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La iglesia y los toros

La relación de la iglesia católica con el toreo ha sido disímil, dispar, de rechazo, de acercamientos, de prohibiciones, de censuras, de aprobaciones y hasta monseñores y curas que torean.

Hoy las plazas de toros cuentan con un capellan, que asisten espiritualmente a los profesionales del toreo que profesan la fe católica, se ofician misas en el ruedo y no es infrecuente ver en el callejón o el tendido a sacerdotes taurinos.

O el caso de un novillero que fue recogido muy pequeñito por unas monjas en Valencia, lo adoptaron y son sus mas fieles partidarias.

EL PAPA CENSOR

El papa Pío V pudo pasar a la historia por muchos motivos. Fue el primero en utilizar la sotana blanca; también, un notable inquisidor, famoso por su severidad; puso en marcha efectiva la Contrarreforma; y con el nombre de Catecismo romano, publicó la doctrina del concilio de Trento.

Además, alentó la creación de la Liga Santa, la coalición que, comandada por Juan de Austria –hermanastro de Felipe II–, derrotó a los otomanos en Lepanto; ordenó cubrir los genitales de los protagonistas del Juicio Final de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina; excomulgó a Isabel I de Inglaterra; y expulsó a 45.000 prostitutas de Roma –algún cardenal advirtió de que eran necesarias para que el clero no cayera en la sodomía–.

OTRO PAPA DEVUELVE LA VIDA A LA TAUROMAQUIA

Gregorio XIV tampoco cedió a las presiones. Por fin, Clemente VIII mitiga la bula de Pío V, aunque mantiene la prohibición para los clérigos y para que no se celebren en festivos y domingos.

Los Papas no lograron erradicar los festejos taurinos, muy arraigados en España.

En la Real Maestranza de Sevilla, templo del toreo, hay un palco para los canónigos del cabildo catedralicio.

Uno de ellos, de alta dignidad, solía contar en sus tertulias, que acudía a la plaza, sobre todo cuando toreaba Curro Romero.

«Solo con verle el paseillo, me bastaba», valoraba el clérigo currista, gran aficionado a la Fiesta, en una ciudad que celebra el Domingo de Resurrección con una corrida de toros emblemática en la temporada.

Los toreros y sus cuadrillas suelen ser personas respetuosas con los símbolos religiosos también muy supersticiosos y muchos viajan con un retablo repleto de estampas de vírgenes y cristos a los que profesan mucha devoción.

A la relación de la tauromaquia con la religiosidad le dedica un apartado Carlos Abella en su obra Derecho al toro (vivelibro), cuya primera versión se publicó en 1997, en la que escribe sobre el lenguaje taurino y su influencia en la vida cotidiana.

El biógrafo de Luis Miguel Dominguín cuenta una anécdota sobre el famoso torero muy curiosa.

«Me contó que él hubiera dado un brazo por creer en Dios y que, pese a los intentos de Gregorio López Bravo y de Juan Antonio Vallejo Nájera, que le llevaban de ejercicios espirituales, la cosa se le hacía difícil. Con todo, me reconoció, que cuando llegaba a una plaza de toros entraba en la capilla. No rezaba, pero realizaba un acto de intimidad, de concentración y de última serenidad antes de salir a la arena», relata.

En cualquier caso, cuando toreros y cuadrillas abren el portón para hacer el paseillo la frase más típica que se comparte es Que Dios reparta suerte.

EL CASO DEL CURA-TORERO

Con el hábito y la sotana, Luis Fernando, el sacerdote de Aliseda, un pueblo de Cáceres de menos de 2.000 habitantes, salió a hombros de la ganadería Partido de Resina.

«No recé mucho, me tiré a la piscina. Me hacía ilusión vivir una experiencia y un arte que considero mío con algo que forma parte de mi identidad. Soy sacerdote y así salí a torear»Natural de Coria, «la población con más afición a los toros de Extremadura», era aficionado desde siempre. «Me gustaba torear. Otros curas hacen deporte, practican la fotografía o pintan. Pues yo toreo».

MONSEÑOR BALTAZAR PORRAS

Un día en una audiencia privada , el prelado venezolano le explicó al Papa Francisco qué es eso del toreo. Para un argentino , nada conocedor, el romano pontífice lo escuchó con atención.

Y como lo muestra la foto que ilustra esta nota gracias a Venezuela Taurina, el cardenal no solo predica sino que aplica. Todo expresado con comedimiento y respeto.

Avance Taurino nos trae una nota nunca mejor traída :

Un Cardenal toreando. Se trata de Baltazar Enrique Porras Cardozo nacido en Caracas 10 de octubre de 1944, quien es  Arzobispo de la Archidiócesis de Mérida y Cronista Oficial de la ciudad.

El Papa Francisco le eligió el 9 de octubre 2016 como segundo cardenal en función de Venezuela, siendo consagrado como tal el inmediato 19 de noviembre.

Monseñor Cardozo ha compartido su labor pastoral con su afición y pasión por la tauromaquia, con lo que Venezuela cuenta con un Cardenal Taurino. Frecuenta la plaza de toros de su ciudad natal, donde Juan José Padilla le brindó un toro, e incluso se le ha visto en el tendido de la plaza de toros de Las Ventas.

En el inicio de la XLVIII Feria Internacional del Sol, ofició una misa de acción de gracias con motivo del L aniversario de la plaza llamada Román Eduardo Sandia, que se cumple dentro de una semana.

En la Eucaristía, el Cardenal habló de la importancia de una fiesta, de cómo lidiar con las diferencias que existen entre taurinos y anti taurinos y manifestó que desde muy joven reforzó su gusto por las corridas de los toros. Al finalizar la celebración, el Cardenal Porras bajó a la arena y cogió un capote para dar unos lances.

La plaza de toros Monumental de Mérida abrió sus puertas el 10 de diciembre de 1967. La corrida inaugural, anunciada para el día anterior, se tuvo que celebrar al día siguiente, ante torrencial aguacero que cayó sobre la ciudad. El cartel inaugural estuvo conformado  César Faraco,  Manuel Benítez El Cordobés y Francisco Rivera Paquirri. Se lidiaron un toro de la ganadería de Don Félix Rodríguez y cinco de Achury Viejo de Colombia.

Paquirri cortó la primera oreja que se concedía en esta plaza.

Así que el toreo es historia viva y como dice el Quijote: Con la iglesia hemos topado, Sancho.

El centenario de Manuel H, el Kappa colombiano

!!Quien lo creyera!!, el maestro Manuel H. se nos fue hace 11 años pero es tan viva su presencia que no me di cuenta que estamos celebrando el centenario de su nacimiento.

Lo tengo tan presente, en la plaza De La Santamaría o tomándonos un humeante chocolate en «La Florida» (que ojalá no vaya a desaparecer por esta pandemia), o recorriendo la carrera séptima, o en su estudio de la calle 22.

Cachaco en sus formas y fondo, me hablaba de esos tiempos aciagos del 9 de abril en el conocido como «el bogotazo», y como dejó el almuerzo servido tras oír la noticia del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Por que fue uno de los primeros fotógrafos en captar las imágenes de ese hecho que enlutó a Colombia.

De cómo en una fracción de segundo tomó la que se considera la foto icónica de Manolete, tras una faena en en el 46 en La Santamaría de Bogotá, donde no cabía un alfiler y el pequeño fotógrafo captó ese momento de tragedia maravilloso del monstruo de Córdoba.

