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Acertaron con el afiche de la feria de Sevilla

Los últimos carteles de la feria de Sevilla no llenaron las expectativas de profesionales y aficionados y el de este año es mas cercano a la fiesta, a esa Sevilla de callejuelas, de su Maestranza, de Curro Romero, de Belmonte y su Triana.

En el Salón de los Carteles de la Plaza de Toros de la Real Maestranza, y en un mediodía con temperaturas casi de primavera, se ha presentado el cartel que anuncia la temporada taurina en Sevilla. Su autor es el artista plástico Abraham Cruzvillegas (Ciudad de México, 1968) quien, vestido con el traje de charro, subrayó la relación entre “cultura y arte en la fiesta de los toros”. En el acto han intervenido, además del propio autor del cartel, el teniente de hermano mayor de la Real Maestranza, Santiago León Domecq, el delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Sevilla, Ricardo Sánchez, el empresario de la Plaza de Toros, Ramón Valencia, y el galerista Pepe Cobo.

Fue Pepe Cobo quien explicó las singularidades de la obra de Abraham Cruzvillegas, respecto de la trayectoria del autor mexicano y respecto de un cartel que se suma a la colección de carteles taurinos de la Real Maestranza. Una colección que este año cumple treinta primaveras, ya que, como recordó Cobo, esta costumbre a la hora de anunciar la llegada de la fiesta comenzó su andadura en 1994 gracias al pintor Juan Maestre. “Son treinta carteles ya. Por lo que podemos decir sin duda que esta es la mejor colección del mundo sobre carteles taurinos”, declaró el galerista, reseña el Diario de Sevilla

QUIEN ES EL AUTOR DE LA OBRA ?

abraham cruzvillegas

1968, Ciudad de México

El proceso artístico de Abraham Cruzvillegas se alimenta constantemente de su entorno. Sus proyectos se definen, más que por un medio específico, por su interrelación con la idea de autoconstrucción: un concepto derivado de las precarias e ingeniosas tácticas de construcción colaborativa de los vecinos de la colonia Ajusco, en donde pasó su infancia en la Ciudad de México. Cruzvillegas se apropia este término para describir un enfoque de improvisación inventiva  e inestable, que presenta el cambio como un estado permanente, y que surge de la naturaleza caótica y fragmentaria de la vida. Con el paso del tiempo, autoconstrucción ha dado lugar a nuevos enfoques como autodestrucción y autoconfusión. Estas exploraciones han llevado a Cruzvillegas a indagar en sus propios orígenes y a colaborar con su familia y amigos en una forma de investigación muy personal, que resulta en un constante proceso de aprendizaje sobre los materiales, el paisaje, la gente y sobre sí mismo.

A través de su obra —que incluye escultura, pintura, dibujo, instalación y video—, Cruzvillegas revela un compromiso constante y cercano con el mundo material y con la construcción y transformación continua de identidades personales y colectivas. Sus esculturas, hechas con una gran variedad de objetos que el artista acumula desordenadamente, desafían los cánones tradicionales de la creación artística. Sus pinturas y dibujos se caracterizan por una mirada incisiva y un fuerte sentido del humor, producto de su formación temprana como caricaturista político. En paralelo a su producción artística, Cruzvillegas ha cultivado la escritura como una herramienta de investigación y reflexión personal que fusiona historia, crítica y ficción. Sus letras de canciones y textos sobre arte, política y cultura son una dimensión añadida a su práctica estética.

Cruzvillegas estudió pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de 1986 a 1990, al tiempo que participaba en el «Taller de los viernes» con Gabriel Orozco, Damián Ortega, Gabriel Kuri y Dr. Lakra. En 2012, fue el quinto ganador del Yanghyun Prize y en 2006 recibió el Prix Altadis d’arts plastiques.

Abraham Cruzvillegas vive y trabaja en la Ciudad de México.

Felicidades maestro Curro. Cumplió 90

Uno de las leyendas vivas del toreo, Curro Romero, cumplió 90 años. En el titular he reseñado maestro Curro, No hace falta decir pero por si acaso nos referimos a uno de los grandes del toreo del siglo XX, Curro Romero a quien el poeta José León le dedica estas lisonjas :

«Que ya no huele a romero
Las tardes del Baratillo
No se asoma el Giraldillo
Pa ver al Faraón de Camas
Con su grana capotillo»
𝑱𝒐𝒔é 𝑳𝒆ó𝒏- «Adónde se fue la feria»,

Francisco Romero López, Curro Romero en los carteles, cumplió 90 años , convertido en un mito vivo del toreo y en una figura inconfundible del paisaje de la tauromaquia contemporánea.

Nacido el 1 de diciembre de 1933 en la localidad sevillana de Camas, se retiró en silencio de los ruedos tras torear un festival benéfico en La Algaba (Sevilla), un mano a mano con Morante de la Puebla, el 22 de octubre de 2000. Cerraba así una singular trayectoria que se había iniciado el 25 de julio de 1954, día de su debut en la plaza de La Pañoleta.

Curro lo celebra íntimamente: un almuerzo con Carmen, su mujer y compañera eterna, con su hija y con uno de sus grandes amigos, José María García, y su esposa, Montse Fraile.

No habían previsto nada especial, pero sus amigos han decidido viajar a Sevilla para felicitarle personalmente y fue una comida informal e íntima.

Con motivo de este 90 cumpleaños, se ha editado también un libro que recoge un paseo por su vida, casi un siglo ya, en la que ha habido de todo. Acompañado de Carmen Tello, acudía a la presentación de la obra ‘Aromas de Romero’, de la saga fotográfica Arjona. El acto fue presentado en el Teatro de la Fundación Cajasol de Sevilla por Juan Belmonte esta semana.

El momento cumbre de un cumpleaños es el pastel. Y si es con velas, mejor. Pero a Curro lo de soplar…:»Por gustarle no le gusta ni que le feliciten y ese día hasta desconecta el teléfono. Es un hombre muy discreto, reservado y tímido, aunque él me dice que más bien es prudente», matiza entre risas Carmen Tello.

Y este mito del toreo define así su paso fulgurante por los ruedos :  “Torear me producía sensaciones muy extrañas”.

A propósito de matadores precoces y toreros tardíos en la pluma de Alcalino

Ahora que se ha puesto de moda el niño torero Marco Pérez –acaba de debutar con
caballos— viene a cuento la cuestión de si es el toreo un arte que se deba empezar a
practicar desde una edad temprana, so pena de perder el tren que conduce al estrellato


en tan dura profesión. En un artículo admirable, el finado Antonio Caballero tocaba el
tema con insuperable agudeza, comparando el ejercicio del toreo con el de la música,
donde al parecer sí es absolutamente obligatoria una dedicación total desde la niñez,
mientras más temprano, mejor. Y qué mejor ejemplo que el prolífico y prodigioso W. A.
Mozart.


Pero repasando la historia de la tauromaquia, el imperativo de la edad no resulta tan
categórico, aunque sea indudable que algunas de las mayores figuras de la fiesta
empezaron muy precozmente aquello en lo que andando el tiempo habrían de sobresalir
como maestros consumados.


La edad digamos normal a la que los toreros toman la alternativa se puede situar entre los
18 y los 22 años. De acuerdo con esto, los casos de genuina precocidad son realmente
pocos, lo cual no significa que quien se doctoró cuando su edad estaba comprendida entre
los limites señalados no haya empezado a torear desde niño. Tampoco significa, por
supuesto, que empezar a torear desde pequeño garantice el advenimiento de una futura
figura, como lo evidencia que una mayoría de aspirantes, independientemente de la edad
a la que hicieran sus pininos en el arte de Cúchares, no llegan a consolidarse ni siquiera
como novilleros. Y, a la inversa, figuras importantes ha habido que alcanzaron el
doctorado cuando ya eran hombres hechos y derechos, de 23 años o más.


No obstante, vale la pena recordar cuáles han sido los casos de precocidad más notables
en la historia del toreo. Sin olvidar algunas alusiones a la circunstancia contraria.


Niños prodigios. Es fama que el genio torero de Francisco Montes “Paquiro” y Francisco
Arjona Herrera “Curro Cúchares” se manifestó cuando eran apenas unos críos, discípulo el
primero de la Escuela de Tauromaquia instituida en Sevilla por Fernando VII hacia 1830, y
el segundo en el matadero de San Bernardo de la misma metrópoli andaluza. Les tocó una
época en que había que escalar desde el grado de subalterno joven, bajo la protección de
algún matador reconocido, e ir ascendiendo a sobresaliente de espadas para, por fin,
alcanzar la alternativa. Ese, precisamente, fue el camino seguido por maestros históricos
del XIX como Rafael Molina “Lagartijo”, Salvador Sánchez “Frascuelo” o Rafael Guerra
“Guerrita”, por citar sólo a las figuras señeras del último tercio del siglo antepasado.
Gallito, Armillita Chico y Chicuelo. El primer adolescente en convertirse en matador fue el
gran Joselito –José Gómez “Gallito”–, que al recibir en Sevilla la alternativa de su hermano
Rafael (28.09.1912) contaba apenas 17 años, cuatro meses y veinte días, pues había
nacido en Gelves el 8 de mayo de 1895. Más joven aún, Fermín Espinosa “Armillita”
alcanzó el grado de doctor, pues había nacido en Saltillo el 3 de mayo de 1911 y no pasaba

de los 16 años, cinco meses y veinte días cuando Antonio Posada le entregó muleta y
espada en El Toreo de la Condesa (23.10.27). Tanto José como Fermín se habían iniciado
en el arte al lado de otros becerristas de su edad, Gallito en la Cuadrilla de Niños
Sevillanos, de la que su pareja, José Gárate “Limeño”, también llegó a matador, aunque su
carrera fue corta e intrascendente; y Fermín, a los 12 años, alternaba con otros pequeños
aspirantes como Manuel Vara “Varita” y Paco Gorráez, de los cuales solamente Paco tomó
la alternativa hasta en dos ocasiones sin pasar de medianía en el escalafón de la época de
oro del toreo en México.


