendrado gusto por darle juego a es  misma mano que, en frase ya en desuso, era «la de cobrar» billetes grandes. Repaso lo escrito y caigo en la cuenta de cuánto nos escamotean hoy el pase natural lo mismo los ases que los maletillas.

Primer triunfo

A las cuatro en punto suena el clarín y a poco parten plaza las cuadrillas encabezadas por Garza (verde pálido y oro), Moro (corinto y oro) y Martínez (negro y oro).

Los saludo un clamor estentóreo, que da paso en seguida a espeso silencio de expectación, roto por una ovación que los llama a los tres a saludar desde el tercio.

Y ya asoma «Traficante», con 450 kilos y la promesa de develar los alcances del nuevo fenómeno. Y 

Manolo Martínez no se hace esperar, desafía al de Mimiahuápam desde los medios y, muy parado, da suave vuelo a su capote en verónicas de corte clásico, que clausura con media muy torera.

Bravo se comporta el de Barroso Barona con los caballos, y bravíamente regiomontano el catecúmeno, que en las meras barbas de Lorenzo Garza se echa el capote a la espalda a la manera del Ave de las Tempestades y carga la suerte en gaoneras de alcurnia, con ganancia de terreno y opulenta revolera como remate.

Tiene prisa el joven porque el segundo tercio se cubra con toda presteza, pero no su padrino, que calmosamente recoge muleta y espada, cumplimente al juez y dedica a Manolo un largo parlamento en el que se adivina particular cordialidad.

Ya tiene México un nuevo matador, que manda cerrar a tablas al burel y lo saluda con varios ayudados por alto echando la pierna adelante y haciendo saborear al suerte.

Y en los medios, qué manera de correr la derecha para trazar la curva amplia del derechazo en varias tandas de amplio y templado discurrir, rematadas con largos pases de pecho igualmente derechistas.

El toro es muy noble, y no faltará la teoría de toreo izquierdista, rematado asimismo sin cambiar la muleta de mano.

El chico está a gusto, la gente feliz y «Traficante» no da muestras de agotamiento y continúa embistiendo de maravilla, confirmación de que los toros mejoran y van a más cuando se les trata con tan cuidadoso mimo.

La duda estriba en la capacidad de Manolo para honrar la categoría de matador que acaba de  tomar, pues como novillero han sido más sus faenas malogradas con la espada que las que coronó dignamente.

El pinchazo confirma temores, pero, enseguida, tres cuartos de acero bien arriba dan por tierra con el mimiahuapense y hacen que el tendidos se vistan de blanco y la autoridad conceda la oreja.

¿Será presagio de un futuro abundante en dianas y trofeos? El padrino sonríe satisfecho mientras el ahijado, emocionado, da la vuelta al ruedo mostrando el apéndice obtenido bajo una cálida, inacabable ovación.
La cornada

Aunque Manolo ya había sido calado, precisamente en la ejecución de la suerte suprema y por un novillo de Santo Domingo con el que estaba repitiendo el triunfo de su presentación en la Plaza México (27-06-65), la que le asestó el sexto de la tarde de su alternativa fue más fuerte e inesperada. 

Mimiahuápamque envió un encierro de alta nota para la ocasión –don Luis Barroso había acogido a Martínez con gran generosidad, en una época en que los ganaderos de tronío no desdeñaban tutelar los primeros pasos de un prospecto prometedor.

Se encontró como sexto con otro ejemplar estupendo, al que el recién doctorado estaba muleteando a placer cuando, en el primer pase de una tanda con la diestra citando desde largo al bravo ejemplar tlaxcalteca, un parpadeo, una pequeña duda de ésas que no perdonan los toros de buena casta, hizo que el astado lo sintiera, estirara el cuello y lo ensartara por el muslo izquierdo, asestándole una cornada de 30 centímetros que, sin lesionar vasos importantes, dejó el fémur al descubierto.

Se truncaba así una tarde que pudo ser de triunfo definitivo para el nuevo doctor, que pálido de dolor pasó a la enfermería, mientras Garza despenaba a su heridor tras unos cuantos muletazos.

Una tarde para el recuerdo

Lorenzo acreditó su clase y hasta fresco se vio, conquistando a cambio la oreja de su primer adversario con el que, con capa y muleta, había tenido mucho más que destellos de su legendaria solera.

Estuvo diligente y cumplidor toda la tarde, sorprendiendo  a quienes ya nada esperaban de sus muchos años y una larga vigilia sin torear.

Humberto Moro, a quien correspondió el peor lote, luego de provocar olés estentóreos y hasta sombreros rodando por la arena al quitar por dormidas chicuelinas en el primer toro de Garza, obsequió un séptimo, también de Mimiahuápam y de magnífico estilo, que le permitió correr su templadísima mano diestra con sabor desmayo, y cobrar, tras eficaz estocada, el tercer apéndice de la histórica corrida.

Hermoso final para una tarde con guiños luminosos al presente, el pasado y el futuro. El cual, más allá del inoportuno percance, no podía ser más promisorio para el nuevo matador.

Reveladora entrevista

Desde México, se la hizo a Manolo Manuel García Santos. Fue breve iba a mostrar tanto la clase de torero que ya era el regiomontano como las razones por las que la corrida no tuvo la cobertura esperada por los principales medios capitalinos.

García Santos: «–Siempre que en la plaza hay una cornada, el torero ha cometido un error»–expresó Domingo Ortega… –Los toros no cogen a los toreros.

