El jurado ha destacado “su extraordinaria labor asistencial, íntimamente vinculada a la organización y celebración de los espectáculos taurinos que han otorgado reconocimiento y difusión mundial a la ciudad de Pamplona y a la fiesta de los toros”
La Casa de Misericordia de Pamplona ha sido galardonada con el Premio Nacional de Tauromaquia, correspondiente al año 2022, a propuesta del jurado reunido hoy.
El jurado ha reconocido a la Casa de Misericordia de Pamplona, en el año del centenario de su gestión de la Plaza de toros de Iruña, “por su extraordinaria labor asistencial, íntimamente vinculada a la organización y celebración de los espectáculos taurinos que han otorgado reconocimiento y difusión mundial a la ciudad de Pamplona y a la fiesta de los toros”.
Además, con motivo de este Premio, el Jurado destaca “la tradicional solidaridad del mundo taurino con las causas sociales”.
El Premio Nacional de Tauromaquia, concedido por el Ministerio de Cultura y Deporte, está destinado a reconocer la labor meritoria de una persona, entidad o institución durante la última temporada en el ejercicio de las diferentes actividades y manifestaciones de la Tauromaquia. En casos excepcionales, debidamente motivados, también podrá otorgarse como reconocimiento a una trayectoria profesional. Está dotado con 30.000 euros.
BiografíaLa Casa de la Misericordia de Pamplona es una institución fundada por el ayuntamiento de la ciudad en 1706 destinada a atender a personas en situación de pobreza. En sus inicios, su actividad se vio sostenida por donaciones de particulares y distintas ayudas municipales. En 1922 el Ayuntamiento de Pamplona, tras cederle la propiedad de un solar, encarga a la Casa de la Misericordia que construya una nueva plaza de toros. Desde entonces, organiza los distintos festejos taurinos que se celebran en Pamplona, como la Feria del Toro o los mundialmente conocidos encierros de San Fermín, cuyos ingresos destina al desempeño de su labor social, centrada desde los años 80 en el cuidado de los mayores más vulnerables.
JuradoEl jurado ha estado presidido por Isaac Sastre de Diego, director general de Patrimonio Cultural y Bellas Artes y ha actuado como vicepresidente Carlos González-Barandiarán, subdirector general de Registros y Documentación del Patrimonio Histórico, ha estado formado por los siguientes vocales: Teresa Belmonte García, profesora de la Universidad de Almería, miembro del Grupo de Investigación ‘Laboratorio de Antropología Social y Cultural’; Cristina Sánchez de Pablos, en representación de la Unión de Toreros; Mar Gutiérrez López, en representación de la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos; David Prados Martín, en representación de la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros Españoles; Antonio Bañuelos García, en representación de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia; José Luque Teruel, presidente de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla; Beatriz Badorrey Martín, profesora de Historia del Derecho y de las Instituciones (UNED); Marta Elena Alonso de la Varga, profesora de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de León; María Amparo López Antelo, directora general de Interior, Departamento de Presidencia, Igualdad, Función Pública e Interior del Gobierno de Navarra; Raquel Sanz Lobo, en representación del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid; Manuel Durán Blázquez, fotógrafo, documentalista y escritor taurino; José Enrique Moreno, director de Toromedia y Santiago de León y Domecq, teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2020.
Un mano a mano entre El Juli y Roca Rey será el plato fuerte organizado por la empresa Triana, regentada por el ganadero y empresario José Luis Cobo, para la plaza San Isidro Labrador, en Latacunga, capital de la provincia ecuatoriana de Cotopaxi. Los toros de Huagrahuasi serán la materia prima para el mano a mano que viene a confrontar por primera vez en esta clase de corridas a dos toreros que han escrito y escriben una trayectoria brillante en la tauromaquia contemporánea, le contó don José Luis Cobo a Aplausos.
El Juli ha toreado dieciocho corridas de toros en Ecuador y ha indultado dos toros de la casa ganadera referida en Quito y Latacunga. En Latacunga ha hecho el paseíllo dos veces como único espada, dando lustre a este ciclo ecuatoriano. En el palmarés de El Juli consta un indulto a un novillo de Santa Rosa en su debut como novillero.
Roca Rey vino a Ecuador como becerrista para actuar en la Plaza Belmonte. Volvió a esa plaza en dos corridas goyescas, una actuando en solitario y otra juntando su nombre como la terna triunfadora en San Isidro. Latacunga lo ha admirado en tres corridas
La segunda tarde se anuncia una corrida de Campo Bravo, de Luis Fernando García, con El Fandi, ídolo de la afición ecuatoriana y triunfador en varias tardes en Latacunga, donde ha indultado dos toros. Junto a él estará Manuel Escribano y Leo Valadez, que debuta en Ecuador.
El tercer festejo es ya un clásico, el Festival Virgen Esperanza de Triana, que contará esta vez con cuatro protagonistas ecuatorianos y toreros extranjeros, cuyo cartel todavía se está confeccionando.
La feria de Latacunga 2022 se realizará del 11 al 13 de noviembre. Los abonos saldrán a la venta en pocos días más, informó José Luis Cobo a Aplausos, quien espera el respaldo de la afición al esfuerzo empresarial desplegado.
( Las fotos que reflejan una tarde de triunfo para un torero colombiano, son cortesía para tendido7 de TOREOOCULTO. Mil gracias)
Sebastián Ritter ha toreado hoy con sentimiento , temple, ajustado y con poder para superar las dificultades de dos encastes que poco se lidian hoy y menos por las figuras. Lo de Cebada Gago se formó con reses de don Juan Belmonte y el Partido de Resina es Pablo Romero, hierro que data de fines del siglo XIX.
Hoy por hoy es el torero que hace campaña en España mas importante de nuestra toreria andante.
No se puede torear mas encajado y relajado y mas mandon
Cortó tres orejas, salió en hombros y fue declarado triunfador. El premio es muy curioso: su peso en litros de vino de la tierra valenciana.
Y ese natural llevando » embebido» en la muleta al toro «
Donde habita lo inexplicable. Allí se situó Andrés Roca Rey no bien sembró las plantas en el tercio del ruedo bilbaíno para provocar desde largo al incierto “Jabaleño”, sobrero de Victoriano del Río que reemplazó al tercero de la nublada tarde del jueves 25 y movilizó sin demora sus 631 kilos para lanzarse hacia la muleta del peruano y rozarle por cuatro o cinco veces con los astifinos pitones los muslos y el pecho sin conseguir que la estilizada figura revestida de azul rey y oro abandonara el mínimo espacio de arena que había elegido para iniciar su primera faena. La resolución, tras los estatuarios ayudados por alto, fue un cambiado por la espalda y el pase de pecho zurdo, que en este torero adquiere una tonalidad distinta y profundidades desusadas. Ya la plaza entera estaba en pie, tal como permanecería durante el resto de la conmocionante actuación del samurai limeño.
A ”Jabaleño” le extrajo una faena imposible de imaginar a priori, mientras el animal se escupía del caballo o media a los banderilleros, sin regalar una sola embestida franca a los capotes. Pero con Roca Rey toda probabilística está de más, él se plantó enseguida en las afueras, la muleta en la diestra, el compás generosamente abierto y la suerte cargada de principio a fin, para traer y llevar la arisca embestida como si la de un borrego boyante y noble se tratara, sin que los derrotes del torazo aquel lograran mancillar el temple flexible, resuelto y mandón de su trapo rojo. Estábamos asistiendo al milagro de un toreo al borde del abismo y el único corazón que latía a su ritmo normal era el del torero, pues de otra manera no se podría entender lo que estaba sucediendo.