El caso de Manuel Jiménez “Chicuelo” no es menos sugestivo. Como los dos anteriores,
procedía de una familia de fuerte raigambre taurina, hijo del diestro homónimo y sobrino
de otro modesto matador, “Zocato”, que a la prematura muerte del padre lo tomó en
adopción. A finales de la década del 10, hacían pininos por el campo bravo de Salamanca
un terceto de prometedores becerristas: Chicuelo había nacido en Sevilla, en las cercanías
de la Alameda de Hércules (15.04.1902), Juan Luis de la Rosa era jerezano y Manuel
Granero valenciano. A poco se les agregó un salmantino, José Amorós. Todos tomarían sus
alternativas bastante jóvenes, pero ninguno con tan poca edad como Manuel Jiménez, de
manos de Juan Belmonte y en la mismísima Maestranza sevillana (28.09.19), minutos
después de que en la efímera Monumental de la misma torerísima ciudad Joselito hiciera
matador al jerezano La Rosa. El gran Chicuelo contaba 17 años, cinco meses, 13 días.
Fermín Rivera, Pepín, Luis Miguel. Fermín Rivera Malabehar nació en San Luis Potosí el 20
de marzo de 1918 y en la temporada chica de 1935 en El Toreo su precoz torerismo
asombró a todo mundo, saliendo en hombros más de media docena de veces.


Naturalmente, eso le abrió las puertas de la alternativa, otorgada por su tocayo Armillita
el 8 de diciembre del mismo año, cuando contaba 17 años, ocho meses y 19 días. Unos
años después, al otro lado del Atlántico, el sevillano Pepín Martín-Vázquez Bazán –que
pudo ser primerísima figura y se quedó a medio camino por culpa de una terrible
cornada—se doctoraba en Barcelona apadrinado por Domingo Ortega (03.09.44), 27 días
después de cumplir los 17 años, pues había nacido en Sevilla el 6 de agosto de 1927.


Un caso atípico –como casi todo en él—fue el de Luis Miguel (González Lucas) Dominguín,
cuyo natalicio se registra en Madrid el 9 de diciembre de 1926, pues resulta que Domingo
Ortega le confirió una alternativa no válida en España en la plaza Santamaría de Bogotá
(23.11.40), por lo que habría matado su primer toro cuando frisaba apenas los 14 años.
Pero, como decía, fue una alternativa sin consecuencias prácticas, pues de vuelta a su país
hizo varias campañas novilleriles hasta que el propio diamante de Borox lo doctoró con
todas las de la ley en La Coruña (02.08.44), a sus 17 años, siete meses y 26 días.
Eloy Cavazos y Curro Rivera. De vuelta a México, nos encontramos con que Eloy Américo
Cavazos Ramírez, natural de Guadalupe, Nuevo León (25.09.49), que fue niño torero y
precoz as novilleril, recibió el doctorado de Antonio Velázquez en la Monumental de
Monterrey (28.09.66) tres días después de su cumpleaños número 17. Por su parte,

Francisco Martín Rivera Agüero –Curro Rivera—, hijo del maestro potosino Fermín Rivera,
representa el único caso de precocidad por segunda generación consecutiva dentro de la
misma línea familiar, pues habiendo nacido en México DF el 17 de diciembre de 1951,
recibió muleta y estoque de Joselito Huerta en Torreón (14.09.68) cuando aún no
alcanzaba la mayoría de edad, puesto que tenía 17 años, ocho meses y 27 días.
Emilio Muñoz y José Cubero “Yiyo”. Celebrado como niño prodigio cuando apenas
levantaba tres palmos del suelo, el trianero Emilio Muñoz Vázquez (Sevilla, 23 de mayo de
1962) se convertía en matador de toros de manos de Francisco Rivera “Paquirri” (Valencia,
11 de marzo de 1979) a la tierna edad de 16 años, nueve meses y 18 días. Posteriormente,
su carrera conocería toda suerte de altibajos, pero es indudable su proyección de figura en
varios tramos de la misma.



El malogrado José (Sánchez) Cubero “Yiyo” fue otro llamativo caso de precocidad; había
nacido en Burdeos, Francia (16.04.64) en el seno de una familia española, creció en el
barrio madrileño de Vallecas y recibió la alternativa en Burgos (30.06.81), otorgada por
Ángel Teruel, lo que significa que era ya matador a los 17 años, tres meses, 14 días.
Madrid lo consagró en la isidrada del 83, y la cornada mortal de “Burlero”, de Marcos
Núñez, lo hizo entrar en la leyenda cuando acababa de cumplir 21 años (Colmenar Viejo,
30.08.85).


El Juli, el más joven de todos. El caso más asombroso lo encarna Julián López Escobar “El
Juli”, nacido en Madrid el 3 de octubre de 1982, por lo que al recibir los trastos toricidas
que le entregó José Mari Manzanares en Nimes (18.09.98) aún no cumplía sus 16 años,
para lo cual faltaban exactamente 15 días. Eso lo convertía en el matador con alternativa
más joven de la historia –si hacemos a un lado aquel doctorado un tanto ficticio de Luis
Miguel en Bogotá–, estableciendo una marca que sigue vigente y que no podrá ser
quebrada por Marco Pérez, quien apenas prepara su primera campaña cuando al parecer
ya rebasa los 16 años.


Como contraste, los “viejos”. Pero el toreo es tan imprevisible en todos los órdenes que,
así como suele premiar la precocidad, también sabe consagrar a quienes pisaron ya
maduros sus arenas, siempre que muestren las cualidades necesarias para ser gente en el
mundo del toro. Unos cuantos casos notables pueden servir para ilustrarlo.
Ignacio Sánchez Mejías (Sevilla, 06.06.1891) tomará la alternativa con más de 27 años
(Barcelona, 16.03.19); Domingo (López) Ortega (Borox, 25.02.1906), con 25 recién
cumplidos (Barcelona, 31.03.31); el gaditano Rafael Ortega Domínguez con 28 años, dos
meses y 28 días (Isla de San Fernando, 04.07.1921 / Madrid, 02.10.49); su paisano Juan
García “Mondeño” (Puerto Real, 07.01.34) superaba también los 25, más dos meses y 22
días, cuando Antonio Ordóñez lo doctoró en Sevilla (29.03.59), y nuestro Rodolfo
Rodríguez González “El Pana” tampoco se cocía al primer hervor al cederle Mariano
Ramos muleta y estoque en el ruedo de la Plaza México (18.03.79), pues había nacido en

Apizaco (02.02.52), y por tanto llevaba ya 27 años, un mes, 16 días rodando por el mundo,
tendencia que lo acompañaría por el resto de su vida.

Ya es oficial. Ponce reaparece el 17 de mayo en Nimes

Enrique Ponce reaparecerá en la Feria de Pentecostés del Coliseo de Nimes el próximo 17 de mayo. Así lo ha anunciado oficialmente Simón Casas en su perfil de Instagram, en el que el empresario francés se dirige al torero de Chiva para anunciar lo que se venía cociendo.

Un día en Burgos, no apareció el maestro valenciano…Corrían los tiempos del Covid y no se ha vuelto a vestir de luces desde el 2021.

Pero él mismo dijo que no era un adiós definitivo y su reaparición está cada vez mas cerca. Ya no hay manera de esconder lo que era un rumor, la vuelta eso sí marcada por apariciones puntuales de quien ha ostentado un sitial en sus 30 años de alternativa.

Ya se sentó su apoderado Ruiz Palomares, hijo, con » los mandamases» de Madrid y Valencia Simón Casas y Rafael GARCÍA GARRIDO, según filtró el propio empresario francés. Y no solo hablaron del Real Madrid, desde luego.

No se descarta que una plaza americana también asista al acontecimiento del retorno vestido de luces de un maestro como Ponce. Ya se verá.

COMUNICADO DEL TORERO DE CHIVA SOBRE SU DESPEDIDA

«A quienes durante más de tres décadas me han acompañado», se dirige el torero, «lo primero que quiero es daros las gracias por su cariño y apoyo incondicional, en especial en este último año de pandemia en el que decidí defender la tauromaquia, tirar para adelante y devolverle al mundo del toro lo mucho que me ha dado».

«En este momento de mi temporada taurina 2021 he decidido hacer un alto en el camino y retirarme por tiempo indefinido», concluye el breve comunicado. 