Si me demoro un segundo o me adelanto, la foto no existe, esa es la paradoja de nuestro oficio, me relató.

El mejor homenaje será recuperar ese archivo por instituciones como el Banco de la República o el Archivo Nacional pues la obra del maestro bogotano es imprescindible para mirar con sentido crítico más de medio siglo de un país maravilloso, a veces cruel pero dulce como la mandarina.

Richard Emblin dice :

Manuel H. era el colombiano Capa: un hombre que durante más de medio siglo capturó la historia y los «momentos» de su país con su emblemático Rollei. Y al igual que Capa, su carrera en el fotoperiodismo nació del caos y la violencia.

Llámalo circunstancia o destino, pero la vida tiene una forma extraña de arrastrar a ciertas personas al «momento». 

Para Robert Capa, sin duda el mejor fotógrafo de guerra de nuestro tiempo, llegó el momento en que fotografió al miliciano republicano español cayendo después de recibir un disparo en sus colinas de Andalucía el 5 de septiembre de 1936.

Y lo cierto es que Manuel H con Leo Matiz, Sady, Nereo, entre otros; fue capaz de reflejar la vida agitada de una Colombia donde parece que la violencia es nuestra compañera de viaje. Nos hemos acostumbrado tanto que asumimos que es nuestro fatal destino y va del brazo con nosotros.

Ricardo Arcos-Palma anota :

Manuel H. también fue testigo de hechos históricos transcendentales de nuestro país: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y la revuelta popular que siguió a este hecho conocida como el Bogotazo (1948) donde buena parte de la ciudad fue destruída; este hecho hizo que Manuel H, se convirtiera en reportero para la prensa.

La caída de Rojas Pinillas en 1957 también fotografiada.

Su lente captó la acelerada transformación urbana de Bogotá: en estas fotos podemos ver las famosas salas de cine de los años cincuenta como el Teatro Colombia (hoy Jorge Eliécer Gaitán) y el Teatro México, o el Olympia de los años ochenta.

La construcción de la torre de Colseguros que reemplazó el tímido edificio de dos plantas de Icollantas (1964) y la construcción de las Torres del Parque (1970).

Las fotos de hechos cotidianos como el desbordamiento del río San Francisco.

También capturó en su lente momentos memorables como la venida del Papa Pablo VI (1969) y la visita de los Reyes de España (1976) .

O una corrida en la antiguo Chapinero en una improvisada plaza de toros frente a la Iglesia de Lourdes (1962).

La historia de Bogotá y del país político y cultural fue congelada por Manuel H.

Con Luis Galindo fuimos a verle al hospital un día antes del deceso y seguía contando anécdotas, y las fotos que tomaría en la próxima temporada taurina, y de su archivo, y de su familia , y «de esta vaina de los achaques».

En el toreo no se mata por matar, por deporte o por diversión

El historiador mexicano Francisco Coello

«Por lo que sé, en el ruedo no se mata por matar, no se mata por deporte o diversión. Se mata precisamente para no diversificar, para que la atención no se vierta fuera sino para que quede retenida en ese punto oscuro, inevitable…».

Raúl Dorra

Son tiempos oscuros y no solo por el coronavirus sino por el intento de un sector de la sociedad por imponer el pensamiento único y dictarnos las reglas de qué debo comer, a dónde ir, qué películas ver, qué libros leer, qué tipo de teatro debo admirar, qué vestimenta debo llevar, a qué Dios o ser supremo debo rezar y a qué culto religioso debo acudir.

La industria animalista procura , como en tiempos dolorosos de regímenes oprobiosos de uno y otro signo. No vamos ahora con medias tintas.

Y el toreo para estos animalistas de nuevo cuño es maltrato, somos asesinos y nos quieren llevar a los estrados judiciales y a ser posible condenar.

Antonio Fernandez Casado apunta: En momentos al menos confusos en torno a la Fiesta de los toros, cuando desde formaciones radicales se insiste una y otra vez en colocar a la Tauromaquia en el punto de mira de sus críticas, resulta muy oportuno recordar a la figura y la obra de José Bergamín.

El autor de la tan leída «La música callada del toreo» fue una personalidad sobre la que no cabe duda alguna acerca de su posicionamiento ideológico.

Pero su ubicación en una izquierda sin sombra alguna no fue óbice para que fuera un amante apasionado de la Tauromaquia, como dejó escrito en su amplia bibliografía, que va de Juan Belmonte a Rafael de Paula.

EL PENSADOR ARGENTINO RAUL DORRA

Raúl Dorra, quien dejó un largo legado en la teoría literaria, y como un argentino universal, abierto, que no era taurino, pero respetaba esta expresión decía que la pasión colectiva, patología que se hace presente en las plazas de toros en los momentos de mayor intensidad «por definición es un exceso, un desborde [que] sigue el llamado de la profundidad del ser. Y en esa profundidad, el sacrificio es un elemento primordial».

«Por lo que sé, en el ruedo no se mata por matar, no se mata por deporte o diversión. Se mata precisamente para no diversificar, para que la atención no se vierta fuera sino para que quede retenida en ese punto oscuro, inevitable.

Se va en pos de la muerte para hacerla el momento de un estremecimiento central. Es una muerte profundamente erótica, de un erotismo espectacular.

El sacrificio ceremonial, en todas las culturas, siempre ha sido un espectáculo, una mostración de lo misterioso en la que se reúnen lo erótico con lo tanático.

Se trata de una muerte por representación. El que se sacrifica, el que es sacrificado, está ahí en lugar de otro, de un colectivo cuya vida se quiere preservar. Una muerte que también es una redención».

«Mentiría si digo que he seguido la polémica entre taurinos y antitaurinos, apenas la conozco de oídas. Pero me asombra el escándalo en torno al sacrificio cuando nuestra cultura, como toda cultura, está fundada sobre el sacrificio.

Seamos o no creyentes, nuestra cultura es cristiana y ella se asienta sobre el sacrificio del Hijo, sacrificio que se renueva en cada misa donde se come y se bebe –es verdad consagrada para el creyente– la carne y la sangre del Cristo.

¿O habrá que prohibir también las ceremonias religiosas? Sería interesante pensar en la posibilidad real de una cultural totalmente laica, pero esa posibilidad –en la que pensó por ejemplo Bertrand Russell– está aún lejos de nosotros».

Así que en este aquí y ahora, amparados en el cambio radical que ha producido la pandemia, donde pensamientos, teorías y reflexiones tendrán que adecuarse a los tiempos por venir.

Mientras tanto, queremos una fiesta viva, entendida hasta por todos aquellos que se opusieron o siguen oponiéndose bajo la ideología antiespecista, la cual considera que el animal es igual al hombre, que en nada ofende el sentido pragmático que detenta, esperando una conciliación de las teorías antropocentrista y biocentrista que son el origen del conflicto, primero. 

COELLO Y LA RELECTURA DE BERGAMIN

El historiador mexicano Francisco Coello que tan valiosos aportes hace al conocimiento de la tauromaquia, anota:

El actual episodio que vivimos, nos orilla entre el inmenso tiempo sobrante, a hacer lectura o relectura, a buscar todos aquellos títulos en que quisimos vernos reflejados o incluso, tener la oportunidad de escribirlo.