Por el pitón izquierdo, el patetismo estableció con la ética y la estética una radical y casi imposible alianza. Privilegio emanado de la tauromaquia de un Roca Rey ya transfigurado por sus demonios particulares, que le dictan un desprecio total por la vida a cambio de una entrega absoluta a su arte. Que no es ese arte de filigrana y rococó tan caro a los gustos decadentes, sino creación genuina de quien define y entiende su obra como descenso a los infiernos para extraer de ellos la prueba crucial de su estar en el mundo. Al precio de las sacudidas emocionales y físicas que hagan falta para que su expresión surja propia y auténtica. Así, entre un alud de miradas amenazantes y secos derrotes transcurrió esa faena que nos devolvía el toreo más verdadero. Y así, con el alma en vilo, lo vivió una multitud sacudida, asustada y al cabo extasiada por la experiencia vital del arte, con su tiempo sin tiempo y su mundo irreal, infinito. Aun se atrevió Andrés con la dosantina en los medios, obligando al remiso a recorrer por dos veces sus 160 grados. Sobre la taleguilla se abría ya la huella de un pitonazo a nivel de la rodilla derecha, producto de uno de tantos gañafonazos en el angustioso curso de algún pase natural.
Cuando, enfrascado en una tanda estática de manoletinas dignas del Monstruo de Córdoba, desafiaba a “Jabaleño” metido entre los pitones, el de Victoriano no soportó más y su bronca acometida convirtió al torero en pelele, sacudido de manera inmisericorde por una sucesión de furiosos derrotes que incluyó un pezuñazo a la cabeza y lesiones cuasi incapacitantes en ambas rodillas, en la muñeca izquierda, en el antepié del mismo lado. Tardó Roca en recuperarse de la conmoción cerebral y dominar a su adolorido cuerpo antes de volver, sin casaquilla, a ligar más manoletinas, preparar muy cuidadosamente la estocada y clavarla en lo alto para abatir a su indómito oponente y convencer al gentío de que el presidente de Bilbao pide ya a gritos la jubilación, no hay otra manera de entender su negativa a conceder la segunda oreja más insistentemente solicitada de los últimos años. Capricho al que sumaba el señor del palco un evidente agravio comparativo para Andrés… ¿por el hecho de no ser español? No sería raro, si uno recuerda la actitud del propio Matías González hacia Luis David en su gran tarde del 19.
Más allá de lo imposible. Para el cuerpo médico, el Andrés Roca Rey que recibieron luego de la paliza y el faenón de “Jabaleño” sólo podía tener por destino inmediato y urgente el hospital más cercano. Para Andrés Roca Rey, sin embargo, su único sitio posible estaba sobre la oscura arena bilbaína, que supo esperarlo, antes de la salida del cierraplaza, durante unos minutos interminables. Y desde esa otra oscuridad, la del toril, emergió, para gloria de la tauromaquia, el negro “Quitaluna”, con sus 530 kilos y su encastada nobleza. Pocas veces habrá tenido tanta razón Belmonte en aquello de que “para torear de verdad, el torero tiene que olvidarse de que tiene cuerpo”. Lo que movía a Roca Rey, dentro de su habitual economía de movimientos, eran su alma y su vocación toreras, confabulación demoniaca entre la ética y la estética, la autoexigencia y la mística. Para dar forma al toreo como “fuerza del espíritu”, otro acierto verbal del Terremoto de Triana devuelto a las plazas y a la Fiesta por este coloso nacido en la patria de los incas.
Momentos agónicos fueron los que nos hizo vivir Roca Rey cuando, con enormes dificultades por lo maltrecho de su estado, se arrodilló en los medios para desafiar la recia embestida de “Quitaluna” en su inicio de faena. Y qué oportuno el quite de Paco Algaba para librar a su matador, desarmado en el péndulo de hinojos y perseguido con saña en una fuga imposible hacia ese burladero tan lejano. Pero, a partir de ahí, cero angustias y puro toreo grande. Con ese cambio de mano de derecha a izquierda tan de Roca Rey, por la espalda y sin enmienda, cuya culminación es el pase de pecho zurdo que no guarda parangón con ningún otro.
Y tras el hermoso abanico de los naturales, el estoconazo a topa carnero, como tenía que ser para asegurar dos orejas ya absolutamente innegables. Y el homenaje de un público exultante, una vez liberada la tensión de una tarde que fue toda de Andrés Roca Rey pero, sobre todo, del toreo como destilación de una cultura que se resiste a convertirse en contracultura. Aunque tal vez haya sido siempre ambas cosas a la vez, extraño privilegio.
La fibra de Leo. Y hablando de toreros con casta, Leo Valadez. No sólo desorejó al de su presentación en Bilbao, un precioso castaño de nombre “Cotorrito”, hierro Santiago Domecq, de gran clase y fijeza y ante el cual se descaró desde el principio, con las ceñidísimas caleserinas del saludo capotero y un quite por zapopinas en que no se sabe como pudo pasar el toro sin tropezarlo. Luego, su faena dimanó disposición y carácter pero también ligazón y temple por ambos pitones, ante un toro de ésos cuya suprema calidad suele desnudar las carencias de quien no sepa ponerse a su altura. Y tras unas manoletinas de rodillas que confirmaron la deliciosa condición del castaño, un volapié modélico, pasaporte de la oreja, que bien podría ser el de la feria. Le cabe además a Leo, como dato anecdótico, el haber despachado al morlaco de mayor peso de las Corridas Generales de 2022, un galafate de 641 kilos y casi seis años –misma edad del estupendo “Cotorrito”–, sustituto del inválido sexto. Por lo probón y calamochero sería el peor del buen encierro de Santiago Domecq, cuyos puntos más altos fueron el tercero y el quinto, al que José Garrido toreó bien y mató mal, en tarde asimismo entonada de Antonio Ferrera. Garrido, además de pasarse invariablemente cerca los pitones, dibujó las mejores verónicas del ciclo con el segundo de su lote, un astifino castaño cuya arrogancia corrió pareja a su boyantía.
Apuntes al paso. La feria bilbaína se caracterizó por la escasa respuesta de público –única excepción, la presentación de Roca Rey—y la dispar presentación de los encierros, puesto que sobrepeso no equivale a trapío. Además del magnífico “Cotorrito” de Santiago Domecq (530 kilos), destacó por humillación y clase un zaino bajo de agujas de Victoriano del Río, “Estirado” de nombre, de aire muy asaltillado y ante el cual se inhibió completamente Manzanares: si tal burel llega a portar la divisa de Victorino Martín creo que lo habrían candidateando a toro de la feria. Corrida encastada y exigente esa del jueves 25 con la que El Juli pudo sobradamente –debió desojar a su segundo pero anda mal con la espada– y Roca Rey puso el toreo y sus valores más hondos a una altura sideral.