Ponce toreó su penúltima tarde un sábado en Castellón. Cortó una oreja a la corrida de García-Jiménez y después del festejo se fue a cenar con Ana Soria, la joven almeriense con la que inició una relación el verano pasado, que le hizo protagonizar las portadas de la prensa rosa. 

Enrique Ponce se despidió «por tiempo indefinido» de los ruedos. A través de un breve comunicado en el que se dirigió «a quienes durante más de tres décadas me han acompañado», el diestro anuncia su retirada, una noticia que ha sorprendido en el mundo taurino. Ponce saltó el año pasado a las portadas de la prensa rosa tras comenzar una relación con una joven almeriense que puso fin a 24 años de relación con Paloma Cuevas, que a su vez hoy es la compañera del cantante Luis Miguel. La vida de Ponce y de la hija de Victoriano Valencia ha tenido en esto años un cambio de 180 grados. Por cierto, la pareja se conoció en una feria de Cali….Pero esa es otra historia.,

Enrique Ponce y Paloma Cuevas. 

La novedad es que Enrique Ponce se prepara para reaparecer. Una novedad relativa, pues
ya se contaba con que las figuras estelares de este siglo van y vienen, se retiran y
reaparecen sin solución de continuidad. La otra cara de la noticia es que a la gente ya le da
igual. Lleva tantos años viendo las mismas caras, los mismos gestos y las mismas formas
de hacer y reiterar el toreo que los que acuden a las plazas –menos cada vez—ni se
molestan en saber qué cartel les será ofrecido, pues con escasas excepciones todos son
intercambiables y ninguno suele aportar cosas nuevas al arte ni al interés del aficionado.
Hemos descrito un panorama que explica, al mismo tiempo, las razones de la frialdad que
actualmente priva en las plazas. Faenas que de otra manera resultarían meritorias y
plausibles, tales espectadores, contagiados de monotonía, las miran como quien ve llover.
Por eso las palmas, sólo por excepción provocadas por un entusiasmo legítimo, suenan
generalmente al final de la representación, como en el teatro o la ópera. Esto en los cosos
de culto, esos que marcan la pauta de la temporada, porque en ferias pueblerinas el
desorejadero es obligado, los lugareños asisten con los pañuelos prestos a agitarse no en
honor a logros y hazañas inmarcesibles, sino como autojustificación del elevado precio
desembolsado por la entrada o, en todo caso, como homenaje tácito a su propia y
autocomplaciente ignorancia. Se trata, pues, de un sistema claramente compensatorio:
los apéndices que con tanto esfuerzo llegan a cobrarse en las plazas grandes contrastan
con el alegre despilfarro que se da en las medianas o pequeñas.


El antes y el ahora. Se me dirá que esa ecuación nada tiene de nuevo, que la medida de
los triunfos, auténticos unos, relativos otros e insignificantes los más, siempre dependió
del dónde, el cuándo, e inclusive el quién. Pero nunca fue tan acentuada la diferencia
(hablo, por supuesto, de España). También es verdad que, salvo en épocas muy pretéritas
–“antes de la guerra”, en frase común–, las exigencias en cuanto a la edad y presentación
del ganado nunca fueron tan estrictas como ahora, sin que este detalle, que no es menor,
sirva para sacar de la nevera a los aficionados actuales. Si en Las Ventas el “7”, y la
precursora andanada del “8”, cumplieron en su momento con una función de
indispensable saneamiento frente a la deriva ética que venía sufriendo la tauromaquia,
acentuada con el advenimiento y los abusos de El Cordobés, hoy día, con el grueso de los
asistentes sumidos en la indiferencia y la desatención, el aporte de esos grupos otrora
vigorosamente alertas les reserva a menudo el triste papel de reventadores, a la caza de
toreros alejados de sus particulares gustos y preferencias, cuando no en alevosa venganza
contra quien se atreva a confrontarlos, como fue el caso de Roca Rey en el último San
Isidro. Torero, por casualidad, peruano. Para que la xenofobia, siempre latente, también
encuentre su lugar en el algoritmo (palabreja tan propia de este siglo proceloso).
Ires y venires. Volviendo a Enrique Ponce, cabe señalar que, si bien sus partidarios estarán
de plácemes, al grueso de la afición su alejamiento de los ruedos la tenía sin cuidado. Y,
por lo tanto, el anuncio de su vuelta se ha tomado con marcada indiferencia. A Ponce, con

sus pros y sus contras, todo mundo se lo sabe de memoria. Como a los también
reaparecidos Sebastián Castella, pese a sus notorios éxitos recientes, o Alejandro
Talavante, que extravió la creatividad que lo caracterizaba y se nos volvió solemne. Son
retornos que ni rompen la monotonía ni modifican sustancialmente nada.


Se me dirá que de despedidas, arrepentimientos y reapariciones está llena la historia del
toreo, desde los tiempos augustos de don Antonio Fuentes hasta los de Antoñete y José
Tomás. Si nos atenemos a México, las únicas figuras señeras que respetaron el anunció de
una retirada única y definitiva no pasan de dos: Rodolfo Gaona y Joselito Huerta; otros
adioses hubo asimismo irreversibles, pero lo fueron más por razones de edad que por otra
causa, como ocurriera con Pepe Ortiz, Solórzano padre, El Soldado e inclusive El Zotoluco.
Carreras de larga duración. Lo de la tendencia universal a las despedidas en falso es cierto
pero apenas cuenta la mitad de la verdad. Porque la verdad completa es que la trayectoria
profesional, insólitamente larga, de los diestros actuales, está relacionada, por un lado,
con una preparación física e inclusive psicológica que los de antaño no tenían, muchos de
ellos famosamente dados a la vida disipada y al jaleo. También cuenta el hecho de que
hoy los beneficios económicos se manejen fundamentalmente desde los despachos
empresariales, que los reparten a su conveniencia reservando el banquete para unos
pocos elegidos y las migajas para la inmensa mayoría, que puede incluir a diestros tan
considerables como Daniel Luque, Emilio de Justo, Manuel Escribano o Borja Jiménez, de
quienes nadie se explica por qué permanecieron relegados tanto tiempo mientras los de
siempre acaparaban ferias y carteles independientemente de sus méritos artísticos, la
mayor parte por pura resignación a unos honorarios discretos a cambio de su fácil
acomodo en las consabidas combinaciones feriales.


Pero está, por otro lado, una cuestión esencial, dado el uniforme comportamiento del
ganado actual, criado para no incomodar demasiado a sus lidiadores y elemento clave
para entender esa monotonía que mata la emoción del toreo al tiempo que libra de
sobresaltos mayores a los que cortan el bacalao.
El monoencaste. Un factor que explica la acentuada la uniformidad del ganado a lo largo
de este siglo es la imposición para los ases y sus protegidos de un cortísimo número de
hierros, procedentes prácticamente del mismo tronco. Es el camino que acabó por
prohijar el post toro de lidia mexicano pero trasladado al otro lado del Atlántico y con
animales mucho más voluminosos. Allá, como sucedió aquí en su momento, el
monoencaste está siendo acompañado por una plaga de indultos que, leído desde España
y Francia con los ojos puestos en México en clave histórica, no deja de ser una señal
bastante ominosa.


Lo anterior representa una vuelta de tuerca que antes no se había dado, por más que se
contara, a lo largo de nuestro siglo de oro del toreo, con la natural inclinación de los ases y
sus apoderados por el ganado más favorable. Ya El Guerra, en el declinar del XIX, admitía

su preferencia por las aplomadas moles de Veragua sobre los incómodos “mosquitos” del
Saltillo. Aun así, presionado más por la dura afición de su tiempo que por un espada tan
inferior al cordobés como fue don Luis Mazzantini, tuvo que contemporizar con el sorteo
matutino que puso coto a su voluntad soberana, expresada a través de sus amigos
ganaderos, que eran quienes designaban el orden en que habían de lidiarse sus reses.


Porque lo cierto es que hasta los mandones más mandones de la historia tuvieron que
enfrentarse a morlacos de muy variados encastes: predominaban los considerados más
suaves y favorables a sus intereses pero sin desdeñar divisas con fama de duras. De lo
contrario no se habría encontrado Joselito en Talavera con aquel “Bailaor” de doña Josefa
Corrochano viuda de Ortega, ni Manolete en Linares con “Islero” de Miura, ni Juan
Belmonte habría alcanzado algunos de sus triunfos más clamorosas con astados de la
temida divisa rojiverde. Varias miuradas despachó Pepe Luis Vázquez en la Real
Maestranza de Sevilla, que era su plaza, y hasta Luis Miguel Dominguín y Antonio
Ordóñez, tan bien arropados siempre, pecharon más de una vez con miuras,
pablorromeros y palhas, sin olvidar que en la famosa encerrona de Paco camino en
Madrid (04.06.70), entre los siete de esa tarde, figuraba uno de Miura, como encierros de
esa misma procedencia que despachó en Bilbao y en Valencia, donde también se las
vieron con astados del célebre hierro de la A con asas El Viti y nuestro Curro Rivera
(01.08.71).