Somos nosotros los que cogemos a los toros–, afirmó Antonio Márquez… Dos cosas quedaron de manifiesto: a) El toro avisa siempre antes de coger… b) Si el torero no sabe por qué lo ha cogido el toro, entra en su espíritu la duda y hace su aparición el miedo…

Estuve con Manolo Martínez en la ganadería de Mimiahuapan (sic) viendo, antes de que la embarcaran, la corrida que iba a ir a Monterrey… Una corrida con trapío, muy igualada, graneada a su tiempo y con esa encornadura que los toreros califican de cómoda.

Yo escrutaba a Manolo Martínez mientras él miraba y remiraba a los toros y sólo pude verle satisfacción en el gesto… 

Decidimos un grupo de amigos asistir a la corrida y adquirimos los boletos de avión.

Pero el domingo en la mañana, después de tres aplazamientos en la salida de la aeronave, por el mal estado del tiempo en Monterrey. Decidimos no efectuar el viaje.

¡No había seguridad ni en el aterrizaje ni en que el tiempo permitiera la celebración de la corrida! ¡A qué emprender un vuelo que podía ser inútil!
Fuimos a la corrida-concurso de ganaderías a Tlaxcala.

Y por la noche, en México nos enteramos de que Manolo, que había cortado la oreja al toro de la alternativa, había sufrido una cornada en el sexto. Telefónicamente nos comunicamos con el sanatorio donde lo habían operado.

–¿Qué pasó, Manolo?… –Nada. La corrida salió muy  buena. Garza cortó la oreja a un toro y Humberto Moro a otro. Los dos salieron a hombros de la plaza. Yo le corté una oreja al toro de la alternativa y el otro me cogió. Una cornada limpia. Estaré bueno pronto.

–¿Por qué te cogió el toro?–… –No me cogió. Me cogí yo solo… 

–¿Qué pasó?… –El toro era muy bueno, estaba haciéndole cosas, me engolosiné y lo cité de muy largo, lo aguanté y le di un gran muletazo. Repetí más de largo, no lo aguanté lo necesario y el toro me vio y me la pegó… Cuando reaparezca repetiré ese lance.

Lo que no repetiré será el dudarle ni un segundo. ¡A los toros la menor duda les muestra la diferencia entre el engaño y el cuerpo!…

Ya está tratado, por Manolo Martínez, el tema que tanto me interesaba desarrollar. Ojalá sirva para evitar algunas cornadas de ésas que no dan los toros… (sino) que se dan a sí mismos los toreros. (Lunes de Excélsior, 13 de noviembre de 1965).

Manolo Martínez sufriría, a lo largo de su carrera, 15 cornadas de diversa gravedad. Seguramente no lo traicionó la cabeza de torero que revela este breve diálogo sino el compromiso de defender su sitio de primera figura.

Lo que el regiomontano ya pintaba para ser desde que tomó la alternativa.

Semblanza del Vito de Pablo Lozano en el día de la despedida del hombre que perfiló la organización taurina moderna

Don Pablo rodeado de un grupo de toreros, es el primero de la primera fila por la izquierda de la imagen

Sí lo conocí a Pablo Lozano, como La muleta de Castilla, un taurino integral, lo conocí en la admiración que por él han sentido dos queridos amigos: Juan Silveti y Raúl Acha “Rovira”.

Su gran admirador fue Javier Garfias.

Juntos visitamos Los Cués, en una retienta extensa en la ganadería en su plaza de tientas de Querétaro, con presencia de los hermanos de Javier, Pepe y Marco Garfias y como tentadores Miguel Espinosa “Armillita” y David Silveti, “El Rey”.

Pablo estaba enterado de todo lo que correspondía al ganado bravo en el mundo, por eso estaba en Los Cués, como estuvo en todas las ganaderías bravas en el mundo.

Ha muerto Pablo Lozano, hermano de Manolo, Eduardo y José Luis. Lo conocimos un 30 de mayo, día de San Fernando, día del cumpleaños de su hijo el matador de toros Fernando Lozano a quien enviamos nuestro sentido pésame.

Un día que, por tradición, ha sido importante de toros en Aranjuez, y de la dinástía de los Lozano.

Importancia que resalta, por la vecindad de Aranjuez con Madrid y la temporada de la Feria de San Isidro en su plenitud.

Aranjuez a los toros los resalta, le da el frescor de los aires que mecen el toreo, y liviandad en la presencia del toro que le imprime gracia y frescura de campo, de fresco jardín a la corrida, sensación que supo plasmar en el pentagrama el maestro Joaquín Rodrigo.

Cuando visitamos por primera vez el Real Sitio era agosto de 1971.

Atendíamos una cortesía, de quien ha sido apreciado amigo y admirado taurino. Nos referimos a José Luis Lozano, hermano de Pablo Lozano.

En aquella oportunidad además de El Palomar, hermosa finca del joven maestro Sebastián Palomo, visitamos Aranjuez. José Luis y Eduardo Lozano tenían el pulso de la manija del toreo en sus manos.

Aquella fecha de la temporada del año 71, nos reunimos con taurinos de la época, como el polémico y muy admirado Gonzalo Carvajal y los colegas Curro Fetén, Benjamín Ventura Remacha y unos muchachos colombianos de vacaciones en España.

Entre estos muchachos uno de ellos, el hijo del presidente Pastrana Borrero, Andrés Pastrana, más tarde sería Presidente de Colombia y muchas veces protagonista importante de hechos trascendentales en la historia de la nación hermana.

Manolo Lozano -el «Loco»

Para los irreverentes del genio- torero de alternativa y taurino para la historia, nos contaba que la gente de Alameda de La Sagra era gente de Domingo Ortega.