Con el incomparable sabor y señorío torero de siempre todo lo que hizo Morante, a despecho de la baja calidad de los dos toros salmantinos de Fraile que le tocaron, y muy entregado y torero Paco Ureña, tan maltratado este año por las empresas y que desorejó a los dos suyos, con mención de honor para su faena al primero de ellos, “Misterio” de nombre y así de duro de desentrañar. Ureña lo logró a puro mando y decisión, que lo llevaría a sufrir una voltereta al entrar a matar, y un puntazo al que no hizo la menor mención ni aprecio, en detalle de torero antidemagógico y cabal. Y nueva decepción con Talavante, transformado en afectado posturista, devoto del pico y pródigo en tanditas de tres redondos y a rematar; sacó del sombrero dos lotes de escándalo y Matías le obsequió hasta tres orejas cuando con una habría bastado, dado lo plano y distanciado de sus largos e inconexos trasteos. La incuestionable belleza formal de algunas de sus tandas izquierdistas más que alborozo les habrán causado desazón a los nostálgicos del gran Talavante del período 2011-2015.
Matías ya pide relevo. Siempre despertó polémicas, pero luego de su negativa a concederle a Roca Rey la segunda oreja de ”Jabaleño”, en contraste con las que magnánimamente despilfarró en otras corridas, habrá que pensar –recado a quienes corresponda— en darle las gracias al veterano presidente y gestionar su urgente reemplazo por alguien mejor preparado taurina y mentalmente para resituar a la plaza de Bilbao en el sitio señero que tuvo y merece.
El cordobés Manuel Rodríguez » Manolete » fue herido mortalmente por «Islero» un toro mediano de Miura en la plaza de Linares. Sobre las 5 de la mañana del 29 de agosto,expiró.
Segundos antes exclamó angustiado : Don Luis, no veo.
Manolete, un icono de la fiesta del siglo XX vino a Bogotá y a Medellín en el 46, dejó estela en la afición de las dos ciudades y quienes contaron aquellas tardes se les iluminaba el rostro narrando lo que vieron apretujados en La Santamaría y La Macarena. Dos tardes históricas en Colombia
ANTONIO ÁLVAREZ BARRIOS recuerda la triste tarde de Linares: El quinto miura que el 28 de agosto de 1947 salió a la plaza de toros de Linares se llamaba Islero y era negro entrepelao, posiblemente tocado en los pitones. La faena de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete, con aquel toro estaba muy por encima de las condiciones del animal. Hizo un intento de molinete de rodillas, fuera del repertorio habitual. Manolete se perfiló en corto e hizo la suerte de matar despacio y marcando los tiempos. Se hundía el estoque en el toro y, al tiempo, el pitón en el muslo derecho del torero, la fatídica cornada que le robó la vida. Este es el reportaje que EL PAÍS publicó el 28 de agosto de 1997, en el 50º aniversario de su muerte:
Santa Marina era el barrio torero por excelencia de Córdoba. Allí, en la calle de Tomás Cabrera 2º A, nació el 4 de julio de 1917 Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, con el tiempo apodado Manolete, como antes lo fuera su padre, también matador de toros. Por la rama materna le venía el parentesco con el Bebé, los Lagartijo, Mojino, Manene, Recarcao y Machaquito.Cinco años tenía Manolete cuando murió su padre sin dejar nada acomodada a la familia. Hijo, nieto, primo, sobrino, amigo de toreros, tenía que ser torero. Lo daba la casta, el barrio y la necesidad. El flacucho chaval, serio y triste, acabó jugando al toro como los compañeros de la plaza de la Lagunilla y el campo de la Merced. En un herradero de la finca Lobatón se probó a los 12 años con unas becerras y no anduvo mal. De ahí saldrían los tentaderos, los festivales y algún que otro puntazo. Alternando con su primo Bebé Chico y la torera Juanita Cruz, debutó como novillero en Cabra el domingo de Resurrección de 1931. Durante un tiempo figuró en la parte seria de Los Califas, un espectáculo cómico-taurino-musical cordobés. A la plaza de Tetuán de las Victorias en Madrid acude de novillero el 1 de marzo de 1933 con dos mexicanos y Varelito Chico. La crítica no echa las campanas al vuelo, pero deja ya constancia del sello que le acompañaría toda la vida: el de formidable estoqueador. Torea donde puede y el servicio militar se lo permite, durante la guerra. Ha cuajado en novillero con estilo propio, y José Flores, Camará, se decide a apoderarle en 1939, año de su alternativa en Sevilla de manos de Chicuelo. Le faltan dos días para cumplir 22 años.
Marcial Lalanda le confirma como matador en Madrid en octubre del mismo año y allí comienza una fulgurante y cortísima carrera en la que cobró los más altos honorarios hasta entonces conocidos. Dos campañas hizo en América y llegó a ser el ídolo de México. El año 1946 no toreó en España, salvo una memorable corrida de Beneficencia. Al año siguiente triunfaría también en Madrid a cambio de una cornada.
La plasticidad del toreo vertical de Manolete, unida a su honestidad y su entrega, le convirtieron en un fenómeno de atracción nacional e internacional. Con él se cumplía la gran profecía de Belmonte: «Saldrá un torero que toree bien el 90% de los toros… » Quien llenó esa esperanza no consiguió pasar los 30 años, herido de muerte en Linares hoy hace medio siglo.
El último día
En la habitación grande de la planta baja del hotel Cervantes de Linares hay dos camas, una para Manolete y otra para Camará. Han llegado deshechos del largo viaje de Santander, donde las cosas salieron bien. Manolete está cansado de la temporada y del público, que cada día exige más. Entran a saludar los íntimos de la prensa de Madrid —Bellón y K-Hito— y los punteros del ambiente —Balañá, Colombí, Camacho y algunos otros—. La corrida de Miura escogida para la feria no es grande. Todos tratan de quitarle importancia, menos Manolete, obsesionado con la idea de que hay que darle más al público.
Lleno en la plaza de Linares. Al romper el paseíllo hay una gran ovación para Manolete, que recoge casi desde el centro del ruedo. Luego invita a Gitanillo de Triana y a Luis Miguel Dominguín a compartir los aplausos. En el primero, Gitanillo hace un buen quite y Manolete lo mejora por verónicas. El segundo está justo de fuerzas y el Pimpi no le pega mucho en varas. La faena de Manolete con la derecha se remata con tocaduras de pitón y la testuz acariciada. Con pinchazo y estocada corta, recoge una fuerte ovación.
Luis Miguel ha venido a arrasar. Bien con el capote y tres excelentes pares de banderillas. La faena de muleta es muy jaleada, pero pincha tres veces y da dos descabellos. Conceden una oreja, pero los tramposos banderilleros le llevan’ las dos y el rabo. El gitano Rafael mata al cuarto con dignidad.
El quinto miura se llama Islero y es negro entrepelao, posiblemente tocado en los pitones. Ramón Atienza le mete hasta las cuerdas de la puya, y en banderillas, Cantimplas y Gabriel González pasan apuros. La faena de Manolete está muy por encima de las condiciones del toro. Los derechazos y las cuatro manoletinas ajustadísimas encienden al público. Hay un intento de molinete de rodillas, fuera del repertorio habitual. Manolete se perfila en corto y hace la suerte de matar despacio y marcando los tiempos. Se hundía el estoque en el toro y, al tiempo, el pitón en el muslo derecho del torero. De cabeza cayó después de girar sobre el cuerno. En el traslado a la enfermería, se equivocan de camino las asistencias; en el ruedo quedan dos regueros de sangre.