Nadie de quienes intervienen en un festejo, hasta donde es posible apreciar, lo hace con intenciones deliberadas de maltrato o tortura, pues se sigue un patrón fundado en antiguo ritual en el que se sintetiza el contexto de su desarrollo.

Reprochamos, en todo caso una mala actuación, pero no el despropósito de que quieran contribuir alterando su pureza.

He leído y releído El pozo de la angustia, obra de la primera madurez del célebre José Bergamín, que pareciera haber salido de lo más hondo de un alma franciscana.

Página a página es una delicia y toca las fibras más sensibles, al punto del estado de gracia. Y describe cada tempo con frases o ideas concretas que, por su brevedad dan idea de hacia dónde Bergamín quiso ir en búsqueda de afirmaciones. Una de ella plantea que «Los sentimientos –decía nuestro cristianísimo Unamuno– son pensamientos en conmoción», así, sin más.

Y luego, en afanes de contraste va hacia lo «trágico –también lo cómico– [que] es estar lleno de vacío. La máscara sola no está nunca vacía, sino llena de su vacío. Y en este sentido es el hombre persona o máscara, porque es determinación o definición de un vacío.

Del vacío, de la vanidad del mundo en él. Pues en él y por él existe el mundo. Esta es la tragedia del hombre: ser o parecer máscara expresiva de un total vacío. Mas, entonces, el hombre no será persona dramática, sino trágica. Y también cómica».

Y se pone de lado con la muerte en simple y clara condición al reflexionar que “el tiempo no es la muerte. Ni su medida”. Y aún más: «Hacer tiempo, hacer memoria, hacer historia, es sencillamente vivir. Pero vivir ante la muerte, frente a la muerte, y contra la muerte».

Y en algo que parece la sola razón de aforismos comienza con este que plantea «unas almas se purifican al arder y otras se consumen», al que le sigue este otro:

«El eco de esa voz llega ahora hasta nosotros con la interrogante metafísica del alemán Heidegger, que desde el fondo oscuro de su sima profunda nos la tiende como consecuencia secular de vivas corrientes del pensamiento:

¿Por qué ser, y no más bien nada?» que tiene respuesta con este otro: «¿Hay en la existencia del hombre un temple de ánimo tal, que le coloque inmediatamente ante la nada misma” –pregunta Heidegger.

Para contestarnos que sí, que ese temple del ánimo existe; que se trata de un acontecimiento posible, aunque raramente se dé, aunque solamente se realice por breves momentos: ese temple de ánimo radical es la angustia». 

En tal sentido «Por eso la existencia está siempre más allá del ser. Por eso lo trasciende» que se apoya en «Este estar sosteniéndose la existencia en la nada, apoyada en la recóndita angustia, es un sobrepasar el ser en total: es la trascendencia», de ahí que «el ser es, por esencia, finito, y solamente se patentiza en la trascendencia del existir como sobrenadando en la nada».

En concreto, «la verdad no es una razón, es una pasión» y es que «No hay nada menos razonable que la verdad ni más verdadero para el hombre que perder su razón por ella».

Cada idea, cada frase, cada «aforismo» venidos de tan gozosa lectura, parecen describirnos gracias a la afortunada memoria, esos momentos trascendentales que alcanza la maravilla del toreo hasta quedar prendados de lo más emotivo que significa presenciar, tarde a tarde, el milagro de una verónica, o de ocurrir, todavía más, la ya desaparecida pero no por ello recuperada «larga cordobesa», lance de los más apreciados, y que tarde a tarde se quedan en el arcón del recuerdo, con lo que no queda más remedio al evocar a Frascuelo, Gaona o al Calesero, como si se tratara de un episodio imposible de interpretar.

LOS TRES TERCIOS

Él, que venía de una España trágica, la del toreo en su etapa primitiva, y la de un país sumida en el conflicto de la guerra, son suficientes razones para esbozar que la tauromaquia se encuentre en derecho a su preservación.

Al culminar la segunda década del siglo XX, superó aquella circunstancia de unas prácticas en que los caballos fueron víctimas y con esa especie se produjo una matanza inútil, despiadada.

Sin embargo, al poner en funciones el peto protector, el toro enfrentaba un nuevo modo de demostrar su fortaleza acudiendo en mínima proporción, a tres puyazos (los demás, venían por añadidura, en demostración cabal de bravura, casta y fortaleza).

Acudía, como lo sigue haciendo, a tres encuentros (cuando esto es posible, por lo menos en México, a sabiendas de una suerte bien realizada). 

A esto sigue el tercio de banderillas, donde como lo ha establecido la costumbre, al ser colocadas, crean un estado donde se crecen al castigo.

Y luego, en culminación a ese proceso, se desarrolla una faena en que el torero aprovecha tales virtudes para rubricar, tal cual lo establece el propósito del sacrificio –junto a los usos y costumbres que conserva la tauromaquia– con una estocada que eleva a niveles heroicos al torero o lo reduce a esa nada que nos ha referido Bergamín mismo si se produce el desacierto. 

Ante esa profunda representación efímera, todavía hay voces que se oponen rotundamente a su puesta en escena.

Demasiado existe alrededor de ese misterio como para detenerse y cuestionarlo en la forma en que, al menos ocho naciones conservan un legado con fuerte arraigo cultural y simbólico, de acuerdo a lo que cada una significa en su historia misma.

Desde esa perspectiva, sin más propósito que justificar su presencia, el «quite» de José Bergamín viene muy bien como motivo de defensa.

La fragilidad a que se ha visto sometida la humanidad toda desde que comenzó 2020 de triste memoria, ya provocó, como no lo hicieron guerras ni tampoco ninguna diferencia entre las naciones lo que no imaginábamos.

Superar tal estadio se convertirá en el mayor desafío de esta y las siguientes generaciones hasta recuperar el nivel de equilibrio congruente con los tiempos por venir.

Espiritual o sacrificial después, como auténtica realidad, que sintetiza en una tarde siglos de integración, y nos lleve a entender la lucha por la vida y por la muerte.

Sin ofensa alguna de los contrarios que se enfrentan desde hace muchos siglos, para conseguir gracias a la fortaleza del toro, y gracias también a los ingredientes técnicos y estéticos del torero, apenas la dosis suficiente de emoción o de tragedia surgida en tan sublime combate.

La contribución de Bergamín en favor de la fiesta de los toros es impagable, tal como lo atestiguan algunos escogidos textos de temática tauromáquica que nos dejó en herencia a los aficionados a los toros y la literatura: 

El arte del birlibirloque (1930, dedicado a Juan Belmonte); Don Tancredo López. El rey del valor (1934), La claridad del toreo, La música callada del toreo (dedicado a Rafael de Paula), Al toro…

El centenario de Manuel H, el Frank Capa colombiano

!!Quien lo creyera!!, el maestro Manuel H. se nos fue hace 11 años pero es tan viva su presencia que no me di cuenta que estamos celebrando el centenario de su nacimiento.

Lo tengo tan presente, en la plaza De La Santamaría o tomándonos un humeante chocolate en «La Florida» (que ojalá no vaya a desaparecer por esta pandemia), o recorriendo la carrera séptima, o en su estudio de la calle 22.

Cachaco en sus formas y fondo, me hablaba de esos tiempos aciagos del 9 de abril en el conocido como «el bogotazo», y como dejó el almuerzo servido tras oír la noticia del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Por que fue uno de los primeros fotógrafos en captar las imágenes de ese hecho que enlutó a Colombia.