Aquello no le agradaba a los Camará, Pepe y Manolo, que fueron nuestros amigos, y que nos introdujeron a su padre don José Flores en el Hotel Pintor en la Calle de Goya, en Madrid. José Flores, gran admirador de Gallito -lo que reventaba a Manolete, «belmontista» a morir -, departía en silenciosas reuniones con don César Jalón «Clarito».

Aquello me lo recordaba Manolo Lozano, y aún lo hace, de vez en cuando, cuando desempolvamos los cuadernos del recuerdo intercalando en sus páginas vivencias que ahora recordamos con la partida de Pablo Lozano, «el otro» Lozano, el de «la muleta de Castilla, el de los toros en el campo, el de la sonrisa eterna, el más entendido en ganaderías entre los más sabios del toreo.

A Pablo Lozano lo conocimos el 30 de mayo próximo la grandeza taurina de aquel Aranjuez que conocimos un día de San Fernando, cuando los jardones y don Livinio Stuyck preparaban un San Isidro que en el tiempo convertiría la Fiesta de los Toros en la grandeza que vive hoy la Feria de Madrid.

Nuestra primera visita al Real Sitio fue con Fernando Jardón, empresario de Las Ventas, y nuestro muy apreciado Manolo Cisneros, para la época apoderado de Curro Romero y creador de la famosa muleta de madriño que el de Camas no llegó a estrenar.

Nos reunimos en Casa Pablo, en Aranjuez, festejamos el onomástico del maestro vallisoletano Fernando Domínguez.

Aquel Día de San Fernando se agregó al grupo el maestro Manolo Escudero, el querido torero de Embajadores.

La tertulia subió su temperatura, al calentarse con el capote de que si era necesario «enterrarse o levitarse».

El de Valladolid decía que el toreo es como el baile, hay que «levitar las suertes», mientras que el rubio torero de Castilla insistía en «sembrar las zapatillas», como las raíces de un árbol que da frutos de arte, con templadas verónicas.

Era aquel el tema de Azorín, la horizontal que ordena la obediente vertical, geometría castellana del toreo.

Leyendo la noticia se aviva la memoria, y entre un recuerdo y otro salta nombres como los de Ordóñez,»Antoñete», El Cordobes, Camino, Puerta, El Viti, Palomo, El Capea, Robles, Manzanares.

Todo siempre ligado a la grandeza de la dinastía de Alameda de la Sagra, la de los señores hermanos Lozano.

Castilla como lo anuncian los heraldos taurinos se ha quedado sin su muleta.

Pablo Lozano ha muerto a los 90 años por la cornada del coronavirus. Fue en 1951 cuando tomó la alternativa de manos de Luis Miguel Dominguín en Barcelona, el 25 de septiembre, Feria de La Merced. Confirmó en Madrid el 18 de mayo de manos de Antonio Bienvenida.

Como único espada conquistó Madrid y su triunfo más importante ante seis toros de Barcial en 1957, en la corrida del Montepío.

Fue un gran amigo, apreciado como apreciamos a todos los de la dinastía de Alameda de la Sagra, los hermanos Lozano, que admiramos y repetamos por sus virtudes, su sentido ético de la vida y porque nos dio su amistad que más que amigo fue un maestro en las cosas de la vida.

La copla de luto. Murió Dolores Abril viuda de Juanito Valderrama

Dolores Abril, viuda de Juanito Valderrama y una de las artistas más queridas de nuestro país, falleció este domingo 25 de octubre en su domicilio de Espartinas, Sevilla, a los 85 años.

Alejada del foco mediático desde hace varios años, la folclórica luchaba contra una larga enfermedad que, desgraciadamente no ha podido superar.

Nacida en Hellín (Albacete, España), hija de un carabinero de origen andaluz, y la menor de ocho hermanos, su verdadero nombre es Dolores Caballero Abril.

Por los sucesivos cambios de destino de su padre, residió en varias ciudades, en las que realizó hasta el cuarto curso de bachillerato. Fue alumna en Madrid de Luisa Pericet y Regla Ortega.

Carrera Artística

Especializada en el género de la copla. Estuvo unida sentimental y profesionalmente al cantaor Juanito Valderrama desde 1954.

Juntos editaron numerosos discos, entre los que destacan sus Peleas en broma y recorrieron España con diversos espectáculos como Voces de España (1962), Mano a mano (1963), Su Majestad la alegría (1967) o Revolera en el Price (1968).

Entre su discografía en solitario, puede destacarse los singles Al primer derrote (1959), Tú te casaste (1961), Gloria a Chicuelo II (1962), Miguel de la Cruz Romero (1963) y Qué bonita está la Reina (1963).

Al comienzo de los años 70, en pleno esplendor del género andaluz, con un despliegue de grandes figuras al frente de una cartelera popular, Valderrama y Dolores compiten sin bajar la guardia, situándose entre los mejores.

El triunfo lleva aparejado el discográfico, donde se publican las canciones del repertorio de ambos, especialmente la copla de vanguardia, ‘Pelea en broma’, que es arrolladora, sin que puedan olvidarse los números que ha popularizado Juanito en la radio, y entre ellos, como referente imprescindible, ‘El emigrante’, con una difusión extraordinaria y una venta espectacular.

Accidente

La buena racha la frena el destino, cuando la pareja, en octubre del 81, sufre un gravísimo accidente de tráfico, en un choque frontal del coche en que viajaban con otro vehículo.

Dolores padece una luxación cervical y lesiones en ambas piernas que exigen seis intervenciones quirúrgicas cuyas secuelas todavía le afectan. Juanito Valderrama resulta con daños en el tórax y en el esternón.