«Don Luis, no veo»
Cuando, sobre las ocho de la tarde, cesó el efecto de la anestesia, Manolete se quejó a su primo el banderillero Cantimplas: «Pelu, ¡cómo me duele la ingle!». Y pidió un vaso de agua. En la enfermería, llena de gente que no pintaba nada allí, permaneció aún mucho tiempo. Después se le trasladó en camilla llevada a pie hasta el hospital de Linares. Por carretera venía, de refuerzo médico desde El Escorial, el doctor Luis Jiménez Guinea, cirujano jefe de la plaza de Las Ventas.
Declaraciones de un hijo del doctor Garrido atribuyen a un plasma en mal estado el agravamiento y muerte de Manolete. Se sabe de la zozobra del torero al ver que no le operaban de nuevo. Jiménez Guinea se convirtió en receptor de los últimos momentos: «Don Luis, no siento la pierna», le dijo el torero. Y al rato: «Don Luis, no siento la otra». Con la última queja —»Don Luis, no veo»— comenzó la agonía.
Eran las cinco horas y siete minutos de la madrugada del 29 de agosto de 1947 cuando Camará le cerró los ojos al torero de más leyenda de toda la historia.
Capilla de la plaza de Linares
MANOLETE . SUERTE SUPREMA EN LA MIRADA DEL PINTOR DIEGO RAMOS Y EN UN AUTO FIRMA AUTÓGRAFOS
El año 1945 son 71 actuaciones las ejecutadas, muchas con brillantes éxitos, primer año que marcha a América. Entre el final de 1945 y principios de 1946 actúa en 39 corridas en México, Colombia, Perú y Venezuela. La Campaña de 1946 se la dedica especialmente a América, pues tan sólo toreó en Madrid el 19 de septiembre para la Beneficencia. Vuelve en 1947 como segunda temporada a Méjico y Perú toreando 15 corridas; de vuelta a España, cuando está bien entrada la temporada se presenta en 21 cosos.
Cansado de llevar durante todos estos años el peso del liderazgo, le confiesa a su amigo y periodista Matías Prats, la intención de retirarse tras concluir esta temporada. Desgraciadamente, no pudo cumplir su deseo, pues en agosto de ese mismo año sufre la mortal cogida de Linares que le causó la muerte horas después.
Por la suma de todo ello, se le consideró por unanimidad como el IV Califa de la Tauromaquia (y el primero de entre todos ellos), uniéndose así a nombres de la talla de Lagartijo, Machaquito y Guerrita.
UNA TAUROMAQUIA IMITADA PERO NO IGUALADA
Tras Manolete, y aún hoy día, surgieron y continúan saliendo multitud de toreros que siguen claramente los cánones establecidos por el IV Califa de la Tauromaquia, pero si bien lo intentan imitar de la forma más fidedigna posible, ninguno ha conseguido igualarlo. Lo que sí está claro es que la concepción del toreo que adoptó el torero, esa unión de conceptos de las tauromaquias anteriores (siguiendo con mayor ahínco la rama gallista) que adoptó del torero sevillano Chicuelo (como él mismo confirmó en alguna entrevista), supuso una auténtica revolución y quedo fijada para la posteridad, siendo la primordial concepción que seguimos disfrutando hoy día.
Los aspectos fundamentales de su tauromaquia fueron varios destacando la sobriedad y seriedad en su toreo, ejecutando las suertes y manejando los tiempos con gran maestría y finura, destacando en el manejo de la muleta que le imprimía un carácter personal. Contribuyó a divulgar la manoletina, pase de muleta que le dio su nombre. Fue escueto en los adornos, sobre todo con el capote que lo dominaba con elegancia, pero sólo hacía aquello que necesitaba el toro para ser bien lidiado.
Algo en lo que destacó por encima de todo fue en el temple, ese codiciado don con el que la vida premia a algunos elegidos, y la forma estoica y con las zapatillas asentadas que realizaba con una pasmosa naturalidad. Los pases mirando al público eran únicos, aguantando la embestida; y los pases de pecho y por alto espléndidos, siendo pases muy fáciles de inmortalizar por su postura descaradamente mayestática.
Con la suerte suprema, ejecutaba la suerte con inusitada maestría y exponiendo mucho, lo que le permitió llegar a ser uno de los mejores estoqueadores de la historia taurina. La exposición era tal, que tiraba la moneda al aire, jugándose la vida en cada entrada de la espada. Desgraciadamente, al tirarla con “Islero”, salió cruz…
EL AMOR “PROHIBIDO”: LUPE SINO
Una sonrisa sensual, una bonita melena ondulada y morena y unos grandes y vistosos ojos verdes que cautivaban a todo el que le sostenía la mirada. Así era Antonia Bronchalo “Lupe Sino” y con esa semblanza afable cautivó a uno de los hombres más deseados del momento con solo mirarlo. Fue en 1943, cuando en el famoso Bar Chicote y por intercesión de la inigualable Pastora Imperio, se cruzaron por vez primera para ya nunca separarse la actriz mexicana y el diestro cordobés. Desde ese momento, contra viento y marea, esa mujer se convirtió en bandera y patria para Manolete.
Contra viento y marea porque la mexicana, no tenía un pasado que la España del momento podía aceptar para compartir la vida con el ídolo popular. Un pasado en el que se contaba con un matrimonio con un Jefe del Estado Mayor del Ejército Republicano, romances con otros toreros y ambientes nada puritanos. Pero nada le importó al líder taurómaco, pues lo que sentían ambos era mucho mayor que cualquier impedimento u oposición (que tuvo muchas, desde personajes destacados de la sociedad, hasta su querida madre y pasando por los compañeros de la cuadrilla); se amaron sin condiciones.
Los momentos más felices de un hombre que lo había conseguido todo en la vida fueron los periodos que vivió junto a su amada en un pueblo de Gaudalajara, Fuentelencina donde pasaron veranos enteros con la única preocupación de quererse y cuidarse, sin cámaras y sin restricciones (cosa que en España originó más de una polémica).
El día trágico del que se cumplen hoy 75 años, se encontraba Lupe Sino en Lanjarón y con toda la urgencia que pudo, luchando contra el paso inexorable de las manecillas del reloj, llegó la actriz a la plaza de Linares cuando el corazón del diestro todavía bombeaba la sangre justa y necesaria para poder decirle adiós. Sin embargo, se encontró con la negativa de varios personajes importantes (Camará y miembros de la cuadrilla) para dejarle pasar a despedirse. El absurdo argumento que esgrimieron: el médico había pedido descanso para el torero. La realidad es que temían que se casaran en artículo mortis y que parte de la fortuna cosechada con sangre y sudor en los ruedos de España por el torero pasaran a manos de la mexicana.
Solo tuvo acceso a la enfermería tras certificar el doctor la muerte de Manolete. Los amantes no pudieron despedirse y con el sentimiento de culpa y el dolor de sentirse repudiada sobre sus hombros, marchó a México.
Tras la muerte del torero, la muchacha quedó relegada al más triste de los ostracismos, rehízo su vida con Manuel Pedro Rodríguez, pero nunca olvidó a su amado caído y tras su fallecimiento en 1959 y con el paso de los años, la historia le fue colocando en el lugar preferente que le correspondía en la vida del torero. Quién sabe si hoy día, la sociedad hubiera aceptado el romance y el torero pudiera haber disfrutado, sin amargor, del amor verdadero y sin límites que sentían los dos.