De cómo en una fracción de segundo tomó la que se considera la foto icónica de Manolete, tras una faena en en el 46 en La Santamaría de Bogotá, donde no cabía un alfiler y el pequeño fotógrafo captó ese momento de tragedia maravilloso del monstruo de Córdoba.

Si me demoro un segundo o me adelanto, la foto no existe, esa es la paradoja de nuestro oficio, me relató.

El mejor homenaje será recuperar ese archivo por instituciones como el Banco de la República o el Archivo Nacional pues la obra del maestro bogotano es imprescindible para mirar con sentido crítico más de medio siglo de un país maravilloso, a veces cruel pero dulce como la mandarina.

Richard Emblin dice :

Manuel H. era el colombiano Capa: un hombre que durante más de medio siglo capturó la historia y los «momentos» de su país con su emblemático Rollei. Y al igual que Capa, su carrera en el fotoperiodismo nació del caos y la violencia.

Llámalo circunstancia o destino, pero la vida tiene una forma extraña de arrastrar a ciertas personas al «momento». 

Para Robert Capa, sin duda el mejor fotógrafo de guerra de nuestro tiempo, llegó el momento en que fotografió al miliciano republicano español cayendo después de recibir un disparo en sus colinas de Andalucía el 5 de septiembre de 1936.

Y lo cierto es que Manuel H con Leo Matiz, Sady, Nereo, entre otros; fue capaz de reflejar la vida agitada de una Colombia donde parece que la violencia es nuestra compañera de viaje. Nos hemos acostumbrado tanto que asumimos que es nuestro fatal destino y va del brazo con nosotros.

Ricardo Arcos-Palma anota :

Manuel H. también fue testigo de hechos históricos transcendentales de nuestro país: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y la revuelta popular que siguió a este hecho conocida como el Bogotazo (1948) donde buena parte de la ciudad fue destruída; este hecho hizo que Manuel H, se convirtiera en reportero para la prensa.

La caída de Rojas Pinillas en 1957 también fotografiada.

Su lente captó la acelerada transformación urbana de Bogotá: en estas fotos podemos ver las famosas salas de cine de los años cincuenta como el Teatro Colombia (hoy Jorge Eliécer Gaitán) y el Teatro México, o el Olympia de los años ochenta.

La construcción de la torre de Colseguros que reemplazó el tímido edificio de dos plantas de Icollantas (1964) y la construcción de las Torres del Parque (1970).

Las fotos de hechos cotidianos como el desbordamiento del río San Francisco.

También capturó en su lente momentos memorables como la venida del Papa Pablo VI (1969) y la visita de los Reyes de España (1976) .

O una corrida en la antiguo Chapinero en una improvisada plaza de toros frente a la Iglesia de Lourdes (1962).

La historia de Bogotá y del país político y cultural fue congelada por Manuel H.

Con Luis Galindo fuimos a verle al hospital un día antes del deceso y seguía contando anécdotas, y las fotos que tomaría en la próxima temporada taurina, y de su archivo, y de su familia , y «de esta vaina de los achaques».

Joselito y Belmonte en la pluma de Alcalino en su Tauromaquia

En la pluma de Alcalino empezamos a ver como en la tarde en que Joselito El Gallo murió, Juan Belmonte permaneció en su casa de Madrid.

Lluvioso y gris se presentó aquel 16 de mayo de 1920, y Juan mataba el tiempo jugando a las cartas con algunos amigos cuando, ya anochecido, el teléfono empezó a sonar con insistencia.

Tal como puede leerse en “Juan Belmonte (Matador de toros)”, una de las biografías de mayor hondura literaria y humana que se han escrito en castellano, obra de su paisano Manuel Chaves Nogales y producto de meses de conversaciones entre ambos.


Rememora […] Belmonte: “Se puso al aparato no sé quién y nos dijo: “–Me han dado la noticia de que a Joselito lo ha matado un toro en Talavera—“. “—Anda, anda, cuelga el teléfono—“, le dije […] sin soltar las cartas ni levantar la cabeza. Seguimos jugando.

Al rato llegó jadeante Antoñito, mi mozo de estoques, y repitió: “—En Teléfonos corre el rumor de que a Joselito le ha matado un toro en la corrida de Talavera.“

“–¡No traes más que infundios!”—le repliqué malhumorado.

Era frecuente entonces que los domingos por la tarde circularan noticiones que luego no se confirmaban. Estaba reciente la implantación del descanso dominical para los periódicos, y la falta de noticias ciertas sobre las corridas poblaba el mundillo taurino de falsos rumores.

Al rato volvió a sonar el teléfono. Esta vez era ya una persona de crédito, un conocido ganadero, quien daba la terrible noticia.

“–¡Es verdad! ¡Es verdad!—“, decía con acento estremecido….Aquella espantosa certeza nos hizo mirarnos unos a otros con espanto. Dejamos caer los naipes sobre el tapete… nadie dijo nada… Mis amigos fueron levantándose uno a uno y, sin pronunciar una sílaba, se marcharon… En soledad, estuve repitiéndome mil veces aquellas palabras que me golpeaban el cráneo como martillazos:

“¡A Joselito le ha matado un toro!¡A Joselito le ha matado un toro!” Poco a poco fue invadiéndome una espantosa congoja.

Miré a mi alrededor y tuve miedo. ¿De qué? No lo sé… hasta que no pude contenerme por más tiempo y estallé en sollozos. Lloré como no he llorado nunca en mi vida… la extraña onmoción del llanto me libraba de aquel martilleo seco que repetía en mi cerebro:

“¡A Joselito le ha matado un toro!”.

(Chaves Nogales, M. Juan Belmonte (Matador de toros). Alianza Editorial-6 Toros 6, tomo 2. pp 265-266.

Interregno para el estupor. Pocas veces, la sociedad española habrá experimentado un pasmo emocional como el que provocó la muerte del gran José Gómez Ortega. La vida mantuvo su pulso, seguían celebrándose corridas, pero el país tardaba en reaccionar.

Naturalmente, para el medio taurino el golpe fue devastador, todo se pobló de augurios sombríos y manifestaciones espasmódicas.

Don Pío (Alejandro Pérez Lugín)

El paladín más radical del gallismo entre quienes escribían de toros, creyó ver en esa tragedia inaudita una conspiración en toda forma y, más por desesperación que por otra cosa, embistió ciegamente contra todo lo que oliera a Belmonte.

La tauromaquia de Juan no valía nada, comparada con la de su ídolo. Y su violentísima campaña golpeó cuanta cosa representara el trianero. Por supuesto, el gallismo más recalcitrante lo secundó sin miramientos.


Historia de un cartel

La corrida del 15 de mayo en Madrid –última en la que alternaron
Joselito y Belmonte, y que constituyó un fracaso total—empezó a torcerse cuando los veterinarios rechazaron el anunciado encierro de Albaserrada –ganadería famosa por la casta y poderío de sus astados–, y el terciado sexteto de reemplazo, de doña Carmen de Federico, irritó por su invalidez.

De modo que cuando la empresa anunció la reaparición del trianero precisamente con albaserradas, el solo anuncio alborotó al cotarro. Aquel
domingo 20 de junio de 1920 Juan iba a alternar con Curro Martín Vázquez y Fortuna, dos segundones; sería que, rota la pareja más célebre del toreo, no había más de quién echar mano.