Y, si viajamos a México, el propio Camino, en aquel histórico invierno de 1962-63, lidió,
sólo en la capital, astados de José Julián Llaguno, Mariano Ramírez, Valparaíso, Jesús
Cabrera, Mimiahuápam, Pastejé y Santo Domingo –es decir, Saltillo-Llaguno, Murube y
Parladé–, mientras Diego Puerta enfrentaba torazos de Torrecilla, Tequisquiapan y Las
Huertas, y El Viti se las veía con los de La Punta y Pastejé. Hasta El Cordobés, para su
confirmación e inmediata repetición en la México –fracasos sonoros ambos–, tuvo que
apechugar con sendos hatos de Ernesto Cuevas y Matancillas, aunque no por voluntad
propia sino por haber rechazado la autoridad los toritos a modo que le había reservado su
apoderado Manolo Chopera.


Ponce, en México y en España. Pero los tiempos cambian, y mucho. Así, el inminente
retornante Enrique Ponce hubo vez que le escurrió el bulto al reyeshuerta que le había
destinado el sorteo para incurrir en el incalificable irrespeto –a su dignidad torera y al
público de la México– de hacer que en su lugar se diera suelta, “por equivocación”, a un
novillote de Julio Delgado, con el consentimiento tácito de alternantes y autoridades y en
complicidad con Rafael Herrerías, su socio empresario en la Monumental (05.02.2003).
Pero esto ya es pisar los terrenos del divo de Chiva, en cuyo descargo habrá que decir que,
en su propio país, supo plantarles cara tanto a miuras (Linares, 28.08.97) como a
victorinos (Valencia, 07.10.95). Puede usted jurar, eso sí, que de ser cierta su reaparición,
no se le volverá a ver anunciado con tal tipo de divisas. Y puede ser que ni siquiera con
ganado de Valdefresno (Atanasio-Lizardo), de donde procedía aquel “Lironcito” con el que

alcanzó memorable triunfo en Madrid una tarde en que tuvo que olvidar su toreo
ventajoso e impostado para fajarse en serio con aquel veleto, correoso y de sentido
(27.05.96).

Contrastes en la última corrida en Acho. Devolvieron el sexto y el segundo sobrero se estrelló contra las tablas en medio de protestas de la afición limeña. Puerta grande de Castella (Escapulario de Oro ),y Emilio de Justo

( Imagen de la salida en hombros de Castella y De Justo cedida por el X del torero extremeño)

Hasta el quinto toro, la corrida de cierre en Acho iba normal .Dos puertas grandes aseguradas para Emilio de Justo y Castella y a la espera de Roca Rey que abrochaba la feria . Pero la sorpresa saltó como una liebre. El toro jabonero se cambió por problemas en su vista, salió el segundo sobrero ( reglamentario contar con dos ) y se estrelló contra las tablas. Evidentemente su descoordinación era evidente y comenzaron las protestas en los tendidos que no tienen por qué entender el curso de una corrida. Picaron al toro, lo banderillearon, el toro se derrumbaba y Roca cogió la muleta y cumplió con la suerte suprema mientras caían , como en tiempos del maestro Curro Romero, las almohadillas al ruedo en Sevilla como expresión de desaprobación y las gentes vociferaban porque querían ver a su torero Roca Rey cerrar la feria del señor morao como en sus grandes tardes pero no fue posible.

Roca apenas cortó la oreja del primero

Castella construyó una bella faena en su segundo toro, con matices de arte y diálogo esplendido con el toro. Mató eficazmente y dos orejas.

Eso sí más allá del enfado legítimo de los aficionados no pasó a mayores y Acho volvió a demostrar su ponderada educación.

Emilio de Justo cortó una y una con una toreria de viejos tiempos donde no faltaron tandas por ambos pitones, toreo por bajo, todo con eficacia y sentido de la lidia. Se fue al final en hombros en una noche cerrada sobre el viejo y grandioso escenario de una plaza que vivió tiempos de esplendor con Joselito, Belmonte, Manolete.

Esas cosas del toreo, siempre imprevisible, se posaron de mala manera en una tarde que se esperaba grandiosa pues cerraba la feria el torero mas importante de América, el peruano Roca Rey que se fue entre lagrimas ante las circunstancias adversas.

Eso sí os quedan dos faenas de lujo de un extremeño y un francés. Gracias Emilio de Justo, mil gracias Sebastián Castella.

Roca en su primero dejó destellos de su tauromaquia pero no fue el mejor día para el limeño que no pudo abrochar con esa brillantez de su tauromaquia pues el sexto y sexto bis no lo permitió. Imponderables….

El Consorcio América lo intentó todo. A veces los mejores procesos se estrellan con los imponderables. Quién apostaba porque un toro saliera con la vista con problemas y su sustituto se estrellara contra las tablas.

Se lidiaron toros de La Viña, San Pedro y El Olivar.

Se cierra hoy la feria taurina en Acho organizada por el Consorcio América Taurina.

CASTELLA SE LLEVA EL ESCAPULARIO DE ORO

Sebastián Castella se ha alzado con el ‘Escapulario de Oro del Señor de los Milagros’ de Lima, que le reconoce como triunfador de la temporada 2023 en Acho. El diestro galo cortó dos orejas en la última corrida de la feria, tras una faena rotunda y templada.

Por otra parte, el ‘Escapulario de plata’ al mejor toro ha recaído en ‘Lucumo’, lidiado en segundo lugar por Joaquín Galdós en la corrida inaugural. El astado de El Olivar, con el nº 271, jabonero y con 503 kilos, fue premiado con la vuelta al ruedo. 

EL SORTEO

Sebastián Castella, número 263, Tocayo de nombre y 470 kilos.

El francés cierra con el cuarto de La Viña , número 2

El matador Emilio de Justo lidia segundo y quinto.

El segundo, Perorito, numero 228 de El Olivar con 484 kilos.

El quinto de San Pedro,381, Pequeño de nombre y con 468 kilos

Cierra el peruano Roca.

El tercero, Forjador de nombre con 460 kilos de El Olivar

Y la feria culmina con la lidia del sexto, el número 417, Sabanero 492 kilos

El primero sobrero es de Paiján un castaño con 491 kilos, Aturdido de nombre

Y el segundo sobrero con 462 kilos, Tinajero de San Pedro.

Tres valores de la tauromaquia, un francés, Castella , un extremeño, Emilio de Justo y un suramericano de tronío, la figura Roca Rey hará el paseillo a partir de las 3 y 30 de la tarde.

Los toros de las ganaderías peruanas de Paiján y San Pedro.

PAIJAN con vertiente, entre otros hierros, el de don Jerónimo Pimentel

Nos cuenta Pablo Gómez de Barbieri

En Paiján, al norte de Trujillo, Aníbal Vásquez Nacarino, su esposa Lucy de las Casas y su hijo Aníbal llevan tres hierros: Paiján, La Viña y El Olivar. Crían por separado toros de encaste Santa Coloma –lo original de Paiján, de procedencia Paco Camino− y reses de Parladé Domecq, en las que se entrecruzan la líneas de La Viña –provenientes de lo original de Víctor Montero (Conde la C orte y Parladé); aquello que se indultaba por sí mismo, los torease quien los torease, en los noventa−, sangre de Huagrahuasi de Cobo, de Ecuador y un aporte genético de El Paraíso de Jerónimo Pimentel, de Colombia. Los Vásquez adquirieron el antiguo hierro de La Viña (el círculo cruzado por la diagonal) y luego, los descendientes de Celso Vásquez (emparentados con Aníbal hijo, por los De las Casas) le cedieron a este el hierro de El Olivar, ganadería peruana de comienzos del siglo XX.

FOTO: PABLO JAVIER GÓMEZ DEBARBIERI ENTRE LA VEGETACIÓN. En Paiján, los novillos pastan en un potrero.

FOTO: PABLO JAVIER GÓMEZ DEBARBIERI

GANADERIA DE SAN PEDRO

El matador colombiano Cristóbal Pardo es uno de los toreros que ha indultado un toro de esta divisa peruana que cuenta con este palmarés

Premios

Indultos
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AÑO 2016 (27-03-2016)

N° Toro: 309-SP (San Pedro)
Nombre: NORTEÑO
Lugar: TOROKUNA -LIMA
Festividad: Apostol Santiago de Incuyo-Residentes Lima
Matador: Alfonso de Lima (Perú)

AÑO 2013

N° Toro: 325-SA (Salamanca)
Nombre: JUNCO
Lugar: CHOTA
Festividad: San Juan Baustista
Matador: Matias Tejela ( España)

N° Toro: 134-SP (San Pedro)
Nombre: LAVADERO
Lugar: SICAYA
Festividad: Santo Domingo de Guzman
Matador: Juan Carlos Cubas (Perú)

N° Toro: 271-SP (San Pedro)
Nombre: RATONCILLO
Lugar: CANTA
Festividad: Señor de los Auxilios
Matador: David Esteve (España)

AÑO 2012

N° Toro: 61-SP
Nombre: MENSAJERO
Lugar: SICAYA
Festividad: Santo Domingo de Guzman
Matador: Juan Carlos Cubas (Perú)

N° Toro: 76-SP
Nombre: RECOVERO
Lugar: RECUHAY
Festividad: Señor de Burgos
Matador: Fernando Villavicencio (Perú)

N° Toro: 39-SP
Nombre: PESETERO
Lugar: CANTA
Festividad: Feria Mariscal Chaperito
Matador: Carlos Ramírez (Perú)