Sebastián Ritter va consolidando una gran temporada este 2022 y no ha rehuido compañeros y ganaderías.
En Utiel, municipio que hace parte de la Comunidad valenciana ,el 10 de septiembre lidia dos hierros de esos de los que evaden las figuras: Partido de Resina y Cebada GAGO. Compartirá cartel con el español Rafael Cerro y el peruano Joaquín Galdós, a pie y el rejoneador Leonardo Hernandez que abre el cartel. POR CIERTO EN ESA CORRIDA ESTARÁ OTRO COLOMBIANO, EL BANDERILLERO Alex Benavides que acompaña al rejoneador como peón de brega.
PARTIDO DE RESINA ( PABLO ROMERO )
Desde el año 1888 se conserva inalterable el toro de Partido de Resina, antes Pablo Romero. Un espectáculo sensorial incomparable. Esta ganadería de toros de lidia ofrece turismo de grandes experiencias que pone en valor la cultura mediterránea.
En el corazón de Doñana, referente internacional de la naturaleza, goza de libertad el excelente toro Partido de Resina. Bajos, fuertes, cárdenos en toda su gama, guapos y astifinos, con trapío. Una maravilla a observar en nuestros días, y que ofrece una experiencia intacta desde el siglo XVIII.
Situado en el Entorno Natural de Doñana, bien comunicado y a poco más de media hora de Sevilla, de Matalascañas y el Rocío, este lugar turístico resume de referencia en Andalucía. La ganadería Partido de Resina nos abre las puertas de un paraíso que marcará, sin lugar a dudas, un antes y un después en el conocimiento del toro bravo.
El hierro de Pablo Romero, cuya divisa es azul celeste y blanco, es uno de los más célebres de la historia de la tauromaquia por su bravura y su presencia. Obtuvo la antigüedad el 4 de abril de 1888, tras lidiar una corrida completa en la Plaza de Toros de Madrid.
CEBADA GAGO
Formó esta ganadería en 1935 don Leopoldo Sainz de la Maza y Gutiérrez Solana, Conde de la Maza, con reses de don Juan Belmonte. En 1938 se la cedió a su hija doña Cristina de la Maza y Falcó. En 1940 se aumentó con un lote de vacas de Gallardo y dos sementales de Juan Belmonte, siendo vendida en 1960 a don José Cebada Gago, y por fallecimiento de éste, en 1964, pasa a anunciarse a nombre de sus herederos. Se eliminó todo lo procedente de doña Cristina de la Maza y se formó la ganadería con reses de don Carlos Núñez y “Jandilla”.
Hoy celebramos el onomástico del maestro cordobés, Manuel Rodríguez «Manolete» uno de los toreros imprescindibles para entender la tauromaquia del siglo XX. Justamente este año recordaremos por agosto su deceso tras la cornada del toro de Miura » Islero» en Linares.
Buena cuota de la afición a los toros en Colombia se le debe al senequista maestro de la tierra de los califas pues al torear en Bogotá y Medellín dejó una estela muy grande hasta nuestro días.
(Manuel Rodríguez Sánchez; Córdoba, 1917 – Linares, España, 1947) Matador de toros español. Hijo de un matador de toros con su mismo seudónimo, decidió escapar de la miseria familiar dedicándose al toreo. A los doce años dio sus primeros capotazos y tras pasar por la escuela de toreo de Montilla, recorrió España como miembro del espectáculo itinerante de toreo Los Califas.
Manolete
En 1935 recibió la alternativa de Rafael Jiménez Chicuelo en Sevilla, y ese mismo año se la confirmó Marcial Lalanda en Madrid. Pronto logró alcanzar una enorme popularidad gracias a su peculiar estilo, que alcanzó la perfección en la suerte de matar; también se le atribuye la invención de la manoletina. Desde 1940 hasta su muerte llegó a lidiar 71 corridas por temporada, y toreó en todas las plazas de España y América. Mantuvo una larga rivalidad con el mexicano Carlos Arruza y el español Luis Miguel Dominguín.
Manolete profundizó en el estilo de Juan Belmonte, ganándole terreno al toro, acercándose lo indecible. El crítico taurino Giraldillo consideraba que, a partir de Manolete, el toreo había adquirido una estética nueva. Al propio torero le gustaba decir que en este arte no existían terrenos determinados y que todo dependía de la improvisación y del momento.
En la temporada de 1947 había toreado en veintidós corridas, y estaba decidido a retirarse cuando, el 29 de agosto de 1947, en la plaza de toros de Linares (Jaén), sufrió una tremenda embestida de un toro de la ganadería de Miura, de nombre Islero. Manolete falleció pocas horas después, en el hospital de Linares.
Segundos antes exclamó : Qué disgusto voy a darle a mi madre.
EL HOMENAJE DE PUENTE JEREZ A MANOLETE EN BEZIER, FRANCIA, LA TIERRA DE CASTELLA
El Ayuntamiento de Beziers con el museo taurino de la ciudad y La Unión Taurina Biterroise presentan al artista escultor Puente Jerez con la exposición SOÑANDO DE UN SUEÑO SOÑÉ . Se preparan para celebrar el 75 aniversario de la muerte de Manolete con 35 esculturas en bronce.Museo Taurino 7, calle Massol en BEZIERS desde el 8 de Julio hasta el 18 de Septiembre 2020.Será un placer veros .7.LAS DOS CARAS DEL MAESTRO (125×64)Valiente camina por su destino en dirección a la eternidadUn fuerte abrazo.
La sociedad merece saber qué es el toreo, qué representa, por qué es una cultura, nos tenemos que despojar del san benito de que albergamos a un grupo de maltratadores y asesinos, que vamos a divertirnos con la muerte. Lejos de ello.
Este viernes, a partir de las 10 horas , hablarán en el Foro de la Tauromaquia y la Cultura , el maestro César Rincón desde España,el vicepresidente de la UNDETOC, Leandro de Andalucia, el torero y empresario Jaime Roca, el presidente de Fedegan, José Felix Lafaurie, el abogado José Darío Salazar , Felipe Caballero, el ganadero Kike Alvarez, el representante Carlos ACOSTA, el novillero Curro Pimentel, el banderillero y profesor de la Escuela Taurina de Manizales, Emerson Pineda.
ORDEN DEL DIA, PONENTES Y TEMA
Y una noticia que nos complace. El Defensor del Pueblo, Carlos Camargo, asistirá a este foro promovido por el torero Gitanillo de América incansable defensor y promotor de la fiesta. Su presencia honra al evento.
La situación en la que nos encontramos por la oposición de los mal llamados animalistas que busca prohibirnos nos obliga actuar desde la legalidad. Es lo que ocurre con esos jóvenes que han abrazado el toreo como su manera de concebir su mundo y no tienen donde torear. Pues si les dicen que en el campo, que en una dehesa, que a la madrugada, pues allí van con esa pasión que atesoran y que ya describió primorosamente Chaves Nogales en esa magnífica obra literaria que es » Juan Belmonte «.
Nos explicaremos donde haga falta, No vamos a convencer a nadie. O a ud. le gusta el reguetón o la música de Brahms. Perfecto. Un taurino no procurará convencer y menos obligar a nadie a que vaya a una corrida pero permitanos a quienes nos emocionamos en una plaza con la libertad de concurrir libremente y en paz. No vamos a divertirnos. El toreo es demasiado serio para el jolgorio, nos recuerda don Manuel Machado, el hermano de don Antonio, quien expresó : Ante que un poeta hubiera querido ser un buen banderillero.