Como Belmonte era Belmonte, el papel se agotó rápidamente. Con tal de ver si era capaz de sobreponerse al vacío que se abría ante él y la Fiesta toda. Y de comprobar si les podría a los temibles albaserradas. O si se confirmaban las punzantes diatribas de Don Pío.

Apoteosis.

De tabaco y oro, contrito y adusto, partió plaza el trianero. El primero de Albaserrada mandó a la enfermería a Curro Martín Vázquez –gran estoqueador a la antigua, ya muy desgastado a esas alturas—y Juan, como segundo espada, tendría que despachar cuatro bureles.

Al heridor lo pasaportó de un espadazo fácil. Con los otros tres iba a protagonizar la tarde más redonda de su vida. La vieja plaza de la carretera de Aragón vivió una de sus jornadas más gloriosas, y la leyenda de Belmonte creció hasta al infinito.

Como es natural, la crítica se volcó en loas al trianero. En medio de la apoteosis, la plaza en pleno se había alzado contra Don Pío, reprochándole su injusta y ruin campaña.

Versión de Barbadillo:

“Cuando soltó Belmonte el trapo milagroso que fue ayer en sus manos una bandera de gloria y de triunfo… era la gente quien cogía imaginariamente un capote fantástico, una ilusoria muleta de grana y se ponía a torear… por la calle de Alcalá, un mozo del tropel alegre y bullicioso marcaba una lenta verónica, el cuello doblado, el gesto gentil y despacioso del torero genial… un poco más allá se veía al señor don Paco… tendiendo al aire el brazo izquierdo en el pausado semicírculo de un pase natural… y en todas partes gestos, voces, corrillos, algarabía, contagios del entusiasmo popular… Siempre que se quiera poner una corrida de toros como ejemplo será necesario mentar ésta de Albaserrada».

¡Qué reses, que finura, qué tipos, qué temple, que codicia, que poder, qué estilo en los tres tercios, sin discrepancias, con leves variantes en la bravura y la nobleza!.

Cuanto hizo (Belmonte) fue cosa de pasmo y maravilla. Cada lance un milagro, cada quite un prodigio, cada pase de la muleta mágica un deslumbramiento de asombro, cada momento una ovación frenética… Verónicas, faroles, medias verónicas.

¡Ah, las medias verónicas de Juan Belmonte!

(Don Pío había escrito el día antes: “Estamos de medias verónicas hasta más arriba del cimborrio de San Francisco”).

Faenas ligadas, magnas, inverosímiles… tenía el toro que pararse ante el hombre triunfante, como si le dijera –Hombre, apártese un poco, que no tengo sitio para moverme. Y entonces, el hombre se acercaba más y más. Y no a un toro sino a tres, porque a los tres los toreó así: soberbios naturales, molinetes de farol… gracia, arte enorme, y un dominio y un temple de tal índole que, así que se iba agotando el empuje de las reses, iba el torero tirando de ellas, obligándolas y toreándolas más.

Y todo con la izquierda (Don Pío había escrito el día antes):

“Señor Belmonte, ¿quiere usted hacerme el favor de no dejarse olvidada en casa la mano izquierda? Porque es ya excesivo su abuso de la derecha”)…

De una estocada en los rubios el segundo albaserrada murió sin puntilla. Un pinchazo y una entera caída, atacando con idéntico brío, al cuarto de la tarde, que murió sin puntilla; y media en las agujas al quinto, que quedó muerto sin puntilla también. Por cada hazaña dio la vuelta al ruedo. Cortó la oreja del segundo bicho. Cortó las dos y el rabo, que se cortaba por primera vez en Madrid, de su último cornúpeto.

Cayeron a sus pies sombreros, ropa, flores; fue y vino tantas veces del estribo al centro del ruedo que, al final, ya no podía ni andar; y entonces fue cuando entró en el burladero y, como un hombre valiente, modesto y generoso, rompió a llorar de emoción y gratitud.”

(El Imparcial, 22 de junio de 1920) Versión de Corrochano:

“Precisamente cuando se hablaba de la decadencia de Belmonte, ha dado Belmonte su tarde más completa… y cuánto no se ensañaría el público aplaudiendo, que le hicieron llorar de emoción. Váyase por las veces en que su toreo hizo llorar al público.

No desaprovechó Belmonte ni un toro, ni un momento, ni una ocasión para torear maravillosamente.

Sus lances de capa, sus quites, su media verónica, fueron impecables; esa media verónica que es hija legítima de Belmonte y uno de los momentos más sublimes del toreo, y que acaba de ser censurada por una pluma chabacana con gustos de feriante….

Belmonte estuvo superior como torero y superior como matador… es un torero tan completo que toro que torea bien lo mata bien. Y estuvo tan sobrado que mató cuatro toros sin fatiga, y hubiera matado seis».

Versión de Clarito:

“Rodó el quinto toro de Albaserrada. Continuaba de pie el público y los pañuelos salieron a flote. El puntillero, por mandato del presidente, cortó a la res una oreja, luego otra, después el rabo… Terminó Juan su vuelta ritual, y cuando iba a retirarse al estribo, de súbito, la multitud rompió a aplaudir más y más fuerte.

Ovación larga, rotunda como no recuerdo otra, y que tenía un significado tan especial que, comprendiéndolo, este diestro, todo arte y todo corazón, la agradeció con firmeza desde los medios y en seguida fue a refugiarse en el burladero… para llorar, escondido en los hospitalarios tableros…

De nuevo estaba en pie la muchedumbre, pero ahora en actitud airada; por sobre las cabezas no albeaban los pañuelos, sino que enarbolábanse los bastones.

Y sonaba el nombre de un revistero que, según unos por ignorancia, y según otros por mala intención, y a mi juicio por las dos cosas, ha sostenido contra Belmonte una de las campañas más vocingleras e inicuas que se recuerden.”

“Don Pío” se retracta. Aludido en las tres crónicas de referencia, Pérez Lugín no tuvo más remedio que reconocer la grandeza de Belmonte y el carácter histórico de su gesta:

“¡Ha resucitado Juan Belmonte! ¡Aleluya!… Ahora que ya no vive el pobre y admirado Gallito, el torero de las grandes series de grandes naturales, –¡Con la izquierda!, había que gritarle a Juan. Y anteayer, toreando con la izquierda, tuvo Juan la tarde más grande de su vida torera… ¡Viva Belmonte… la izquierda… La Libertad!«.

La pugna sin cuartel entre cronistas es reflejo fiel de lo que se vivía en la calle, por algo España identificaría ese tiempo como la época de oro del toreo. Puede afirmarse que esta histórica corrida del 20 de junio de 1920 clausura una era de esplendor sin precedentes.

Muerto José y repatriado Gaona, que ofrecerá en México los mejores frutos de su madurez torera, Belmonte se quedó dramáticamente solo.

Aún resistió, sin llegar a emular ya su memorable triunfo con los albaserradas, las campañas completas del año 20 y del 21, antes de dar por clausurada la etapa más apasionante de su carrera, fundamental para la construcción del mito belmontino.

Porque en sus idas y vueltas posteriores circularía por las plazas en calidad de pieza única y aparte, objeto más de veneración que de escrutinio, y sin la pretensión de dirimir con nadie la supremacía que su puro nombre le otorgaba.