Es un parón artístico que soportan con la ilusión de reanudar el trabajo de inmediato, pero la convalecencia se prolonga y en el caso de Dolores se acentúa por la inmovilidad.

La historia reciente nos deja a la pareja, después de una intensa convivencia artística y sentimental, con apariciones en la televisión.

Quedan atrás siete películas con Juan como protagonista y otras compartidas con Dolores.

‘El rey de la carretera’, ‘Gitana’ ‘La niña del patio’ y ‘El Padre Coplillas’ entre ellas. La muerte de Juan en Espartinas, en abril del 2004, es un desenlace que afecta profundamente a Dolores, que pierde a su gran amor. ‘

La muerte de Valderrama enmudece el mundo de la copla’, titula la prensa. Tenía 87 años cuando un infarto se lo llevó por delante. Nos queda su leyenda y la historia de su amor con la estrella hellinera de la copla, Dolores Abril.

Junto a él, Abril interpretó también su primera película, El emigrante (1959, Sebastián Almeida), y luego rodó Gitana (1965), cinta a la que seguirían otras como El Padre Coplillas (1968), de Ramón Comas.

Entre otros discos grabó con Valderrama Un chaval o Fandangos de Despedida. Abril y Valderrama fueron padres de tres hijos: Juan, María y José María.

«Olé al Hambre», festival inolvidable. Impecable la presentación del encierro y el desempeño de los toreros

El Festival «Olé al Hambre», festival inolvidable. Fue un éxito artístico, de solidaridad con los mas necesitados, de reafirmación de la tauromaquia y con una impecable presentación de los novillos-toros que se lidiaron en la plaza de tientas de La Holanda.

Con 5 matadores y un aspirante a novillero de nuestra tierra que con el magnífico concurso de los ganaderos.

Mondoñedo, Juan Bernardo, Achury, Las Ventas, Vistahermosa, Santa Bárbara (para el joven «Negret»).

A los criadores, a los toreros, a los picadores Cayetano Romero y Clovis Velasquez, a Manolito Castañeda que banderilleó con eficacia y discreción, siempre atento al quite.

A los colaboradores de la ganadería de Mondoñedo que se entregaron sin medida, al Dr. José María Serna.

Nunca mejor expresado, detrás de cámaras, a quienes se encargaron de la filmación.

Y como no puede ser menos al empeño sin límites de don Gonzalo Sanz de Santamaría director-gerente de este buen suceso taurino y humanitario.

Lo recaudado se destina a la Fundación «Pazífico» y a gentes de la familia taurina que pasan fatigas como consecuencia de la pandemia que de una u otra forma nos ha golpeado a todos.

Gracias a los donantes, entre otros El Juli, Roca Rey, Luis Bolívar, el escultor Manuel Riveros, que no escatimaron su mejor esfuerzo para que su aporte se rifara entre los aficionados que compraron el derecho a ver el festejo por las redes sociales.

Sin titubear se puede decir que «hay guardián en la heredad» tanto en el campo ganadero con un esfuerzo titánico por mantener al toro bravo aun en medio de esta tempestad que nos arrolló en los 5 continentes y conocida como Covid 19.

Así como entre la torería andante con esas disimiles expresiones de casta, nobleza, bravura, hondura en los ejemplares y expresiones estilísticas variadas, sugerentes, ilusionantes de los matadores y el becerrista… El Festival «Olé al Hambre», festival inolvidable.

EL FESTEJO

El precioso castaño de Juan Bernardo. !!Cómo embistió siguiendo los vuelos de la muleta con clase!! Y el precioso remate a una serie, por abajo, de Cristóbal Pardo

El toro de don Juan Bernardo fue un dechado de calidad y clase, por las embestidas de bravo, por la nobleza, por la regularidad de sus enclasadas acometidas, por ese morro, por el suelo, y eso tan vital en el toreo que es la emoción.

Por la durabilidad a la que se acopló perfectamente Cristóbal PARDO.

TORERO MADURO, de oficio, que ha sabido pulir su toreo con el paso de los años dejando sabor en el trasteo y fundamental: supo catar el manjar que tuvo como compañero de viaje.

Es siempre grato que los toros tengan suerte en el sorteo o, como en este caso, la escogencia de ganadería y torero.

Buena racha de esta divisa que ha conquistado numerosos premios.

Otro buen toro, el de Achury. Le correspondió a Manuel Libardo

Manuel Libardo está en vena.

Su toreo de dulce, de suavidad, de refinadas maneras va hilvanando una verdadera sinfonía, rítmica, entonada, a más, el toreo al compás nunca exento de la técnica necesaria para crear belleza.

Pues sin ella caemos en torear bonito pero no bien y el ubeteño torea bonito y bien.

Obviamente todo ello fue posible gracias a las embestidas «santacolomeñas» del Vistahermosa que le da ese punto de diferencia a la rica gama de encastes que llegaron de España desde que Mondoñedo se creó a fines de los veintes del siglo pasado.

Y ese picantito del «Santa» que cuando embiste da esas sensaciones a quien está en el tendido de «yo no puedo hacerlo» pero el torero sí.

Y uno entiende porque el maestro Camino toreó y triunfó con esa divisa cuya simiente trajo don Francisco García y que prolongaron su hijo y ahora sus nietos.

Santy Naranjo.

Santiago Naranjo se hizo matador de toros tras un largo paso por el escalafón novilleril tanto en Colombia como en España.

Por motivos personales que solo él conoce lo dejó, estudió una carrera universitaria pero «el gusanillo» estaba ahí y retornó con pasión que la desató en la larga faena al bravo, entipado, serio y hondo de Las Ventas del maestro Rincón.