Me encantaría disponer de espacio suficiente para referirme en extenso a la plenitud absoluta de El Juli, la reiterada grandeza de Roca Rey –tan indiscutible como neciamente discutida–, el temple deslizado y natural de Ángel Téllez o las inmensas posibilidades de Tomás Rufo, protagonista, como Téllez, de una de las dos ocasiones en que tuvo que abrirse la Puerta de Madrid durante este retorno formal de la feria de San Isidro, suspendida dos años por la pandemia. Innegable, altamente meritorio todo lo que pusieron sobre el lienzo venteño y ante las cornamentas más temibles del orbe taurino diestros como Daniel Luque y Rafaelillo –en maestros, cada cual a su modo–, Álvaro Lorenzo, Javier Cortés, Román, Gómez del Pilar, Juan Leal, y ni hablar de los novilleros Álvaro Alarcón –tercera puerta grande–, Jorge Martínez, Manuel Diosleguarde y Álvaro Burdiel. Del notable desempeño de la representación mexicana –Joselito Adame, Leo Valadez, Arturo Gilio e Isaac Fonseca—se habló aquí en pasada ocasión. Así como de indebida inquina con la que se le vio y trató, desde el 7 y desde el palco.
Inevitable también la referencia a la fracasada tentativa de Alejandro Talavante por erigirse en figura central del abono, pues se presentó revestido de una solemnidad contraria a la naturaleza esencialmente lúdica de su arte, y se le apreció presa de una rigidez que desmentía su inusitada plasticidad imaginativa y artística: sólo sirvió para descolocarlo ante la afición madrileña, tan sensible a su natural expresión torera.
También querría aludir a la absurda reglamentación que manda tocar avisos a los 10 minutos flat de haber sonado el clarín para anunciar el último tercio –ni siquiera diez minutos para la faena de muleta, lo que ya sería obsoleto a estas alturas–, o la colocación trasera del noventa por ciento de los pares de banderillas, señal inequívoca de que el rehiletero clavó a toro pasado (con la salvedad de ese extraordinario peón y banderillero que es Fernando Sánchez, y el descargo de las tremendas arboladuras al uso, balcones a los que debe costar un mundo asomarse). Aun así, muy bien coordinados y cumplidoras la generalidad de las cuadrillas.
Blanco fue de numerosos comentarios el lanzamiento de cojines al ruedo, entre otros comportamientos inusuales del público madrileño, donde fue notoria la presencia de mucha gente joven, indiferente o rebelde a las consignas antitaurinas de moda.
Sobre todo eso me habría gustado abundar en este pequeño comentario. A cambio, me permitiré centrarlo en el momento estelar de esta y muchas isidradas: la inmensa faena de Morante de la Puebla con el toro “Pelucón” de Alcurrucén, colorado encendido de pelo y alegre y dócil colaborador del torero de Puebla del Río a partir del instante en que éste lo hipnotizara y prendiera a su grácil muletilla nada más encontrarse ambos a nivel de las tablas del 9.
Morante o el toreo eterno. El pasado lo delata y su propio aspecto lo anticipa: si convergen su voz interior, un astado asequible y la magia del momento, boca abajo todo mundo. Ni siquiera hace falta que el toro sea su toro en el sentido en que lo sueñan los toreros artistas y sus fervientes partidarios. El milagro lo resintió hasta El Juli en el turno siguiente, con ser quien es y estar como está: si Morante se encuentra consigo mismo, mejor relajarse y disfrutar. Disfrutar de una obra situada por encima de todos los adjetivos. Y hasta de los sustantivos comúnmente invocados: que si el temple, que si el mando, que si las distancias y los terrenos y la ligazón y el clasicismo. Todo suena a prosaico, insuficiente, sobreentendido, elemental. El arte expulsa lo genérico, repele lo cuantitativo, derrota por igual a lo analógico y a lo virtual. Porque ni siquiera transcurre sobre el suelo que todos pisamos. Conmueve, eleva, transporta a otra dimensión de la vida. La poetiza, la desborda, la bendice. Ese es su don. Mientras, allá abajo, lo bueno, lo muy bueno, lo malo, lo muy malo, se entrelazan cotidianamente, en el espacio extrasideral del arte verdadero suceden cosas rigurosamente indescriptibles. Atemporales. Insólitas. Inéditas…
Así fue la faena de Morante con “Pelucón”, el toro colorado de Alcurrucén, cuarto de la tarde del miércoles 1 de junio de 2022 en Las Ventas. Corrida de Beneficencia fuera del abono de San Isidro. Fuera, en realidad, de este mundo en el que uno teclea sus impresiones e intenta retener aunque sea una mínima parte de las sensaciones experimentadas durante diez o doce minutos privilegiados por obra y gracia de José Antonio Morante Camacho y su conversión de un toro común y silvestre a feliz colaborador de una obra de arte.
El Siglo de Oro del Toreo. En lo inmediato, vista desde fuera, pareciera que todo fue un rapto de inspiración de Morante, y su gozoso producto un monumento fugaz a la estética taurina. Pero para llegar al territorio donde “Pelucón” y el torero de la Puebla se encontraron, el autor de esta obra inmortal ha debido recorrer un camino, ancho y estrecho a la vez, que conecta su personal tauromaquia con la historia del toreo. Si de entrada enlazó el toreo por abajo de los maestros dominadores con los ayudados barriendo lomos y la suerte cargada de clara raigambre belmontina. Y si, en medio del aquel arrebato creativo que fue su irrepetible faena de muleta a un toro que la seguía imantado, borracho de trapo, como puestos de acuerdo hombre y bestia desde la noche de los tiempos para darse cita sobre el platillo de Las Ventas una tarde de junio, Morante fue más Morante que nunca. Si entonces y allí, decía, se estaba dando aquella mágica conjunción, porqué no enlazar suave y pausadamente los redondos y naturales de estética nítidamente contemporánea –aunque con una belleza y una originalidad solo accesibles a Morante de la Puebla–, con muestras diversas de vieja tauromaquia en un delicioso recorrido por la evolución histórica del toreo.
Fue así que asomó, con espontánea presencia, el derechazo caminista levantando el pico de la muleta para prolongar el vieje y mejor ayudar al toro, o desdenes de lenta majestad caganchesca, o ese pase por alto o de costado con los pies juntos y el brazo subiendo por encima de la cabeza. O tres o cuatro derechazos a pies juntos, el codo izquierdo en ángulo alto, apoyada la mano en la faja, que me remitieron instantáneamente a viejas películas donde Fermín Espinosa templa en redondo, tranquila y pausadamente, la embestida del célebre “Nacarillo” (15.12.46), o la del tercer toro, procedente también de Piedras Negras, la tarde estelar de Alberto Balderas en que el Torero de México le propinó severo baño al Maestro de Saltillo (22.01.39). Por no hablar del natural de frente, tan sevillano, elevado a su máxima expresión en uno de los pasajes finales del faenón morantista. Hasta se permitió José Antonio, con soberano desdén, soltar un trapazo zurdo de pitón a pitón, digno de las épocas del Bomba y Machaco, cuando se encaminaba ya a cambiar el ayudado por el acero de matar. Sólo faltó el molinete típico de Belmonte, sobre piernas y rumbo al rabo, porque el único que Morante incluyó en su obra inmortal evocó más bien el molinete armillista, girando quieto sobre su propio eje.