AÑO 2010

N° Toro: 428-SP
Nombre: MANANTIAL
Lugar: MATARA
Festividad: Feria San Lorenzo de Matara
Matador: Juan Carlos Cubas (Perú)

AÑO 2009

N° Toro: 369-SP
Nombre: VERANERO
Lugar: BAMBAMARCA
Festividad: Feria Virgen del Carmen
Matador: Thomas López (España)

N° Toro: 368-SP
Nombre: RECOVERO
Lugar: CAJABAMBA
Festividad: Santísima Virgen del Rosario
Matador: David Gil (España)

AÑO 2008

N° Toro: 249-SA
Nombre: ALGARROBO
Lugar: TACABAMBA
Festividad: Feria del Señor de la Misercordia
Matador: Fernando Roca Rey (Perú)

N° Toro: 304-SP
Nombre: GITANO
Lugar: MATARA
Festividad: Feria San Lorenzo de Matara
Matador: Juan Carlos Cubas (Perú)

N° Toro: 284-SP
Nombre: CHINO
Lugar: MATARA
Festividad: Feria San Lorenzo de Matara
Matador: Fernando Roca Rey (Perú)

AÑO 2004

N° Toro: 123-SP
Nombre: PRODIGIOSO
Lugar: HUAMACHUCO
Festividad: Feria Virgen de Alta Gracia
Matador: Cristóbal Pardo (Colombia)

El mausoleo de Joselito puede salir del cementerio de San Fernando de Sevilla. El abogado Moeckel busca alternativas par evitar un desaguisado con la escultura de Benlliure

Nos cuenta Jesús Bayort que el Ayuntamiento de Sevilla le pide a los herederos de Joselito e Ignacio Sánchez Mejías que paguen la tasa de renovación so pena de que esa hermosísima Obra del maestro Benlliure, y nunca mejor expresado » se vaya a otra parte «.

Me he quedado de piedra. Cómo es posible que el Ayuntamiento y la Consejería de cultura se desentiendan de la conservación del mas grande homenaje al maestro de Gelves.

No hay garantías de futuro para ese impresionante mausoleo creado por el maestro valenciano.-

EL ABOGADO JOAQUIN MOECKEL INTERCEDE PARA EVITAR UN ESTROPICIO.

El abogado Joaquín Moeckel está dispuesto a promover una campaña popular para restaurar la joya escultórica que Mariano Benlliure esculpió tras la muerte de José Gómez Ortega ‘Gallito’. El asesor jurídico de la empresa Pagés y de numerosos profesionales del mundo taurino ha reaccionado rápidamente a la noticia publicada este viernes por ABC de Sevilla, donde se ha informado de los problemas de conservación que afronta el mausoleo.

Joaquín Moeckel se ha puesto en contacto con un grupo de restauradores especializados en el tratamiento de este tipo de esculturas para solicitarles información y presupuesto de la posible intervención que necesite la obra. El reconocido abogado ya tomó en su momento el cubo y la bayeta para limpiar con sus propias manos el monumento dedicado al Faraón de Camas, Curro Romero, tras un acto vandálico que lo dejó pintado de ‘sangre’ y ante «la desidia del Ayuntamiento de Sevilla, que dijo que iba a limpiarlo pero que no ha hecho nada».

Ignacio Cossio nos describe este monumento que hoy nadie quiere en el Ayuntamiento sevillano :

 ¡Que gran obra del valenciano Mariano Benlliure!, cómo refleja el dolor de un pueblo, el espíritu gitano de los que ven muerto a su ídolo, y al que transportan a su última morada compungidos y sabiendo que con él se iba algo más suyo, no en balde José era hijo de payo y gitana. Su postura yacente en piedra blanca destaca con fuerza entre el bronce apagado por las lluvias. José, tendido sobre su propio féretro, arropado por cinco flamencas, una niña, cuatro niños y ocho hombres conocidos que gimen su ausencia desgarradora. Benlliure, con sus buriles, supo ahondar en el misterio de la Fiesta. El rito sagrado de la muerte, la eterna danza de la literatura medieval, que solo él hizo pintura y escultura destacan en esta obra sobremanera. De entre los que le portan su querido amigo el ganadero sevillano Eduardo Miura, bisabuelo de los actuales ganaderos, encabeza la procesión de corto con sus espuelas redondas junto a una gitana que porta entre sus brazos la Señora Esperanza Macarena. Allí, junto a José descansa su hermano mayor Rafael ‘El Gallo’, su sobrina la recitadora Gabriela Ortega y su cuñado Ignacio Sánchez-Mejías, culpable máximo de la realización, que costeó este mausoleo y el patriarca de esta casa que hoy es propietaria de la llave del panteón familiar. ‘Bailaor’, de la viuda de Ortega en Talavera de la Reina, tras su espantosa muerte cuando contaba con tan sólo veinticinco años de edad, nos lo trajo a Sevilla.

     Al fondo de la plazuela está el mausoleo de los Pablo-Romero y junto a él la calle San Teófilo con sus tres grandes diestros: Manuel García Cuesta ‘Espartero’, con sus columnas de mármol romanas partidas para y por el arte. ¿Señal masónica de la muerte? Fruto y consecuencia de su valor espartano hasta su última cita en Madrid con ese toro colorao ojo de perdiz de nombre ‘Perdigón’ que le quitó la vida con tan sólo veintinueve años de edad. El poeta de las marismas, Fernando Villalón, describe con realidad asombrosa su funeral en los últimos versos de su ‘Poemas del 800’: «De negro los mayorales y en la fusta un lazo negro, mocitas las de la Alfalfa; mocitos los pintureros; negros pañuelos de talle y una cinta en el sombrero. Ocho caballos llevaba el coche del Espartero».

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     La figura del torero Manolo González se nos aparece de improviso con sus zapatillas, fundón de estoque, capote de paseo y hasta un pentagrama de bronce de su pasodoble con letra de Alfredo Pérez, Juan Antonio Camas y música y arreglo de Manuel Rojas. En el mausoleo hay un niño erguido y desnudo junto a una bola dorada y con el epitafio: «Oh lento instante, oh delicado esfuerzo, oh sabia precisión tan deseada, oh feliz abandono de la lucha, vencida ya la muerte en el reposo». Con treinta y nueve años murió de un derrame cerebral.

     Por último, en esa calle destaca la tumba del Pasmo de Triana, Juan Belmonte, junto a unas rosas silvestres que nacieron ya hace algún tiempo a sus pies. Su mausoleo respira aires austeros con esa pequeña cruz concaveada de mármol negro, presidiendo su tumba al estilo más moderno llena de relieves y oquedades. Con la misma austeridad que su muerte voluntaria acaecida en su finca utrerana de ‘Gómez Cardeña’, seis días antes de cumplir setenta años.

Don Jacinto Benavente y Lagartijo

  Por Jacinto Benavente. 

   En el día primero de este mes se cumplieron 50 años de la muerte de gran cordobés Rafael Molina, Lagartijo. No seremos ya muchos los que podemos decir que le hemos visto torear. 

   Cuando yo pude verle, yo estaba en lo que pudiéramos llamar su segunda época. A los bríos y arrogancia juveniles, que no le faltaron, según atestiguaban los que le habían conocido antes, había sucedido en su arte una laudable prudencia, y había que esperar una corrida y otra para que algún destello de aquellos bríos y arrogancias nos diera testimonio de que había existido. La sabiduría, eso sí, se mostraba siempre, que la sabiduría resplandece más clara en la prudencia que en la temeridad. Lo difícil en la prudencia es dosificarla. Cargada la dosis, puede confundirse con el miedo, peligroso sucedáneo de la prudencia, y recargada con la despreocupación, que puede llegar a la desvergüenza. Lagartijo no dosificaba siempre con mesura estos ingredientes. 

   Por este preámbulo habrá comprendido el más torpe que yo, en aquel tiempo, era frascuelista como casi todos los madrileños. Frascuelo era el torero del pueblo y de la aristocracia. Lagartijo el de la clase media. En honor a la verdad, los frascuelistas éramos más transigentes y comprensivos. Aplaudimos a Lagartijo en sus tardes triunfales y no éramos los que más nos enfadábamos en sus tardes desdichadas. Los lagartijistas, en cambio, rara vez aplaudían a Frascuelo y se lo negaban todo, hasta el valor, que para ellos era ignorancia o barbaridad.

   Lagartijo, como todo artista genial, era inesperado y sorprendente. Con un toro claro, fácil, cuando se podía esperar una brillante faena estaba desdichadísimo. Y con un boyancón, marrajo y duro, cuando todo el mundo pensaba:

   –Aquí va a ser ella. 

   Lagartijo con su arte supremo, hacía del buey lo que le daba la gana y volvía locos a sus partidarios y le aplaudíamos los frascuelistas. Su habilidad como estoqueador era proverbial. Las medias estocadas de Lagartijo han pasado a la historia. Con su habilidad de banderillero arqueando el brazo, cuarteando, acertaba a colocar el estoque en tan buen sitio, que con menos de media estocada bastaba para dar muerte al toro.