El toro cumplió con aquello que un día me dijo don Fernando Domecq, el creador de Zalduendo, lamentablemente fallecido:

«los toros buenos deben tener buenos finales, no me vale el comienzo».

Un toro que aquilata las esencias de Naranjo. Hubo suerte en el sorteo para el toro.

Al toro le dieron la vuelta al ruedo.

Fue interesante observar las claras embestidas a lo largo de la lidia en la que se volcó el manizaleño que a veces parecía abandonarse al ensueño de torear.

Toreó sin duda para sí en ese misterioso pero elocuente diálogo que los artistas entablan con el toro en ese peregrinaje que solo y exclusivamente ellos nos brindan: El toreo límpido y diamantino, que nosotros, los mortales, apenas nos acercamos respetuosos para admirarlo y disfrutarlo con el toro de Las Ventas y el joven universitario que volvió a ver el sol deslumbrante del toreo.

Un gran toro.

Derechazo, abierto el compás, de Luis Miguel Castrillón

Los rayos de sol alumbran la mitad del antiquísimo ruedo.

Sale el de Achury para otro brillante torero, el antioqueño Luis Miguel Castrillón.

Gran toro de la familia Rocha (un recuerdo al » viejo» Benjamin que trajo en buena hora el encaste Conde de la Corte), precioso de hechuras y de juego y que le vino como anillo al dedo para que se desataran los duendes.

Emoción a raudales con la filigrana de quien vimos debutar en Bogotá en ese añorado «Festival de Verano» en La Santamaría y con los días se nota la evolución, el poso, y reposo ya no solo de la finura sino de las cercanías, de la medida, del temple, de la colocación y el trazo del muletazo, largo, sentido, que en él resulta admirable.

Sebastián Cáqueza terminó con aquella frase antigua: Le pudo al toro.

Un toro «de la casa». Con la enseña de «Contreras», esos toros que están para ser descubiertos, para encontrarles el fondo que llevan. No hubo fortuna esta vez pues paradote, complejo en sus medias embestidas , reservón.

¡Ah!, pero hubo torero, decidido, firme, sin enmendar terrenos, con valor consciente, sin arredarse ante las complicaciones (el toro, proclama el maestro Andrés Vázquez, está para incordiar, para molestar) y el joven de Choachi nos legó su corazón, puso los muslos y al descubierto su entregado corazón.

¡Qué gusto ver a un torero con esos mimbres!.

El toro, como dicen los viejos aficionados «no se comió a nadie» y como ocurre con frecuencia con «El Contreras» se fue a mas a final.

Por fortuna estaba un torero «con hambre» de ovaciones de ser un grande y jamás declinó en buscarle «las vueltas» al Mondoñedo. Esa firmeza tiene premio.

El jóven Cáqueza está para grandes emprendimientos y en carteles de fuste en nuestras grandes ferias. Un torero para tener en cuenta. No olvidarlo.

Carlos Rodríguez le entrega la oreja al joven Felipe Miguel Negret

Cerró el aspirante Felipe Miguel «Negret» con un novillo, bien presentado, de gran juego, aparejados la calidad con el trapio que es tan importante por su seriedad.

Estaba «en tipo» el de don Carlos Barbero. El jabonero fue bravo y noble y duró mucho. Un novillo con mucha calidad.

Enhorabuena. Aun recordamos la gran corrida en conjunto de la última feria de Manizales

Está crudo el joven, lógico y natural, pues lleva apenas un festejo vestido de luces en «Toros y Ciudad» en Manizales hace dos semanas y el Festival de este domingo. El Festival «Olé al Hambre», festival inolvidable.

Empezó con los trastos hace menos de 6 meses a la par de su carrera como aspirante a Dr. en Derecho. Se hace camino al andar.

Tiene que corregir muchas cosas, desde luego, carencias de quien empieza pero virtudes, muchas y quizás la más importante para mi, LA ACTITUD adosada de un valor innato.

Pegó buenos muletazos y es preciso decir: tiempo al tiempo. Le vi muchos detalles ilusionantes en Toros y Ciudad. Buena tarjeta de visita entonces.

Démosle la oportunidad, abramos el necesario compas de espera y no le neguemos el pan y la sal solo por ser el hijo de quien es. Quitarle méritos solo por eso es mezquino. Y en ese delito grave de anti taurinidad no voy a caer. Faltaría más.

Una oreja que le entregó Carlitos Rodríguez su banderillero.

El Festival «Olé al Hambre», festival inolvidable.

Enhorabuena a los organizadores, a los desprendidos aficionados que compraron su derecho a ver este festejo del que, seguro, quedan muy motivados y agradecidos al verlo a través de las redes sociales.

A nuestros ganaderos, a los toreros, a las cuadrillas, a los mozos de cuadra.

Una ovación grande a los seis ganaderos y a los cinco toreros y al joven Felipe que quiere ser novillero pues vocación tiene.

Cristóbal Pardo, dos orejas y ovacionado el de Juan Bernardo.

Manuel Libardo, una oreja con el gran Vista Hermosa.

Vuelta al ruedo al de Las Ventas y dos orejas a Santiago Naranjo.

Una oreja a Luis Miguel Castrillón y palmas agradecidas al comportamiento del de Achury.

Silencio para el de Mondoñedo y una oreja a esta revelación que es Sebastián Cáqueza.

Ovación de gala para el jabonero de don Carlos Barbero y una oreja a Felipe Miguel «Negret».

Las fotos son autoría de Farley Betancourt, y Diego Caballero a quienes Tendido7 agradece su valioso concurso. El Festival «Olé al Hambre», festival inolvidable.