Paseo del toreo: La cultura no se censura y el toreo es cultura y libertad

La Plaza Mayor de Salamanca se ha llenado de rostros conocidos para asistir a la puesta de largo de la plataforma ‘Salamanca es Tauromaquia’ y para apoyar al sector taurino en un momento tan difícil como el que está atravesando debido a la pandemia de coronavirus que
azota a todo el país desde hace ya tres meses. 

El maestro Ponce leyó el documento :

‘Somos la gente del toro,

Cultura de un pueblo libre que celebra la vida alrededor de un animal mitológico, con ritos milenarios que nuestra cultura latina ha sabido preservar.

Somos el mundo del toro, somos brutos y sabios, del sol y la sombra, de derechas y de izquierdas. Somos de la calle, de la cuerda y de la plaza.

Somos la cultura con la que un pueblo se expresa alrededor de la tradición del toro, cultura que heredamos de nuestros abuelos y transmitiremos a nuestros nietos.

Somos la cultura universal que mantenemos viva en un lazo de hermandad pueblos del Perú, de Venezuela, Ecuador, Colombia, Portugal, Francia, México y España.

Reyes y papas han querido prohibirnos en el pasado, les molestaba una cultura que no podían controlar. Pero nunca pudieron con la fuerza de un pueblo.

Nuevos poderosos, en nuevos tribunales de inquisición, pretenden de nuevo prohibirnos.

Pero tampoco podrán, porque la cultura no se censura, la cultura no se puede limitar, la cultura no se puede reprimir.

La Cultura es riqueza, diversidad, rebeldía, conflicto y creatividad.

Pero la cultura es, sobre todo y por encima de todo, libre y nos hace libres.

¡Viva el toro! ¡Viva el toreo! ¡Y Viva España!’

Volviendo a Salamanca, en el ágora se han dado cita importantísimas figuras del mundo taurino, como los diestros Enrique Ponce, Cristina Sánchez, El Juli, Diego Urdiales, Sebastián Castella, José María Manzanares, Manuel Escribano, Miguel Ángel Perera, Paco Ureña, Pablo Aguado, El Fundi, Jiménez Fortes, Pucela Leal o Ginés Marín.

También los salmantinos Domingo López Chaves, Pedro Gutiérrez ‘El Capea’, Juan del Álamo, Damián Castaño, Alejandro Marcos y Marco Pérez. Entre los ganaderos, estaban Juan Ignacio Pérez Tabernero, Justo Hernández, Julio García, Ignacio López Chaves, Carmen Lorenzo; y empresarios como Julián Guerra o José Ignacio Cascón. No podían faltar los profesores de la Escuela de Tauromaquia de la Diputación de Salamanca José Ignacio Sánchez, José Ramón Martín y José Javier Martín Corral. Por último, entre los representantes políticos han acudido a la Plaza Mayor el diputado provincial Jesús María Ortiz, el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Salamanca, José Luis Mateos y el diputado por Salamanca de Vox en el Congreso de los Diputados, Víctor Coello González.

El acto ha sido dirigido por la profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca Mónica Pérez Alaejos, que ha ido dando paso a los distintos oradores. Pérez Alaejos ha iniciado su intervención recalcando la necesidad de guardar las distancias establecidas por las autoridades sanitarias, así como las mascarillas, y ha pedido iniciar el acto con un minuto de silencio en memoria de las personas fallecidas durante la pandemia, que rigurosamente han guardado los asistentes.

TAUROMAQUIA. Alcalino.- Historia de un cartel

El 14 de abril de 1931, los españoles acudieron a las urnas decididos a darse una república que rompiera las amarras de la desigualdad y la pobreza ancestrales. Tal decisión cayó como bomba entre las clases acomodadas de un país instalado en los hábitos del feudalismo tardío, las cuales, desde ese momento, utilizaron todos los recursos a la mano, lícitos o ilícitos, para revertir la voluntad popular. Mal respaldada por gobiernos sin unidad ni talento, la situación iba a desembocar, al cabo de cinco años tormentosos, en un desmesurado baño de sangre.

Tiempo de cornadas. Pero, a despecho de las sacudidas políticas, la Fiesta mantuvo su pulso y el abono madrileño siguió adelante. Y los toros –aquellos toros de “antes de la guerra”—continuaron dando cornadas. Ya había caído Enrique Torres en la segunda de abono (abril 6) y, con la república proclamada, los pitones se empeñaron en mantener ocupados al doctor Jacinto Segovia y su equipo. El 7 de mayo, Cagancho llegó a sus manos gravemente herido en un muslo. El día 10 tocó turno al modesto espada valenciano Manolo Martínez, al que un Cobaleda le abrió el vientre. Y faltaba lo peor: en la octava de abono, el domingo 31, el primero del encierro de Graciliano Pérez Tabernero se llevó por delante al banderillero Manuel Prieto (femoral rota), y el tercero, “Fandanguero”, pasaría a la historia como autor de la mortal cornada que condujo a la tumba al gran Curro Puya, Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, luego de 75 días de dolorosa agonía.

Solórzano y “Revistero”. Jesús Solórzano Dávalos, mexicano nacido en Morelia (10.01.1908), recién doctorado en Sevilla (28.09.30) y confirmado en Madrid (06.04.31), figuraba en el cartel de la novena corrida, una combinación sin mayores pretensiones que incluía a Valencia II y Pepe Amorós con astados de Manuel Aleas, de Colmenar Viejo. Chucho, admirador y amigo cercano de Gitanillo, lo había visitado en la clínica, y tan impresionado quedó al verlo que hizo correr la voz de que se desistía de torear. El rumor recorrió los mentideros, por lo que causó cierta sorpresa verlo aparecer, ese 7 de junio, por la puerta de cuadrillas de la plaza de la carretera de Aragón, muy bien vestido de celeste y oro. Esa tarde, el moreliano iba a cuajar con “Revistero”, el 3º , una de ésas faenas que dejan recuerdo imperecedero en quienes tienen la suerte de presenciarlas. Los que no, mejor dejarles a los cronistas de la época el relato, en caliente, de la epopeya.

Maximiliano Calvo “Corinto y Oro”: “Entra el tercero en escena. Es un “mozo”, “colorao” retinto… Se acerca el momento cumbre de la corrida. Solórzano le ofrece el capote… Tres lances preciosos y una serpentina entre los mismos pitones inician el alboroto. Otros tres más, los pies juntos y clavados y media verónica formidable. ¡Qué bien torea este “Chuchito”! El bicho tardea, pero tiene buen estilo. Y viene un tercio de quites que se recordará toda la temporada. Solórzano borda materialmente el toreo. Valencia derrocha  tanto valor… que cae al ruedo un ramo de claveles. Amorós no se deja ganar la pelea y dibuja cuatro chicuelinas.  El público, frenético de entusiasmo, obliga a los tres a salir a los medios montera en mano. Solórzano coge los palos y banderillea al colmenareño con tres pares llegándole hasta la cara, el segundo gramaticalmente monumental. El alboroto sigue sin interrupción, para verse inmediatamente coronado por una faena que es un asombro de valor y arte. La comienza con un pase alto, al que liga uno de pecho estatuario. Enseguida se echa la muleta a la zurda y torea al natural y en redondo cuatro o cinco veces, ligando los maravillosos pases en una pugna de valor ciego y elegancia muy personal. Con los naturales mezcla los de pecho con un estoicismo británico. La ovación y los olés puede que se oyeran hasta en el mismo Chapultepec. Dos pinchazos en lo alto, en los que el diestro se va tras la espada; un estoconazo y el toro rueda. Ovación inenarrable, la oreja, vueltas al ruedo entre merecidas aclamaciones. También al colmenareño se le da la vuelta al redondel. Esta decisión es un poco arbitraria, porque el toro, aunque dócil, ha embestido obligado realmente por el torero. El toro no ha sido de bandera ni mucho menos; el que ha sido de bandera es el nuevo embajador de la tauromaquia mejicana, al que sin reservas ha proclamado el público figura del toreo.”  (La Voz, 9 de junio de 1931).