   Como banderillero, eso sí, era maravilloso. El que no haya visto banderillear a Lagartijo no ha visto banderillear. Era, como decía Fray Luis de León del estilo de Santa Teresa, la misma elegancia. En el toreo de capa también era extraordinario. De sus largas también se llevó el secreto. Entonces no se prodigaba el toreo de capa. Con haber visto muchas veces a Lagartijo, creo que sólo dos o tres veces le vi abrirse de capa y torear por verónicas y navarras. Los quites los hacía casi siempre a punta de capote. Se ha hablado mucho de la elegancia de Lagartijo, el quid de su elegancia consistía en que, si alguien le hubiera dicho que era elegante, él hubiera preguntado:

   –Y, ¿qué es eso?

   Por eso era elegante, sin asomos de afectación.

   Para muestra de cómo han sido siempre los aficionados a toreros, no a toros, y hasta dónde llegan sus apasionamientos, parecía lo natural y lógico que al retirarse Lagartijo sus partidarios lo fueran del Guerra, que era su continuador y discípulo más cualificado, con la ventaja de ser joven y repleto de facultades. Pero como los lagartijistas no perdonaban al Guerra que por él hubiera anticipado Lagartijo su retirada, todos se hicieron esparteristas. El toreo y el arte de Espartero que era lo más opuesto a los de Lagartijo, que le calificó de un muerto vestido de máscara. Con esto está dicho de lo que tendría Lagartijo el toreo del Espartero. 

   Algo parecido ocurrió con los partidarios de Ricardo Bomba. También fuera lo natural y lógico que hubieran trasladado sus entusiasmos a Joselito; pero como también creían que por Joselito había anticipado bombita su retirada, trasladaron sus amores a Belmonte, que se parecía a Ricardo como el Espartero a Lagartijo. 

   De la competencia entre Lagartijo y Frascuelo tengo un vivo recuerdo. En una temporada de Madrid no había figurado Lagartijo en el cartel de abono y sí Frascuelo. Los lagartijistas aprovechaban cualquier ocasión de aburrimiento para gritar en la plaza:

   –¡Viva Córdoba!

   En un día de San Bernardo había habido en Aranjuez una corrida de toros de Veragua, con Lagartijo y Guerrita como matadores. Lagartijo mató los cuatro primeros toros y Guerrita, que aún no había tomado la alternativa, los dos últimos, en clase todavía de novillero. Los dos estuvieron muy lúcidos, y Lagartijo tuvo una de sus mejores tardes de sus últimos tiempos. Al día siguiente era domingo, había corrida en Madrid y toreaba Frascuelo. Los toros eran de don Félix Gómez. Unos toros que ahora parecerían cosa del otro mundo. Desde el principio de la corrida, los partidarios de Lagartijo, envalentonados con el triunfo de su torero en Aranjuez en el día anterior, prodigaron «¡viva Córdoba!». Llegó la hora de matar al primer toro. Frascuelo mandó retirarse a la cuadrilla. Se quedó solo, llevo al toro al centro de la plaza y con tres o cuatro muletazos de aquellos duros, secos, de su especialidad, lo dejo cuadrado. Lió la muleta, como era su costumbre y cerca, muy cerca, y despacio, muy despacio, como si el toro fuera un enemigo personal, como en un duelo a muerte, se dejó caer con el más formidable volapié que puede soñarse. El toro rodó, como en el romance se dice: 

Los pies que la tierra hería 

vuelven sus plantas al cielo. 

   En toda la tarde no volvió a oírse un «¡viva Córdoba!».

Jacinto Benavente. Madrid, 23 de agosto de 1950

( Gracias a Dominguillos que recuperó este artículo de don Jacinto Benavente y Martínez (1866-1954) Fue un dramaturgo, escritor, productor y guionista de cine español. Se destacó por su interés en el buen uso del idioma. Además, se le conoció por abarcar los diferentes géneros dramáticos en sus distintas obras teatrales ).

Lima hierve de entusiasmo por su feria del «Señor Morao» en el antiquísimo Coso de Acho

El domingo se abre una nueva ilusión en América. Es la antiquísima plaza de Acho que existe desde el siglo XVIII y en la que actuaron entre otros Joselito, Belmonte y Manolete.

“Sin duda, este es el mayor reto de mi vida”, dice a Caretas Juan Antonio Roca Rey, que hace parte del nuevo equipo gestor de la Feria del Señor de los Milagros (29/10 y 05-11-12/11). “Es una responsabilidad muy fuerte, ya sea desde la organización como también del lado familiar, pues mi abuelo y padre han sido organizadores de la Feria años atrás y ahora estoy tomando la batuta, que asumo con responsabilidad e ilusión”.

Juan Antonio sabe muy bien que alrededor de la fiesta brava hay muchos prejuicios. Al respecto, señala que “la fiesta brava es parte de nuestra tradición cultural. Gracias al momento de Andrés Roca Rey, muchos jóvenes se vienen interesando en el toreo. En la corrida hay una muerte, cierto, pero defendemos nuestro punto de vista porque sabemos que no hay ningún maltrato animal, que es un punto que alegan los antitaurinos. Pero lo que no se dice es que sin la corrida de toros, los toros de lidia dejarían de existir. Estamos poniendo estos argumentos a la mano para empezar a borrar estas leyendas y mitos urbanos que hay alrededor de la tauromaquia”.

Número uno en el mundo. Andrés Roca Rey se encuentra de paso por Perú para constatar la calidad de los toros de lidia y encontrarse con la afición taurina de las provincias. Andrés, haciendo un alto a su recargada agenda, realizó una sesión fotográfica exclusiva para CARETAS. Andrés tendrá dos presentaciones en la Feria del Señor de los Milagros. (FOTO: VÍCTOR CH. VARGAS).

Desde niño, el contacto de Juan Antonio con los toros le ha permitido forjar una convicción: “No vamos a ver la muerte del toro, sino a contemplar el arte del torero y la bravura del toro”, además, “es una experiencia, llegas al mediodía y uno se encuentra con amigos, hay buena música y buena comida antes de la corrida, y luego de la faena cada persona tiene conceptos distintos y en esa discusión sale a flote la gran cultura de la tauromaquia”.

Pese a la prohibición de SENASA de importar toros de lidia de España debido a una enfermedad hemorrágica epizoótica, Juan Antonio precisa que “hemos comprado las mejores ganaderías actuales en Perú. La ganadería peruana tiene prestigio, sus toros sí embisten, pues bien, armar una feria tiene un costo elevado, pero este año hemos bajado el precio de las entradas y hay facilidades para pagarlas en cuotas. Ir a los toros no es como ir al cine o al circo”.

Juan Antonio vuelve a la carga: “Hay gente que está en contra sin saber el porqué está en contra. En las ganaderías se trata al toro de lidia de la mejor manera, viven mejor que los toros de engorde. Hace falta información. Hay que probar antes de criticar, solo así puedes tomar una posición”.

Palabra de Roca Rey.

Y ESTAS SON LAS GANADERIAS QUE SE LIDIARÁN A PARTIR DEL DOMINGO

La México, cerrada, en una mirada de Alcalino al antes brillante emporio del coso más grande del mundo

¿Puedes creer, lector amable, que lo escrito aquí siete días atrás acerca de los públicos de Las Ventas, Sevilla y la Plaza México despertó controversias, discrepancias y adhesiones? Pues comienza a creerlo porque sucedió. Lo que para el escribiente era una simple mención, al paso, de ciertas observaciones personales registradas en su ya larga y gastada memoria, trajo a mi correo bastantes más respuestas y opiniones de las habituales, que suelen ser pocas. Agradezco, desde luego, que señores como don Nicanor Cataño, Carlitos Pavón o Toño Casanueva se mostraran acordes con mis puntos de vista, pero las expresiones de incredulidad que asimismo recibí me tientan a volver sobre el tema de aquella afición que por décadas llenó la Plaza México, y a la cual sigo considerando como lo más cercano a lo que desde mi particular perspectiva debe ser un público de toros bien informado, atento y ecuánime, pero no por ello menos apasionado, receptivo y alerta.


Sin más trámite paso a transcribir los testimonios de reconocidas personalidades de la crítica y la literatura taurinas, tanto mexicanos como europeos. Y de dos importantes figuras del toreo español, expresándose libremente no en México sino en su propio país.


Luis Bollaín (1951). Su sólido prestigio y vastos conocimientos, acreditados desde los tiempos de Juan Belmonte, están fuera de toda duda. Don Luis Bollaín, escritor y cronista sevillano, comentó así el fracaso de Miguel Báez “Litri” cuando se presentó en la Plaza México en la temporada 1951-52: “… Lo aleccionador es que “El Litri” ha fracasado en México haciendo lo que le ha dado el triunfo en España (…) Yo, después de leer y releer las noticias en detalle, me golpeo la cabeza a ver si estoy despierto. De manera que, en México, “El Litri” muleteó dentro de sus características, citó de lejos, toreó largamente al natural, dio manoletinas mirando al tendido, se hincó de rodillas, volvió la espalda al toro, abandonó muleta y estoque… ¡y tuvo dos fracasos rotundos! ¿Qué es esto, Dios santo? No, no hay lugar a engaños: el ejercicio torero por el que los tribunales españoles otorgan a diario a Miguelito matrícula de honor, arranca del tribunal mexicano –¡anda, y decían que allá no sabían de toros!—unas voluminosas y espectaculares calabazas (…) En México, haciendo “Litri” el “litrismo” integral, todo han sido protestas. Es curioso tener a la vista una foto del “Litri” en la capital azteca, obtenida en el momento justo de ponerse el torero de espaldas al toro sin estoque ni muleta, y sería aleccionador comparar las reacciones del público de aquí con el de allí ante idéntico trance: aquí, el histerismo; allí, la repulsa airada, viril y enérgica contra lo que ni es toreo, ni es arte, ni encierra belleza, ni es exponente de valor.” (Esto, 18 de abril de 1965; columna “Con la Puntilla… del lapicero”, de Juan de Marchena).