Historia de un cartel con Manolete de fondo en la mirada de «Alcalino»

Historia de un cartel con Manolete de fondo en la mirada de «Alcalino». En Córdoba, donde nació, existe una escultura de cuerpo entero que representa a “Manolete”, histórica figura y el más eminente califa taurino cordobés.

Se trata en realidad de un grupo escultórico de dimensión estatuaria.

El personaje central, vestido de torero y con el capote de brega en las manos, flanqueado por dos equinos con sus respectivos caballerangos a pie, obra de Manuel Álvarez Laviada.

Está ubicado en la plaza del Conde de Priego, no lejos de la parroquia de Santa Marina, donde se bautizó a Manuel Rodríguez Sánchez, nacido el 4 de julio de 1917.

Mucho ha cambiado desde entonces la austera ciudad andaluza que fuera sede del antiguo califato mozárabe. 

Una iniciativa de Carlos Arruza

El monumento es producto de una amistad entrañable y de la corrida destinada a reunir los fondos que hicieron posible la obra.

Festejo que organizó quien fuera en los ruedos el más enconado rival del inmenso torero al que “Islero” de Miura hirió mortalmente en Linares (28.08.47). Ese rival, llegado del otro lado del Atlántico, fue el mexicano Carlos Arruza.

Manolete y Arruza alternaron juntos en 58 ocasiones, la mayoría en España (51) y ninguna en México.

Ya que Carlos no participó en las dos temporadas que convertirían al cordobés en uno de los mayores ídolos de la afición mexicana.

Oscuras y nunca aclaradas razones impidieron que la pareja de moda en España tuviera ocasión de manifestarse en México.

Pero la rumorología atribuyó la inhibición arrucista a componendas entre el empresario Antonio Algara y José Flores “Camará”, el astuto apoderado del cordobés.

Manolete y Arruza torearon mano a mano diez corridas, repartiéndose equitativamente trofeos y victorias.

Su rivalidad fue breve pero intensa y sus hechos forman parte de la historia grande del toreo.

Como grandeza humana hubo en el gesto de Carlos al concertar con buena parte del taurinismo hispano de principios de los años 50.

Toreros, ganaderos, prensa en general, gobierno municipal de Córdoba inclusive, todo lo necesario para la organización de una corrida.

Monstruo que provocó un lleno histórico en el coso de Los Tejares y transcurrió dentro del ambiente festivo y triunfal que la magna ocasión ameritaba.

La fecha: domingo 21 de octubre de 1951. Un cartel con Manolete

Así fue la corrida

Naturalmente, antes de que partieran plaza los diestros actuantes hubo desfile de reinas y discursos a tutiplén.

Y más allá del número de apéndices otorgados, condicionado sin duda por las especiales circunstancias del festejo.

Se trató de un evento que los cordobeses tardarían muchos años en olvidar.

Para empezar, Carlos Pérez-Seoane y Cullén “Duque de Pinohermoso”, que por cierto había nacido en Roma.

Rejoneó un burel de su ganadería, estuvo acertado en general y cosechó fuertes aplausos.

Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, el espada más antiguo, compadre de Manolete y asimismo cabeza de cartel la tarde trágica en Linares.

Se encontró con un ejemplar de José de la Cova tan áspero que lo cogió dos veces en el transcurso de su sobresaltada faena.

Pero estuvo valiente, mató bien y se llevó la primera oreja de la tarde. El gitano sustituía al cordobés Manuel Calero “Calerito”, anunciado inicialmente.

Rabo para Carlos

Arruza estuvo imponente con el suyo –“Mirlito”, de Felipe Bartolomé—al que saludó con emotivos faroles de rodillas, veroniqueó con elegante quietud, quitó por gaoneras ceñidísimas.

Y tras juguetear en banderillas con el noble animal, al que le colgó tres pares colosales, cuajó una larga, ceñida y magistral faena de muleta, vertical y templado en los redondo y naturales.

Variado y original en los remates de las tandas y haciendo honor al sobrenombre de “Ciclón Mexicano”, que le adjudicó el cronista español K-Hito al cerrar faena con molinetes y las ernistas de hinojos que levantaron clamores.

Cuando concluyó, de formidable volapié, las orejas y el rabo estaban cantados.

También para “Parrita”, Capetillo y Aparicio

Agustín Parra, que brindó la muerte de su toro a sus diez compañeros de cartel, hizo honor a su reputación de seguidor fiel del estilo estatuario y vertical del Monstruo de Córdoba.

Aprovechando la buena condición de “Tontuelo”, de Galache. Sólo cesó la música cuando cuadró al bicho para estoquearlo por todo lo alto.

Volvería a sonar mientras paseaba “Parrita” los máximos apéndices.

Más mérito aún tuvo el rabo que Manuel Capetillo le cortó a “Cuchareto”, de Arturo Sánchez Cobaleda, un toro viejo, gordo y con buenos pitones, resabiado y geniudo por añadidura, al que se empeñó en meter en su muleta hasta obligarlo a seguirla en una emocionante faena a base de muletazos largos y templados.

El público, entregado y feliz.

Los tres apéndices máximos premiaron también el desempeño de Julio Aparicio, a quien correspondió el más pequeño del encierro, un “Torero” de Marceliano Rodríguez que respondió con alegre transmisión  a la muleta del madrileño, muy puesto y  dispuesto a lo largo de su triunfal actuación.

Discretos los demás

Aunque a José María Martorell se le concedió la oreja del complicado quinto –manso y geniudo, con el hierro de Alipio Pérez Tabernero Sanchón–, el honesto cordobés la rechazó, considerando que su faena no había pasado de valerosos intentos.