Manuel Reverte:¡Bien se deleitó el público que acudió a la novena corrida viendo torear a Solórzano! ¡Buena tarde para este torero, que cortó las dos orejas de su enemigo y salió de la plaza en hombros! Podemos asegurar que fue una de las faenas más completas que hemos visto esta temporada en Madrid. Fue en el toro corrido en tercer lugar. Un bicho de D. Manuel Aleas precioso de tipo, gordo, fino, bravo y noble… La serie de verónicas con que lo saludó Solórzano fueron algo verdaderamente admirable. Quieto, mandando, echando las manos abajo y tirando del enemigo suavemente…  En dos quites volvió Jesús a mostrar su dominio y su arte… Solórzano prendió un par de banderillas que quedó desigual, luego lo enmendó con dos pares magníficos, llegándole paso a paso hasta la cara… ¡Cómo estaba aquel magnífico toro a la hora de la muerte!¡Qué deleite para los que, además de admirar al torero, saben ver al toro!… La faena de muleta fue sencillamente admirable por la serenidad, el arte, el dominio y la gracia del torero. No se puede aprovechar mejor un gran toro. Dos buenos pinchazos y una entera, entrando bravamente… Estalló la ovación grande para el torero, para D. Manuel Aleas y para su toro, al que se le dio la vuelta al ruedo.” (Blanco y Negro, suplemento semanal del ABC. 14 de junio de 1931)

Don Quijote: “Solórzano realizó en la 9ª la única faena de escándalo del segundo abono. Le tocó un toro pastueño, de Aleas, de los que se dejan colocar a placer: un toro ideal. Y lo aprovechó a las mil maravillas y en todos los tercios y suertes. Desarrolló una faena de un arte, un temple y una belleza que nos recordó a las mejores de Márquez, sobre todo en los naturales, absolutamente perfectos. Lo mató muy bien y cortó una de las orejas mejor concedidas de la temporada.” (La Fiesta Brava, semanario. 17 de julio de 1931)

Gregorio Corrochano: El toro bueno, magnífico, le tocó a Solórzano. .. y lo aprovechó todo, con el capote, las banderillas, la muleta y el estoque. Todo. Siento que por buscar algunos efectos que no hacían falta se desligara la faena admirable. Hubo naturales perfectísimos, tirando del toro, pisándole descaradamente el terreno con tranquilidad y pasándoselo en arco desde el hocico hasta el rabo. Pases magníficos en los que hacía pasar al toro, que no es lo mismo que dejarlo pasar. Toreaba el torero, no el toro. Y las tres veces entró a matar muy bien. Los pinchazos tuvieron el valor de grandes estocadas… Fue una faena de suma elegancia y maestría, que le valió ovaciones inacabables, y la oreja, y dos vueltas al ruedo, y lo que vale más: un gran crédito artístico.” (ABC, 9 de junio 1931)

Las orejas, todo un tema. Las discrepancias en cuanto a los trofeos son una constante a lo largo de todo el primer tercio del siglo XX, particularmente en España. Los cortaba un banderillero, sabedor de que la vista de la gente estaría más en el ruedo que en el palco. Y las reseñas correspondientes se manejaban de manera antojadiza. De ahí, seguramente, la siguiente rectificación de José Alameda a la crónica de Corrochano:  “Eso es lo que dice Corrochano, que como se sabe, no es santo de mi devoción… Y debo señalar que comete un error respecto a los hechos, al decir que a Solórzano le dieron una oreja. Con su permiso, le dieron dos. Y después de entrar a matar tres veces. ¡Cómo sería la faena!… A Chucho le quedaron cortos los cronistas.”  (El Heraldo de México, 27 de diciembre de 1981)

José Alameda: ”Ninguno dijo que después de los dos primeros pases por alto el toro se le quedó, y Solórzano, que ya se había puesto la muleta en la izquierda, permaneció frente a él casi un minuto, impávido. Un minuto frente a un toro es un siglo. Dos estatuas, frente a frente. Y cuando el toro se arrancó, le cargó levemente la suerte y le dio un natural perfecto. Y luego tres más, y el de pecho, que no los mejora ni el que inventó el toreo… Pero la espera, aquella larga espera, con el público en tensión y el toro y el torero mirándose, como abismados –abismo frente a abismo–, eso lo he visto muy pocas veces. ¡Cómo sería que todavía lo recuerdo!”  (El Heraldo de México, 27 de diciembre de 1981)

Mexicanos. No fue Jesús el único paisano en salir triunfante del ruedo madrileño en 1931. El 24 de mayo, Fermín Armilla –que inauguró con miuras el abono– había desorejado a un toro de Terrones por una faena magistral, cantada por Don Quijote como una de las mejores del año. Alberto Balderas, que confirmó grismente su alternativa (03.05.31), no volvería más a la Villa y Corte. Tampoco Pepe Ortiz, aunque en su caso hubo una marcada injusticia, luego que le cortara la oreja a un torazo de Pallarés, tras provocar asombro con su mágico capotillo (12.07.31).

En cuanto a David Liceaga, su faenón a un sobrero de Clairac que más que novillo era todo un toro, le valió, la víspera de la desgracia de Gitanillo y “Fandanguero”, la salida en hombros por la puerta de Madrid y el pasaporte a la alternativa (Barcelona, 21.07.31).

CHUCHO Y REVISTERO: Verónica y natural solorzanistas y un apunte de ANTONIO CASERO

El Mono, El Petronio y la feria de Cali, virtuales

Todo indica que el mundo virtual seguirá siendo el rey en estos tiempos de crisis.

El festival de música andina colombiana, el «Mono Núñez « que se realiza cada año en Ginebra, Valle, el Petronio que le rinde culto a la música del pacífico y la feria de Cali ( no hablo de la taurina de la que ningún ente oficial dice » esta boca es mía ) entre el 25 y el 30 de diciembre, serán virtuales.

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Así que los músicos caribeños, los que vendrían en diciembre ( eso no está claro ) del exterior , los verán a través de las llamadas redes sociales mientras el festival andino y el del pacífico harán sus presentaciones virtualmente.

A partir de ahora y hasta nueva orden, los eventos masivos, virtuales

¿Toros? sí…pero con las cuadrillas completas

Bueno, pues la Junta de Andalucía creyendo que pueden contribuir a paliar la crítica situación de la tauromaquia por el bendito virus corona, la ha liado sin proponérselo, pues en el decreto se reduce el número de subalternos por cada torero…Y troya se vino y en qué forma.

He aquí el comunicado de los banderilleros y picadores :

Ante los daños causados por la crisis del coronavirus, la Secretaría General de Interior y Espectáculos Públicos del Gobierno de Andalucía redactó el pasado 21 de mayo, un borrador de medidas y condiciones particulares que, con vigencia de un año, facilite la organización y celebración de espectáculos taurinos en su Comunidad Autónoma.