Juan de Marchena (1965). El mejor juez de Plaza que ha tenido la México fue además cronista de fuste, tan sólidos sus conocimientos taurinos como su buen estilo literario, no en balde hermano del celebrado poeta tabasqueño Carlos Pellicer. Al juzgar a Manuel Benítez “El Cordobés” –que tras dos sonados fracasos en la México supo rehacerse y triunfar–, encomia sobre todo la calidad del público capitalino: “La afición mexicana tiene indiscutible fuerza, demostrada en muchas ocasiones. Y lo ha ratificado, de modo rotundo, en el caso de “El Cordobés”, cuyas actuaciones, juzgadas con energía y con excepcional conocimiento, deplorables en sus dos primeras corridas, culminaron en la tercera, pues Manuel Benítez se dio cabal cuenta de que la afición mexicana merecía el máximo esfuerzo de su parte y así tuvo que hacerlo el torero de Córdoba, entregándose constantemente y más a la hora de matar. Y conste que, “El Cordobés”, cuando de matar se trata, ni se entrega ni acierta ni nada. Fue el público capitalino, uno de los mejores del mundo, el que logró que Manuel Benítez se pusiera a la altura de ese público (…) A “El Cordobés”, la afición mexicana lo obligó a torear toros, a torearlos de verdad y a matarlos magníficamente. No hubo andares cavernarios, ni desplantes de rodillas ni cabezazos en el testuz ni otros números de pantomima. En la tarde de su triunfo, “El Cordobés” mereció las ovaciones y los trofeos, y en las de sus fracasos, las broncas justicieras.” (Esto, 7 de marzo de 1965).


Claude Popelin (1966). Escritor francés de probado prestigio, Popelín viajó dos o tres veces a México para que no le contaran cuentos taurinos y diestros interesados. Así vio y juzgó al público de nuestra plaza Monumental: “Aunque el Toreo (de Cuatro Caminos) se aparenta a las clásicas plazas hispánicas, mi preferencia –lo confieso—está con la México. La razón es muy sencilla: perteneciendo al Distrito Federal está sometida al control de su regente, el muy respetado señor Ernesto P. Uruchurtu. Desde que hace diez años ejerce sus altas funciones, impone con una escrupulosidad admirable el estricto respeto del reglamento, rechaza el ganado demasiado joven y proscribe a rajatabla el afeitado. Gracias a su vigilancia se pueden presenciar corridas auténticas y a un costo muy razonable, pues teniendo en cuenta el aforo considerable de la plaza se ha opuesto terminantemente a toda elevación al precio de las entradas. Por ver una novillada de postín he pagado el equivalente a 125 pesetas (unos 30 pesos) por una barrera de tercera fila, confortablemente arrellanado en uno de esos sillones que K-Hito deplora que no hayan llegado aún a las plazas españolas. Con precios tan modestos, la asistencia conserva su inspiración popular y no se aburguesa.


¿Quién se atrevería a decir que a los mejicanos les falta entusiasmo? No dejan nunca de jalear los primeros compases del pasodoble que abre ritualmente el paseo y ha adquirido la jerarquía de un himno a la Fiesta Brava. Los toros que se lidian en La México –especialmente los oriundos de la ganadería de San Mateo, sangre saltillera—salen con mucho gas y acometen con bravura a los picadores. Se les tacha de acabar bastante quedados… pero comparado con el aflojamiento del poder de los toros que sufrimos hoy en España, no hay diferencia notable. Y aun así, los bichos mejicanos conservan su nervio, se defienden, cabecean y resultan peligrosos, como lo atestiguan frecuentes cornadas.


Sin duda el predominio de los aficionados de solera en las plazas responde por esta buena orientación de la lidia. Los subalternos –me consta—son conocidos en los tendidos y no salen a clavar de cualquier manera sino como Dios manda, recogiendo muestras de agrado que alientan su talento. Gusta sobremanera el torero artista y valiente, y si se le pierde el respeto al toro o se vulgariza el toreo el público se desentiende de la faena. No estalla la música para acreditar la idea de que se está presenciando una supuesta epopeya, sus únicas intervenciones son las “dianas”, alegres y cortos ritornelos que subrayan la actuación excepcional de un torero, y sólo bajo autorización del “juez”. Tampoco ha llegado aún a Méjico capital la propensión a cortar orejas abusivas, y basta que el matador no se haya tirado bien a matar para que lo paren cuando inicia una vuelta al ruedo, la cual –detalle curioso– se emprende por la derecha y no por la izquierda, como en España.


El torero goza en Méjico de un respeto y un afecto muy especiales. Da igual que sea nacional o forastero. A los “artistas” el público es capaz de perdonarles muchas tardes grises con tal de volver a presenciar alguna de sus apoteosis (…) ejemplo de ello es Cagancho, que ha elegido seguir viviendo allí. El mejicano tiene, sin duda, un justificado orgullo de su patria; pero como todo buen aficionado sabe, en materia de toros, rendirse con el más noble entusiasmo ante el valor y el arte (…) Me sumaría sin vacilar al decir de “Pedrés”: “¡Sevilla y Méjico son, hoy día, las mejores aficiones del mundo!” (El Ruedo, semanario. Madrid, 4 de enero de 1966)
Hay que aclarar que Pedro Martínez “Pedrés”, figura en España, en México toreó poco y con escaso éxito. Lo que confiere doble valor al referido punto de vista suyo.
Pepe Luis Vázquez y El Viti (1987). Ese año, Espasa-Calpe publicó un libro de entrevistas en el que Francois Zumbiehl dialoga con algunos de los más connotados maestros del pasado. Recojo las impresiones de dos de ellos, Pepe Luis Vázquez, el insigne artista sevillano, y Santiago Martín “El Viti”, una de las figuras más importantes de los años 60-70, ambos con gran cartel en el México de su tiempo.


Pregunta Zumbiehl a Pepe Luis: “¿No se ha sentido más a gusto en ciertas plazas, como Sevilla o Madrid?” Ojo con la respuesta del torero de San Bernardo: “Sí, porque en esas plazas, cuando menos lo esperas, o cuando has puesto algún sentido , has visto que la gente ha reaccionado en la medida en que tú deseabas. Eso me ha pasado también en México. Allí, en algunos momentos, el público ha reaccionado con más precocidad que en España. En la época en que yo iba, cuando se hacía una cosa con verdadera categoría, la gente allí bramaba, se encendía de momento, y eso es bonito para el artista porque ve que le responden a la par que él va reaccionando con el toro”. (Zumbiehl, Francois. El torero y su sombra. Edit. Espasa-Calpe. Madrid, 1987. p. 69).


Y aquí el diálogo entre el autor y El Viti: “Santiago, ¿qué han significado para ti, a lo largo de tu carrera, las diferentes plazas o los diferentes públicos? La respuesta del maestro salmantino es larga, pero entresacamos su opinión sobre lo que significaba para él torear ante el público de la México: “En México eran mi preocupación y mi responsabilidad tan grandes, que no las superé tal vez hasta el segundo año, como me ocurrió también en Sevilla.” (íbid, p. 192)… “¿Los toros con los cuáles no he podido? Uno en Bilbao, otro en México, otro en Salamanca, otro en Madrid y otro en Valencia.” (íbid, p. 203). El que nos compete debe haber sido “Coralito” de Reyes Huerta, quinto de la tarde en la inauguración de la temporada 1969-70 en la Plaza México, un castaño endemoniado que hirió a un subalterno y trajo a El Viti por la calle de la amargura (07.12.69).


Corolario. Considero que, con estos testimonios, el lector se habrá dado una idea de lo que era, valía y pesaba el público capitalino en la época señalada. Y conste que no añado ni quito nada a los elocuentes testimonios de personajes cuya competencia e imparcialidad no se puede poner en duda.

TAUROMAQUIA. Alcalino.-  Más sobre lenguaje taurino (II)

Prosigo, a sabiendas que el cúmulo de frases y palabras que aluden al toro y su lidia es virtualmente inagotable. También a que todo ese esplendor léxico tiene su origen en nuestro admirativo apego por un hermoso y totémico animal, ocupante ancestral de incontables mitos y leyendas, fábulas e historias, en cuyo centro campa soberano el enigma de su bravura, el temeroso respeto a su fiereza, la acendrada devoción por quienes sean capaces de domeñarla para descubrir, al hacerlo, las infinitas posibilidades del arte. Y también está lo otro, la animadversión programada, el catálogo de insultos dictados por la incomprensión, la ceguera o el odio, manifestaciones y modas propias del siglo y el mundo que vivimos. Después de todo, exhiben a ambas especies tal cual son: la una tan arrogante y temible como noble; la otra, más temible aun, precisamente por su ausencia de nobleza.