Antes, sus lances de recibo habían causado sensación por su estatuaria belleza. Y en la estocada dio la cara e hirió arriba.

Los otros dos mexicanos anduvieron sin suerte con el ganado.

Jorge Medina –llamado a sustituir a Juanito Silveti, que estaba lesionado—pasó por momentos de peligro ante el nervio de un correoso “Barquero”, del Conde de la Corte, y Anselmo Liceaga –recién alternativado en Granada por Pepe Luis Vázquez (29.09.51)—tampoco encontró colaboración en el de Juan Belmonte, “Vicario” de nombre, que despachó en décimo lugar.

Su fría labor fue silenciada.

Por último, al joven diestro local Rafaelito “Lagartijo”, último eslabón de la legendaria dinastía de los Molina, se le notó poco placeado y algo movido, pero no dejó de derrochar alegre pinturería a favor del buen estilo de “Quinquillero” de Carlos Arruza, el toro que cerraba el festejo y al que pinchó antes de acertar con la estocada definitiva.

Estocada que ponía punto final a una corrida auténticamente extraordinaria. Un cartel con Manolete

Por su dimensión temporal, su inusitado lucimiento y, sobre todo, porque cerró de manera perdurable la historia compartida por Manuel Rodríguez “Manolete” y Carlos Arruza, pareja de época y dos colosales toreros, que hermanaron en el arte a España y México.

74 años de la feria del Señor de los Milagros en Acho

74 años de la feria del Señor de los Milagros en Acho, inaugurada en 1766, es mas que bicentenaria y por ese coso han pasado «casi» todas las figuras, desde Joselito y Belmonte.

Que se dice pronto.

Pero este octubre marca otro gran aniversario.

Es la inauguración de la feria del «señor de los milagros», que lamentablemente este año no se verificará por la pandemia.

El 12 de octubre se dio la primera corrida de lo que con el tiempo será una de las ferias de mas tronío en América. El cartel, nada despreciable: Manolete, Montani, Procuna y toros mexicanos de La Punta.

Estamos reproduciendo para todos los aficionados el artículo publicado en el diario “El Comercio”:

“Pocas manifestaciones públicas tan ceñidas a la tradición, como la fiesta brava. Aunque la manera de torear haya evolucionado.

Si, ayer se prefirió el lance con las manos altas.

Hoy al aficionado le gusta mejor cuando es ejecutado con las manos bajas, no puede decirse que el toreo haya cambiado sustancialmente.

Se mantiene, a pesar de los años la rígida estructura de este rito popular. Continúa permanente y depurado el clásico corte de la lidia. Tres tercios. No hay quien destruya el gallardo tríptico.

La verónica, la media verónica, los puyazos, los quites, las faena de muleta y la estocada. Algunos quites y pases han sido creados. Se ha enriquecido el repertorio y se ha dado un matiz más de plasticidad al arte incomparable, pero en esencia, medularmente, sigue siendo lo mismo.

La verónica, el pase natural y el de pecho y el volapié siguen siendo la base y el auténtico sustento de la torería.

Los trajes, brevemente aligerados, con esa su plástica reminiscencia goyesca, finos y luminosos, en contraste con la violencia de la fiera.

Una nueva paradoja en el espíritu ibérico.

Han dejado que todas las vestimentas se ciñan a las cambiantes modas, permaneciendo ellos como una pincelada de oro, en este mundillo de billetes.

El brindis, la vuelta al anillo, el cortar orejas, las rechiflas y broncas, se suceden en la Historia del Toreo, sin alterar su peculiar emoción, sin salirse de los firmes cánones tauromáquicos.

Y tal vez por ser el toreo tan hondamente tradicional, sus mejores tardes armonizan en España y México – también en ciudades y pueblos del interior de nuestro país – con los días en los que brilla más nítidamente el sentimiento católico de los vecinos que conmemoran las festividades de sus santos patronos.

En los antedichos países, ibérico y azteca, existen las llamadas Corridas de Feria. Al júbilo católico, que lleva en hombros la imagen de su veneración se suma el regocijo popular de las corridas de toros. La Semana Santa en Sevilla, la Pilarica en Aragón, la Guadalupana en México.

Suenan las campanas de los templos y suenan las ovaciones y los ¡olés! en los críticos taurinos.

Esto me ha hecho pensar muchas veces en la posibilidad de crear en Lima, en esta devota y castiza Ciudad de los Reyes, las corridas de Feria del Señor de los Milagros, la milagrosa y popular imagen.

Patrón de la ciudad, a la que siguen miles y miles de hombres y mujeres, con sus trajes y sus capas moradas, en un místico peregrinaje.

Además de una palpable demostración de fe popular, es una imponente romería de exaltación a la tradición limeña, al sabor peculiar, a la gracia de lo autentico, a aquella emoción permanente que sólo canta una copla.

La de la verdad.

La festividad del Nazareno de los Milagros, – su nombre de por sí un romance sonoro y hondo, que bien merecería afilarse y quebrarse en los angustiados labios de un “cantor flamenco” – se celebra en Octubre.

El 28 de Octubre y el día de Cristo Rey – primer domingo de noviembre.

El crucificado recorre las calles melancólicas y nostálgicas de la encantadora ciudad.

Estas fechas coinciden con la primavera limeña, de días templados y soleados en los que, cogiendo el último domingo de octubre y los dos o tres primeros de noviembre, podrían realizarse corridas de postín.

Iniciaran la temporada grande y en las cuales, sumándose a la mística manifestación y teniendo en cuenta las gentes que vienen del interior y las que seguramente vendrán con el tiempo del extranjero.