Esta decisión, tan de agradecer por un sector tan afectado como el nuestro, tiene, en cambio, un aspecto tan alarmante como contradictorio, pues, como única solución y único sacrificio propuesto al sector, dicho borrador contempla la ELIMINACIÓN DE UN GRAN NÚMERO DE PUESTOS DE TRABAJOS DE PICADORES, BANDERILLEROS Y MOZOS DE ESPADAS.

Sin cuadrillas completas, nada de nada

En concreto, la Junta de Andalucía quiere fijar, para plazas de segunda y tercera categorías, y tanto en corridas de toros como en novilladas, la reducción en cada cuadrilla de un puesto de picador, un puesto de banderillero y el puesto de ayuda del mozo de espadas, lo que supone un total de más del 40% de los puestos de trabajo de cada festejo en las cuadrillas.

Ante tal decisión, aún pendiente de aprobación definitiva, la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros de España y la Asociación Nacional de Mozos de Espada, manifiestan su más enérgica protesta, pues, lejos de paliar la crisis del sector, la Junta de Andalucía provocaría una mayor, al reducir los puestos de trabajo entre unos colectivos profesionales que, al igual que otros, ha visto suspendida tajantemente su actividad y lleva sin recibir ingresos de ningún tipo desde que finalizó la pasada temporada anterior, en octubre de 2019.


Tal medida puntual de fijar sólo un picador y dos banderilleros por cuadrilla, que además influiría negativa y directamente en la calidad de la lidia y en el buen desarrollo del espectáculo, no supondría ningún beneficio considerable para el sector, y menos aún tan alargada en el tiempo pues se pretende que dure un año independientemente de la situación sanitaria, pero hace sospechar de la influencia en la decisión, aprovechando el actual río revuelto, de otras partes implicadas que, con absoluta insolidaridad, llevan ya tiempo intentando imponerla definitivamente no sólo en plazas andaluzas

Extrañamente, la propuesta de la Junta de Andalucía no obliga a otros estamentos, como ganaderos o empresarios, a pasar por ningún tipo de penalización como la impuesta a las cuadrillas, como tampoco establece medidas de reducción del precio en las entradas para facilitar el acceso al aficionado que también sufre la crisis económica.

Nos parece muy triste que, como única conclusión posible, el gobierno andaluz pretenda implementar un modelo de espectáculo taurino afectando y sacrificando únicamente a su sector laboral más débil.

Hay que tener en cuenta que el Gobierno de Andalucía, así como los partidos que lo componen, que tanto presumen de apoyarla, no han elevado estos días ninguna queja al Gobierno del país por la discriminación que la tauromaquia está sufriendo respecto a otras industrias culturales, ni tampoco han presentado un plan alternativo o medidas técnico sanitarias para mejorar dicha marginación y conseguir que el toreo tenga las mismas condiciones que otras actividades artísticas.

Por todo ello, esperamos que los responsables de la Junta rectifiquen y den marcha atrás en este claro atropello a los derechos laborales del sector taurino, pues, en caso contrario, estas asociaciones mayoritarias adoptarán las medidas necesarias que caben en nuestro ordenamiento jurídico para defender los derechos de los profesionales taurinos.

Ha muerto Pablo Berrocal

Pablo Berrocal , empresario, ganadero, ha muerto a los 85 años víctima de una larga enfermedad.

Estuvo vinculado a América como empresario e Iñaquito en un largo tramo de su historia, padeció un secuestro de casi un año y terminó radicado en Madrid.

Según El Comercio de Quito, el connotado taurino amó a Ecuador y si no hubiera sido por ese insuceso quizás viviría en ese país.

En 1978 conoció Quito ya que lidió una corrida de la ganadería que llevaba con su hermano, y que se anunciaba como José Luis y Pablo Martín Berrocal. El 29 de noviembre hicieron el paseíllo con dichos toros españoles Francisco Rivera Paquirri, Ángel Teruel y Miguel Espinosa, ‘Armillita’. Pablo Berrocal compró la empresa Citotusa, propietaria de la Plaza Quito, a Luis Miguel Dominguín en el año 1986. Al finalizar el contrato de arrendamiento que tenía Gerónimo Pimentel, Martín Berrocal empezó a organizar la Feria de Quito. Para ello contó como gerente con el respetado aficionado y ganadero ecuatoriano José Luis Bruzzone. Organizó varias ferias seguidas, excepción hecha de aquella de 1989, en vista de que permaneció cautivo de un grupo de secuestradores colombianos que se presumió pertenecían al ELN quienes lo capturaron en una calle de Quito en uno de sus múltiples viajes para organizar la Feria.

En esa ocasión organizó la Feria de Quito la empresa Benevest. Una vez liberado de sus captores, tras 8 meses de plagio, Berrocal volvió con ánimos a organizar la Feria de Quito. En 1994 vendió la mayoría de acciones de Citotusa y por ende la propiedad de la Plaza Quito a los hermanos Salazar. José Luis Bruzzone recuerda que Pablo Martín Berrocal fue un gran aficionado lo que le llevó a ser ganadero, apoderado (Dámaso González) y empresario. Pablo Martín fue empresario taurino de varias plazas en España como Cercedilla, Socuéllamos y Figueras. ‘En este tiempo situó a la Feria de Quito en los más alto del concierto internacional, considerada como la mejor Feria de América. En su gestión en la Plaza de Toros Quito restituyó el trofeo Jesús del Gran Poder, realizó varias obras de infraestructura en el interior y exterior, destacando la conclusión de la fachada, creó la Escuela Taurina. Llegó a dar una feria con 14 festejos.

Quiero destacar sobre todo que Pablo Martín Berrocal quiso mucho al Ecuador y a su gente y fue un gran ‘embajador’ del Ecuador promocionándolo permanentemente’. Durante la administración de Pablo Martín Berrocal llegaron al Ecuador múltiples medios españoles y del mundo a divulgar la feria, para solo citar a Telemadrid, Televisión Española (ambos hicieron programas y retransmisiones en vivo), los periodistas de espacios radiales de cadena Ser, Radio Nacional, Cope, Caracol y Radio K, las revistas 6 Toros 6 y Aplausos, y más medios, aún periodistas de Francia. En esa época la radio y TV de Ecuador dieron amplios espacios con sintonía superior en horarios estelares en varios programas simultáneos de gran sintonía y expansión de la fiesta de los toros.

En Ecuador labró varias amistades, apoyó toreros como Mariano Cruz Ordóñez, quien al recordarle sensiblemente emocionado dice que Berrocal “fue el señor que creyó en mí. Apostó por mí con sus ilusiones, poniéndome en sus sueños de que el Ecuador tenga un torero, depositándolos en mí y con su esfuerzo de soñador innato supo transmitirme eso.

Yo tenía la felicidad de sentirme acompañado y protegido por un señor al que siempre recordaré como un hombre que creyó en mí. Un abrazo al cielo”. Juan Lamarca, motor del Círculo de Amigos de la Dinastía Bienvenida, y expresidente de Plaza de Madrid, labró su amistad con Berrocal durante años. Resaltó sus virtudes personales, de empresario y taurino. Lamarca vino al país a raíz del secuestro; con la voz entrecortada resaltó los valores de Berrocal con sus amistades y su familia. “Berrocal fue un hombre bueno, siendo español se sentía quiteño y siempre lo tuvo en su corazón”, dijo

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