Es decir, que Morante de la Puebla y “Pelucón” de Alcurrucén se confabularon para ofrecernos una sinfonía original y perfecta que fue, al mismo tiempo, una especie de viaje a través de la historia del Siglo de Oro del toreo.
El ganado. Se observó un claro descenso en la calidad de los encierros, comparada con lo visto en las temporadas anteriores a la pandemia, pero no faltaron toros sobresalientes. Se habla mucho del único Victorino bueno de ayer, “Garañuelo” con el que Sergio Serrano pinchó una buena faena izquierdista, pero me seguirá pareciendo que el toro más completo el de la única oreja de El Juli –debieron ser dos–, aquel hermosísimo cárdeno nevado de La Quinta que no paró de embestir por derecho, el hocico al suelo y el celo alegre de los toros de bandera. Luego hubo algunos toros asequibles e incluso notables, notables –de Montalvo, Torrealta, Luis Algarra, Arauz de Robles, El Parralejo, Garcigrande…–, pero ningún encierro digno de lanzar fuegos artificiales al firmamento y sí bastantes decepciones en el rubro ganadero, encabezadas por Juan Pedro Domecq, El torero y la primera corrida de Fuente Ymbro. Que hizo claro y evidente contraste con la gran novillada de igual procedencia lidiada el lunes 23 hasta el punto de recibir el cierraplaza “Embriagado” la única vuelta al ruedo póstuma de toda la feria.
Resurrección y ocaso. Más de medio millón de espectadores ocuparon las localidades de la plaza de Las Ventas entre el 8 de mayo y el 5 de junio, y en 11 de esas 29 funciones consecutivas se puso en las taquillas del coso el cartel de “No hay billetes”, como para despejar dudas y dar una medida aproximada del fervor de madrileños y foráneos por la vilipendiada fiesta de toros, que, simultáneamente, un juez de la ciudad de México ha optado por cancelar “temporalmente” en tanto dedica sesudos estudios a indagar la procedencia o no de una eventual sentencia de suspensión definitiva.
Que, ojalá no, podría ser la puntilla para una tradición con cinco siglos de historia, leyenda y vida en este extraño país llamado México, capaz de volverle la espalda a su propio y milenario ser a cambio de rendir homenaje al furor animalista y, en el fondo, al malhadado Consenso de Washington y esa globalización anglosajona que tanto ha empobrecido al mundo, sus gentes y sus culturas. Y que rechina ya por todos lados.
A don Antonio Bienvenida tan americano ( nació en Caracas hace 100 años ) como español se le rinde tributo en la corrida de la Beneficencia de este 1 de junio que será presidida por el rey de España, Felipe VI que estará acompañado en el palco real por el presidente de la Unión de Criadores del Toro de Lidia, Antonio Bañuelos
Toros de Alcurrucén para Morante de la Puebla, El Juli y Ginés Marín.
El artista madrileño Miguel Caravaca, quien vuelve a volcar “todas sus inquietudes, sus reflexiones, con una cuidada y estudiada estética, acompañado con el grana del color de una tarde de toros, para ofrecer finalmente una obra con una personalidad única y diferente, con la inigualable imagen de Bienvenida como protagonista”, según explica el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid organizadora del homenaje al maestro Bienvenida.
Nieto del banderillero Manuel Mejías Luján Bienvenida (1844-1908), hijo de Carmen Jiménez Álvarez y del famoso matador Manuel Mejías Rapela Bienvenida, conocido como el Papa Negro, sobrino del novillero y banderillero José Mejías Rapela y hermano de los también matadores Manuel, José, Rafael —que murió asesinado en Sevilla a los diecisiete años de edad, al poco tiempo de retirarse de los ruedos como novillero—, Ángel Luis y Juan Bienvenida. Todos los toreros de la familia han utilizado el apodo Bienvenida, por ser de esa localidad extremeña el fundador (y también sus hijos Manuel y José) de una de las estirpes de toreros fundamentales en el siglo xx.
Antonio Bienvenida nació en Caracas durante uno de los viajes del padre para torear en América. Bautizado en Sevilla, siempre se consideró de esa ciudad, aunque la familia se trasladó a Madrid en 1933 (al poco de morir Rafael) y fue en esta localidad donde probablemente más se le admiró y más trato de maestro indiscutible del toreo se le dio.
Como todos sus hermanos, también Antonio fue un diestro precoz. Formado como torero en su propia casa, de la mano de su padre y de sus hermanos mayores aprendió los dos aspectos fundamentales de la educación de un futuro torero: a torear de salón y el respeto a la liturgia de la fiesta. Toreó por primera vez a los ocho años; a los doce (en 1934) debutó en público en Zamora y, luego, en El Escorial, en esta ocasión en pantalón corto. Hizo su primer paseíllo en Sevilla en un festival, el 13 de junio, y le cortó las orejas y el rabo a un excelente novillo de Juan Belmonte.
Vistió por primera vez el traje de luces en Córdoba, el 3 de julio de 1937, acompañado por Paquito Casado; en Sevilla, junto a sus hermanos Manolo y Pepe, que lidiaron cuatro toros, toreó de luces en novillada sin picadores el 11 de julio, cortando cuatro orejas y dos rabos. Debutó con picadores en Cádiz el 26 de junio de 1938, alternando mano a mano con Pepe Luis Vázquez, sólo un par de meses antes de la muerte por enfermedad de su hermano Manolo. Se presentó en Madrid el 3 de agosto de 1939, junto a Joselito de la Cal y Gallito. El día 24 de ese mismo mes toreó de nuevo en Las Ventas, y de nuevo mano a mano con Pepe Luis Vázquez.
Todavía como novillero, hay tres tardes que son fundamentales en su trayectoria: en Sevilla, el 15 de junio de 1940, cuando toreando mano a mano con Eugenio Fernández Sánchez Angelete tuvo que lidiar cinco (y matar seis) por cogida de su compañero, cortando un total de seis trofeos; en esa misma plaza, el 3 de noviembre de 1940, la tarde en que realizó el llamado “quite de la escoba” (o del milagro, por lo muchísimo que templó y bajó las manos al torear por chicuelinas); y, finalmente, en Madrid, el 18 de septiembre de 1941, cuando hizo la faena al novillo Naranjito, al que le dio tres “pases cambiados” (suerte que se ejecuta con la muleta plegada, tras un quiebro con la pierna) que han pasado a la historia.
Respecto al quite “de la escoba”, Mira recoge una conversación con Bienvenida en que le explica cómo surgieron los lances: “De pronto, sin saber por qué, en un santiamén me acordé de que por la mañana había saludado a Chicuelo. Como una ráfaga también se me vino a la cabeza el temple de Belmonte.
A velocidad del rayo pensé: ¿se podrá templar y bajar las manos, al torear por chicuelinas? Te acordarás que eso fue lo que hice. Lo hice por tres veces. Al rematar quedé convencido de aquello, yo no era capaz de repetirlo igual. No me han vuelto a salir nunca como aquéllas. Creo honradamente que tenían razón los que dijeron que aquello fue un quite de milagro. Ese fue el día que, en aquel momento, comprendí lo que significa la frase de Juan Belmonte cuando dijo que el toreo es una fuerza del espíritu”.