Para presenciar la bellísima procesión – como acontece en otro lugares – se podría intentar un acento limeñísimo que les diera peculiaridad y gracia.

Sería hermoso, por ejemplo, y esto es sólo una sugerencia, que, desde luego, consideramos factible.

En estas Corridas de la Feria del Señor de los Milagros, salieran a pedir la llave dos lujosos chalanes.

Ataviados a la usanza criolla, en primorosos caballos de paso.

Después de muerto el quinto toro – ello es ya casi una costumbre – una pareja debidamente trajeada, podría bailar una marinera.

La Plaza, en estos días de Feria, podría engalanarse con colgaduras, como se hace en otras partes, en las corridas de fuste.

Y los diestros lucirían traje morado y oro.

Y el público gozaría, no sólo con las faenas de los coletas sino, para ver revivir, siquiera unas tres o cuatro veces al año, un incomparable retazo de aquella personalidad de nuestra Ciudad de los Reyes

Viajeros de todos los tiempos y países, han colocado y mantienen en la historia y cuyo sólo nombre sugiere el fino acompañamiento de un rasgueo de guitarras, la sonrisa de los piropos, el tintineo de sus campanarios y el silencioso poema de las primorosas mantillas.

Que se colgaran de las ventanas para dar un encanto del misterio al clásico perfil de la villa, que es cuna y madre de la tradición hispanoamericana.” 

Zeñó Manué 

La Feria Taurina del Señor de los Milagros se inauguró el sábado 12 de octubre de 1946 (Día conmemorativo al descubrimiento de América).

Constituyéndose desde entonces una de las ferias taurinas más importantes de América.

Categoría que obtiene por las ganaderías que se lidian, por los diestros que intervienen, y por la solera de su afición.

En la tarde inaugural partieron plaza tres jinetes, vestidos: uno de campero andaluz, otro de charro mexicano y el tercero de chalán peruano, representando a los tres países más taurinos del mundo.

Detrás de ellos las cuadrillas encabezadas por el matador español Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, el mexicano Luis Porcuna y el peruano Alejandro Montani “El Sol del Perú”.

Quienes lidiaron y estoquearon toros mexicanos de “La Punta”.

Esa tarde la plaza registró un lleno de bandera y asistió el entonces Presidente de la República, don José Luis Bustamante y Rivero.

Padilla vuelve a los toros en Francia… por un día

En la primera imagen, Juan José Padilla saluda al rey emérito de España don Juan Carlos de Borbón.

Se retiró el año pasado tras una larga y exitosa carrera.

Eso sí salpicada de gravísimos percances incluida la pérdida de un ojo en la plaza de Zaragoza.

Se vestirá de corto por un día para una tienta de machos entre el 22 y el 24 de marzo

A las 3:10 de la mañana, hora colombiana, se tentarán diez toros de Robert Margé a cargo de Juan José Padilla, Manuel Escribano, Daniel Luque y Carlos Olsina.

Será entrada gratuita.

Entre otros actos, habrá una exposición sobre la figura del torero jerezano.

Así como una conferencia sobre su trayectoria en la que el diestro participará junto a Fernández Meca y Christian Chalvet.

Concluirán las jornadas con una cena de gala.

El viacrucis de Juan David Manjarrés que tocó el umbral de la muerte y hoy, con los pies en la tierra, sueña con ser un grande en el toreo

Juan David Manjarrés, sin exageraciones, salió del túnel, creyó que se moría, padeció lo indecible, persistió, se tomó los medicamentos, se hizo ver de varios médicos, se sometió a varias endoscopias hasta que al analizar la helicobacter pylori le dio positivo.

Helicobacter Pylori es una bacteria que coloniza el estómago, y es la culpable en un gran porcentaje de las úlceras pépticas.

Alrededor de un 50% de la población mundial lo padece y puede estar subdiagnosticado.

A la fecha no se conoce el mecanismo exacto a través del cual el Helicobacter genera un proceso infeccioso.

Lo que sí se sabe es que esta indeseable y peligrosa bacteria puede transmitirse entre una persona y otra por contacto directo con saliva, vómito o materia fecal.

También el H. Pylori puede transmitirse a través de alimentos o agua contaminada.

Juan David Manjarrés pensó que el tratamiento sería algo sencillo y se encontró con una muralla, pues en 10 días debía ingerir 140 pastillas… Un calvario.

Quien me relata este viacrucis es el joven novillero vallecaucano Juan David Manjarrés, postrado en una cama, noches sin dormir, llorando, pidiéndole a Dios que mejor se acordara de él para que cesara ese sufrimiento.

El Dios en que este aspirante a torero cree le dio el alivio… HACE UNAS HORAS ha vuelto a la vida, ha conciliado el sueño, tiene nuevas ilusiones y prefiere volver a Colombia para pasar una temporada.

Aliviar las angustias, quitarse ese peso de encima, que son los dolores del cuerpo y del alma, reanimarse en este país que le vio nacer y crecer para retornar a España el próximo año y cumplir el sueño que de niño fue amasando como se acarician todos los sueños a esa edad: ser matador de toros, en su caso.

«Retornaré a España y al toreo a lo grande, quiero ir a Las Ventas y decir con capote, muleta y espada quién soy pues tengo mucha fe en mis posibilidades».

Según me han dicho mis mentores aquí, en España, don Luis Alvarez y ese forjador de disciplina el gran Currito Alvarez, modelo de disciplina y saber pues el toreo es arete pero también físico, disciplina, fervor, sacrificio y humildad y esos atributos los atesora este joven novillero colombiano que volvió del frío.


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