Hay frases como “la hora de la verdad”, “coger al toro por los cuernos”, “abrirse de capa”, “cambiar de tercio”, “hacer una faena de aliño” o actuar “mirando al tendido” que ya forman parte del sentido común y la sabiduría populares. Algunas de ellas han trascendido incluso los límites del mundo hispanohablante. Y por otro lado están las otras, limitadas al ambiente taurino y que, sin embargo, no dejan de encerrar un contenido filosófico innegable, pues no cabe duda que “se torea como se es” y “el toreo es una fuerza del espíritu”, enunciados ambos de Juan Belmonte… con lo que queda dicho todo.

El lenguaje y la corrida. Más abundantes son las alocuciones que, para poder entenderse a cabalidad, exigen cierto conocimiento de la historia y el sentido de las corridas de toros. Un ejemplo recurrente es el famoso “no hay quinto malo” que heredamos de la época en que no se sorteaba y era el todopoderoso ganadero quien asignaba el orden de lidia de sus toros, procurando que el mejor de sus astados ocupara el quinto lugar; hasta que Luis Mazzantini impuso el sorteo para evitar que Rafael Guerra “Guerrita”, la figura más influyente de aquel tiempo, fuera generalmente el beneficiario. O lo que la lógica de la lidia le dictó a “Costillares” para que explicara, en el castizo lenguaje del tercio final del siglo XVIII, las razones de su invención del volapié: “a toro que no parte, partirle”, dicen que dijo. Y como ésta, muchas más surgieron ante la necesidad de resolver problemas provocados por las condiciones aviesas del largo catálogo de bichos avisados, meneados, geniudos, moruchos o marrajos que a menudo salían. Recursos que el medio taurino, con silvestre y pícaro ingenio, supo nombrar tan gráficamente como cuando se hablaba del “par a la media vuelta”, las “faenas sobre piernas” y las estocadas “a paso de banderillas” o “echándose fuera”. Y como éstas, tantos dichos y frases que se fueron agregando al peculiar lenguaje de las corridas de toros hasta integrar un catálogo de riqueza y abundancia sin paralelo, imposible de encontrar en el habla de los espectáculos públicos tradicionales, sean antiguos, modernos o contemporáneos. No hay deporte, por otra parte, capaz de competir en el terreno de su vocabulario particular con el de las corridas de toros.

Unas y otras, las de aplicación universal y las exclusivas del habla taurina, conforman un sistema léxico tan variado y vivo que tendría que hacernos repensar a nosotros taurinos, pero también a los antitaurinos y al hablante común, acerca de los alcances profundos de la tauromaquia como sistema artístico con una problemática permanentemente actualizada que han de resolver tanto el matador en turno como cada actor esencial o secundario, artista, artesano o auxiliar de la lidia. Problemática capaz de producir unos frutos artísticos cuya expresión oral refleja una complejidad y una riqueza dignas de estudio, y explican la intensidad de los goces, pasiones y controversias provocadas a través del tiempo por la corrida de toros y sus protagonistas. El principal, el toro.

Primer tercio. Ya han “partido plaza” las cuadrillas y cambiaron la seda por el percal. Ya se abrió la “puerta de los sustos” –“toriles”, “chiqueros” o como se le quiera llamar—y un peón se apresta a “correr al toro a una mano” –práctica hoy en desuso, como la misma forma de nombrarla–. Obviemos el nombre asignado a cada suerte, con todas las sutilezas y matices desarrolladas a través del tiempo, desde el vocablo general “lances de recibo” o “de saludo” a precisiones utilizadas para distinguir la verónica clásica de la que se dio a pies juntos, más la variedad de “parones”, “mandiles” –“delantales”, en España– y demás.

Hablemos de la palabra “quite”: de las expresiones típicamente taurinas es probablemente  la primera en uso, aceptación y aplicación universal. En su origen significó algo tan común como acudir en auxilio del picador caído o el lidiador en apuros; luego derivaría, ya en pleno siglo XX, en un exuberante repertorio de lances cuya designación particular solía aludir al creador de cada una de dichas suertes de adorno, ya distinguible el primitivo quite de emergencia del de lucimiento a la salida del caballo, o incluso sin mediar puyazo. Hasta que el insigne artista mexicano Pepe Ortiz desbordó con su inspiración todos los diques de la estricta denominación particularizada, pues era capaz de crear sobre la marcha un quite nuevo, o una combinatoria no menos inesperada y .

Ortiz, el Orfebre Tapatío, daría, con su hermoso ejemplo, el mayor mentís a la monotonía de quienes redujeron el repertorio de quites a la “chicuelina” y la “gaonera”, pero ya la Tauromaquia dictada por Pepe Hillo a José de la Tixera a finales del XVIII, describe una frondosa variedad de lances de capa, de la “navarra” a la “aragonesa” al “lance de frente por detrás”. Busque usted una variedad semejante en ingenio y número en el léxico de cualquier actividad deportiva. O, mejor, no se preocupe por hacerlo. Porque no la va a encontrar.

Segundo tercio. Lo de dividir la lidia en tercios también invadió pronto el habla coloquial –vamos a “cambiar de tercio”, dice el entrevistador a su entrevistado en cualquier programa informativo o  de opinión–, lo que en tauromaquia puede tener dos significados: el cambio de tercio ordenado por el clarín, o el llevar al toro de un tercio a otro del redondel, ya sea que lo haga un subalterno o el matador en turno.

Pero estamos en el segundo, es decir, en el de banderillas. También aquí, como en el tercio de varas, hay, para cada tipo de par, una denominación ad hoc. Y aunque lo común es ver banderillear “al cuarteo” a casi todos los toros, no por ello dejan de haber un jugoso repertorio de pares al “sesgo” o al “quiebro”, “cambiando el viaje” o de “poder a poder”, además de la posibilidad de hacerlo “por los adentros” –es decir, pasando el banderillero entre el toro y las tablas— o en terreno  abierto, al encuentro, al “relance” a “topacarnero” o a la “media vuelta”; de “sobaquillo” o “asomándose al balcón, a “toro pasado” o “cuadrando en la cara”…  Y así sucesivamente.

Último tercio. La palabra “faena” superó sus orígenes náutico y rural para designar inequívocamente el quehacer del matador muleta y estoque en mano. Hoy es muy difícil que alguien que hable español no la asocie mentalmente al sentido que le otorgó la tauromaquia. Dentro de la faena, como sabemos, cabe un extenso repertorio de pases que va mucho más allá del toreo en redondo, basado en la antigua distinción entre el muletazo “natural” –por el pitón del mismo lado de la mano que maneja el engaño—y el “cambiado” o “contrario”. Lo cual nos lleva directamente al asunto de los terrenos, identificados a su vez como “naturales” –el hombre que torea situado del lado de las “tablas” o “adentros” y el astado entre su lidiador y el centro del ruedo (los “medios”).

Obviemos la variedad de nombres aplicados a cada tipo de muletazo de lucimiento o adorno, donde cabe lo mismo toreo fundamental que “remates”, “desplantes”, “abaniqueos” y demás, para fijar nuestra atención en la “faena de aliño”, extraviada a favor de la necedad de perder el tiempo buscándole “las cosquillas” a tanto toro con el que no es factible la faena triunfal. Esta manía, impuesta por públicos ignotos y espadas incapaces de llevarles la contraria, data de bastante tiempo atrás y hoy se lleva insistentemente a cabo con bureles quedados y de marcada sosería, pero no existía cuando las dificultades de la casta devenida “genio” obligaban al torero a “abreviar” el trámite apelando al toreo de “dominio”, que solía ser tan interesante como meritorio e incluso bello –por ejemplo al “doblarse” con el toro para castigarlo, rematando perfectamente cada muletazo hasta hacer que el cornúpeto “sacara la lengua” y quedara en actitud de “pedir la muerte”–, o podía convertirse en inapelable derrota del matador cuando se le veía trastear de cualquier manera, “sobre piernas” y con notoria “pérdida de terreno”. Era entonces cuando, en lenguaje antiguo, “el que toreaba era el toro”.

La estocada. El acto supremo de dar muerte al toro, “la hora de la verdad”, conoció desde tiempo inmemorial una variedad igualmente perdida con el tiempo en favor del casi invariable volapié; solamente Manzanares hijo, Joselito Adame y algún otro nos regalan eventualmente con la ejecución de una buena estocada en la suerte de “recibir”, por lo general confundida con la que se da “a un tiempo” o “a toro arrancado”. Y mejor no hablar del descabello, ese recurso que tuvo cultores eximios como los Gallos –Rafael y Joselito— y Roberto Domínguez, o virtualmente infalibles, como el primer Vicente Barrera o Diego Puerta. Merece mencionarse, sin embargo, que el empleo del “ayudado” o espada simulada que los matadores acuden hoy a cambiar por el estoque de verdad cuando juzgan consumado lo medular de su faena inició su historia con un certificado médico presentado por Manolete luego de una fractura de clavícula –y la consiguiente pérdida de fuerza en el brazo—sufrida en la plaza de Alicante en 1945. Es decir, que lo que hoy es un hábito empezó siendo una excepción.      

Nuevamente, el espacio nos obliga a dejar este recuento para una ocasión futura. Pero el compromiso con el lector está hecho y, desde luego, pronto habrá una tercera entrega.


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