Con el nombre adquirido en todos esos triunfos, Antonio Bienvenida se dispone a tomar la alternativa en Madrid el 5 de abril de 1942. Se anuncia mano a mano junto a su hermano Pepe (conocido en el mundo del toro como Pepote) con toros de Miura. Al rechazarse los toros, y al negarse los hermanos Bienvenida a torear animales de otra ganadería, los toreros fueron detenidos. La corrida se celebró, finalmente, el día 9, con cinco de los miuras que unos días antes habían sido rechazados.
El toro del doctorado se llamó Rosquerito. El 2 de julio de ese mismo año de 1942, Antonio cortó dos orejas en Las Ventas, ratificándose como uno de los toreros predilectos de la afición madrileña. Su trayectoria sufrió un serio parón en Barcelona el 26 de julio de 1942, cuando el toro Buenacara, de Trespalacios, le hirió gravemente en el vientre. Formaban el cartel ese día Manuel Jiménez Chicuelo, Nicanor Villalta, Pepe Bienvenida, Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, Pepe Luis Vázquez y Antonio Bienvenida, con doce toros, seis de Joaquín Buendía y seis de Jacinto Trespalacios, que se lidiaba a nombre de su hijo Ignacio Sánchez y Sánchez. El percance se produjo, precisamente, al hacer el pase cambiado, y fue de tal gravedad que a punto estuvo Bienvenida de perder la vida.
Regresó a los ruedos, y lo hizo con la misma maestría de siempre. No llegó nunca Antonio Bienvenida a ser un torero que mandase en la Fiesta, ni tampoco de torear muchas corridas por temporada, sino que su grandísimo prestigio estaba basado en su indudable calidad y torería. El 15 de mayo de 1947 resultó de nuevo cogido en la primera corrida de la recién inaugurada Feria de San Isidro, de Madrid, y en esa misma plaza alcanzó un gran éxito el 21 de septiembre de ese mismo año, al cortar cuatro orejas en la Corrida del Montepío de Toreros que toreó en solitario.
El 15 de noviembre de 1948 contrajo matrimonio en la iglesia de la Concepción de Madrid con Carmen Gutiérrez Balbi, de cuya unión nacieron cuatro hijos, ninguno de los cuales continuó la tradición taurina de la familia.
No fue fácil la década de 1950 para Bienvenida.
Tras lograr un gran triunfo el 12 de octubre de 1952 en Las Ventas, ante una astifina corrida de la ganadería de Agustín Mendoza y Montero, conde de la corte, denunció públicamente (con el apoyo del periódico ABC y de su crítico taurino Antonio Díaz Cañabate) la generalización del fraude del afeitado.
Sobre este tema dice Abella: “La ‘guerra del afeitado’ no ha hecho sino comenzar, y Antonio Bienvenida, denunciado por los compañeros como insolidario, presenta su dimisión como presidente del Montepío, aunque se vuelve a presentar a las elecciones y gana.
Se le acusa de haberse promocionado a costa de los demás, y durante la temporada 1953 fue recibido con ovaciones por los públicos”.
Los años siguientes, de 1954 a 1957, fueron muy buenos para Bienvenida: en 1954 y 1955 se encerró en solitario con seis toros en Madrid (esta última temporada, además, rodó la película Tarde de toros, de Ladislao Vajda), si bien los siguientes fueron de grandes altibajos, pues a éxitos importantes le siguieron baches de relativo olvido. El 17 de mayo de 1958 sufrió un grave percance en el cuello en Madrid y el 16 de junio de 1960 se encerró con doce toros, en sesiones de tarde y noche, en Las Ventas. A la muerte del noveno, un problema muscular le impidió continuar la lidia de los restantes.
El resto de su trayectoria siguió en la misma línea: el 5 de septiembre de 1964 lidió en San Sebastián de los Reyes (Madrid) la que muchos consideran la mejor faena de su vida, y al comienzo de la temporada de 1966 se retiró en la plaza de Vista Alegre. Reapareció en el San Isidro de 1971, cortó cuatro orejas en Las Ventas el 30 de mayo, en un mano a mano que toreó con Andrés Vázquez, y se despidió definitivamente de los ruedos en Vista Alegre el 5 de octubre de 1974, alternando con Curro Romero y Rafael de Paula. Tras treinta y dos años de alternativa, Bienvenida había toreado ciento una corridas en Madrid (seis en solitario), había cortado cuarenta y dos orejas y había abierto once veces la puerta grande.
Falleció en Madrid el 7 de octubre de 1975, tres días después de que la vaca Conocida, de Amalia Pérez Tabernero, le voltease provocándole una irreparable lesión cervical. Los últimos pases de su vida, repletos de la misma notabilísima maestría y elegancia que desarrolló durante su carrera, los dio en la finca El Campillo, de El Escorial, la localidad madrileña en la que había toreado, entonces con pantalón corto, cuarenta y un años antes.
Bibl.: J. Ullán, El toreo maravilloso de Antonio Bienvenida, Madrid, Tipografía La Cervantina, ¿1941?; A. Vera, Los Bienvenidas, Madrid, Gráficas Barandilla, 1958; J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, Madrid, Espasa Calpe, 1961, vol. IV, págs. 575-578, y 1981, vol. VI, págs. 84-87; C. Guillén (seud.), Dos dinastías famosas de toreros. Los Bienvenida. Los Dominguín, Madrid, A. Vasallo, 1961; J. Aparicio Albiñana, De El Cordobés a El Platanito, pasando por dos Antonios: Bienvenida y Ordóñez, Albacete, Imprenta La Voz de Albacete, 1963; C. Jalón, Memorias de “Clarito”, Madrid, Guadarrama, 1972; VV. AA., “Réquiem por un torero”, en El Ruedo (Madrid), n.º 1633 (14 de octubre de 1975); V. Zabala, Hablan los viejos colosos del toreo, Madrid, Sedmay, 1976; F. Mira, Antonio Bienvenida. Historia de un torero, Madrid, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, 1977; A. Santainés Cirés, La dinastía de los Bienvenida, Barcelona, Mira Editores, 1988; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; R. Gómez López-Egea, Antonio Bienvenida, Madrid, Ediciones Palabra, 1990; F. Mira, Medio siglo de toreo en la Maestranza (1939-1989), Sevilla, Guadalquivir, 1990; J. L. Suárez-Guanes, Madrid-Cátedra del toreo (1931- 1990), Madrid, Espasa Calpe, 1990; J. J. Bonifaz, Víctimas de la Fiesta, Madrid, Espasa, 1991; M. Gómez-Santos, “Antonio Bienvenida”, en Mi ruedo ibérico, Madrid, Espasa Calpe, 1991, págs. 379-413; C. Abella, Historia del toreo, vol. II, Madrid, Alianza Editorial, 1992, págs. 181-194; M. de La Hiz Flores, Bienvenida. Dinastía torera, Madrid, Espasa Calpe, 1993; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.); J. A. Polo, “El toreo contemporáneo (1966-1993)”, en N. Luján, Historia del toreo, op. cit.; J. M. Sotomayor, “Relación de las corridas de toros, novilladas con picadores y festejos de rejones celebrados en la Plaza Monumental de las Ventas de Madrid (17 de junio de 1931-23 de octubre de 2005)”, en VV. AA., Las Ventas. 75 años de historia, Madrid, Centros de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, 2006.
José Luis Ramón Carrión
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